lunes, 30 de noviembre de 2020
LA "LEY DEL ÉXTASIS"
Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com
1) Para saber
“Tu actitud, no tu aptitud, determinará tu altitud”. Esta frase del
escritor y vendedor Zig Ziglar concuerda con lo explicado por el Papa
Francisco en la tercera parte de su encíclica “Fratelli Tutti”.
En la medida en que se ama, se crece como persona. El Papa
recuerda el Concilio Vaticano II que en breves palabras resume esa
altitud a la que todos estamos llamados: “Un ser humano está hecho
de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar
su plenitud, si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás”
(n. 87).
Aquí se encuentra una gran paradoja, que quien la entiende y
vive, resuelve su vida. Ya fue dicha de manera clara por Jesús:
“Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que
pierda su vida por causa de mí, la hallará (Mt 16, 25). Así se entiende
por qué los mártires que han dado su vida por amor a Cristo.
2) Para pensar
Georges Bernanos fue un renombrado novelista y dramaturgo
francés de la primera mitad del siglo XX. En sus obras ahonda en la
psicología del hombre donde tiene lugar el enfrentamiento entre el
bien y el mal, la fe y la desesperación. Una obra suya, titulada
“Diálogo de carmelitas”, narra la historia de dieciséis carmelitas
asesinadas en tiempo de la revolución francesa, el 4 de agosto 1790,
y declaradas beatas por san Pío X. Entre ellas había una hermana
jovencísima, que por nacer cuando su madre tuvo un terrible susto,
creció con mucho miedo. Ingresó a la orden religiosa y como monja
tomó el nombre de sor Blanca de la Agonía de Jesús.
Cuando los revolucionarios, odiando la fe, arrestan a las
hermanas, sor Blanca aterrorizada, huye y se esconde. Sus hermanas
en religión son procesadas, condenadas y conducidas a la guillotina.
Las quince van pasando para morir, mientras todas cantan a coro un
himno al Espíritu Santo, el llamado “Veni creator”. A medida que
cada una sucumbe bajo la guillotina, el coro se va haciendo más y
más débil. Ya sólo quedan dos voces; después, una sola, llegando a
la penúltima estrofa. Luego el silencio sin haberlo terminado. Pero he
aquí que se levanta una voz nítida, resoluta, casi infantil en medio de
la muchedumbre. Es sor Blanca, que con todo y miedo, se da valor y
sube sobre el palco cantando la última estrofa inacabada y presenta
su cabeza a la guillotina. El miedo ha hecho que su martirio sea más
puro y de más valor.
El miedo no puede encerrarnos en nosotros mismos impidiéndonos
vivir la caridad.
3) Para vivir
Los mártires han dado su vida directamente por amor a Cristo. Y
son un ejemplo para dar la vida también, por amor a Cristo, en los
demás. Es olvidarse de uno mismo para buscar el bien del prójimo:
sea la esposa, la madre, un amigo, una hija, un hermano…
El Papa Francisco, recordando a San Juan Pablo II, nos señala que
fuimos hechos para el amor. Por ello, hay en cada uno de nosotros la
“ley de éxtasis”, que nos invita a salir de uno mismo para hallar en el
otro un crecimiento de su ser. La santidad, a la que somos llamados,
es precisamente alcanzar la plenitud del amor.
lunes, 23 de noviembre de 2020
DOS PSIQUIATRAS: LA FELICIDAD SE CONSTRUYE DÍA CON DÍA
Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51
Dice el proverbio: “Sonríe y los demás te sonreirán”. Cuando una persona lucha
por ver el lado positivo de la vida; es amable, cordial, alegre y deja de lado las
visiones trágicas o negativas, lo lógico es que las personas instintivamente acudan
a ella porque les hace ver lo divertido de la existencia humana, aún en los detalles
más pequeños. Así, por ejemplo, en una reunión social son los más frecuentados
porque a todos nos gusta ver caras alegres a nuestro alrededor.
En cambio, los que habitualmente se están quejando de sus enfermedades o de
sus problemas; de lo mal que está la situación económica y social; de los
pormenores de los avances de esta tremenda pandemia; de la corrupción en la
política, etc. y que no aportan ninguna idea constructiva, se convierten en
personalidades agotadoras para escuchar por un largo tiempo y de los que, por
desgracia, todo el mundo huye.
Tenía un conocido mucho mayor que yo, que ya falleció, y participó en la cruenta
Guerra Civil Española (1936-1939). Tanto en el bando republicano como en el
nacional ocurrieron numerosos asesinatos a sangre fría, graves injusticias,
fusilamientos sumarios, personas ahorcadas y colgadas en los árboles, el terror a
los bombardeos aéreos, numerosos templos y conventos incendiados y
profanados, etc. Muchos perdieron a sus padres, hermanos, familiares y amigos.
En general, causó severas divisiones y odios, así como profundas heridas
morales. Generó un fuerte trauma en la mayoría de los ciudadanos.
Y este amigo me contaba que, cuando la Guerra terminó en 1939, cada quien
tenía una larga lista de tragedias que había sufrido y presenciado. Así que por
“salud mental”, en las reuniones sociales, cuando alguien comenzaba a
rememorar sucesos terroríficos de la guerra, enseguida los demás lo frenaban en
seco con una frase que se hizo popular: “No me cuentes, que te cuento”. Como
diciendo: “Cambia de tema de conversación porque no conduce a ningún lado y a
todos nos deprime más”.
Por ello, el Psiquiatra Enrique Rojas escribe que “una persona que no puede
cerrar sus heridas, puede convertirse en una persona agria, amargada, resentida y
echada a perder”. Es decir, su mente está como intoxicada y vuelve una y otra vez
a sus rencores y resentimientos y es incapaz de ser nuevamente feliz”.
Debido a esto, el especialista recomienda vivamente, en el sentido positivo y sano
de la expresión, “tener mala memoria”, porque sólo así se cierran las heridas
internas (Leer: “Todo lo que tienes que saber sobre la vida”, Espasa Libros, 2020).
También sugiere el sacar experiencia de los golpes duros que la vida proporciona
y verlos como un aprendizaje, como “un capítulo de mi vida que me dejó esta o
aquella lección”.
Su hija, Marian Rojas, también es Psiquiatra y, en fecha reciente publicó un
exitoso libro, titulado: “Cómo hacer que te pasen cosas buenas” (Editorial Diana,
2019). Ella subraya este concepto: “La felicidad consiste en vivir instalado de
forma sana en el presente, habiendo superado las heridas del pasado y mirando
con ilusión al futuro. (…) La felicidad no es lo que nos pasa, sino cómo
interpretamos lo que nos pasa”.
Insiste mucho en que los pacientes maduran bastante cuando son generosos y se
ocupan en servir y ayudar a los demás. Una persona obtiene más felicidad cuando
se da así misma que cuando recibe.
Es importante vencer los miedos, las angustias e inseguridades y que las
personas confíen en sí mismas. ¿Y si vienen los fracasos ante una decisión
determinada? Serán aprendizajes con la finalidad de buscar la solución en otra
dirección.
Los Psiquiatras norteamericanos afirman que la mejor forma de perder los miedos
es “Exposure”, o sea, tomar una firme determinación, actuar y correr con las
consecuencias. De esta manera, esa angustia infundada desaparece, se
desvanece.
También recomienda que nos enfoquemos –mientras descansamos o antes de
dormir- en algo alegre, positivo, que nos haya pasado o que nos haga sonreír.
Introducir mucha ilusión en cada actividad que realizamos. Es provechoso pensar
en que al día siguiente ocurrirá algo que nos traerá alegría y optimismo.
Dicho en otras palabras, Marien Rojas está proporcionando al lector la clave para
mantener lejos cualquier pensamiento autodestructivo, que produzca angustia,
ansiedad o estrés. Esto último es causa de innumerables enfermedades orgánicas
o mentales. En cambio, si se sabe disfrutar del “hoy y ahora” –aunque sea lo más
cotidiano de la realidad- recuperaremos la capacidad de asombro que tienen los
niños, con interés, con los ojos nuevos.
Hay que saborear el tiempo presente. ¿Qué es lo que a cada uno le gusta? ¿La
música? ¿Las buenas películas? ¿Los libros interesantes? ¿algún deporte? Pues
hay que hacerlos (“Just do it”!, como se dice en inglés). Sin miedo a “hacer el
ridículo” o por temor a lo que piensen los demás. Marien Rojas concluye que hay
que aprender a tomar las riendas de la vida, con empuje y entusiasmo. El
resultado lógico será que se tenga una vida plena y feliz que compartiremos con
nuestros seres queridos.
¿SE DAR MI TIEMPO CON GENEROSIDAD?
Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com
1) Para saber
Había un Pediatra eminente que tenía un remedio infalible para los
niños que habían nacido débiles y les costaba aumentar de peso.
Cuando llegaba el caso de uno de esos niños, durante su ronda en el
hospital, invariablemente escribía la siguiente receta a la enfermera
en turno: “Este niño debe ser ‘querido’ cada tres horas”. Y solía darle
resultado.
Pero no solo los recién nacidos necesitan ser queridos. Los
médicos están de acuerdo en que muchas enfermedades, sobre todo
de tipo psicológico, provienen de un sentimiento de soledad. En el
segundo capítulo de la Encíclica, “Fratelli Tutti”, el Papa Francisco
reflexiona sobre la parábola del “Buen Samaritano”. Como
recordamos, es un relato donde un individuo se encuentra medio
muerto tirado en el camino después de haber sido robado. Y aunque
pasan un sacerdote y un levita, no se detienen para ayudarle. Es un
samaritano quien tiene compasión de él y lo socorre. Al respecto,
señala el Papa que aunque hemos crecido en muchos aspectos, aún
somos analfabetos en acompañar, cuidar y sostener a las personas
más frágiles y débiles de nuestras sociedades desarrolladas. Nos
acostumbramos a pasar de lado e ignorar esas situaciones (cfr. N.
64).
2) Para pensar
Hay un acertijo que pone el escritor Michael Ende en su célebre
libro “Momo”: Tres hermanos viven en una casa. El primero no está,
ha de venir. El segundo no está tampoco: ya se fue. Solo el tercero,
menor de todos está y sin él no existirían los otros. ¿Qué es? La
respuesta: el tiempo.
Es un libro que vale la pena leerlo, pues tiene enseñanzas
valiosas. El personaje principal es una niña que vive sola llamada
“Momo” que tiene una cualidad que se va perdiendo cada vez: tenía
tiempo para escuchar a los demás. La visitaban muchos porque
“sabía escuchar como nadie”, de tal forma que a los indecisos los
hacía seguros; a los tímidos, libres y valerosos; a los agobiados,
confiados y alegres…”.
La gran enseñanza que nos da el buen samaritano, dice el Papa,
es mostrarnos que la existencia de cada uno de nosotros está ligada
a la de los demás: la vida no es tiempo que pasa, sino tiempo de
encuentro. Además de curarle y darle el dinero al posadero para que
lo atendiera, el samaritano le dio algo que este mundo ansioso
difícilmente otorga: le dio su tiempo. Seguramente él tenía sus
planes para aprovechar aquel día según sus necesidades,
compromisos o deseos. Pero fue capaz de dejar todo a un lado ante
el herido, y sin conocerlo lo consideró digno de dedicarle su tiempo
(cfr. n. 63).
3) Para vivir
Esta parábola es un ícono iluminador que nos enseña cómo
comportarnos ante el dolor: ser como el buen samaritano. Toda otra
opción termina o bien al lado de los salteadores o bien al lado de los
que pasan de largo, sin compadecerse del dolor del hombre herido en
el camino. Quienes pasaron de largo eran personas con funciones
importantes en la sociedad, pero no tenían en el corazón el amor por
el bien común. No fueron capaces de perder unos minutos para
atender al herido o al menos para buscar ayuda. El Papa Francisco
nos invita a que miremos el modelo del buen samaritano y así resurja
nuestra vocación de ciudadanos constructores de un nuevo vínculo
social.
miércoles, 18 de noviembre de 2020
CEREBRO, MENTE, ALMA Y ESPÍRITU
P. Mario Arroyo,
Dr. en Filosofía.
p.marioa@gmail.com
Pregunta Leslie: “¿Es lo mismo mente, alma y espíritu?, ¿qué relación tienen con el
cerebro? ¿Dice algo la Biblia al respecto?” La antropología bíblica, en concreto la de San Pablo,
habla de una división tripartita en el hombre: cuerpo, alma y espíritu. Por ejemplo, 1
Tesalonicenses 5, 23 dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser,
espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”
Por su parte, la Epístola a los Hebreos 4, 12 afirma: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y
más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de
las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del
corazón.”
Sin embargo, esta estructura no ha pasado a formar parte de la antropología cristiana
posterior, que la simplifica, diciendo que el hombre está compuesto de cuerpo material y alma
espiritual. Con la recepción y sucesiva “cristianización” de Aristóteles en la Edad Media se
abandonó el esquema tripartito para expresarse en dos polos: cuerpo y alma, los cuales forman
una “unidad sustancial”, es decir, son principios de una misma realidad. El cerebro designa la parte
material, el alma la parte espiritual.
El cerebro es la parte corporal, el sustrato físico de toda actividad espiritual en el hombre.
Con la palabra “mente” se designa el funcionamiento de ese cerebro, la actividad a la que da lugar:
percepción, memoria, imaginación, conocimiento, afectividad. El gran tema con la mente es si se
puede reducir toda su actividad al entrelazamiento de intercambios neuronales a nivel cerebral, o
si hay un plus. La mente designa al sujeto o protagonista de esas actividades, es decir, al "yo", la
conciencia, la interioridad, la intimidad. No son procesos que se realizan anónimamente por un
cerebro impersonal, sino por un sujeto que tiene conciencia, por la persona, el “yo”.
La dificultad que plantea el funcionamiento de la mente, es que algunas de sus actividades
claramente pueden describirse expresando exclusivamente funciones cerebrales (por ejemplo, la
memoria o la vida afectiva), mientras que, para otras, la actividad cerebral resulta incompleta o
insuficiente (la conciencia y la percepción de las cualidades subjetivas de las experiencias
individuales o qualia). La raíz de ello es la unidad de cuerpo y alma, de lo material y lo espiritual en
el hombre; unidad que es profunda, no se puede separar con bisturí hasta donde llega el cuerpo y
donde comienza el alma.
Entonces, cuando hablas de mente, no te refieres solo a la dimensión espiritual, pues
esta se encuentra “corporalizada” en procesos cerebrales (memoria, sentimientos, etc.). Ahora
bien, la mente realiza algunas funciones que son propias de un ser espiritual, fundamentalmente
el conocimiento intelectual. El cerebro como órgano, lo es de los sentidos internos, es decir, de la
imaginación, memoria e instinto y del conocimiento sensible (como el de los animales). El
conocimiento intelectual supone el plus propio de la mente, aunque requiere del cerebro como
sustrato para poder realizarse.
Por su parte, el alma es el principio vital del hombre, que tiene una naturaleza metafísica o
modo de ser espiritual, radicalmente diferente de todo el universo físico que conocemos, y que le
capacita para realizar operaciones intelectuales. El espíritu designa a la naturaleza metafísica de
esa alma. El alma humana es espiritual. Con lo espiritual nos referimos un modo de ser diferente e
irreductible a lo material. Ahí radica nuestra imagen y semejanza con Dios, que es Espíritu. El alma
espiritual está en la raíz del “yo”, de la conciencia, de la interioridad de la persona. Indica el sujeto
de todos esos actos (aunque como tal, el sujeto tiene también una dimensión corporal, pues no
somos espíritus encerrados en un cuerpo). En cuanto designa al "yo", al sujeto libre (la libertad es
una consecuencia de la espiritualidad), en ella se puede dar el pecado.
Cuando digo: “el alma está mal", me refiero a la dimensión moral. El sujeto hace mal uso
de su libertad, dañando a su aspecto espiritual. Cuando digo "la mente está mal", señalo un mal
funcionamiento, ya sea en los procesos cerebrales (y para eso tomas pastillas), o en el modo de
procesar las experiencias mentales (y para eso vas a una terapia psicológica). No tiene una
dimensión moral. Una “mente enferma” designa una patología, que puede estar a nivel cerebral, a
nivel psicológico -modo de vivir los eventos mentales-, o una mezcla de ambos (vas al psicólogo y
al psiquiatra al mismo tiempo). “Espíritu enfermo” en cambio se refiere a la libertad, al pecado y
tiene relevancia moral, para remediarlo acudes al sacerdote.
martes, 17 de noviembre de 2020
"MATAR A UN RUISEÑOR" DE HARPER LEE
Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51
Pocos libros logran la maestría de combinar sucesos dramáticos con la historia de
unos niños llenos de candor y que mueven a la ternura y al buen humor, con un
padre comprensivo y conciliador. Me refiero a “Matar a un Ruiseñor”. Esta gran
novela fue escrita por la norteamericana Harper Lee, en 1960, y con esta obra
saltó a la fama de inmediato. Pronto le concedieron el importante “Premio
Pulitzer”.
Hay que hacer notar que tenía un amigo de toda la vida, el célebre escritor
Truman Capote, autor de “A sangre fría”, entre otras muchas obras literarias, quien
la animó a comenzar a redactar sus memorias de la infancia. Cuando presentó el
borrador de su libro varias editoriales lo rechazaron.
¿Por qué? Porque aborda toda la problemática de la discriminación racial, las
violaciones sexuales, las injusticias graves contra los afroamericanos en el sur de
los Estados Unidos.
Harper Lee es la narradora que recuerda algunos hechos de su infancia,
mezclados con fantasía y mucha creatividad, rememorando crónicas de otros
pueblos del sureste y de otras familias. La novela se desarrolla en un pueblo
imaginario, Maycomb, Alabama, como el “Macondo” de Gabriel García Márquez
en “Cien Años de Soledad”.
El padre de la supuesta narradora es Atticus Finch, un abogado honrado y justo
que apoya la causa de los afroamericanos y no teme arriesgar su vida ni la de su
familia por defender esta noble causa. Ha sido fuente de inspiración para jóvenes
abogados que desean desarrollar su profesión con ética e integridad.
Recordamos que durante la Presidencia de Abraham Lincoln (1809-1865) fue
abolida la esclavitud. Pero la discriminación racial continuó por muchas décadas.
Todavía recuerdo, en mi infancia, aquellos letreros ofensivos en los lugares
públicos (restaurantes, parques, tiendas, cines) que decían: “Prohibida la entrada
a negros y a perros”.
Fue hasta la Presidencia de John Kennedy (1917-1963) en que se planteó al
Congreso hacer reformas importantes sobre este tema capital. Como el 22 de
noviembre de 1963, Kennedy fue asesinado, su sucesor Lyndon B. Johnson
(1908-1973) retomó este asunto y se aprobó la “Ley de los Derechos Civiles” de
los afroamericanos, con la asesoría de otros importantes líderes de este
movimiento de reivindicación social como Martin Luther King (1929-1968). El
Presidente Johnson luchó contra el racismo y la segregación racial, que estaba tan
metido en la raza blanca norteamericana.
Aunque es una problemática que no se ha superado del todo. Recientemente fue
asesinado por un policía, de forma muy cruel, porque fue asfixiado George Floyd,
de 46 años, en la ciudad de Minneapolis. Ello provocó manifestaciones de repudio
por toda la Unión Americana. Mismo caso fue el de Breonna Taylor, de 26 años en
Kentucky. Basta con investigar un poco para confirmar que este tipo de
asesinatos, sobre todo de policías hacia los afroamericanos por desgracia es
frecuente. Existe un odio y un rencor acumulado porque se les mira con desprecio,
como a seres inferiores.
Retomando el hilo de la novela, el abogado Atticus Finch defiende la causa de
Tom Robinson, acusado de violar a una joven blanca. Pero al final de un largo
juicio se descubre que fue la chica la que atacó al joven Tom y le exigió tener
relaciones sexuales. Es decir, el afroamericano Tom era completamente inocente,
sin embargo, el jurado lo encontró culpable y dictaminó enviarlo a prisión sin causa
justificada. Y luego fue asesinado por el padre de la chica blanca, un ebrio racista.
A lo largo de la novela hay muchas divertidas historias de los niños Scout y Jem,
hijos de Atticus y huérfanos de madre.
En 1962 esta novela fue llevada al cine con la magnífica actuación de Gregory
Peck, quien ganó el Óscar al mejor actor, así como Mary Badham, Phillip Alford y
Robert Duvall. El filme fue dirigido por Robert Mulligan.
Sorprende que a la vuelta de tantos años esta novela se sigue reeditando y la
película se ha convertido en un clásico de la pantalla grande. Jóvenes críticos
reconocen su asombro ante el valor de esta obra literaria y comentan que nunca
pasará de moda por la calidad de su contenido y de su excelente redacción.
Originalmente, Harper Lee se había graduado en Derecho y trabajaba en su
especialidad, pero fue el escritor Truman Capote quien la convenció que dejara su
trabajo y se lanzara de lleno a escribir al observar su gran talento natural por
imaginar historias y relatarlas maravillosamente. Sin duda, es una obra que deja
muchos conceptos para meditar pausadamente y muy recomendable para leer en
estos tiempos de pandemia.
viernes, 13 de noviembre de 2020
EL DERECHO A PROFESAR LIBREMENTE UNA RELIGIÓN
Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com
1) Para saber
Las personas humanas tenemos un valor privilegiado sobre toda la
creación, pues además de que somos creados a imagen y semejanza
de Dios, nos ha creado libres para hacernos partícipes de su vida
bienaventurada en el Cielo. De aquí provienen los derechos que
tenemos y que han de ser respetados.
Un derecho que en los últimos años, con motivo de la proliferación
de la transmisión de la información, se ha atentado contra él es el
derecho a la intimidad. El Papa Francisco lo advierte en su encíclica
“Fratelli Tutti”: “Todo se convierte en una especie de espectáculo que
puede ser espiado, vigilado, y la vida se expone a un control
constante. En la comunicación digital se quiere mostrar todo y cada
individuo se convierte en objeto de miradas que hurgan, desnudan y
divulgan, frecuentemente de manera anónima” (n.42).
Es necesario mantener el respeto que se merece cada uno, sin
pretender ser dueño de su información para manipularla y divulgarla
al antojo.
2) Para pensar
Respetar a la persona implica respetar sus creencias. Sin
embargo, a veces la intolerancia ha conducido a la violencia sin
respetar los derechos que tienen las personas. Eso acontece, por
ejemplo, en las persecuciones donde no se respeta la libertad de
culto. Hace días fue beatificado en la Basílica de la Sagrada Familia,
en Barcelona, un joven que murió a los 19 años a causa de la
intolerancia religiosa. Se trata de Joan Roig Diggle que murió mártir
por su fe cristiana.
Joan Roig fue un joven laico que fue asesinado a los inicios de la
Guerra Civil española. La noche del 11 de septiembre de 1936, unos
milicianos golpearon la puerta de la casa de Joan. Por permiso
especial, guardaban Sagradas Formas en su casa, por lo que,
presintiendo lo que iba a pasar, para que no se fuera a cometer una
profanación, consumió todas las Sagradas Formas y se despidió de su
madre diciéndole “Dios está conmigo”. Joan Roig fue asesinado de
cinco tiros dirigidos a su corazón y uno de gracia en la nuca.
Las últimas palabras que salieron de sus labios fueron: “Que Dios os
perdone como yo os perdono”.
Uno de sus biógrafos aseguró que el único motivo por el cual lo
mataron fue porque era católico, y murió porque no tenía miedo de
defender a Cristo.
3) Para vivir
Es preciso saber respetar la dignidad de cada persona y sus
derechos. Un peligro de los dispositivos digitales, como los celulares,
es que al perder la cercanía personal, se hace fácil caer en la
transgresión con una frase o una burla. Señala el Papa que esto
favorece la ebullición de formas insólitas de agresividad, de insultos,
maltratos, descalificaciones, latigazos verbales hasta destrozar la
figura del otro. Lo que no haríamos si tuviéramos a la persona
enfrente, sí se hace anónimamente, haciendo pedazos el respeto al
otro. La agresividad social encuentra en los dispositivos móviles y
ordenadores un espacio de ampliación sin igual.
Se requiere contrarrestar esa ola de violencia. Decía San
Josemaría Escrivá que “hay que ahogar el mal en abundancia de
bien”. Así seremos sembradores de la paz de Cristo.
lunes, 9 de noviembre de 2020
DEPORTIVIDAD, CONSTANCIA Y FORTALEZA
Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51
En los últimos fines de semana, he estado yendo a caminar alrededor del Lago de
Chapultepec (segunda sección) un promedio de una hora. Tenía tiempo de no
hacerlo y he observado notables mejorías materiales que se han hecho en toda
esta área.
En primer lugar, prácticamente se han cerrado los accesos para automóviles
–abriendo numerosos estacionamientos- y dejando esa amplia zona en un lugar
privilegiado para correr, caminar, circular en bicicletas (de todos los tamaños), y
con amplios jardines para que los niños y las familias convivan cordialmente y en
paz. Me parece una acertada determinación de las autoridades.
En segundo lugar, la tradicional pista para correr a mayor velocidad, popularmente
denominada “El Sope”, también ha sido remozada con luz eléctrica, arreglo de la
gran pista a la que se da mantenimiento periódicamente, mejor vigilancia, sistema
de drenaje en los carriles de la pista, etc.
Me da un gusto enorme observar cómo los niños y adolescentes se han animado
a practicar más el deporte y el atletismo. Hoy veía a una niña de escasos 8 años
que, vestida con tenis y pants, corría a buena velocidad por una pista; otras chicas
de 13, 14 y 15 años me daban ejemplo de empeño y dedicación de correr con
ánimo y sin desfallecer.
Por supuesto que los jóvenes son mayoría tanto en las bicicletas como en las
carreras. Pero también, personas mayores –de ambos sexos- corren con la misma
ilusión. Se ha vencido el temor a “hacer el ridículo” como se pensaba antes,
cuando una señora obesa decidía practicar este ejercicio y reducir su peso.
Paseando a lo largo del Lago se aprenden numerosos valores de la gente. Por
ejemplo, miraba a un entrenador que llamaba la atención a un corredor que se
había “desinflado”, interrumpió su carrera y se sentó entre un nutrido grupo de
jóvenes.
El entrenador la daba la siguiente lección:
“-¡Jamás detengas tu carrera! Tienes que ejercitar la fuerza de voluntad y fortaleza
para llegar a la meta que nos hemos trazado. Ese es el lema en los maratones:
“Nunca hay que detenerse. Hay que continuar, cueste lo que cueste”.
Y a continuación le dijo enfáticamente:
- ¡Ánimo, ponte de pie! Vamos a continuar corriendo aunque estés algo
cansado. Esto no lo olvides.
En otras partes observaba a padres de familia enseñando a sus niños a andar en
bicicleta o en patines. Si se caían, de inmediato, venían las palabras de aliento
para la chiquilla o el niño que querían comenzar a llorar:
“-¡Ves, no te pasó nada! Levántate y síguele dando a tus patines (o a la bici).
También pensaba que son recuerdos imborrables en las mentes infantiles porque
nunca olvidarán que aprendieron a andar en bicicleta con la ayuda de sus papás.
Más adelante, se aprecian a niños dándoles de comer trozos de “galletas de
animalitos” a los peces dentro del agua, en compañía de sus padres. Por las caras
de asombro y de gozo de algunos pequeñines se intuía que era la primera vez que
lo hacían.
Por todo el Lago se observan a familias unidas, conversando, riéndose, ya sea en
las bancas o debajo de la sobra de los abundantes árboles, dispuestos a realizar
un picnic comiendo sus tortas y, luego, a jugar voleibol o una “cascarita” de futbol
en la que participa toda la familia.
En las pistas aledañas jovencitas y jóvenes corrían varios kilómetros con
constancia y esfuerzo. Hace poco escuchaba en la pista de “El Sope” que algunos
atletas han llegado a ser seleccionados para los Juegos Panamericanos. Incluso
comentaban de algunos que estaban ahí que ganaron algunas medallas.
Tengo un amigo, profesor, que -junto con otros profesionistas-, todos los días
corren de madrugada en esta pista un par de horas y se van preparando para el
Maratón de la Ciudad de México de agosto. Han logrado importantes récords
personales, no obstante que ya pasan de los 40 años. Y, por si fuera poco, los
fines de semana, suben a montañas circundantes de la capital. Me decía el líder
de este grupo de amigos: “Querer es poder. Porque muchas veces no se tienen
ganas o tienes un músculo algo adolorido, o bien, está lloviendo y hace frío, pero
el vencer esas adversidades templa bastante el carácter y así se animan otros a
ser más deportistas.
Y concluía:
-Es que haciendo deporte es donde más amigos he hecho porque te das cuenta
cuando las personas tienen afán de superación, manifiestan deseos de mejorar en
valores y virtudes.
-Luego, como soy profesor, les planteo darles breves charlas sobre valores
humanos como fortaleza, constancia, superación personal, sobriedad, templanza,
perseverancia en las metas, el crecer en la fuerza de voluntad, etc. y aceptan de
buena gana.
En conclusión, podríamos decir que con el espíritu deportivo se incrementan esos
valores como la fortaleza y la constancia y se logran magníficos resultados en la
vida personal y familiar de cada persona.
viernes, 6 de noviembre de 2020
JÓVENES: HEREDEROS DE UN PATRIMONIO CULTURAL
P. Mario Arroyo,
Doctor en Filosofía,
p.marioa@gmail.com
Recientemente, Francisco lanzó un desafío o #challenge a los jóvenes: “vayan a buscar su
herencia. El cristianismo los convierte en herederos de un patrimonio cultural insuperable del que
deben tomar posesión. Apasiónense de esta historia, que es de ustedes”. En el fondo se trataba de
una urgente invitación a redescubrir sus raíces, y volver a poner en valor todo el rico acervo de la
identidad cristiana. Lo hizo en un interesantísimo documento reciente, que ha pasado un tanto
desapercibido, se trata de la “Carta Scripturae sacrae affectus”, del 30 de septiembre pasado.
Podrían resumirse en tres las ideas clave de la carta papal: Traducir, inculturar, construir
puentes. Tres conceptos que adquieren el tono de un llamado urgente, en un Papa preocupado
por conectar con la cultura contemporánea, particularmente con los jóvenes, para transmitir el
mensaje cristiano en su radical novedad e integridad. Lo curioso es que escoge como modelo, para
este delicado momento, donde es primordial transmitir la rica herencia a la siguiente generación o
perderla, a San Jerónimo, un hombre que murió hace 1600 años, pero cuyo ejemplo de vida cobra
hoy peculiar relevancia.
El diagnóstico de la situación es doloroso. Al Papa no le queda sino reconocer que entre
los creyentes hay muchos “analfabetos bíblicos” que ignoran “el lenguaje bíblico, sus modos
expresivos y las tradiciones culturales antiguas”. Se requiere la “mediación de un intérprete” que
haga accesible la Palabra de Dios. Pero para ello no basta conocerla bien; es preciso tener un
“amor apasionado por la Palabra de Dios”, es decir, por la Biblia o, dicho de otro modo, por
Jesucristo. Y eso lo podemos aprender de San Jerónimo, conocedor, traductor y amante de la
Biblia.
El amante de la Escritura debe conocerla bien, pero también debe entender lo más
perfectamente posible a los destinatarios de esa Palabra. Como diría San Juan Pablo II, el
evangelizador debe ser “experto en humanidad”. No basta conocer bien la Palabra de Dios, es
necesario comprender también el mundo al que va dirigida, los corazones de las personas de
nuestro tiempo. Sólo así la traducción se configura como “inculturación”, la cual no es una
colonización, porque supone hacer propio el tesoro recibido. “Jerónimo logró inculturar la Biblia
en la lengua y la cultura latina, y esta obra se convirtió en un paradigma permanente para la
acción misionera de la Iglesia”. A nosotros nos toca inculturar la Palabra de Dios en el mundo de
hoy, tarea no fácil.
Sin embargo, una característica del traductor es su visión positiva. Requiere saber
descubrir los puntos en común, las convergencias necesarias, muy útiles a la hora de construir los
puentes del diálogo. Por eso, señala el Papa, “los valores y las formas positivas de cada cultura
representan un enriquecimiento para toda la Iglesia.” El traductor no solo enseña, sobre todo
aprende y descubre las inquietudes a las que puede dar respuesta su mensaje en la cultura de
llegada. En este sentido, “la Biblia necesita ser traducida constantemente a las categorías
lingüísticas y mentales de cada cultura y de cada generación, incluso en la secularizada cultura
global de nuestro tiempo.” Para ello, se precisa conocer muy bien esta cultura y ser capaz de
descubrir puntos de encuentro con ella, y eso supone tener una mentalidad joven, abierta.
Francisco acentúa la aguda analogía que existe entre “traducción” y la “hospitalidad”,
lingüística en este caso. La “traducción… está relacionada con toda la visión de la vida”.
Sin ella las culturas están cerradas entre sí y no sería posible construir una cultura del encuentro. “Por eso, el
traductor es un constructor de puentes”, pues, parafraseando a George Steiner, “No existe
comprensión sin traducción”. Comprender, traducir, acoger, construir puentes. Esas son las
labores que realizó San Jerónimo hace 1600 años, fueron fundamentales para tener la traducción
Vulgata de la Biblia, “Atlas iconográfico” (Marc Chagall) de la cultura cristiana. Pero se precisa una
nueva traducción que tienda puentes con la cultura global y secularizada de nuestro tiempo, que
comprenda y acoja los anhelos de los jóvenes de hoy. Esa es labor del creyente, que debe ser, a un
tiempo, amante de la Escritura y amante del Mundo, al que va dirigida.
FOMENTAR LAS AMISTADES PROFUNDAS Y VERDADERAS
Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com
1) Para saber
“No dejes crecer la hierba en el camino de la amistad”, decía el
filósofo Platón. Es preciso que ese camino se camine tanto que esté
despejado. Si bien, el confinamiento que se está viviendo pudiera
dificultar el trato, no ha de causar que nos encierre en nosotros
mismos. Esta situación nos puede ayudar a valorar lo que es el trato
personal.
Hemos sido creados para amar a Dios y a los demás. En esta vida
podemos crecer como personas al irnos perfeccionando. Y uno de los
actos que más nos perfecciona es el amor. Por ello, si nos
encerráramos estaríamos frenando nuestro crecimiento. Una persona
que no amara estaría frustrando su existencia. Una manera de vivir
el amor es en la amistad verdadera.
El hecho de abusar de los medios de comunicación digitales, dice
el Papa Francisco, “pueden exponer al riesgo de dependencia, de
aislamiento y de progresiva pérdida de contacto con la realidad
concreta, obstaculizando el desarrollo de relaciones interpersonales
auténticas” (Fratelli Tutti, n. 43). Un peligro que habrá que detectar
para no olvidar la importancia del trato personal en la amistad.
2) Para pensar
Cuenta la mitología que Zeus, para celebrar sus bodas, invitó a
todos los animales. Acudieron todos a la cita excepto uno: la tortuga.
Intrigado el dios por dicha ausencia, buscó a la tortuga y le preguntó:
—¿Cómo sólo tú, entre todos los animales, no viniste a mi festín?
—Quise quedarme en casa —respondió la tortuga. —Tú sabes:
¡Hogar familiar, hogar ideal! Hay que cuidarla.
—Así que te gusta mucho tu casa —replicó Zeus indignado. —¡Pues
entonces te encerraré para siempre en tu casa!
Y desde entonces la tortuga lleva a cuestas su pequeño mundo. Lo
mismo ocurre con quien no cultiva amistades: el horizonte en que se
encierra se vuelve cada vez más reducido y será cada vez más difícil
salir de él.
3) Para vivir
Con cierta razón decía alguien que los amigos son aquellos
extraños seres que nos preguntan cómo estamos y se esperan a oír
la contestación.
La amistad va más allá que la simple cortesía o apariencia. Con las
relaciones digitales puede suceder que solo aparentan una
sociabilidad. No siempre sucede, pero está el peligro que ese tipo de
relación omita el cultivo de una amistad verdadera o una reciprocidad
estsu señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas
que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Jn 15,15).
Una invitación para también cultivar la amistad con Jesús y con los
demás.able. Dice el Papa Francisco que muchas veces esas relaciones
digitales no construyen verdaderamente un “nosotros” sino que
suelen disimular y amplificar el mismo individualismo. La conexión
digital no basta para tender puentes, no alcanza para unir a la
humanidad. “Hacen falta gestos físicos, expresiones del rostro,
silencios, lenguaje corporal, y hasta el perfume, el temblor de las
manos, el rubor, la transpiración, porque todo eso habla y forma
parte de la comunicación humana” (Ibid, n. 43).
Jesús, que es quien más nos ha amado y nos ama, nos recuerda el
alto valor que tiene la amistad, al considerarse a sí mismo amigo de
nosotros: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que
hace.
miércoles, 4 de noviembre de 2020
LA FORMACIÓN DE VALORES EN LOS HIJOS
Raúl Espinoza Aguilera
@Eiar51
Un error frecuente que recuerdo en mi adolescencia, cuando algún niño o joven,
no tenía buena conducta, era que los mayores de inmediato preguntaban: “-¿En
qué escuela estudia?”
Pienso que hay que remontarse a la formación que los chicos han recibido de sus
padres, en su propio hogar.
La moderna Pedagogía habla de la “Formación Integral de los hijos”. Es decir,
señala que debe de abarcar no sólo el aspecto académico para que obtengan
buenas calificaciones sino, también y sobre todo, el inculcarles buenos hábitos,
como por ejemplo: el orden, el aprovechamiento del tiempo, la sobriedad y la
sinceridad, el esfuerzo en el estudio y el trabajo, la generosidad y la justicia, la
obediencia y el compañerismo, la responsabilidad, la alegría y el optimismo, etc.
La familia es la primera y principal escuela de virtudes y valores. En la familia se
consigue que los hijos crezcan en esos valores porque están motivados por el
verdadero amor.
Dicho en otras palabras, no crecen en esas virtudes por un mero
“voluntarismo” como “cumplir el deber por el deber mismo”. Porque llega el
momento en que el niño o el adolescente se hartan de que se le exijan cumplir
algo que no entienden ni comprenden. De ahí la importancia de enseñarles a
razonar. Que sepan que, por ejemplo, crecer en la virtud del orden redunda en su
propio beneficio.
Recuerdo que cuando estaba en la Primaria, con la ayuda y asesoría de mis
padres, procuraba hacer las tareas bien. Un día tras otro. En las materias de
Geografía, Historia y Gramática, mi madre me ayudaba. Pero en los difíciles
problemas de Matemáticas, esperaba a que llegara mi padre, un poco más tarde,
para resolverlos acertadamente. Ya después en la Secundaria me valía por mí
mismo porque se me había fomentado el hábito del estudio.
Otra norma o costumbre, era que mis seis hermanos y yo debíamos hacer, en
primer lugar, las tareas escolares y después podríamos hacer un rato de deporte
con los amigos o ver nuestro programa favorito en la televisión.
Cuando venía la temporada de exámenes trimestrales o finales, nos animaban a
poner un particular esfuerzo para obtener buenas notas. Recuerdo la alegría que
nos daba el pasar con buenas calificaciones al siguiente año escolar. Era la
consecuencia lógica de ese esfuerzo mantenido.
Algunas veces recibíamos preceptoría académica de los profesores y, en otras
ocasiones, conversaban privadamente con nuestros padres. De esta manera, se
establecía un puente de comunicación “escuela-familia” para ayudarnos a mejorar
también en la parte humana, además de la académica.
Otro aspecto fundamental es la formación en la fuerza de voluntad para conseguir
las metas que se aspiran. Me refiero, por ejemplo, si una hija o un hijo quieren
aprender a tocar un instrumento musical, practicar más un deporte para lograr
incorporarse a la selección escolar o animarse a participar en un concurso de
matemáticas, oratoria o poesía. La ayuda y el apoyo de los padres resultaba clave.
Me viene a la mente, cuando el hijo de un amigo mío mostró que tenía buen oído y
particular habilidad para tocar el piano. Se le inscribió en una academia musical y,
posteriormente, fue admitido en la orquesta del colegio. Esta orquesta de niños
viajó por varias ciudades de Estados Unidos para dar conciertos. Tanto los padres
como el hijo mostraban un gran gozo y satisfacción, además de que se crece en la
virtud de la solidaridad y el compañerismo.
Todo ser humano está llamado a ser feliz. La superación personal, la autoestima,
la alegría y la felicidad de las metas logradas forman un estrecho entramado que
conducen a la autorrealización como personas.
Otro concepto fundamental es que los hijos deben sentirse queridos en cualquiera
de las etapas de la vida en que se encuentren. A menudo ocurre que las
manifestaciones de afecto se prodigan en la infancia, pero al llegar a la
adolescencia, particularmente los padres, tienden a volverse más fríos y secos con
sus hijos varones y eso es fuente de innumerable de traumas y resentimientos. Me
contaba un amigo que no recordaba la última vez que su padre le había dicho que
lo quería, sino cuando estaba agonizando. Y esto me lo contaba con lágrimas de
dolor.
Sin duda, la mejor herencia que se puede dejar en los hijos es que tengan una
mentalidad optimista y alegres frente al mundo y a la vida porque el ejemplo de los
padres ayuda a educar bien. En cuanto a la generosidad, tengo muy grabado el
recuerdo de un buen amigo mío que hacia el mes de noviembre, les decía a sus
hijos:
“-En diciembre –como todos los años- vamos a repartir ropa, buenos juguetes y
dulces a los niños huérfanos. Vayan separando todo lo que piensen que se podría
regalar, pero ¡qué esté en buen estado! Y despréndase de algún juguete que les
guste especialmente porque eso les ayudará mucho a ustedes y a todos.
Efectivamente, llegando la fecha acordada y que sus hijos veían los rostros llenos
de alegría de los pequeños huérfanos, comentaban:
-“¡Qué feliz me siento! –comentaba la más pequeña- porque entregué esa muñeca
que tanto me gusta a una niñita”. Y otro hijo decía: “¡Regalé un buen balón de
futbol a un pequeño que noté que nunca le habían regalado algo parecido y con su
cara de felicidad me sentí más contento yo que él!”
En conclusión, la formación de los hijos es una tarea que no termina nunca y los
frutos se aprecian y aquilatan a la vuelta de los años.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)