viernes, 13 de noviembre de 2020
EL DERECHO A PROFESAR LIBREMENTE UNA RELIGIÓN
Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com
1) Para saber
Las personas humanas tenemos un valor privilegiado sobre toda la
creación, pues además de que somos creados a imagen y semejanza
de Dios, nos ha creado libres para hacernos partícipes de su vida
bienaventurada en el Cielo. De aquí provienen los derechos que
tenemos y que han de ser respetados.
Un derecho que en los últimos años, con motivo de la proliferación
de la transmisión de la información, se ha atentado contra él es el
derecho a la intimidad. El Papa Francisco lo advierte en su encíclica
“Fratelli Tutti”: “Todo se convierte en una especie de espectáculo que
puede ser espiado, vigilado, y la vida se expone a un control
constante. En la comunicación digital se quiere mostrar todo y cada
individuo se convierte en objeto de miradas que hurgan, desnudan y
divulgan, frecuentemente de manera anónima” (n.42).
Es necesario mantener el respeto que se merece cada uno, sin
pretender ser dueño de su información para manipularla y divulgarla
al antojo.
2) Para pensar
Respetar a la persona implica respetar sus creencias. Sin
embargo, a veces la intolerancia ha conducido a la violencia sin
respetar los derechos que tienen las personas. Eso acontece, por
ejemplo, en las persecuciones donde no se respeta la libertad de
culto. Hace días fue beatificado en la Basílica de la Sagrada Familia,
en Barcelona, un joven que murió a los 19 años a causa de la
intolerancia religiosa. Se trata de Joan Roig Diggle que murió mártir
por su fe cristiana.
Joan Roig fue un joven laico que fue asesinado a los inicios de la
Guerra Civil española. La noche del 11 de septiembre de 1936, unos
milicianos golpearon la puerta de la casa de Joan. Por permiso
especial, guardaban Sagradas Formas en su casa, por lo que,
presintiendo lo que iba a pasar, para que no se fuera a cometer una
profanación, consumió todas las Sagradas Formas y se despidió de su
madre diciéndole “Dios está conmigo”. Joan Roig fue asesinado de
cinco tiros dirigidos a su corazón y uno de gracia en la nuca.
Las últimas palabras que salieron de sus labios fueron: “Que Dios os
perdone como yo os perdono”.
Uno de sus biógrafos aseguró que el único motivo por el cual lo
mataron fue porque era católico, y murió porque no tenía miedo de
defender a Cristo.
3) Para vivir
Es preciso saber respetar la dignidad de cada persona y sus
derechos. Un peligro de los dispositivos digitales, como los celulares,
es que al perder la cercanía personal, se hace fácil caer en la
transgresión con una frase o una burla. Señala el Papa que esto
favorece la ebullición de formas insólitas de agresividad, de insultos,
maltratos, descalificaciones, latigazos verbales hasta destrozar la
figura del otro. Lo que no haríamos si tuviéramos a la persona
enfrente, sí se hace anónimamente, haciendo pedazos el respeto al
otro. La agresividad social encuentra en los dispositivos móviles y
ordenadores un espacio de ampliación sin igual.
Se requiere contrarrestar esa ola de violencia. Decía San
Josemaría Escrivá que “hay que ahogar el mal en abundancia de
bien”. Así seremos sembradores de la paz de Cristo.
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