domingo, 31 de diciembre de 2023

JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ 2024

Resulta curioso que Francisco haya dedicado el Mensaje para la 57 Jornada Mundial de la

Paz, 1º de enero de 2024 (aunque publicado el 8 de diciembre de 2023), al tema de “Inteligencia

Artificial y Paz”. ¿Por qué? Pues porque, al día de hoy, la humanidad está desgarrada por

innumerables conflictos bélicos, como la guerra en la Franja de Gaza o Ucrania. Pero no son los

únicos lugares: en torno a Navidad 170 cristianos -nuevos “santos inocentes”- fueron asesinados

en el centro de Nigeria, o en México continúan las matanzas perpetradas por grupos ligados al

narcotráfico. ¿Por qué centrarse entonces en la Inteligencia Artificial y la Paz?

Además, cuando uno analiza el documento, descubre que en su brevedad -apenas 8

incisos- resulta mucho más ambicioso que un simple llamado a la paz. Obviamente destaca los

riesgos para la paz que supone la IA, e invita a utilizarla para construir caminos de paz. Pero el arco

de su contenido es más amplio, y supone en realidad una buena síntesis de los documentos

magisteriales precedentes sobre este novedoso tema. Constituye una forma de incluir a la IA

dentro de un texto magisterial de más alto grado y tradición, como puede ser el Mensaje para la

celebración de la 57 Jornada Mundial de la Paz.

El documento cuida de mantener un delicado equilibrio entre las posibilidades y peligros

que supone la IA. Parte de una realidad: su irrupción en la historia y el mundo no tiene vuelta

atrás. Con esta premisa nos invita a utilizarla bien, y nos advierte de los peligros de su mal uso.

Sobre los peligros de usar la IA en el campo militar, Francisco señala lo siguiente:

“La posibilidad de conducir operaciones militares por medio de sistemas de control

remoto ha llevado a una percepción menor de la devastación que estos han causado y

de la responsabilidad en su uso, contribuyendo a un acercamiento aún más frío y

distante a la inmensa tragedia de la guerra. La búsqueda de las tecnologías

emergentes en el sector de los denominados «sistemas de armas autónomos letales»,

incluido el uso bélico de la inteligencia artificial, es un gran motivo de preocupación

ética. Los sistemas de armas autónomos no podrán ser nunca sujetos moralmente

responsables… Tampoco podemos ignorar la posibilidad de que armas sofisticadas

terminen en las manos equivocadas facilitando, por ejemplo, ataques terroristas o

acciones dirigidas a desestabilizar instituciones de gobierno legítimas”.

Entre los aspectos que vale la pena remarcar en el nuevo documento de Francisco se

encuentra su insistencia en que los avances científico-tecnológicos no son “neutrales”, lo que

equivale a decir que poseen una intencionalidad, están al servicio de determinados intereses

culturales, económicos, políticos o ideológicos. Por ello mismo gozan de una dimensión ética.

La perspectiva ética nos dice que, a mayor poder, mayor responsabilidad. Por eso “las

cuestiones éticas deberían ser tenidas en cuenta desde el inicio de la investigación, así como en las

fases de experimentación, planificación, distribución y comercialización”. La seguridad, la paz, el

bien común, el respeto de la dignidad humana, requieren que la ética acompañe en todo su

desarrollo la elaboración de los sistemas de la IA.


Por otra parte, está el problema de determinar, ¿cuál ética? De hecho, sabemos que existen

abundantes modelos morales. Indudablemente Francisco apuesta por una propuesta

antropológica de corte humanista que de sustento a la ética necesaria para gestionar la IA. Por eso

mismo, “los desarrollos tecnológicos que no llevan a una mejora de la calidad de vida de toda la

humanidad, sino que, por el contrario, agravan las desigualdades y los conflictos, no podrán ser

considerados un verdadero progreso”. Progreso y humanismo van de la mano, y son resultado de

no perder de vista el fin de todo desarrollo tecnológico: la persona humana.

Algunos ejemplos de cómo la IA puede jugar en contra de la dignidad humana: “En el

futuro, la fiabilidad de quien pide un préstamo, la idoneidad de un individuo para un trabajo, la

posibilidad de reincidencia de un condenado o el derecho a recibir asilo político o asistencia social

podrían ser determinados por sistemas de inteligencia artificial”. También son “consecuencias

negativas unidas a su uso impropio, la discriminación, la interferencia en los procesos electorales,

la implantación de una sociedad que vigila y controla a las personas, la exclusión digital y la

intensificación de un individualismo cada vez más desvinculado de la colectividad”.

Francisco da en la diana cuando rechaza identificar la singularidad de la persona con un

cúmulo de datos, y al señalar cómo el algoritmo puede hacer que modifiquemos nuestro modo de

promover los derechos humanos.

El Papa nos invita a “reflexionar sobre el «sentido del límite» … El ser humano, mortal por

definición, pensando en sobrepasar todo límite gracias a la técnica, corre el riesgo, en la obsesión

de querer controlarlo todo, de perder el control de sí mismo, y en la búsqueda de una libertad

absoluta, de caer en la espiral de una dictadura tecnológica”.

Para enfrentar estos desafíos, el Papa ofrece dos sencillas sugerencias, no fáciles de

implementar ciertamente: Ofrecer una educación que agudice el sentido crítico hacia todo lo que

provenga del mundo digital y, particularmente, de la IA, por un lado y, en segundo lugar, elaborar

un tratado internacional vinculante para controlarla y encauzarla, y así produzca frutos

respetuosos de la dignidad y los derechos humanos.

Cabe señalar que Francisco está bien asesorado. Se nota en la redacción del documento una

puesta al día respecto de los textos magisteriales anteriores, cuando habla de “inteligencias

artificiales” -así, en plural- y “machine learning”, mostrando las diferencias que tienen con el

auténtico conocimiento humano. El panorama es, por ahora, todo menos claro. Es algo que está

naciendo en nuestras manos y plantea incógnitas que van más allá de lo estrictamente técnico,

para internarse en el ámbito antropológico, por lo que requieren un acercamiento interdisciplinar:

“Desarrollos como el machine learning o como el aprendizaje profundo (deep learning) plantean

cuestiones que trascienden los ámbitos de la tecnología y de la ingeniería y tienen que ver con una

comprensión estrictamente conectada con el significado de la vida humana, los procesos básicos

del conocimiento y la capacidad de la mente de alcanzar la verdad”.

Podemos concluir la reflexión sobre este texto, planteando con claridad los retos a los que

nos enfrenta esa apasionante realidad que es la IA:


“La inteligencia artificial, debe ser entendida como una galaxia de realidades distintas

y no podemos presumir a priori que su desarrollo aporte una contribución benéfica al

futuro de la humanidad y a la paz entre los pueblos. Tal resultado positivo sólo será

posible si somos capaces de actuar de forma responsable y de respetar los valores

humanos fundamentales como «la inclusión, la transparencia, la seguridad, la

equidad, la privacidad y la responsabilidad»”. 


Dr. Salvador Fabre

masamf@gmail.com

lunes, 25 de diciembre de 2023

EN ESTA NAVIDAD, ACERCARNOS CON AMOR AL NACIMIENTO

 Pbro. José Martínez Colín

 

1)  Para saber

Cada Navidad suele acompañarse de adornos y tradiciones, en que destaca el Nacimiento o Belén. El Papa Francisco siempre ha mostrado interés en conservar y transmitir la costumbre de instalar un “Nacimiento”. Tan es así, que escribió una carta Apostólica llamada “Signo admirable” (Admirabile signum), en 2019. En ella indicaba que el pesebre es una alegre tradición, un “ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares para crear pequeñas obras maestras llenas de belleza”.

Cada nacimiento, continúa el Papa, es como un Evangelio vivo, para invitar a los hombres a ponerse espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrarse con cada uno de nosotros. Por ello, lo que importa del Nacimiento es lo que le hable a cada uno.

Importa adentrarnos en el significado de la Navidad, para no quedarnos en la superficie sin provecho personal. San Josemaría Escrivá aconsejaba, porque así lo vivía, ponernos un rato delante del “Nacimiento”, platicar, rezar y aprender de los personajes.

2)  Para pensar

Al dirigir nuestras miradas al Nacimiento, reconocemos los personajes principales: Jesús, la Virgen María y San José. Jesús nos da muchas lecciones, entre ellas, de humildad, de pobreza, y sobre todo de amor, pues siendo todo un Dios, se hace hombre para morir y así redimirnos. De María aprendemos su fe grande, su generosidad ante los planes de Dios. En ella, señala el Papa, vemos que no tiene a su Hijo sólo para sí misma, sino que pide que obedezcan su palabra y la pongan en práctica. Y junto a María, está San José, representado con el bastón en la mano: es el custodio de Jesús y María que siempre confió en Dios e hizo su Voluntad.

Además hay otros personajes, que sin ser los principales, nos dan grandes enseñanzas. Veamos algunos: Los ángeles nos invitan a alegrarnos al anunciar a los pastores el nacimiento de Cristo. También nos enseñan a alabar a Dios con su canto: “¡Gloria a Dios en el cielo…!”. Los pastores, a su vez, nos atraen a ir presurosos al encuentro con Jesús y asombrarnos que el todopoderoso se presente como un niño frágil, para ser recibido en nuestros brazos.

Las tres figuras de los Reyes Magos, que llegan para adorar al Niño y ofrecerle sus dones, dice el Papa, nos “enseñan que se puede comenzar desde muy lejos para llegar a Cristo”. No se escandalizan por la pobreza del ambiente, ni dudan en ponerse de rodillas y adorarlo. Después contarían su encuentro con el Mesías, inaugurando el Evangelio entre las gentes. Incluso la estrella es señal de que también estamos llamados a adorar al Señor.

En el pesebre toda la creación participa en la fiesta de la venida de Jesús. Nos toca a cada uno saber escuchar y aprender sus lecciones.

3)  Para vivir

Meditar en la Navidad nos ha de ayudar a redescubrir la ternura y el amor de Dios que, siendo Creador del universo, se abaja a nuestra pequeñez. Y lo hace por nosotros, para estar cerca de nosotros; es un gran don que hay que saber agradecer. No somos simples espectadores, porque Dios nos conoce y ama.

El Papa Francisco espera que esta práctica nunca se debilite y confía en que sepamos transmitirla con alegría a los hijos o nietos. (articulosdog@gmail.com)Pbro. José Martínez Colín

 

1)  Para saber

Cada Navidad suele acompañarse de adornos y tradiciones, en que destaca el Nacimiento o Belén. El Papa Francisco siempre ha mostrado interés en conservar y transmitir la costumbre de instalar un “Nacimiento”. Tan es así, que escribió una carta Apostólica llamada “Signo admirable” (Admirabile signum), en 2019. En ella indicaba que el pesebre es una alegre tradición, un “ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares para crear pequeñas obras maestras llenas de belleza”.

Cada nacimiento, continúa el Papa, es como un Evangelio vivo, para invitar a los hombres a ponerse espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrarse con cada uno de nosotros. Por ello, lo que importa del Nacimiento es lo que le hable a cada uno.

Importa adentrarnos en el significado de la Navidad, para no quedarnos en la superficie sin provecho personal. San Josemaría Escrivá aconsejaba, porque así lo vivía, ponernos un rato delante del “Nacimiento”, platicar, rezar y aprender de los personajes.

2)  Para pensar

Al dirigir nuestras miradas al Nacimiento, reconocemos los personajes principales: Jesús, la Virgen María y San José. Jesús nos da muchas lecciones, entre ellas, de humildad, de pobreza, y sobre todo de amor, pues siendo todo un Dios, se hace hombre para morir y así redimirnos. De María aprendemos su fe grande, su generosidad ante los planes de Dios. En ella, señala el Papa, vemos que no tiene a su Hijo sólo para sí misma, sino que pide que obedezcan su palabra y la pongan en práctica. Y junto a María, está San José, representado con el bastón en la mano: es el custodio de Jesús y María que siempre confió en Dios e hizo su Voluntad.

Además hay otros personajes, que sin ser los principales, nos dan grandes enseñanzas. Veamos algunos: Los ángeles nos invitan a alegrarnos al anunciar a los pastores el nacimiento de Cristo. También nos enseñan a alabar a Dios con su canto: “¡Gloria a Dios en el cielo…!”. Los pastores, a su vez, nos atraen a ir presurosos al encuentro con Jesús y asombrarnos que el todopoderoso se presente como un niño frágil, para ser recibido en nuestros brazos.

Las tres figuras de los Reyes Magos, que llegan para adorar al Niño y ofrecerle sus dones, dice el Papa, nos “enseñan que se puede comenzar desde muy lejos para llegar a Cristo”. No se escandalizan por la pobreza del ambiente, ni dudan en ponerse de rodillas y adorarlo. Después contarían su encuentro con el Mesías, inaugurando el Evangelio entre las gentes. Incluso la estrella es señal de que también estamos llamados a adorar al Señor.

En el pesebre toda la creación participa en la fiesta de la venida de Jesús. Nos toca a cada uno saber escuchar y aprender sus lecciones.

3)  Para vivir

Meditar en la Navidad nos ha de ayudar a redescubrir la ternura y el amor de Dios que, siendo Creador del universo, se abaja a nuestra pequeñez. Y lo hace por nosotros, para estar cerca de nosotros; es un gran don que hay que saber agradecer. No somos simples espectadores, porque Dios nos conoce y ama.

El Papa Francisco espera que esta práctica nunca se debilite y confía en que sepamos transmitirla con alegría a los hijos o nietos. (articulosdog@gmail.com)

martes, 19 de diciembre de 2023

EL NÚCLEO DEL CRISTIANISMO

Pbro. José Martínez Colín

 

1)  Para saber

«No podemos hacer grandes cosas. Pero podemos hacer las cosas pequeñas con un inmenso amor». Esta frase, de la santa Madre Teresa de Calcuta, es una invitación a poner amor en todo lo que hacemos. Es el camino que Santa Teresita del Niño Jesús vino a recordar.

San Pablo describe a la Iglesia como un cuerpo con sus diferentes miembros, para explicar la variedad de sus carismas. Santa Teresita meditó esa metáfora y se preguntaba qué lugar ocuparía ella en ese cuerpo místico de la Iglesia. Lo encontró en el himno de la caridad de San Pablo. Así lo escribe: “La caridad me dio la clave de mi vocación. Comprendí que si la Iglesia tenía un cuerpo, compuesto de diferentes miembros, no podía faltarle el más necesario, el más noble de todos ellos. Comprendí que la Iglesia tenía un corazón, y que ese corazón estaba ardiendo de amor”. Es el amor el que hace actuar: Sin el amor no habría apóstoles que anunciaran el Evangelio, ni mártires que derramaran su sangre. El amor encierra en sí todas las vocaciones, lo es todo: “Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío..., al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor...! Sí, he encontrado mi puesto en la Iglesia».

2)  Para pensar

La Santa madre Teresa de Calcuta, cuidaba a una mujer moribunda traída al hospital, y quedó impresionada al ver que, aun siendo joven, se veía tan acabada que parecía más un espectro que un ser humano.

Sabiendo que estaba moribunda, quiso reanimarla con algún alimento y mil atenciones. La moribunda, mirándola agradecida, le susurró: “No tengo con qué pagarte. ¿Por qué haces esto?”. La Madre Teresa le respondió: “Porque yo te quiero”. Un destello de felicidad iluminó el rostro de la moribunda, la cual le suplicó: “¡Por favor, dímelo de nuevo!”

“Yo te quiero”, le repitió dulcemente y por varias veces la madre. La moribunda le apretó las manos y las atrajo hacía sí, mientras moría. Los santos nos enseñan que podemos dar mucho cuando damos amor.

3)  Para vivir

Dice el Papa Francisco que ese amor a la Iglesia de Santa Teresita es una gran luz hoy, para no escandalizarnos por sus límites, debilidades, oscuridades y pecados, y entrar en su corazón ardiente de amor. Yo seré el amor, es la opción radical de Santa Teresita, su identidad espiritual.

Con este artículo terminamos la reflexión que el Papa Francisco hizo sobre Santa Teresita del Niño Jesús. En su conclusión, señala que el aporte específico que nos regala Teresita como santa y doctora de la Iglesia es llegar a la síntesis, a lo esencial e indispensable del mensaje cristiano: el amor. Todos necesitamos recoger esta intuición genial de Teresita y sacar las consecuencias teóricas y prácticas.

En un tiempo que se nos invita a encerrarnos en los propios intereses, y buscar grandeza, el poder y las necesidades más superficiales, Teresita nos muestra la belleza de hacer de la vida un regalo, nos señala el camino de la pequeñez.

En un tiempo en el que se descarta a muchos seres humanos, ella nos enseña la belleza de cuidar, de hacerse cargo del otro. En un momento de complicaciones, ella puede ayudarnos a redescubrir la sencillez, la primacía absoluta del amor, la confianza y el abandono. (articulosdog@gmail.com)

viernes, 15 de diciembre de 2023

LA SENCILLEZ, CAMINO SEGURO

Pbro. José Martínez Colín

 

1)  Para saber

“Lo simple puede ser más difícil que lo complejo. Tienes que trabajar duro manteniendo tu mente clara para hacer las cosas simples. Vale la pena llegar hasta el final con esto, porque cuando terminas puedes mover montañas.” Esta reflexión de Steve Jobs, no sólo eran palabras, sino que se empeñó en vivirlo y “materializarlo” en sus innovadores productos, que tanto han influido en el mundo entero. Experimentó lo que significa “mover” montañas.

En la vida espiritual es importante la sencillez para no complicarse. El Señor nos invita a ser sencillos como palomas. Por eso el camino indicado por Santa Teresita, señala el Papa Francisco, facilita caminar y llegar al encuentro de Dios. Un camino accesible a todos, pues no se requieren grandes capacidades o elaborados razonamientos. Santa Teresita supo vivir el amor a Dios en la pequeñez, en las cosas más simples de la existencia cotidiana.

2)  Para pensar

En un escrito de Juan Carlos del Río, nos muestra cómo el hombre tiene cierta disposición para complicarse.

Una mañana, Nasrudin envolvió un huevo en un pañuelo, se fue al centro de la plaza de su ciudad y propuso a los que pasaban por allí que si descubrían lo que estaba envuelto en el pañuelo, les regalaría el huevo que estaba dentro.

Aunque la respuesta era obvia, las personas se miraron entre sí muy intrigadas, preguntándose dónde estaba el engaño. Pero Nasrudin insistió: “Lo que está en este pañuelo tiene un centro que es amarillo como una yema, rodeado de un líquido del color de la clara, que a su vez está contenido dentro de una cáscara que se rompe fácilmente… Es un símbolo de fertilidad y nos recuerda a los pájaros que vuelan hacia sus nidos. Entonces, ¿quién puede decirme lo que está escondido?”

Todos los habitantes pensaban que Nasrudin tenía en sus manos un huevo, pero siendo la respuesta tan obvia no la aceptaban, pensaban que había un truco en la propuesta. Pensaban que podría ser un instrumento de madera, tal vez una cajita, o un trapo, en fin, que nadie respondió.

Nasrudin preguntó dos veces más y nadie se arriesgó a decir algo impropio. Entonces, abrió el pañuelo y mostró a todos el huevo y les dijo: “Todos sabían la respuesta, pero nadie se atrevió. Así es la vida de aquellos que no tienen el valor de arriesgarse: las soluciones nos son dadas generosamente, pero luego se buscan explicaciones más complicadas, y se termina por no hacer nada. Sólo una cosa convierte en imposible un sueño: el miedo a fracasar. Que la próxima vez que la oportunidad visite nuestro camino, nos encuentre con el ánimo de probar, aunque no tengamos éxito”.

3)  Para vivir

Como dice un refrán: “Más vale sencillez y decoro, que mucho oro”. La sencillez nos abre el camino a Dios. Santa Teresita, comenta el Papa Francisco, supo vivirla aprendiendo de la Virgen María. A partir del Evangelio, aprendió que María es la más grande del Reino de los Cielos porque es la más pequeña (cf. Mt 18,4), la más cercana a Jesús en su humillación. La Virgen María llevó una vida humilde y pobre, con la simplicidad de la fe, pero no por ello menos fuerte. Fue la primera en vivir el “caminito” que después propondría Santa Teresita. (articulosdog@gmail.com)

viernes, 8 de diciembre de 2023

ADVIENTO: TIEMPO DE RECONCILIACIÓN Y FRATERNIDAD

Raúl Espinoza Aguilera

Cuando era niño leía un versículo evangélico colocado sobre “Los Nacimientos”

que me gustaba mucho: “Gloria a Dios en los Cielos y en la tierra paz a los

hombres de buena voluntad”.

¿Por qué? Porque se trataba de un plan completo de acción en nuestros actos.

Por una parte, estudiar o trabajar con la intención de darle Gloria a Dios, y por

otra, sembrar la paz y la concordia a nuestro alrededor sabiendo perdonar a los

demás (si nos han ofendido) y viviendo con finura la fraternidad.

Comenzando por la propia familia. Si durante el año hubo roces o trato áspero

entre padres e hijos o los hermanos, en esta época no, poque se acerca la venida

del Salvador, es decir el Adviento, y prevalece la actitud del perdón de todo

corazón y la reconciliación.

¿Y cuál es la razón última del perdón? Porque así lo ha querido Dios-Padre. Su

Hijo Jesucristo nos dijo claramente: “Tienen que amarse (o quererse) los unos a

los otros.

El Apóstol Pedro -quien sería el Primer Papa- le preguntó:

“-Señor, ¿cuántas veces hemos de perdonar? ¿Hasta siete veces?

Y la respuesta del Dios Encarnado o el Emmanuel (Dios-con-nosotros), no dejó

margen de duda:

-Hasta setenta veces siete”.

En este tiempo del Adviento se recomiendan las privaciones voluntarias o rezar

más, preparando esa venida del Señor.

Recuerdo a una vecina, Doña Blanca, que tenía muy buena mano para cocinar,

mientras preparaba el pavo para la Noche de Navidad, abrió el horno para echarle

al pavo más jugo y mientras realizaba esa labor, dijo con una expresión muy

sonorense:

-¡Estoy bizca del hambre porque casi no desayuné! Lo hice por penitencia.

-Tampoco exageres, comadre. -le contestó Doña Lupita. Porque ya eres una

persona de edad mayor y te puede afectar.

Mientras tanto, los hijos y primos intentan desenrollar la voluminosa “pelota” de

extensiones y foquitos para colocarlos en el árbol. Después colocarán las esferas.

A continuación, viene la típica y cómica discusión sobre a quiénes se les encargó

guardar todas las cosas del árbol. Germán con su acostumbrado buen humor dijo:


-“Fue Cuco, que entre la bola no se supo”.

Las hermanas y primas triunfalmente le dicen a Doña Blanca que ya terminaron de

colocar “El Nacimiento”. Pero la señora les hace una atinada observación:

-Falta la estrella de Belén. Vayan al mercado ahora mismo a conseguir una bonita

estrella, pero no muy cara.

Hacía pocos días, en la fachada de la casa, se colocaron los arreglos navideños

luminosos que son la alegría de los chiquillos.

La Iglesia da el nombre de Adviento a las cuatro semanas que preceden a la

Navidad. En muchos hogares se coloca “La Corona de Adviento”, con cuatro

velas, adornadas con hojas de pino y algunos moños.

Es un recordatorio que sirve para una mejor preparación en la esperanza y en el

arrepentimiento ante la inminente llegada del Señor.

La misericordia de Dios es la esencia de toda la historia de la Salvación, el porqué

de todos los hechos salvíficos.

Dios es misericordioso, y ese atributo divino es como el motor que mueve y guía la

historia de cada hombre. Por eso dice el Salmo: “de la misericordia del Señor está

llena la tierra” (No. 33,5).

¿Qué tanta misericordia tenemos con los defectos de los demás? Me parece que

es una pregunta clave porque en la medida que perdonamos nos iremos

pareciendo más a Dios.

Misma pregunta no podemos hacer con respecto al número de obras de

misericordia tanto corporales como espirituales que hemos hecho a lo largo de

este año o de nuestra vida.

Si observamos con detalle, es una insistencia continua y constante del Papa

Francisco y de las que Jesús nos pedirá cuenta en nuestro Juicio Particular. Hasta

el hecho de consolar al triste, enseñar al que no sabe, visitar a los enfermos, rezar

por vivos y difuntos, etc., nada de eso es despreciable. “Todo cuenta”, como nos

decía un ilustre profesor.

Este tiempo de Adviento es bueno para reforzar esta actitud del corazón. Lo

conseguiremos si tratamos con más frecuencia a Jesús, María y a José y si

luchamos cada día por ser más comprensivos con quienes nos rodean.

LA HISTORICIDAD DE LA VIRGEN DE GUADALUPE

Para los no iniciados en las lides históricas, puede resultar sorprendente que exista alguna

duda sobre la historicidad de las apariciones de la Virgen de Guadalupe. De hecho, es el santuario

religioso más visitado del mundo (más aún que san Pedro en el Vaticano o la Meca en Arabia

Saudita). Sin embargo, así cómo otros santuarios religiosos católicos despiertan sospechas

históricas -como por ejemplo Santiago de Compostela o la Virgen del Pilar-, también la Virgen de

Guadalupe -mucho más reciente- las suscita.

No se debe pensar que, quienes dudan de las apariciones sean furibundos laicistas, ateos

beligerantes o evangélicos fanáticos. Las dudas, a lo largo de los siglos, han sido sostenidas por

este tipo de personas, pero también por piadosos sacerdotes, religiosos, fervientes católicos,

eruditos no religiosos y por el último Abad de la Basílica de Guadalupe, Guillermo Schulenburg

Prado. Por hacer un breve listado, podemos mencionar a los siguientes:

- Siglo XVI: Fray Bernardino de Sahagún y Fray Francisco de Bustamante (ambos

franciscanos).

- Siglo XVIII: Juan Bautista Muñoz y Fray Servando Teresa de Mier (dominico).

- Siglo XIX: Joaquín García Icazbalceta.

- Siglo XX: Edmundo O´Gorman, P. Stafford Poole C.M. (Congregación de la Misión de

San Vicente de Paúl), Richard Nebel, P. Guillermo Schulenburg Prado, y el P. Carlos

Warnholtz Bustillos, estos dos últimos, Rector y Arcipreste de la Basílica de Guadalupe

respectivamente.

- Siglo XXI: Gisela von Wobeser.

¿Por qué se duda de la historicidad de las apariciones de la Virgen de Guadalupe? Sería

pretencioso buscar dirimir en este breve artículo el contencioso de siglos entre autores

aparicionistas y antiaparicionistas. Pero, quizá la duda histórica más consistente se funda en que

no se conserva mención alguna del hecho en el epistolario de Fray Juan de Zumárraga, franciscano

él, quien fuera el primer obispo de México y ante quien se verificó el milagro de quedar impresa la

tilma de san Juan Diego con la imagen de la Virgen de Guadalupe. Lo lógico sería, de haberse

verificado el suceso, que le faltara tiempo para consignarlo tanto a las autoridades civiles como

eclesiásticas del momento y quedaran documentos del milagro en los archivos del arzobispado de

México. Pero no, no los hay. Tampoco se conserva la fe de bautismo de san Juan Diego, ni sus

restos, no se sabe dónde fue enterrado. Con estos huecos históricos, no se precisa mala fe para

dudar de la historicidad de las apariciones.

¿Qué se puede decir al respecto? Digamos que la argumentación a favor de la realidad de

las apariciones de la Virgen de Guadalupe tiene cuatro puntos de apoyo: histórico, arqueológico,

científico y sociológico.

Históricamente hablando, ¿cómo explicar el silencio de Fray Juan de Zumárraga? Pues

constatando cómo, corporativamente, los franciscanos se opusieron a la veracidad de las

apariciones durante todo el siglo XVI. Encabezados por Fray Bernardino de Sahagún -quizá la

persona que mejor conoció las tradiciones mexicas en su tiempo- pensaban que se trataba de un

caso de sincretismo. Simplemente los indígenas querían restaurar el culto a Tonantzin -que tenía

un templo en el cerro del Tepeyac, lugar de las apariciones-, madre de los dioses. Para Sahagún los


indígenas querían simplemente volver a sus cultos paganos, con camuflaje de devoción mariana.

En cambio, los dominicos, encabezados por el segundo arzobispo de México, Alonso de Montufar,

promoverían esta devoción en el siglo XVI. Digamos que, análogamente a las dudas de santo

Tomás sobre la resurrección de Jesucristo, la duda de los franciscanos nos hace más bien que su

credulidad. ¿Por qué? Porque se desmonta de raíz la creencia -difundida por grupos evangélicos y

laicistas- de que se trató de un invento de las autoridades religiosas de ese tiempo para atraer a

los indígenas a la fe católica. Esa hipótesis no se sostiene, desde el momento en que Sahagún llega

a denominar a la Virgen de Guadalupe “diabólica superstición”. A partir del siglo XVII los

franciscanos aceptaron la realidad de las apariciones.

Arqueológicamente hablando se confirma su autenticidad por los descubrimientos que

sobre la cultura náhuatl se realizaron en el siglo XX. Así, la antropóloga norteamericana Helen

Behrens describía en 1945 a la tilma de Guadalupe como un “enjambre de símbolos”. Arqueólogos

y antropólogos han sustentado suficientemente que, en realidad, el manto guadalupano

representa un auténtico códice prehispánico, cargado de símbolos que sólo los indígenas podían

interpretar. Es decir, los evangelizadores españoles no tenían ni idea de lo que representó para los

indios el manto guadalupano. Sólo percibieron sus efectos, pero para el indígena, los símbolos

contenidos en el códice guadalupano, impreso en la tilma de san Juan Diego, suponían una

continuidad y no una ruptura con sus antiguas tradiciones. La imagen les hablaba en su propio

idioma, en sus categorías mentales. Por eso, san Juan Pablo II reconoció que la Virgen de

Guadalupe era el ejemplo perfecto de la inculturación del evangelio: de cómo el evangelio se hace

cultura, de forma que no resulta algo extraño, ajeno o colonizador, sino algo propio.

Sociológicamente hablando, la prueba está -y es un hecho histórico suficientemente

sustentado- en las conversiones en masa que, a partir de 1531, fecha de las apariciones, se dieron

en México. Es un hecho documentado que los primeros 10 años de la evangelización (1521-1531)

produjeron frutos más bien magros. En cambio, a partir de Guadalupe, el mismo arzobispo tuvo

que pedir permiso al Papa para realizar bautismos multitudinarios, documentándose la

conversión, en pocos años de millones de indígenas. Esa realidad sociológica se percibe aún hoy,

en el Santuario de Guadalupe, donde la fe sencilla del pueblo continúa reivindicando su

autenticidad.

Por último, nos encontramos con la prueba científica del origen sobrenatural de la imagen.

Pruebas que se consolidaron únicamente hasta el siglo XX. Aunque ya a finales del siglo XVIII se

hicieron tres copias de la Imagen de Guadalupe, sobre el mismo material en el que está plasmada -

tilma de agave popotule- para ver cuanto tiempo duraban. Ninguna superó los 20 años de

duración. La Tilma original, en cambio, estuvo 116 años a la intemperie, expuesta a la humedad

del lago de México, al humo de las veladoras y a los besos de los indígenas. Resistió un accidente

en el que le cayó ácido en el siglo XVIII y, más portentosamente, resistió el atentado del 14 de

noviembre de 1921, cuando Luciano Pérez Carpio, trabajador de la Secretaría Particular de la

Presidencia de la República, colocó dinamita delante de la sagrada Imagen, por orden directa del

Presidente -corrían tiempos de persecución religiosa en México-, dejando intacta la tilma,

mientras doblaba la cruz del altar y los candelabros, todos de bronce.

Más impresionantes son los descubrimientos que se han realizado a lo largo del siglo XX al

analizar los ojos de la imagen. Resumiendo apretadamente esos hallazgos se puede considerar


como sólidamente demostrado que: los ojos parecen vivos, es decir, como un ojo humano vivo, en

concreto se observa el efecto “Purkinje-Sanson”, según el cual, en el ojo se pueden ver reflejadas

hasta cuatro imágenes de lo que está contemplando. Obviamente, esto se da en escala

milimétrica, imposible de realizar con las técnicas pictóricas que había en el siglo XVI, o incluso

actualmente, sin ayuda de una computadora. Además, ampliando más de 2000 veces las imágenes

de los ojos de la Virgen, el investigador peruano José Aste Tönsmann descubrió hasta 13

personajes grabados en ellos. Algunos que se pueden documentar históricamente: el mismo Juan

Diego, Fray Juan de Zumárraga, su traductor y una esclava de raza negra que trajo consigo el

obispo vasco. Obviamente, todas estas imágenes, que están presentes en la tilma, constituyen un

hallazgo inexplicable humanamente, lo que permite asentar, sin temor a duda, su origen

sobrenatural.


Dr. Salvador Fabre

masamg@gmail.com

CELIBATO MATRIMONIAL

Oxímoron: “Figura retórica de pensamiento que consiste en complementar una palabra

con otra que tiene un significado contradictorio u opuesto”. Pues no. En este caso no se trata de

un “oxímoron”, sino de una triste realidad. Aunque parezca descabellado, absurdo o

contradictorio, tristemente hay parejas que viven esta realidad absurda. No en vano, la vez que

más se me ha alebrestado el auditorio en clase, fue cuando les expliqué el “débito conyugal”.

Varias alumnas lo consideraron una especie de violación. Por contrapartida, es frecuente que

algunas mujeres -es más común en ellas- tengan “a dieta” a su marido, por periodos más o menos

extensos de tiempo o, de forma indefinida, y viceversa también. Sí, aunque usted no lo crea, hay

maridos que no se acercan a su mujer sino para consumir los sagrados alimentos.

Con mucha más frecuencia de lo que hubiera imaginado, me lo he encontrado a lo largo

de mi experiencia de acompañamiento espiritual. Recuerdo una vez que un marido me pidió por

favor -sabía que yo hablaba con su mujer- que la convenciera de cambiar su “mortificación

cuaresmal”, ya que había decidido no tener intimidad conyugal durante ese periodo de tiempo. Al

pobre esposo se le hacía muy duro esperar cuarenta días, hasta la pascua, para tener intimidad

con su mujer.

Pero también ha habido experiencias en sentido inverso. Una mujer, en el mismo contexto

de asesoría espiritual, preguntaba inocentemente si era normal la actitud sexual de su marido:

llevaban décadas sin tener intimidad. La actividad sexual se había limitado, rigurosamente, a ser

“instrumento para la procreación”. El marido consideró que, habiendo tenido ya cuatro hijos,

podían dejar de tener acercamiento sexual para siempre. ¿Se trataba de un anacoreta que había

accedido al matrimonio sólo para satisfacer a sus padres? Tristemente, la respuesta es no. Se

trataba, más bien, de una persona con inclinación homosexual, que había acudido al matrimonio

para cuidar las apariencias. Antes -no hace mucho- estaba mal visto ser abiertamente homosexual,

así que, para cubrir el expediente, algunas personas con esta tendencia accedían al matrimonio

para cuidar las formas sociales, pagando la factura la pobre desafortunada que había sido

instrumentalizada por su marido, para aparentar “normalidad” en el seno de una sociedad

conservadora. De hecho, un buen amigo, activista homosexual, me lo confirmó abiertamente:

“antes las personas homosexuales en países católicos teníamos dos opciones, para salir

honrosamente parados en la sociedad: casarnos o entrar al seminario”. Eso explica cómo, muy

tardíamente, descubrió la Iglesia Católica el porcentaje de sacerdotes pederastas en su seno (el

80% de las víctimas de abuso son niños, no niñas). De forma que fue hasta el año 2005 cuando se

prohibió que entraran en el seminario personas con inclinación homosexual.

En el caso anterior -no es el único- no me ha quedado más remedio que recomendarle a la

mujer -a la víctima debería decir- que tramitara su nulidad matrimonial. Un matrimonio así es una

farsa, una simulación, en realidad nunca ha existido. Pero claro, no es fácil tomar esa decisión, no

resulta sencillo explicarles a los hijos que su papá en realidad es gay, y hacerles tomar conciencia -

¡qué duro!- de que su existencia es simplemente el resultado de la estrategia para “cumplir las

expectativas sociales” de su padre o, dicho más crudamente, que su vida es fruto de un

maquiavélico plan para cuidar las apariencias; una obra teatral que ha dado como fruto su propia

existencia. Por eso, algunas mujeres prefieren seguir como siempre, en atención a los hijos,

desarrollando su papel en la inhumana obra de teatro, en la que involuntariamente se han visto


forzadas participar. Finalmente, todo hay que decirlo, es más sencillo que ellas se acostumbren a

no tener intimidad sexual, a que lo haga su marido. Lo injusto de esta situación resalta, pues el

marido lejos de “estar a dieta”, tiene intimidad sexual “bajo el agua”, es decir, mantiene una vida

sexual activa, de carácter homosexual, que oculta hábilmente a la sociedad y a su propia esposa,

hasta que ella lo descubre (el celular siempre traiciona).

De todas formas, siempre es bueno “vivir en la verdad” o, por lo menos, intentarlo. No es

bueno ni saludable vivir en la simulación. Una de las “ventajas” de nuestra sociedad permisiva es

que ya no son necesarias esas simulaciones. Las personas homosexuales tienen ahora todo tipo de

salidas airosas -de hecho, están de moda, ahora son privilegiadas-, de manera que ya no se ven

forzadas a arruinarle la vida a su esposa/o respectivamente o, peor aún, probar suerte en el

seminario.


Dr. Salvador Fabre

masamf@gmail.com

martes, 5 de diciembre de 2023

¿QUIERO A LAS PERSONAS EN CONCRETO?

Pbro. José Martínez Colín

 

1)  Para saber

“Es muy fácil amar a la gente en lo abstracto; el verdadero problema surge en lo concreto Y recuérdalo, si no amas a los seres humanos concretos, reales, todo tu amor por los árboles y los pájaros es falso, pura habladuría” (Osho). En el caso del amor a Dios, también ha de ser concreto, sabiendo que es Alguien. No por ser invisible deja de ser Alguien real. Está el peligro de considerar a Dios como alguien ambiguo, nebuloso o incluso como algo, como algunos que lo suponen como una energía. Pero no, Dios es personal, es más, son tres divinas Personas.

El Papa Francisco, en su escrito sobre Santa Teresita, explica que ella tenía la certeza de que Jesús la amaba y conocía personalmente. Se aplicaba a ella las palabras de san Pablo: «Me amó y se entregó por mí» (Gal 2,20), y escribía la santa: «Yo pienso que el corazón de mi Esposo es sólo para mí, como el mío es sólo para él, y por eso le hablo en la soledad de este delicioso corazón a corazón, a la espera de llegar a contemplarlo un día cara a cara».

2)  Para pensar

Es el amor personal lo que lleva a tantas almas a entregarse al Señor. Como el caso de una duquesa de Rusia, nieta de la reina Victoria, que dejó sus comodidades de princesa para servir a los enfermos y a los pobres y entregó su vida como mártir por su fe. Se trata de Elizabeth Romanova. Era pariente de Santa Isabel de Hungría, de la cual tomó su nombre.

Elizabeth se casó en 1884 con Sergei Romanov, de la familia Imperial. Al visitar Jerusalén y los Lugares Santos, profundizó en la fe y la oración. Era luterana, pero sintió el llamado de Dios a convertirse a la fe ortodoxa. Su esposo fue asesinado por un revolucionario. Éste fue herido y apresado. Elizabeth lo visitó a su celda, e invitó a arrepentirse, entregándole una medalla religiosa. El asesino la tuvo hasta su ejecución.

Ella, ya viuda, dejó todas sus joyas, galas, salas de baile y entró a un monasterio para atender a los enfermos y a los pobres. Cuando Moscú cayó en la anarquía llegaron al convento y fue secuestrada por la policía secreta. Fue llevada a una mina inundada donde fue ejecutada. Antes de morir rezó por sus verdugos.

Podemos pensar si fomentamos el trato personal con Dios que nos lleve a entregarnos a Él.

3)  Para vivir

Muy distinto será leer el Evangelio como un suceso solamente histórico, que leerlo sabiéndonos involucrados. Dice el Papa Francisco que santa Teresita nos da una clave para leerlo: tener la certeza de ser amada por Jesús y saberse, a la vez, amada por Él. No como algo pasado, sino presente. Con ese amor comprendía los misterios de la vida de Cristo, sintiéndose protagonista. Se sentía habitando con la Virgen María y José, con María Magdalena y los Apóstoles. Así llegó a penetrar en las profundidades del amor del Corazón de Jesús.

Por ejemplo, cuando Magdalena riega con sus lágrimas los pies de Jesús, comprende que el corazón misericordioso de Jesús no sólo está dispuesto a perdonarla, sino incluso «a prodigarle los favores de su intimidad divina y a elevarla hasta las cumbres más altas de la contemplación». Si procuramos vivir conscientes de ser amados así por Jesús, la vida nunca desesperará, sino que la carga será ligera, como señaló Jesús. (articulosdog@gmail.com)

FIN DE AÑO: TIEMPO DE EXAMEN Y DE PROPÓSITOS

                                                                            Raúl Espinoza Aguilera

En pocas semanas terminará el año en curso. Considero que se trata de una época privilegiada para revisar cómo nos desenvolvimos a lo largo de estos doce meses.

En primer lugar, analizar si logramos alcanzar las metas profesionales que nos propusimos a fines del pasado año. También, cómo fue el trato con nuestros compañeros de trabajo o subalternos.

Después, hacer examen de cómo fueron nuestras relaciones familiares con la esposa, con los hijos y demás miembros de la familia.

Porque es fácil señalar los defectos de los demás, pero es más costoso aceptar nuestros propios defectos, pedir perdón a los ofendidos y hacernos el propósito de mejorar cada día un poco. Particularmente, si nuestros defectos giran en torno al mal carácter, a la soberbia o a la pérdida del tiempo.

En ese mismo orden de ideas, aprender a perdonar de todo corazón. “Olvidar es perdonar”, leía hace poco. Pero este examen no es para lamentarnos sino para aprender y sacar propósitos concretos.

Ese examen nos debe llevar a adquirir una virtud determinada o arrancar un defecto acentuado. Virtudes como la fortaleza, la serenidad, la paciencia o la magnanimidad.

Muchas veces se tiene la idea de que la fortaleza es acometer un objetivo, pero conviene no olvidar que es fuerte quien resiste a las adversidades o a las contradicciones de la vida y no pierde por ello el buen ánimo, sino que vuelve a la carga con renovadas fuerzas.

Esto lo vemos mucho en los atletas que si tienen una pequeña falla, sobre la marcha se corrigen y siguen luchando. Me viene a la memoria el caso de una corredora que una compañera de carrera -involuntariamente- le pisó el talón de su pie y cayó. De inmediato, se puso bien su tenis y de nuevo se puso a correr con gran determinación hasta alcanzar al pelotón de corredoras que se acercaban a la meta. Para sorpresa del público y demás corredoras, ella corrió dando grandes zancadas y, por increíble que parezca, llegó en primer lugar y se llevó la medalla de oro.

También lo vemos en el box, como en todos los demás deportes, recuerdo al célebre José Ángel “Mantequilla” Nápoles, famoso por su estilo de esquivar golpes del contrincante y fue campeón mundial de Peso Welter, que comenzando cierta pelea -se distrajo, bajó la guardia- y fue derribado por un potente gancho en la mandíbula. Sin embargo, el atleta caído se fue superando durante el desarrollo del combate hasta derribar al oponente, rounds más adelante. Y supo aprovechar muy bien esa caída del contrario, mediante “una lluvia” de ganchos a derecha e izquierda, hasta ganar el combate. Después fue entrevistado “Mantequilla” Nápoles por varios medios de comunicación y comentó que se preparó con mucha disciplina y constancia durante los meses anteriores. Por ejemplo, estudiando a fondo las fortalezas y errores observados en el contrincante. Por cierto, tardó muchos años en lograr ser campeón mundial.

“El que sabe ser fuerte no se mueve por la prisa de cobrar el fruto de su virtud; es paciente. La fortaleza nos conduce a saborear la virtud humana y divina de la paciencia” (Escrivá de Balaguer, Josemaría, “Amigos de Dios”, N. 78).

La serenidad viene como producto de la fortaleza y la paciencia. Y esas virtudes nos impulsan a ser comprensivos con los demás. “Teniendo entrañas de misericordia”, como repetidamente nos ha dicho el Papa Francisco.

La magnanimidad equivale a tener el ánimo grande, que nos dispone a salir de nosotros mismos y perdonar a los demás. A la vez que, a emprender obras valiosas en beneficio de todos, siempre buscando el bien común de la sociedad.

La laboriosidad es el amor al trabajo, sea el que sea, y ofrecérselo a Dios lo mejor realizado posible hasta los últimos detalles, dentro de nuestras personales limitaciones. Procurando aprovechar al máximo el tiempo de que disponemos.

Hay que considerar siempre que los valores o virtudes que tenemos son “préstamos” que Dios nos hace y de los que hay que dar cuenta al final del camino.

Ese examen personal de fin de año debe de ser sosegado, tranquilo y hecho con valentía, porque el concluir, verbigracia, “tengo que mejorar en mi mal humor”, pero debe de ser lo más concreto posible. Con la finalidad de que no quede en algo teórico e irrealizable. A la vez que ir revisando su avance periódicamente.

“Toda la tradición de la Iglesia ha hablado de los cristianos como soldados de Cristo. Soldados que llevan la serenidad a los demás, mientras combaten continuamente contra las personales malas inclinaciones. (…)  Ese combate espiritual delante de Dios y de todos los hermanos en la fe, es una necesidad, una consecuencia de su condición de cristianos” (Escrivá de Balaguer, Josemaría, “Es Cristo que Pasa”, N. 74).

En conclusión, es bueno hacer el examen de fin de año, pero es mejor sacar buenos propósitos: pocos, prácticos y concretos.