viernes, 22 de noviembre de 2019

EL DÍA QUE ASESINARON AL PRESIDENTE JOHN F. KENNEDY

Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51

Fue un 22 de noviembre de 1963 cuando asesinaron a tiros al Presidente de los Estados Unidos, John F. Kennedy en Dallas, Texas al filo del mediodía. Visitó esta ciudad, acompañado de su esposa Jacqueline, y recorría el centro -a poca velocidad- en un coche descapotable para saludar con calma a la gente que le tenía aprecio y estima. Era un Presidente joven, inteligente y muy popular.


Fue tal el impacto que este magnicidio causó en el mundo que me pareció como si se hubieran “parado los relojes”. Porque nadie daba crédito que fuese acribillado en la calle el Presidente de la nación más poderosa de la tierra y en su propio país.

Los disparos fueron hechos con un modesto rifle y procedían del sexto piso de un edificio que era utilizado como bodega de libros. Pocas horas después fue detenido como sospechoso un empleado del mismo inmueble de nombre Lee Harvey Oswald. De las primeras investigaciones se dedujo que fueron cinco balazos y que el quinto fue el que acertó en la cabeza del Mandatario. 

Pero dos días después, Oswald fue asesinado en la cárcel por un gangster de Dallas que le disparó en el vientre y murió al poco tiempo.

Recuerdo que el Presidente suplente, Lyndon B. Johnson, de inmediato solicitó que se formara la Comisión Warren para investigar las causas del asesinato de Kennedy. Después de estudiar
detenidamente los hechos y entrevistar a numerosos sospechosos, dicha Comisión concluyó que Oswald fue un “asesino solitario”. Y, desde luego, esta conclusión no se la creyó prácticamente nadie.

¿Por qué? Porque observando con calma el magnicidio se veía claramente, del lado izquierdo del coche presidencial, tras una barda, varios francotiradores dispararon y le dieron tanto en la cabeza, como en el cuello y el pecho.

Debido a ello, se formó la Comisión Garrison quienes investigaron en otros posibles sospechosos: a) Rusia y Fidel Castro; b) el FBI y la CIA; c) la Mafia; d) Militares del propio gabinete de Kennedy que querían que se impulsara la industria armamentista para ampliar en forma notable la guerra de Viet Nam. Hay que tener como antecedente que Kennedy deseaba que esa guerra concluyera cuanto antes y los militares lo consideraron como una ofensa a su capacidad ofensiva; e) Jimmy Hoffa, activista y poderoso líder sindical, quien fue amenazado por Robert Kennedy –hermano de John- de meterlo en la cárcel por sus conexiones con el crimen organizado, fraudes y negocios turbios.

Se generaron muchas presiones políticas para que esta Comisión no
emitiera sus conclusiones con toda claridad, como se puede constatar en la película “JFK” (1991) dirigida por el cineasta Oliver Stone y cuyo protagonista fue Kevin Costner.

Aunque es una opinión muy personal, después de adentrarme en este caso, mi conclusión es que fue “un crimen de Estado” en la que se mezclan los intereses de los miembros del gabinete de Kennedy, la mafia y agentes de la CIA. Pero este caso persiste bajo un velo de misterio, deja muchas incógnitas y no parece que se vaya a aclarar, como tantos otros magnicidios.

UNA VISIÓN MAGNÁNIMA: AGRANDAR EL CORAZÓN

Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

Hay un diálogo en la obra Hamlet, en que Shakespeare muestra el gran corazón de Hamlet. En la escena se disponen a recibir a unos huéspedes. El consejero del rey, Polonio, le dice a Hamlet: “Señor, les trataremos como se merecen”. Pero Hamlet responde: “Mucho mejor, hombre, mucho mejor. Si a todos nos trataran como
merecemos, ¿quién escaparía del látigo? Tratadles como piden vuestro honor y vuestra jerarquía, que cuanto menos merezcan ellos, más mérito tendrá vuestra liberalidad”.


Hace unos días el Santo Padre propuso tener un corazón grande, a sentir con el corazón de la Iglesia, que tiene un corazón universal.

Para ello se requiere pasar de una perspectiva local a una universal.

La Iglesia no se identifica con un movimiento eclesial, ni incluso con la diócesis de origen, pues la Iglesia es católica y tiene un espíritu grande, es magnánima. “Sentir con el corazón de la Iglesia” significa, por tanto, sentir de manera católica, mirando al todo de la Iglesia y del mundo y no sólo a una parte.

2) Para pensar

Los puentes de San Francisco se han vuelto íconos de la ciudad. Tanto el llamado “Golden Gate”, como el “Puente de la Bahía”, se construyeron en los años treinta del siglo XX. Eran puentes muy anchos para aquellos tiempos: de seis y siete carriles respectivamente. Miden más de dos kilómetros de longitud. No solo transitan automóviles, sino se utilizan también para el cruce de tendidos eléctricos y conducciones de combustible. Además de contar con carriles accesibles para peatones y bicicletas. El Golden Gate constituyó la mayor obra de ingeniería de su época.

No faltaron personas a las que se les hacían demasiado grandes.

Ahora se demuestra lo útiles que son y se agradece a los constructores que tuvieran esa visión grande. En la vida espiritual también se ha de ser magnánimo y tener un corazón grande en que quepan todos.

3) Para vivir

Hablando sobre la identidad y misión de los fieles laicos, el Papa Francisco previno sobre el peligro de clericalizar a los laicos. Contaba que siendo obispo en Argentina, a veces llegaba un párroco y le decía: “Tengo un laico maravilloso. Sabe cómo hacer todo, ¿lo hacemos diácono?” Pero no, hay que respetar su condición laical. No se trata de crear programas eclesiales para poner ahí a los laicos, sino de aumentar en ellos la conciencia de ser testigos de Cristo en la vida privada y en la sociedad. Han de estar preparados para acompañar espiritualmente a otros laicos y enseñarles a tener una vida de conversación familiar con Dios. Saber poner sus talentos al servicio de la sociedad, de la cultura, de la política, afrontando valientemente, sin miedo y sin complejos, los retos del mundo contemporáneo.

El Papa propuso la imagen de la Iglesia como una madre que ama a cada uno de sus hijos, sin excluir a ninguno y desea la armonía entre ellos, sin hacer favoritismos ni preferencias, buscando la armonía entre todos. Cada uno en su lugar.

La imagen de la Iglesia como Madre, dice el Papa, nos hace mirar a María, que se desempeñó en medio del mundo, como una mujer laica que supo santificarse en su sitio. Que miremos a la Virgen para aprender a tener un corazón grande como el suyo.

MÉXICO NO ES SÓLO RAZÓN

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@.up.edu.mx

El rumbo que sostiene la fe y la razón es, también, el curso que lleva el país. Si bien es cierto que la cultura greco-latina-cristiana arribó a la Nueva España en 1520 dC, aportó propiamente un mensaje de salvación y no una filosofía.


No menos cierto es que proporciona respuestas sobreabundantes a las preguntas eternas.

Y no es de extrañar que su contribución a la filosofía en occidente y en el Nuevo Mundo haya sido la de más alcance en toda la historia de la humanidad.

Desde la filosofía cristiana hasta la edad moderna y al dia de hoy, ¿en qué consistió esa aportación cultural? “Varias han sido pues las formas con que los Padres de Oriente y Occidente han entrado en contacto con las escuelas filosóficas [...] No eran pensadores ingenuos”. (n.41)

“Precisamente porque vivían con intensidad el contenido de la fe, sabían llegar a las formas más profundas de la especulación. Por consiguiente, es injusto y reductivo limitar su obra a la sola transposición de las verdades de la fe en categorías filosóficas. Hicieron mucho más. En efecto, fueron capaces de sacar a la luz plenamente lo que todavía permanecía implícito y propedéutico en el pensamiento de los grandes filósofos antiguos” (n.41)

No creo que la filosofía explícita deba abandonarse a ella misma, como una especie de imperativo racional y asumirse incapaz de romper la estructuras de separación. S. Juan Pablo II califica la continuidad recíproca entre fe y razón con el adjetivo “circularidad” por su relación con los verdaderos problemas que afectan la vida del hombre; pero no solo eso, sino que anticipa un crecimiento incomparable de la filosofía explícita.

La respuesta al desafío escéptico de la separación fe y razón, plantea a las autoridades educativas interrogantes acerca de quién será capaz de reducir y sanar la herida. 

A mi modo de ver, nos encontramos, en México, en el mejor momento de la historia para servir a la verdad, a la pasión por la verdad, y no debe aislarse del influjo revelado pues corre el peligro de considerarse autosuficiente y, lo que es peor, omnipotente.

El saber humano no es un “saber absoluto”, lo que no significa que no valga nada. México no es viable solamente desde la razón. El gran problema de México es profundamente espiritual. Intensamente espiritual. Genéticamente educativo.

En los últimos siglos la separación entre fe y razón ha llevado al olvido de la metafísica que permite “ver” al ser humano tal como “es”. Si bien existen avances me parece que son mayores las carencias de aportaciones. Y se cumple lo que decía Gilson: “La metafísica acaba enterrando a sus enterradores”.

“A la parresía -valentía, franqueza, libertad de espíritu para decir la verdad- de la fe debe corresponder la audacia de la razón” (n.48)

Para lograr un salto de calidad educativo en los planes de estudio, señalo la importancia de instaurar oportunamente el concepto de circularidad en los conocimientos de fe y razón.

jueves, 14 de noviembre de 2019

¿SEXO EN EL NOVIAZGO?

P. Mario Arroyo Martínez
Doctor en Filosofía
p.marioa@gmail.com


La pregunta es, ¿por qué no? O quizá, ¿por qué sí? Algunas personas han pedido una segunda parte para “Mártires afectivos”; es decir, aquellas personas que prefieren terminar una relación, por divergencias en lo que a la vida sexual se refiere. Acaban con el enamoramiento o el noviazgo, por pensar que el sexo debe reservarse para el matrimonio, mientras que su pareja lo considera un elemento imprescindible de la relación. 


Ahora bien, queda una pregunta en el aire, cortar es la única salida? ¿Qué hacer si hay criterios diametralmente diversos en lo que se refiere la vida sexual y la afectividad?

No podemos simplificar la realidad, sería un abuso ofrecer recetas fáciles, generalizar algo tan íntimo como la relación de pareja. Por eso mismo ayuda mucho, como marco o esquema, tener claro el escenario. 

Un caso es el de aquella persona que decide terminar con su relación por coherencia con los propios principios, al aceptar que el modo como se desenvuelve es incompatible con los mismos y, tras varios intentos fallidos, termina por reconocer que es irreconciliable con su conciencia y su fidelidad a la enseñanza moral de Jesús; al camino que Él nos muestra para alcanzar la Vida, con mayúscula. 

En ese caso, se tiene la heroicidad de poner a Jesucristo por encima de los propios sentimientos.

Pero existen otros escenarios. Por ejemplo, el de aquellos que, sin compartir las ideas sobre sexualidad, las respetan o, por lo menos, lo intentan. ¿Motivo? valoran las convicciones de la pareja, la quieren como es, no como les gustaría que fuera, lo que es señal de cariño auténtico, capaz de prescindir del deseado ejercicio sexual.

 Estas personas valoran más a su novio/a que a sus deseos sexuales o a su propia visión de la relación. Son capaces de privarse de algo que desearían y de aceptar una forma de pensar distinta. Puede que sea un poco a regañadientes, pero lo aceptan. 

Ven la relación como algo más amplio, capaz de apoyarse en otros elementos, pudiendo mantenerse, a pesar de las desavenencias en materia sexual. En el fondo, se dan cuenta de que la persona vale más que el sexo y que, además del sexo, existen otras formas valiosas de expresar la afectividad.

Aunque esta situación sea posible, y requiera cierto grado de heroicidad por parte de quien desearía tener una vida sexual activa, no debería minusvalorarse la importancia del sexo en la relación y, consecuentemente, de tener un criterio común al respecto. 

¿Por qué? Porque, tener un fuerte contraste en materia sexual implica muchas cosas: supone, de fondo, una visión divergente del cuerpo, la persona y la vida. Temas importantes que no se comparten dentro de la relación de pareja. Quizá pueden “soportarse” un rato, pero ¿se puede vivir así siempre? Por ejemplo, la sexualidad está ligada a otros temas fundamentales, como la apertura a la vida, esenciales en la relación matrimonial.

No es bueno, en líneas generales, exigir habitualmente a uno de los interesados una conducta heroica o una renuncia a las propias convicciones o deseos. Por eso es importante mantener vivo el diálogo sobre los temas esenciales a lo largo de la relación, como pueden ser la sexualidad y la apertura a la vida, intentando alcanzar un consenso, aunque sea mínimo. 

Son temas que no deberían eludirse para evitar problemas. No resulta oportuno obsesionarse con el sexo, atosigar continuamente, o intentar imponer la propia visión; pero tampoco eludir ni minimizar el asunto. Se requiere de un diálogo fructuoso capaz de fortalecer la relación, o de reconocer, dolorosamente, es verdad, que ya no es posible ni realista sostenerla.

Es posible, sin embargo, cimentar una relación con visiones diferentes sobre la sexualidad; no se trata de una barrera absoluta. La clave está en encontrar otros puntos de apoyo. En este sentido, las divergencias durante el noviazgo son un buen entrenamiento, para ver si se encuentran los cauces del diálogo, consenso y respeto mínimos, para no tornar odiosa la relación.

Resulta algo análogo a tener diferentes visiones religiosas en el matrimonio. Es una cuestión delicada, no recomendable, casi una bomba de tiempo, pues permite prever problemas en el futuro, pero no incapacita para la relación ni la hace imposible, solo más ardua y necesitada de otros apoyos firmes. 

En resumen, ser capaces de respetar las convicciones de la pareja, descubriendo otros cauces para expresar la afectividad y estableciendo las herramientas de diálogo necesarias para llegar a un acuerdo sobre el modo de vivir la sexualidad y la apertura a la
vida.

BREVE PERSPECTIVA HISTÓRICA: LA PASIÓN POR LA VERDAD

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Asumieron la cultura grecolatina cristiana como una convicción esencial para el desarrollo en general. Por esto, me atrevo a señalar que el pensamiento cristiano supera al griego, pero en ningún momento supone desavenencia alguna con éste último.


La razón en la filosofía implícita, la que ejercemos de modo natural por ser humanos no es irracional o contra-racional. Está repleta de intuiciones, sensibilidad y experiencias. Es supraracional porque el entendimiento natural, por sí solo, no puede acceder a muchas verdades de la revelación cristiana. Es una razón dañada, ayudada por la Revelación.

La razón en la filosofía explícita no expresa resonancias sensibles, como tampoco experiencias personales ni emotividad; su afán es claramente teorético e indispensable. Y también se ejerce por medio de la misma razón dañada, pero no corrompida.

Abordar la relación entre fe y razón supone, a mi parecer, la pasión por la verdad en su conjunto. Deseo introducir un elemento nuevo para comprender mejor esta significación: El agua quita la sed, pero el hidrógeno o el oxígeno separados de su proporcionalidad no quitan la sed. El agua quita la sed en virtud de la relación cuantitativa de los elementos que la forman, pero también en virtud del orden impreso en su propia naturaleza y del orden establecido en nuestra naturaleza humana.

La verdad en su conjunto se encuentra en el conjunto de la verdad. Con esta enunciación de Perogrullo (Obras Escogidas) pretendo despertar la curiosidad sobre la importancia de la unidad del saber. 

El Sumo Pontífice contrasta el ambiente del saber clásico con el giro, por una parte, que se produce con el advenimiento de la modernidad como proceso de fragmentación del saber y, específicamente, fragmentación del entendimiento entre fe y cultura; por otra, describe el ambiente enrarecido de nuestro tiempo teñido por la filosofía de la sospecha el cual dificulta la especulación.

En cierto sentido la sospecha, el recelo y la duda se anclan en la razón moderna que cree bastarse a sí misma, y rechaza como carente de valor y significado cuanto no pueda descubrir por sí sola con seguridad y claridad.

“No es exagerado afirmar que buena parte del pensamiento filosófico moderno se ha desarrollado alejándose progresivamente de la Revelación cristiana, hasta llegar a contraposiciones explícitas. En el siglo pasado, este movimiento alcanzó su culmen. Algunos representantes del idealismo intentaron de diversos modos transformar la fe y sus contenidos [...] en estructuras dialécticas concebibles racionalmente. 

A este pensamiento se opusieron diferentes formas de humanismo ateo, elaboradas filosóficamente, que presentaron la fe como nociva y alienante para el pleno desarrollo de la racionalidad” (S. Juan Pablo II, Fides et ratio, n.46).

Hoy más que nunca la razón necesita de la fe.

jueves, 7 de noviembre de 2019

¿QUÉ ES INCULTURAR LA FE?

Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

Al Papa se le suele denominar también como el “Sumo Pontífice”, pero ¿qué significa ese título? La palabra “Pontífice” proviene de dos palabras latinas: “pontis”, que significa “puente”. Y de la palabra “ifice” que significa constructor. Por ello, “pontífice” expresa el “constructor de puentes”. Aunque algunos también la derivan del etrusco, en donde significaría “sacerdote”. En cualquier caso, se ha utilizado para designar al Papa como el constructor del puente entre Dios y los hombres. Jesucristo es el Sumo Sacerdote y unificó a la humanidad con Dios, por ello la misión de su vicario en la tierra, el Papa, es servir de puente.


En su reflexión sobre Los Hechos de los Apóstoles, el Papa Francisco explicó cuál fue la actitud de San Pablo al llegar a Atenas, una ciudad pagana y corazón de Grecia. Cuando el Apóstol llegó, se indignó al ver la ciudad llena de ídolos (Hch 17,16). A pesar de la decadencia política, Atenas aún conservaba la primacía de la cultura.

Pero Pablo, en lugar de huir del paganismo, construyó un puente para dialogar con esa cultura y hacerles conocer al Dios verdadero.

2) Para pensar

Pablo eligió familiarizarse con la ciudad pagana, frecuentó los lugares y a las personas más significativas. Fue a la sinagoga que era símbolo de la vida de fe; fue a la plaza, símbolo de la vida urbana; y fue al Areópago, símbolo de la vida política y cultural. Conoció a judíos, filósofos epicúreos y muchos otros. De este modo, Pablo observó su cultura y el ambiente del mundo pagano, pero no lo miró con hostilidad, sino con los ojos de la fe.

Pablo elige la mirada que lo lleva a abrir una brecha entre el Evangelio y el mundo pagano. En el Areópago, realiza un ejemplo extraordinario de inculturación del mensaje de la fe: a los adoradores de ídolos les anuncia a Jesucristo, y no lo hace atacándolos, sino haciéndose “pontífice, constructor de puentes”.

El Papa nos invita a cuestionarnos la forma en que vemos nuestras ciudades: ¿las observamos con indiferencia? ¿Con desprecio? ¿O con la fe que reconoce a los hijos de Dios en medio de las multitudes anónimas?

3) Para vivir

En Atenas había un altar dedicado al “dios desconocido” y San Pablo lo toma como ejemplo para hablarles y entrar en empatía con sus oyentes: “Pues bien, lo que adoráis sin conocer, eso os vengo yo a anunciar”. Proclama al Dios “que no se oculta a aquellos que lo buscan con un corazón sincero”. A partir de ahí les anuncia el mensaje cristiano. Y aunque casi no encuentra acogida, una mujer, Damaris, y Dionisio se adhieren a su palabra y se abren a la fe. partir de ellos la fe comenzará a esparcirse por toda la región.

Con el ejemplo de San Pablo, el Papa Francisco nos propone no encerrarnos, sino pedir “la capacidad de inculturar con delicadeza el mensaje de la fe, observando a los que viven en la ignorancia de Cristo con una mirada contemplativa movida por un amor que inflame hasta los corazones más endurecidos”.

Cada uno en el lugar donde vive, donde trabaja o estudia, en sus relaciones sociales y familiares, ha de vivir su fe, iluminando las realidades cotidianas con la luz de la fe. Esa luz ayudará a los demás a encontrar y cruzar el puente que los lleve a Dios.

miércoles, 6 de noviembre de 2019

MÁRTIRES AFECTIVOS

P. Mario Arroyo,
Doctor en Filosofía.
p.marioa@gmail.com

No quiero hacer un uso abusivo de la palabra “mártir”. En sentido preciso se refiere a aquella persona que da la vida por Cristo, ofreciendo el supremo testimonio de su vida, para mostrar el valor inconmensurable de la fe. Por extensión, se dice de todo aquel que da la vida por defender una causa que valora más que a su misma existencia o, dicho de otra forma, quien acepta perder la vida antes que violar su conciencia. 


hora bien, análogamente a este sentido propio del martirio, se puede hablar, sin hacer gran violencia al lenguaje, de mártires profesionales, es decir, de todos aquellos que sufren injustas vejaciones laborales por ser fieles a su fe o, más ampliamente, a su conciencia. ¿Puede extenderse el uso de la palabra “martirio” a la dimensión afectiva?

No debemos olvidar que la afectividad es la gran dimensión humana, muchas veces soslayada, que actualmente ha conquistado un rol protagónico en la existencia personal. Los sentimientos no son algo accesorio, sino fundamental en la vida, hasta el punto de que bastantes personas se consideran infelices o sin ganas de vivir por no tener bien resuelta esta esfera. 

La dimensión afectiva está llamada a integrarse convenientemente con la intelectual, volitiva y corporal; este equilibrio permite al individuo tender a su plenitud natural. Es cierto que una perspectiva sobrenatural puede paliar las deficiencias en alguno de esos cuatro elementos, e incluso abrir esa dimensión meramente humana a un horizonte mucho más amplio. 

En este sentido, una persona poco inteligente, con voluntad débil, con fracasos sentimentales o enferma puede ser feliz y dar un sentido a sus carencias, a través de su relación personal con Jesucristo.

Ahora bien, el problema surge cuando la amistad con Jesús choca frontalmente con la relación afectiva seria de una persona. Cuando ser fiel a Cristo empuja a la ruptura con la pareja, o cuando la pareja exige, como signo de cariño y auténtico compromiso, lo que entraña infidelidad a Dios. Cada vez se torna más frecuente este aciago dilema: si quiero ser fiel a Jesús, tengo que romper mi compromiso afectivo, o mi pareja sentimental me exige poner entre paréntesis mis convicciones morales y mi relación con Jesús. Si la quiero realmente, ella tiene que ir antes que Jesús, si no, no la quiero. Debo elegir.

Un ámbito donde se presenta esta disyuntiva amarga, aunque no el único, es en el de la vida sexual. Muchas parejas exigen, como parte de la relación, tener sexo. Sería un ingrediente necesario, un requisito y, en algunos casos, el motivo por el cual estamos juntos: para tener relaciones. 

Si uno de los dos tiene trato personal con Jesucristo, o sencillamente, otros principios morales derivados de su educación, valores o religión, el amor por su pareja debería llevarle a ponerlos entre paréntesis. Por “amor” a la pareja deberían entonces abandonarse, por lo menos temporalmente, los propios principios morales, la fidelidad a Cristo.

A esta difícil disyuntiva se une el peso de las propias pasiones, de las inclinaciones y tendencias arraigadas en lo más profundo de nuestra naturaleza, en nuestro instinto. Ser fiel a Cristo siempre, pero particularmente en materia sexual, exige lucha, esfuerzo. Dicho esfuerzo es positivo, sano, pues nos lleva a sacar lo mejor de nosotros mismos, a crecer en muchos aspectos para paliar la debilidad ínsita de nuestra inclinación sexual. 

Quien quiere ser fiel a Jesús debe luchar en dos frentes: por fuera con su pareja, quien se sirve de una especie de chantaje sentimental para que deje en la cuneta sus convicciones como manifestación necesaria del amor, y por dentro, con sus propios demonios, que le empujan a dar cabida suelta al instinto.

No hay que idealizar la condición humana. Quien desea ser fiel a Jesús puede tener flaquezas, caídas, y sabe que Dios siempre le perdona, pues conoce nuestra debilidad y el esfuerzo que ponemos para serle fieles. El problema es cuando la pareja empuja a elegir: “o Jesús o yo”; “si quieres mantener la relación, pon entre paréntesis tus convicciones morales y religiosas, tu conciencia en definitiva”. 

Puede decirlo expresamente, o con los gestos, o sencillamente orillar a que sea el propio interesado quien descubra: “no puedo mantener esta relación si quiero ser fiel a Jesucristo y mantener la integridad de mi conciencia”. Cuando el amor por la pareja es real, cuando junto con esa divergencia de principios morales se advierte toda una inmensa riqueza personal –el sexo no lo es todo-, tomar la decisión de quedarse con Cristo es muy dura. 

Cuando se sacrifica la propia vida afectiva en el ara de la fidelidad a Jesús, podemos afirmar que ahí se ha dado un auténtico “martirio sentimental”, que no quedará sin premio, como todo gesto heroico de fidelidad a Dios y a la propia conciencia.

BREVE PERSPECTIVA HISTÓCA: ¡VOLVER A LOS ORÍGENES! (III)

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Como todos sabemos, la filosofía surge antes del nacimiento de Cristo. Es una actividad que se presenta como racional; pretende indagar en la realidad para encontrar verdades a partir del impulso de la sola luz natural de la razón. Son verdades conseguidas con el propio esfuerzo.


En este sentido, me preocupa que la pasión por la verdad se relacione únicamente con el logro “personal”. A riesgo de parecer simplista no dejan de sorprenderme dos aspectos de la filosofía clásica: por una parte no se rechazaba la trascendencia; Sócrates, Platón y Aristóteles –genios de la investigación y que bastante lejos llegaron a comprender el universo y la naturaleza humana y divina apelaban a los dioses.

Por otra, existía una estrechísima relación entre filosofía y vida al grado de llamar "Arte de Vivir" a la filosofía en la antigüedad clásica. En Platón, el afán teorético o contemplativo suponía, no cualquiera sino una cierta forma de vida.

Son precisamente estos rasgos nombrados por los que asevero la imposibilidad de enclaustrar por siempre la filosofía explícita. De la carta VII de Platón transcribo el siguiente párrafo:

“Cuando llegué por primera vez a Italia y a Sicilia [...] no me gustó en absoluto la clase de vida allí considerada feliz, atiborrada de banquetes [...] hinchándose de comer dos veces al día [...] Pues con tales costumbres no hay hombre bajo el cielo que, viviendo esta clase de vida desde su niñez, pueda llegar a adquirir sabiduría”.

Por esta causa, me parece que la capacidad o incapacidad para conocer las verdades de fe y razón, se encuentra en estrechísima relación con el género de vida que una persona lleve, al grado de volver muy difícil aceptar determinadas realidades.

El esfuerzo intelectual de los primeros pensadores cristianos consistió en mostrar la armonía y complementariedad entre las dos alas para elevarse al conocimiento de la verdad. Ellos utilizaron la filosofía griega para explicar los misterios naturales pero sin detenerse solo en ese aspecto de la realidad.

Dieron un paso más, que se extiende hasta hoy: con las herramientas griegas hilvanaron explicaciones intelectuales de las verdades sobrenaturales. Resulta esclarecedor percibir a través de la lectura de los escritos de los Padres de la Iglesia, tanto orientales como occidentales, a un grupo que indaga racionalmente –y desde la fe revelada— acerca de las respuestas a las preguntas eternas.

A TREINTA AÑOS DE LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN

Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51

El próximo nueve de noviembre se cumplen treinta años que en Alemania soplaron aires de libertad con la caída del muro que dividía a su capital y al resto de su territorio. En poco tiempo, ocurriría lo mismo con otros países de Europa del Este, Centro Europa, Rusia y sus numerosas repúblicas comunistas ubicadas en Asia. Era el fin del marxismo-leninismo instaurado por Vladimir Lenin, y muchos otros bolcheviques, desde octubre de 1917.


Recuerdo haber visto por televisión las escenas de la demolición del muro tras 29 años de haber sido construido. La opinión pública internacional estaba conmocionada ante sucesos tan inesperados como increíbles.

¿Qué recuerdo? Muchos jóvenes –obreros y universitarios- de Alemania del Oeste y Este con marros, picas y maquinaria pesada que demolieron el significativo muro. Al cruzarlo se dieron abrazos celebrando el día de la liberación del yugo comunista. Aquella noche fue de una indescriptible alegría y regocijo. Algunos tomaban pequeños trozos de ese muro como recuerdo de este suceso histórico y que avergonzaba a las dos Alemanias injustamente divididas.

Esto ocurrió siendo Jefe Supremo del Estado de la U.R.S.S. (Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas), Mijaíl Gorbachov, quien había iniciado una serie de cambios políticos profundos en la política y economía rusas como la “perestroika” (“reforma económica”) y la “glasnost” (política de apertura y transparencia) y de quien dependía Alemania del Este, como un “país satélite marxista”.

Años atrás, en 1970, un destacado científico y literato ruso, Aleksandr Solzhenitsyn era conocido como un escritor disidente que denunció muchos atropellos e injusticias del sistema totalitario de la U. R. S. S. Publicó obras magistrales como “Un día en la vida de Iván Denísovich” (de corte autobiográfico que narra el tiempo que estuvo en un campo de concentración de Siberia), “Pabellón de Cáncer”, “El Primer Círculo”, “La Casa Matryona y otras historias”, “La Rueda Roja”, “Agosto de 1914” y la publicación que la crítica considera como su obra maestra, “Archipiélago Gulag”. En ésta última, pone al descubierto la red oculta de campos de concentración de la U.R.S.S. por todo su territorio, con una asombrosa cantidad de nombres, datos, cifras, en los que nos relata cómo miles de personas murieron y sufrieron crueldades inimaginables que en los países de Occidente se desconocían. Este autor los denunció –con valentía y a costa de su vida- y debido a ello fue condenado al exilio.

El 18 de marzo de 1976, mientras estudiaba un posgrado de comunicación en España, un grupo de universitarios y yo, pudimos ver una entrevista televisiva que le hicieron este célebre disidente y Nobel de Literatura. Fue la primera vez que escuchamos un testimonio de viva voz acerca de lo que significaba estar bajo un régimen totalitario, que aplastaba la dignidad humana y los derechos fundamentales de las personas. 

Y, al final de la entrevista -afirmó con visión profética- que el comunismo era un cuerpo en descomposición, que no le daba mucho tiempo de vida porque en Rusia existía una verdadera “hambre” de libertad y que ese cambio ocurriría tarde o temprano porque los ciudadanos estaban deseosos de acabar con muros, injusticias, cadenas, represiones y gozar de la libertad que se tenía en los países de Occidente.

PARA QUE LAS AMISTADES PERDUREN

Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51

Muchas veces las amistades surgen con ocasión de los estudios en la escuela o en la universidad; otras veces, por parentesco; también con ocasión de coincidir en algún deporte o un centro deportivo; de igual forma por el hecho de compartir las mismas aficiones, por ejemplo, hacia la historia, la música, las bellas artes, etc.


Pero es importante distinguir entre “el compañerismo” de la verdadera amistad. Porque el primero es superficial, no tiene continuidad; son simplemente personas conocidas pero ese trato no tiene mayor profundidad.

Toda mujer y todo hombre tienen necesidad de verdaderas amistades. “Lo que más influye o determina en la felicidad de una persona son las buenas relaciones con las personas cercanas (familiares, amigos)”, afirma el Dr. Francisco Ugarte.

El libro del Eclesiástico dice que “La amistad es un tesoro” y que “El amigo fiel no tiene precio”.

En ocasiones, observamos en las relaciones de trabajo o en la universidad a ciertas aparentes amistades que solicitan contactos y relaciones para conseguir un buen trabajo o pasar bien un examen. Pero una vez logrado ese objetivo, aquella “amistad” desaparece o sobreviene un distanciamiento. Sin duda, se ha “instrumentalizado” la amistad por otros fines distintos. Y ésa no es una amistad auténtica.

“Sin duda, la amistad influye en nuestros sentimientos porque la alegría se potencia y las penas se mitigan”, añade también el Dr. Francisco Ugarte.

Un verdadero amigo hace hasta lo imposible por ayudar a quien estima. Aunque tengan sus diferencias, lo importante es apoyar a los amigos en sus dificultades, descalabros económicos, enfermedades y penas

El filósofo Aristóteles escribía en la “Ética a Nicómaco” que el hombre feliz tiene necesidad de amigos con quien compartir su felicidad.

Pero esa amistad hay que cultivarla, abonarla, frecuentarla para que crezca y fructifique. Es bonito observar a esposos que a la vuelta de 40 años están muy unidos y comparten muchos asuntos en común. Los hijos y nietos son la manifestación viviente de su amor y su unidad. 

Lo mismo sucede con los amigos que se reúnen con cierta frecuencia y puede transcurrir medio siglo y esos lazos de amistad siguen vivos, vigentes.

En definitiva, amistad es saber comprender a los demás con sus defectos, limitaciones, errores; aprender a comunicar los propios sentimientos y crear puentes en común o empatías para que esas amistades perduren.

viernes, 1 de noviembre de 2019

¿BENEFICIA LA GLOBALIZACIÓN?

Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

Contaba una persona que había ido a África a estudiar su vida rural, que en su primera visita a una zona remota la invitaron a una casa. Entusiasmada esperaba averiguar, en esta comunidad aislada, cómo eran sus costumbres en sus entretenimientos. Se llevó una sorpresa cuando encontró que estaban mirando en un video una película extranjera que en aquel momento no había ni llegado a los cines. Ello revelaba una innegable globalización que está afectando a las diversas culturas: ropa, moda, comida, música, entretenimiento, etc.



Surge preguntarse: ¿Es válido adoptar costumbres ajenas o es mejor conservar las propias tradiciones sin permitir algún cambio? Y tratándose de las creencias, ¿es válido llevarlas a otras culturas o es una intromisión ilegítima? No hay una respuesta fácil, pues depende de qué influencia se trate.

Podemos encontrar una respuesta en la encíclica “Fe y razón” de San Juan Pablo II. Ahí explica que si bien, cada cultura tiene unos valores que ha de conservar, no se puede cerrar sin admitir otros que la perfeccionen. Por ello es necesario discernir qué escoger. 

La verdad de Cristo, que está dirigida a todos los hombres de todas las culturas, aporta un valor trascendental y sublime que cada cultura, para perfeccionarse, con agradecimiento debería recibir: Ante la riqueza de la salvación realizada por Cristo, caen las barreras que separan las diversas culturas. Se ofrecen valores capaces de hacer más humana su existencia (cfr.n.70).

2) Para pensar

Con motivo de su reflexión sobre el Libro de los Hechos de los Apóstoles, el Papa Francisco recordó cómo san Pablo llevó el mensaje de Cristo a otras culturas, las cuales lo acogieron inculturizando esa fe: Cuando va a Filipos, seguro de que es el Espíritu Santo quien lo envía, se dirige sobre todo a las mujeres. Y es Lidia quien acoge a Cristo y recibe el Bautismo junto con su familia. Así dio inicio el cristianismo en Europa en un proceso de inculturación que dura hasta el día de hoy.

Cada cultura, como cada hombre, tiene un deseo de plenitud. Eso nos hace aptos para recibir la revelación divina y después vivirla.

Pensemos si con nuestro obrar colaboramos en cristianizar nuestra cultura.

3) Para vivir

Las culturas, decía el Papa Benedicto XVI, no están fijas de una vez para siempre, sino que, para progresar, han de ser dinámicas, cambiar, transformarse. Pero se pueden tomar dos rumbos: o progresar y perfeccionarse acogiendo valores de otra cultura, o pueden degradarse asimilando costumbres pervertidas. Debido a los medios de comunicación que nos transmiten información de todas las culturas, es necesario saber escoger lo que nos mejora y desechar aquello que nos deshumaniza.

Es significativo el relato de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Cómo Pedro habla a personas de muchas culturas y
lenguas distintas, y cada una le escucha en su propia lengua. Se les anuncia una sola verdad, la Verdad, y cada uno la acepta en su propia situación. 

La Verdad predicada es universal y trascendente, es luz que ilumina a todo hombre sin importar su raza, nación o creencia. Nos corresponde a cada uno incorporar nuestra fe en nuestra vida diaria y transmitirla.