jueves, 14 de noviembre de 2019

¿SEXO EN EL NOVIAZGO?

P. Mario Arroyo Martínez
Doctor en Filosofía
p.marioa@gmail.com


La pregunta es, ¿por qué no? O quizá, ¿por qué sí? Algunas personas han pedido una segunda parte para “Mártires afectivos”; es decir, aquellas personas que prefieren terminar una relación, por divergencias en lo que a la vida sexual se refiere. Acaban con el enamoramiento o el noviazgo, por pensar que el sexo debe reservarse para el matrimonio, mientras que su pareja lo considera un elemento imprescindible de la relación. 


Ahora bien, queda una pregunta en el aire, cortar es la única salida? ¿Qué hacer si hay criterios diametralmente diversos en lo que se refiere la vida sexual y la afectividad?

No podemos simplificar la realidad, sería un abuso ofrecer recetas fáciles, generalizar algo tan íntimo como la relación de pareja. Por eso mismo ayuda mucho, como marco o esquema, tener claro el escenario. 

Un caso es el de aquella persona que decide terminar con su relación por coherencia con los propios principios, al aceptar que el modo como se desenvuelve es incompatible con los mismos y, tras varios intentos fallidos, termina por reconocer que es irreconciliable con su conciencia y su fidelidad a la enseñanza moral de Jesús; al camino que Él nos muestra para alcanzar la Vida, con mayúscula. 

En ese caso, se tiene la heroicidad de poner a Jesucristo por encima de los propios sentimientos.

Pero existen otros escenarios. Por ejemplo, el de aquellos que, sin compartir las ideas sobre sexualidad, las respetan o, por lo menos, lo intentan. ¿Motivo? valoran las convicciones de la pareja, la quieren como es, no como les gustaría que fuera, lo que es señal de cariño auténtico, capaz de prescindir del deseado ejercicio sexual.

 Estas personas valoran más a su novio/a que a sus deseos sexuales o a su propia visión de la relación. Son capaces de privarse de algo que desearían y de aceptar una forma de pensar distinta. Puede que sea un poco a regañadientes, pero lo aceptan. 

Ven la relación como algo más amplio, capaz de apoyarse en otros elementos, pudiendo mantenerse, a pesar de las desavenencias en materia sexual. En el fondo, se dan cuenta de que la persona vale más que el sexo y que, además del sexo, existen otras formas valiosas de expresar la afectividad.

Aunque esta situación sea posible, y requiera cierto grado de heroicidad por parte de quien desearía tener una vida sexual activa, no debería minusvalorarse la importancia del sexo en la relación y, consecuentemente, de tener un criterio común al respecto. 

¿Por qué? Porque, tener un fuerte contraste en materia sexual implica muchas cosas: supone, de fondo, una visión divergente del cuerpo, la persona y la vida. Temas importantes que no se comparten dentro de la relación de pareja. Quizá pueden “soportarse” un rato, pero ¿se puede vivir así siempre? Por ejemplo, la sexualidad está ligada a otros temas fundamentales, como la apertura a la vida, esenciales en la relación matrimonial.

No es bueno, en líneas generales, exigir habitualmente a uno de los interesados una conducta heroica o una renuncia a las propias convicciones o deseos. Por eso es importante mantener vivo el diálogo sobre los temas esenciales a lo largo de la relación, como pueden ser la sexualidad y la apertura a la vida, intentando alcanzar un consenso, aunque sea mínimo. 

Son temas que no deberían eludirse para evitar problemas. No resulta oportuno obsesionarse con el sexo, atosigar continuamente, o intentar imponer la propia visión; pero tampoco eludir ni minimizar el asunto. Se requiere de un diálogo fructuoso capaz de fortalecer la relación, o de reconocer, dolorosamente, es verdad, que ya no es posible ni realista sostenerla.

Es posible, sin embargo, cimentar una relación con visiones diferentes sobre la sexualidad; no se trata de una barrera absoluta. La clave está en encontrar otros puntos de apoyo. En este sentido, las divergencias durante el noviazgo son un buen entrenamiento, para ver si se encuentran los cauces del diálogo, consenso y respeto mínimos, para no tornar odiosa la relación.

Resulta algo análogo a tener diferentes visiones religiosas en el matrimonio. Es una cuestión delicada, no recomendable, casi una bomba de tiempo, pues permite prever problemas en el futuro, pero no incapacita para la relación ni la hace imposible, solo más ardua y necesitada de otros apoyos firmes. 

En resumen, ser capaces de respetar las convicciones de la pareja, descubriendo otros cauces para expresar la afectividad y estableciendo las herramientas de diálogo necesarias para llegar a un acuerdo sobre el modo de vivir la sexualidad y la apertura a la
vida.

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