sábado, 19 de noviembre de 2022

PARA DAR GLORIA A DIOS EN LA LITURGIA

Pbro. José Martínez Colín

 

1)  Para saber

En la historia del arte no es difícil encontrar artistas que solo después de que murieron fue reconocida su grandeza. Uno de ellos fue Vincent Van Gogh. A pesar de pintar mucho, se cree que más de 900 obras, apenas si pudo vender unas cuantas en pocos francos. Pintaba por amor al arte. Sin embargo, ahora se ha llegado a pagar más de 100 millones de euros por una sola obra suya. Al mirar una de sus pinturas, se puede reconocer al autor por su estilo inconfundible.

Al artista se le reconoce por sus obras. También al mirar la creación, podemos conocer a su Autor. Dice el Papa Francisco que en la creación podemos descubrir, no solo el infinito poder y belleza de Dios, sino también y sobre todo, su amor tan grande, al querer compartir la maravilla de existir. Lo creado, en toda su bondad y grandeza, es el espejo de la “gloria de Dios”: es como un glorioso resplandor de la gloria de Dios, a través del cual podemos conocer al Dios Creador.

2)  Para pensar

Cuenta un historiador que cuando Vincent van Gogh iba a la escuela, el profesor sabía perfectamente si había hecho o no su tarea, porque, si no la había hecho le llevaba flores en la mano. Como tenía poco dinero, el artista robaba las flores de un jardín por el que pasaba y probaba entregar éstas en lugar de sus deberes. Esto pone de manifiesto el carácter sensible que tenía el artista. También cuando se enamoró de Agostina Segatori, de la que hizo un retrato, por no tener con qué comprarle flores, le pintaba un ramo de flores. Ponía su arte al servicio de su amor.

La creación, comenta el Papa, toda ella, es una manifestación del amor de Dios. Su finalidad es mostrar la gloria de Dios. Cuando el Hijo de Dios se hizo hombre, asumió también la misma materia y con su cuerpo dio gloria a Dios, llegando a su plenitud con su obediencia en la Cruz, en donde toda la creación fue atraída y asumida por Él para dar la gloria a Dios.

3)  Para vivir

Dar gloria a Dios, dice el Papa, no le añade algo a la belleza de la luz donde habita Dios, quien ya es perfección absoluta e infinita. Darle gloria significará que cada ser manifieste esa perfección a su modo, así como una pintura muestra la genialidad del artista. La creación irracional da gloria a Dios por el mismo hecho de existir, al desarrollarse según su propia naturaleza, según su modo de ser. Un manzano lo glorifica dando manzanas. Los hombres también han de dar esa gloria según su modo de ser, es decir, racional, libre y conscientemente. Aquí es donde interviene la liturgia, la cual le facilita y proporciona al hombre la manera adecuada, propia y perfecta para hacerlo.

La Liturgia da gloria a Dios porque nos permite, aquí en la tierra, ver a Dios en la celebración de los misterios y, al verlo, revivir por su Pascua: nosotros, que estábamos muertos por los pecados, hemos revivido por la gracia con Cristo (cfr. Ef 2,5). San Ireneo nos recuerda: «La gloria de Dios es el hombre vivo, y la vida del hombre consiste en la visión de Dios». Todos fuimos creados para dar gloria a Dios, consiguiendo así nuestra felicidad. Los santos, que ya gozan de Dios, son quienes más gloria a Dios han dado y son, a la vez, los más felices. (articulosdog@gmail.com)

lunes, 7 de noviembre de 2022

APRENDER A DIVINIZAR NUESTRAS OBRAS

Pbro. José Martínez Colín

1) Para saber

Don Miguel Unamuno, escritor y filósofo español, visitó una

exposición de pintura abstracta. El autor de los cuadros lo reconoció, y,

dirigiéndose a él le preguntó: “¿Le gusta?” Unamuno respondió con un

rotundo y simple “No”. El pintor contestó: “Esta es la manera como yo

veo el mundo”. El escritor bilbaíno le repuso: “Pues si es verdad que lo

ve así, ¿por qué lo pinta?”

El arte abstracto pretende separarse de las cosas conocidas que nos

rodean. Existe el peligro de considerar las realidades divinas también

como abstractas, separada de nuestro mundo material. Si bien, Dios

trasciende toda la realidad sensible, sin embargo, siendo creador de esa

realidad, ha querido hacerse cercano y valerse de sus criaturas para

tener el encuentro con nosotros. El Papa Francisco señala que “la

Liturgia está hecha de cosas que son exactamente lo contrario de

abstracciones espirituales: pan, vino, aceite, agua, perfume, fuego,

ceniza, piedra, tela, colores, cuerpo, palabras, sonidos, silencios, gestos,

espacio, movimiento, acción, orden, tiempo, luz” (Desiderio, n. 41).

El Señor quiso adecuarse al modo de conocer humano y en cada

Sacramento no falta la materialidad de las criaturas para que por su

medio se lleve a cabo una acción divina.

2) Para pensar

Las cosas materiales y comunes, no solo sirven para facilitar el

encuentro con Dios, sino que además adquieren en sí un nivel muy

superior al de simples criaturas. Al ponerlas al servicio de Dios,

adquieren su perfección. Por ejemplo, el agua siendo un elemento tan

común, al ser bendecida para poder bautizar a alguien, adquiere un

papel muy superior al que tenía.

En la Santa Misa hay un momento en que se presentan y elevan el

pan y el vino para que sean convertidos en el Cuerpo y la Sangre de

Cristo. Es en el Ofertorio, en que se pronuncia la oración: “Bendito seas

Señor, Dios del universo por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del

hombre… fruto de la tierra y del trabajo del hombre”. Decía el Papa

Benedicto XVI que es un gesto humilde y sencillo, pero que tiene un

sentido muy profundo, pues en el pan y el vino que se llevan ante el


altar toda la creación es asumida por Cristo para ser transformada y

presentada al Padre. Por ello todos los fieles han de acompañar con una

actitud interior de ser ofrecidos ellos mismos y sus actos a Dios Padre.

3) Para vivir

Es natural que cuando hacemos algo, procuremos que nos salga bien,

aunque sean cosas muy elementales como lavar una ropa, practicar un

deporte, hacer una tarea… Aun siendo cosas comunes, existe la

posibilidad de ordenar esas cosas a un nivel muy superior, a un nivel

divino. Esto se lleva a cabo si las ofrecemos a Dios, si las unimos a la

ofrenda por excelencia que es la ofrenda que hizo el Hijo de Dios de sí

mismo. Esa ofrenda se lleva a cabo en cada Misa. Por ello se decía que

al ofrecer el pan y el vino en el Ofertorio, podemos unirnos a esa

ofrenda y unir todo lo que hacemos.

Así como el pan es fruto de la tierra y del trabajo del hombre, así

también nuestras obras que son fruto de nuestro trabajo, serán

transformadas, serán reconciliadas con Dios. (articulosdog@gmail.com)

viernes, 4 de noviembre de 2022

EN EL AMOR: APRENDER A COMPRENDER, CEDER Y PERDONAR

                                                       Raúl Espinoza Aguilera, @Eiar51

Asistí al Congreso Internacional de las Familias a principios del mes pasado que se llevó a cabo en la Expo Santa Fe, Ciudad de México.

Vinieron brillantes conferencistas de Estados Unidos, México y Europa. Recuerdo las exposiciones del conocido Psiquiatra español, Dr. Enrique Rojas y del Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, Don Tomás Melendo, ambos autores de numerosos ensayos y libros.

Un consejo que dieron para los cónyuges y, en el que todos los conferencistas coincidieron, es que en el matrimonio hay que aprender a comprender, perdonar y disculpar siempre. Por la sencilla razón que todos los caracteres son diferentes, y de modo particular, si se trata de la relación entre un hombre y una mujer.

Los casados suelen tener diferentes percepciones de una misma realidad. Por ello es clave el tratar de ser muy comprensivos el uno con el otro. A veces el varón suele ser más bien parco en sus manifestaciones de afecto, poco expresivo y un tanto seco o indiferente.

En cambio, en la mujer predomina habitualmente su delicada sensibilidad. Es detallista y suele echar de menos si el marido olvida fechas importantes como el aniversario de bodas, el día en que se pusieron de novios, los cumpleaños y santos, así como otras manifestaciones de cariño.

Una cuñada me decía: “Recuerdo cuando estaba de novia con tu hermano, una vez a la semana me invitaba a cenar y luego íbamos al cine. Ese trato íntimo lo disfrutaba mucho porque podíamos conversar ‘soñando despiertos’ sobre cuándo y cómo quería que fuera nuestra boda; le platicaba sobre los hijos que anhelaba tener; o bien, le transmitía alguna preocupación o quizá un resentimiento que tenía. En la cena hacíamos las paces, luego intercambiábamos cosas amenas y divertidas. Otras veces me regalaba un ramo de flores o unos chocolates que me gustaban. Pero desde que nos casamos, nunca más me ha invitado a cenar ni me trae esos regalos ni siquiera me plantea ir a tomar un café de vez en cuando porque dice que tiene mucho trabajo y llega muy cansado”.

Yo le recomendaba:

-       ¡Pues díselo abiertamente, porque los hombres solemos olvidar esos detalles que son fundamentales! No dejes de comentarle que te gustaría mucho volver a salir juntos como cuando eran novios.

Muchas veces ocurre ante esos pequeños asuntos, que falta bastante comunicación entre los esposos.

Otro aspecto que no hay que olvidar es saber ceder para hacer más amable la vida en familia. Me refiero a que, muchas veces, hay que sacrificar las preferencias personales para darse generosamente a la esposa y a los hijos.

Por ejemplo, el fin de semana puede ser que la esposa y los hijos tengan la ilusión de realizar un determinado plan, como ir de compras a una plaza comercial y comer algún antojo que tengan y quizá el marido esté deseando ver por televisión un partido de futbol. En ese entonces, lo más recomendable es que el padre de familia   olvide su partido, acompañe a toda la familia y ponga su mejor esfuerzo para que los demás pasen un día contentos.

También, un aspecto prioritario es la fidelidad conyugal, aún en los detalles aparentemente mínimos. Un amigo Doctor en Pedagogía, que se dedica a la Orientación Familiar, me recomendaba la lectura de varios libros sobre el matrimonio, entre ellos el libro “Pequeñeces”, cuyo autor es Luis Coloma. En ese texto el escritor expone que muchas veces llevados por la superficialidad y frivolidad en el trato con otras mujeres se generan verdaderas tragedias que terminan en rupturas conyugales.

Porque ello es prudente guardar cierta distancia con personas del otro sexo. En especial con esas jóvenes guapas que suelen ir detrás de los casados y profesionistas con dinero. En muchas ocasiones, resulta sorprendente la ingenuidad de algunos hombres que con aquella mexicanísima frase: “¿Qué tiene de malo si la invito a cenar o a tomar una copa?” Y en ese sentido, ellas son mucho más hábiles  para que el varón “caiga en sus redes”.

Se requiere entonces ser delicados y finos para ser fieles a la esposa y no caer en las tentaciones que el mundo presenta. Es común escuchar frases de arrepentimiento, como: “¡Si hubiera cortado a tiempo en el trato con esa joven, no hubiera abandonado a mi familia!” 

Por el bien de la unidad familiar es importante tener puesto el corazón dentro del propio hogar para perseverar en al amor a la esposa y a los hijos.

Porque el amor verdadero hay que cuidarlo como se cuida un tesoro. Incluso apreciarlo y valorarlo cada día más. El amor entre los esposos debe de ser una donación total, completa y profunda. No hay que perder de vista que el matrimonio es una vocación y un camino de plenitud en la existencia humana.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

martes, 1 de noviembre de 2022

¿QUÉ SE REQUIERE PARA SER TRANSFORMADOS POR CRISTO?

Pbro. José Martínez Colín

 

1)  Para saber

Es común que algunos niños quieran tener el disfraz de uno de sus superhéroes. Se les ve vestidos como Spiderman, el Hombre Araña, Batman, u otro. Suelen admirar su fuerza o destreza. La gente mayor admira a gente de poder o dinero. No obstante, no se podrá imitar a alguien mejor que a Jesucristo. San Pablo nos invita a tener los mismos sentimientos de Cristo, y él mismo ha visto una transformación en sí: “con Cristo estoy crucificado; y vivo, pero no yo, sino que es Cristo el que vive en mí” (Gal 2,20). Por ello la Iglesia nos invita a una identificación profunda con Cristo. El Papa Francisco señala que a través de la Liturgia se logra esta identificación. Pues formarnos en el sentido de la Liturgia, no “consiste en una asimilación mental de una idea, sino en una real implicación existencial con su persona”. A través de la celebración litúrgica el Espíritu Santo actúa en nosotros “hasta que Cristo se forme en nosotros” (cfr. Gál 4,19).

Es muy profunda esta identificación con Cristo, pues no se limita a parecerse o hacer cosas semejantes, sino que de modo espiritual y misterioso, Cristo está y actúa en nosotros. Se trata, dice el Papa, de llegar a ser Cristo. Está transformación en Cristo va más allá de nuestras fuerzas y posibilidades, por ello se hace necesaria e imprescindible la acción del Espíritu Santo, quien obra en cada celebración litúrgica (Cfr. Desiderio desideravi, n. 41).

2)  Para pensar

A san Benito José Labre se le conocía como el “santo mendigo”, pues renunció a todo y vivió pidiendo limosna. Creció en santidad al dedicarse a Dios y a los demás. Lo que recogía de limosna lo daba a otros pobres. Al morir con fama de santidad quisieron una imagen suya pero no disponían de ninguna. Entonces alguien recordó que un artista, André Bley, lo había escogido de modelo para representar a Cristo, pues le había sorprendido que su rostro traslucía una intensa espiritualidad. De alguna manera, pensó, ese hombre es otro Cristo no solo en su obrar, sino incluso físicamente. Y con el rostro de Cristo, encontraron la del santo.

La identificación con Cristo la lleva a cabo el Espíritu Santo en nuestra alma. Ciertamente es una meta muy alta lograr actuar como Jesús, pensar como Jesús, curar como Jesús, dar esperanza y alegría a los corazones, como Él lo hizo. Pero es una meta por la que vale la pena vivir.

3)  Para vivir

“Para tender a la perfección, hay que revestirse del Espíritu de Cristo” decía san Vicente de Paul. Así como en la Santa Misa el Espíritu Santo actúa para transformar el pan en el Cuerpo de Cristo, así el Espíritu Santo actúa en cada bautismo para transformar a la creatura en parte del Cuerpo Místico de Cristo, y ya es parte de la Iglesia, es Iglesia. Una unidad que ha de hacerse cada vez mayor llegando a su plenitud en la Vida eterna.

En cada Sacramento el Espíritu Santo va llevando su obra de santificar a la persona. Con ello vislumbramos lo esencial que es acudir a los Sacramentos para recibir del Espíritu Santo la gracia que nos va santificando y conformando con Cristo. Se comprende así lo escrito por San León Magno: «Nuestra participación en el Cuerpo y la Sangre de Cristo no tiende a otra cosa sino a convertirnos en lo que comemos». (articulosdog@gmail.com)