Raúl Espinoza Aguilera, @Eiar51
Asistí al Congreso
Internacional de las Familias a principios del mes pasado que se llevó a cabo
en la Expo Santa Fe, Ciudad de México.
Vinieron brillantes
conferencistas de Estados Unidos, México y Europa. Recuerdo las exposiciones
del conocido Psiquiatra español, Dr. Enrique Rojas y del Doctor en Filosofía y
Ciencias de la Educación, Don Tomás Melendo, ambos autores de numerosos ensayos
y libros.
Un consejo que dieron para los
cónyuges y, en el que todos los conferencistas coincidieron, es que en el
matrimonio hay que aprender a comprender, perdonar y disculpar siempre. Por la
sencilla razón que todos los caracteres son diferentes, y de modo particular,
si se trata de la relación entre un hombre y una mujer.
Los casados suelen tener
diferentes percepciones de una misma realidad. Por ello es clave el tratar de
ser muy comprensivos el uno con el otro. A veces el varón suele ser más bien
parco en sus manifestaciones de afecto, poco expresivo y un tanto seco o
indiferente.
En cambio, en la mujer
predomina habitualmente su delicada sensibilidad. Es detallista y suele echar
de menos si el marido olvida fechas importantes como el aniversario de bodas,
el día en que se pusieron de novios, los cumpleaños y santos, así como otras
manifestaciones de cariño.
Una cuñada me decía: “Recuerdo
cuando estaba de novia con tu hermano, una vez a la semana me invitaba a cenar
y luego íbamos al cine. Ese trato íntimo lo disfrutaba mucho porque podíamos
conversar ‘soñando despiertos’ sobre cuándo y cómo quería que fuera nuestra
boda; le platicaba sobre los hijos que anhelaba tener; o bien, le transmitía
alguna preocupación o quizá un resentimiento que tenía. En la cena hacíamos las
paces, luego intercambiábamos cosas amenas y divertidas. Otras veces me
regalaba un ramo de flores o unos chocolates que me gustaban. Pero desde que
nos casamos, nunca más me ha invitado a cenar ni me trae esos regalos ni siquiera
me plantea ir a tomar un café de vez en cuando porque dice que tiene mucho
trabajo y llega muy cansado”.
Yo le recomendaba:
-
¡Pues díselo abiertamente, porque los hombres
solemos olvidar esos detalles que son fundamentales! No dejes de comentarle que
te gustaría mucho volver a salir juntos como cuando eran novios.
Muchas veces ocurre ante esos
pequeños asuntos, que falta bastante comunicación entre los esposos.
Otro aspecto que no hay que
olvidar es saber ceder para hacer más amable la vida en familia. Me refiero a
que, muchas veces, hay que sacrificar las preferencias personales para darse
generosamente a la esposa y a los hijos.
Por ejemplo, el fin de semana
puede ser que la esposa y los hijos tengan la ilusión de realizar un
determinado plan, como ir de compras a una plaza comercial y comer algún antojo
que tengan y quizá el marido esté deseando ver por televisión un partido de
futbol. En ese entonces, lo más recomendable es que el padre de familia olvide
su partido, acompañe a toda la familia y ponga su mejor esfuerzo para que los
demás pasen un día contentos.
También, un aspecto
prioritario es la fidelidad conyugal, aún en los detalles aparentemente mínimos.
Un amigo Doctor en Pedagogía, que se dedica a la Orientación Familiar, me
recomendaba la lectura de varios libros sobre el matrimonio, entre ellos el
libro “Pequeñeces”, cuyo autor es Luis Coloma. En ese texto el escritor expone
que muchas veces llevados por la superficialidad y frivolidad en el trato con
otras mujeres se generan verdaderas tragedias que terminan en rupturas conyugales.
Porque ello es prudente
guardar cierta distancia con personas del otro sexo. En especial con esas
jóvenes guapas que suelen ir detrás de los casados y profesionistas con dinero.
En muchas ocasiones, resulta sorprendente la ingenuidad de algunos hombres que
con aquella mexicanísima frase: “¿Qué tiene de malo si la invito a cenar o a
tomar una copa?” Y en ese sentido, ellas son mucho más hábiles para que el varón “caiga en sus redes”.
Se requiere entonces ser delicados y finos para
ser fieles a la esposa y no caer en las tentaciones que el mundo presenta. Es
común escuchar frases de arrepentimiento, como: “¡Si hubiera cortado a tiempo en
el trato con esa joven, no hubiera abandonado a mi familia!”
Por el bien de la unidad familiar es importante
tener puesto el corazón dentro del propio hogar para perseverar en al amor a la
esposa y a los hijos.
Porque el amor verdadero hay que cuidarlo como
se cuida un tesoro. Incluso apreciarlo y valorarlo cada día más. El amor entre
los esposos debe de ser una donación total, completa y profunda. No hay que
perder de vista que el matrimonio es una vocación y un camino de plenitud en la
existencia humana.
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