viernes, 31 de diciembre de 2021

AGRADECIMIENTO DE AÑO NUEVO

P. Mario Arroyo, Dr. en Filosofía, p.marioa@gmail.com Ha concluido un año más. Siempre resultan especiales los momentos de fin de año, con todas sus añoranzas y expectativas entremezcladas. Los recuerdos de lo acaecido en el año agonizante que dan paso a las ilusiones que se proyectan al que comienza. Para mí, particularmente resulta oportuno dar gracias. Es el momento del agradecimiento por excelencia. ¿Agradecer por qué?, podría preguntarse más de uno: Seguimos en la pandemia, con un virus que muta como si fuera serie de Netflix que se reinventa, en mi país la inflación va que vuela, la tasa de desempleo crece, los indicadores económicos no son esperanzadores, la violencia aumentó exponencialmente. No, definitivamente no tendríamos que agradecer nada; más bien cabría un reclamo, no se sabe muy bien a quién, pero reclamo. En último término, al pobre Dios, a quien solemos culpar de todos nuestros sinsabores. Esta postura, realmente comprensible, no quita el hecho de que podamos estar discutiendo ahora sobre el valor de un año, el sentido de la vida, los vaivenes de la misma… es decir, da muchas cosas por supuestas, realidades de las cuales debemos estar agradecidos, por lo menos así lo veo personalmente. Estamos vivos, que ya es ganancia, más en tiempos de pandemia, y tenemos la capacidad de valorar el año que concluye y proyectar el nuevo que comienza. Tenemos, mal que bien, nuestras facultades intactas, nuestros sueños vivos, nuestras esperanzas vigentes. Sí, tenemos mucho por lo que agradecer. Es cuestión de mirar bien la ecuación, y no poner el acento en lo que me falta, sino en lo que tengo. No se trata de una terapia psicológica de autoayuda. Más bien de un modo de ver la vida, cuando se la mira desde la fe. ¡Qué triste no tener a quién agradecer!, ¡qué dolorosa la ausencia de Dios en nuestra sociedad secularizada! Tener necesidad de agradecer y no saber muy bien a qué o a quién se le agradece el hecho de que estamos vivos, así como todas las experiencias que hayamos atesorado a lo largo del año. Y subrayo todas, porque de lo malo también se aprende; muchas veces aprovechamos más cuando mordemos el polvo, que cuando todo marcha bien; por lo menos vemos con mayor clarividencia quienes somos realmente. Tener a Dios en la ecuación facilita la tarea de agradecer; ya no es vacía, genérica o absurda, sino concreta y real. Al concluir un año más, mi primer impulso es de agradecimiento a Dios por todo: por lo que va y por lo que no va, por la vida, la experiencia, el aprendizaje, por mis hermanos, por tanta gente con la que me he cruzado en el caminar de mi existencia. Soy consciente de que no todos pueden tener la misma perspectiva: hay quien ha perdido a un ser querido, hay quien ha perdido la salud o el empleo o las tres cosas juntas, ¿cómo agradecer en esas circunstancias? Tales circunstancias nos enfrentan abruptamente con el misterio de la vida, que viene siempre acompañada por la experiencia del dolor, y en algunos momentos este se vuelve más intenso, casi obsesivo y omnipresente. Pero si nos distanciamos un poco de los hechos dolorosos que ensombrecen nuestra perspectiva, podremos descubrir que aún ahí hay motivos de agradecimiento. Agradecer por el ser querido, mientras lo tuve, por la salud perdida, porque la tuve, por el trabajo, porque algún tiempo lo tuve. Agradecer porque esas circunstancias quizá me han vuelto más fuerte, o me han otorgado mayor sabiduría, o me han hecho darme cuenta de lo que realmente vale la pena en esta vida, o me han conducido a recapacitar y reorientar mi existencia. En fin, porque me han ayudado a no poner todas las manzanas en una misma canasta, y han contribuido a que elevara la vista al más allá, meta de mi peregrinación terrena. En efecto, una cadencia infinita de años que se suceden, no tiene sentido y volvería absurda nuestra existencia. Precisamente la conciencia del paso del tiempo “cronos”, nos enfrenta con la conciencia del tiempo de salvación “kairós”. La consideración de la brevedad y fugacidad de la vida, nos abre la perspectiva hacia la eternidad; a veces los eventos dolorosos nos enfrentan abruptamente a ella, pero si los vivimos de la mano de Dios, aprendemos a sacar bien del mal, vida de la muerte. Por eso, un año que pasa, un año más que es un año menos, nos puede conducir a mirar la vida con sabiduría y dar gracias a Dios.

jueves, 30 de diciembre de 2021

LA NAVIDAD Y OTRAS REFLEXIONES

Pbro. Mario Arroyo, Dr. en Filosofía, p.marioa@gmail.com En la navidad tradicionalmente todo se viste de luz y color. Las lucecitas que se prenden y se apagan simbolizan la alegría. Ha venido Jesucristo, Luz del mundo, a traernos esperanza. Es, tradicionalmente, la fiesta familiar por excelencia, donde el intercambio de regalos muestra que unos somos importantes para otros. Pero hay otra navidad, oculta, escondida. La navidad de los que no pueden vivirla como todos los demás y que a veces se torna una navidad oscura: no la debemos olvidar; sean estas líneas un reconocimiento de todos aquellos que viven de esta forma la navidad. Pienso, en primer lugar, en todos aquellos que pasan la navidad trabajando. No hay más opciones, el mundo sigue dando vueltas, no puede parar del todo, y necesita que algunas personas se sacrifiquen sirviendo, para que todo pueda transcurrir en orden y armonía. Pienso en los médicos que tienen intervenciones de emergencia, en las enfermeras que están cuidando de los pacientes, en los enfermeros que se turnan para atender a un anciano con demencia senil. La lista puede engrosarse todo lo que se quiera: policías, bedeles de un hotel, pilotos y azafatas, personal de limpieza pública, meseros de restaurantes que ofrecen cenas de navidad o fin de año. Sumándolos, de poquito en poquito, suman un silencioso ejército de personas que sirven, para que muchas otras puedan pasar cómodamente su navidad. En segundo lugar, pienso en esas navidades tristes. Las de aquellos que la pasarán solos, o no con sus seres queridos, porque han tenido que emigrar lejos de sus familias para conseguir una mejor situación laboral. La navidad de tantos indocumentados, que no pueden darse el lujo de volver al país de origen, y que no les queda más remedio que vivirla solos, en el país que involuntariamente los acoge, con la zozobra de ser descubiertos y deportados al país de origen. También está esa otra navidad, más amarga, de los que pasan las fiestas solos porque su familia se ha roto. O quizá no solos del todo, pero no con sus hijos, porque su mujer los ha demandado y se ha llevado consigo a los niños. O esas otras navidades incómodas a la par de amargas, donde se hacen equilibrios extraños para cumplir con los compromisos propios de familias rotas: pasas un rato el 24 con tu papá, otro ratito el 25, pero la cena de Navidad y la comida de Navidad es con mamá, o viceversa. La navidad de las familias rotas es particularmente amarga, aunque se puedan visitar a los niños, a fuerza de arreglos con los abogados. Luego está la navidad de los que están solos. De aquellas personas que no han sabido o no han podido formar un hogar, y ya están entradas en años. Si siempre pesa, durante las fiestas navideñas se torna más duro el zarpazo de la soledad. Las personas cobran una mayor conciencia de su triste situación vital. En estas ocasiones, lo que uno quiere es que pase la fiesta rápido, y busca sucedáneos que suavicen la sensación de soledad. Siempre es posible embriagarse o, más sano, darse un atracón de Netflix hasta que te sangren los ojos. Pero ello solo esconde, solo pospone el drama de la soledad. Tarde o temprano, uno se enfrenta con la almohada y no le queda más remedio de reconocer que está solo, que tiene un vacío inmenso y no hay nadie para colmarlo. En fin, están las navidades que, por azares del destino, tristemente embonan con algún acontecimiento luctuoso, o con una situación de grave enfermedad. Cuando te dan el diagnóstico fatídico pocos días antes de las fechas, y sabes que quizá sea la última vez que comas las uvas de fin de año. Cuando el pariente cercano atina a fallecer en navidad o los días cercanos a ella, la navidad se torna oscura, insoportable. Mi pensamiento va con aquellos que se encuentran así. Quienes más que vivir, sufren la navidad. De poco les servirán mis pensamientos, quizá sean más útiles mis oraciones, a las que ojalá se unan las del apreciado lector. En cualquier caso, solo podría decirles que, de una forma misteriosa, su navidad es más auténtica; pues la original no fue cómoda: se vivió en la soledad y en la pobreza. Y que el Niño Jesús está más cercano espiritualmente de aquellos que sufren, particularmente de quienes, por el motivo que sea, se ven abocados a vivir una navidad oscura.

LAS FIESTAS DE LAS "A"

Romper el espejo Pbro. José Martínez Colín 1) Para saber Si se visita el lugar donde nació Jesús, en Belén, causa extrañeza que la entrada sea de poca altura, para entrar hay que inclinarse. Se dice que fue porque durante el tiempo de las Cruzadas, los musulmanes invadían los lugares sagrados y entraban a caballo. Para evitarlo la tapiaron y dejaron una pequeña puerta en que solo se entra inclinándose. Es significativo que para acercarse a Dios se requiera hacerse pequeños, ser humildes. El Papa Francisco nos invita a acercarnos con la imaginación a Belén, imitando la actitud de los primeros que llegaron a adorar al Señor: los pastores y los magos del Oriente. Ambos pudieron encontrar a Jesús gracias a su humildad. Los pastores, aceptando plenamente el anuncio del ángel, y los magos, dejando sus comodidades y rutinas. Sin humildad no encontraremos nunca a Dios. Porque la persona que no tiene humildad no tiene horizontes delante, solamente tiene un espejo: es el espejo de la vanidad, de la soberbia, de mirarnos a nosotros mismos. Pidamos al Señor que rompa el espejo y para mirar hacia el horizonte, donde está Él, enfatizó el Papa. 2) Para pensar En los pastores y magos descubrimos las maneras propias para acudir al Señor. Encontramos seis actitudes que comienzan con la letra “a”, por lo que podemos llamarla, «La fiesta de las “a”≫. Ellas son: a) Asombro: Un acontecimiento único en la historia. Un gran milagro que la Virgen conciba y dé a luz al Hijo de Dios. b) Alabanza: los ángeles cantan alabanzas a Dios en su aparición a los pastores. Se recogen en la oración “Gloria” que recitamos las fiestas litúrgicas como los domingos: “Gloria a Dios en el Cielo y paz en la tierra…” c) Adoración: los magos reconocen que es Dios quien nace, y expresan: “porque hemos vista su estrella en Oriente y hemos venido a adorarle”. Una vez hallado, nos dice el Evangelista que “postrándose le adoraron” (Mt 2, 11). d) Alegría: el ángel a los pastores: “Mirad que os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo” (Lc 2, 10). Nació nuestro Salvador que nos abre las puertas del Cielo y nos consigue el perdón de nuestros pecados. El motivo de la alegría es ser amados por Dios. e) Agradecimiento: Siempre hemos de dar gracias a Dios por tantos bienes que nos da. Con mayor razón a Jesús por su Encarnación que nos reconcilia con Dios y nos posibilita ser sus hijos. f) Amor: La razón por la cual el Verbo se hizo hombre fue por amor a nosotros: “Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito” (Jn 3,16). Este amor tiene un nombre y un rostro: Jesús. Al contemplarlo con María y José descubramos el gran amor de la Sagrada Familia. Pensemos si vivimos esas seis actitudes, especialmente estos días. 3) Para vivir El Nacimiento de Jesús, es un evento universal que afecta a todos, pero que cada uno puede decir: Dios viene por mí. Todo hombre, en lo profundo de su corazón, está llamado a buscar a Dios. El Papa nos invita a hacer nuestra la oración de san Anselmo (1033-1109): «Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca; porque no puedo ir en tu busca a menos que tú me enseñes, y no puedo encontrarte si tú no te manifiestas. Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré» (Proslogion, 1). (articulosdog@gmail.com)

viernes, 17 de diciembre de 2021

EN LOS 85 AÑOS DEL PAPA FRANCISCO

P. Mario Arroyo, Doctor en Filosofía. p.marioa@gmail.com Jorge Mario Bergoglio cumplió este 17 de diciembre 85 años, la edad que tenía Benedicto XVI al renunciar, casi la edad de San Juan Pablo II al fallecer (84 años, 11 meses). Como se puede ver, una edad crucial. Pero, a pesar de su reciente intervención quirúrgica y a que tiene un pulmón funcionando a media capacidad –le extirparon un lóbulo del pulmón derecho cuando tenía 21 años-al Papa se le ve en plena forma, metido al 100% en los graves problemas de la humanidad y en los desafíos de la Iglesia. En efecto, Francisco ha metido nuevamente a la Iglesia en el gran debate contemporáneo, siendo una voz escuchada en lo referente al cambio climático o a la crisis de los migrantes, por citar sólo dos rubros donde su intervención ha sido decidida y ampliamente reconocida. Le ha plantado cara, con humildad y decisión, a la crisis de pederastia en la Iglesia; pero no se ha limitado a ser un apagafuegos en este aspecto, pues ha relanzado a la Iglesia a un decidido apostolado: “la Iglesia en salida” como le gusta llamarla, y ha vuelto en ese intento, a lo esencial, a anunciar con nuevos bríos, a Jesús de Nazaret a un mundo cansado. Francisco, con sus gestos, ha dado una nueva fisonomía al papado. En efecto, son paradigmáticas y ejemplares las imágenes de todo un Papa lavándoles los pies a un grupo de delincuentes en una prisión; o departiendo con los “sin techo” el día de su cumpleaños; o besándoles los pies a un grupo de dirigentes africanos suplicándoles que pongan fin a una guerra fratricida. Digamos que, por gestos elocuentes, no se queda corto su pontificado, todo lo contrario. Y, esos gestos, no forman parte de una estudiada campaña mediática, sino que son auténticos, pues ya los vivía siendo arzobispo de Buenos Aires. Sólo los ha llevado a la Sede de Pedro, y ahí han tenido un efecto multiplicador, que confronta a la Iglesia misma, de forma que todos nos sentimos inclinados a salir de nuestra zona de confort al encuentro del hermano que sufre; todos nos sentimos interpelados a contribuir para hacer de este mundo un mejor lugar, luchando contra las estructuras de pecado o, en positivo, para edificar la civilización del amor. El Papa Francisco también ha tenido muy presentes a los de su edad desde el principio del pontificado. Ha denunciado con fuerza a la “cultura del descarte”, siendo los ancianos los primeros olvidados o relegados por una sociedad marcadamente individualista, donde lo que cuenta es el “yo” y sus apetencias. Paradójicamente ahora es un anciano el protagonista, un anciano con una inmensa capacidad de convocatoria de jóvenes a través de las Jornadas Mundiales de la Juventud que le ha tocado presidir. Un anciano con alma joven que clama para que no se les arranque a los jóvenes la esperanza, que se dirige a un mundo donde tantas veces los jóvenes ya enfrentan le vida con un corazón cansado; el alto y creciente índice de suicidios juveniles no permiten exagerar este punto. Un anciano que invita a los jóvenes a entablar el diálogo con sus abuelos para que sean conscientes de sus raíces y no sean desarraigados y por tanto fácilmente manipulables. Por todo lo anterior, no nos queda sino agradecerle a Francisco su fidelidad a Dios, a la Iglesia, a la humanidad. Agradecerle y, ¿por qué no?, admirar su vitalidad espiritual, su empuje, sus enfoques directos, claros, esperanzadores. Es, sin lugar a dudas, un ejemplo de vida lograda. Desde la altura de sus 85 años puede verse toda su vida con cierta perspectiva, y se puede concluir que ha valido la pena, que todo ese esfuerzo y sacrificio han producido dos realidades estrechamente emparentadas: una vida feliz –la de Jorge Mario Bergoglio- y una vida fecunda; nos enseña así cómo vida feliz y vida fecunda, van de la mano. ¿El secreto? Una vida de fe, de esperanza, de caridad. ¿Qué podemos hacer en consecuencia? Agradecer a Dios el habernos dado un pastor como Francisco, con su vida a la par feliz y fecunda. Rezar por él, pues el peso de la Iglesia y del mundo que se ha echado sobre sus espaldas es muy grande, y no podemos permitir que lo lleve solo, sino que se encuentre respaldado por nuestras oraciones. “Rezad por mí” es su insistente petición y no nos queda más remedio que acogerla con generosidad. Y aprender de él cómo una vida de fe es una vida fecunda, una vida que vale la pena, una vida plena, una vida feliz.

lunes, 13 de diciembre de 2021

LA VIRGEN MARÍA COMO UNA ESTRELLA QUE NOS ALUMBRA EN EL CAMINO

Pbro. José Martínez Colín 1) Para saber La Basílica de la Sagrada Familia probablemente es el lugar más icónico de Barcelona. La visitan millones de todo el mundo, tanto por motivos religiosos como artísticos. Esta obra tan grandiosa diseñada por el arquitecto Antoni Gaudí, es el máximo exponente de la arquitectura modernista catalana. Comenzó su construcción en 1882, y aún no se concluye. Sin embargo, ya estamos cerca, pues se tiene previsto terminarla en 2026, en el aniversario luctuoso número 100 de Gaudí, o un poco después debido a la pandemia. El pasado 8 de diciembre, solemnidad de la Inmaculada Concepción, se inauguró e iluminó la Torre Virgen María. Será la segunda torre más alta con sus 138 metros de altura. Fue coronada con una gran estrella de doce picos, de acero y vidrio de 5.5 toneladas y 7.5 metros de diámetro. La torre tiene 800 ventanas y se iluminará cada noche, embelleciendo el skyline de Barcelona tanto de día como de noche. Con ese motivo el Papa Francisco invitó a considerar que la estrella de la torre de María brilla para todos, que elevemos nuestros ojos a la estrella y contemplemos a nuestra Madre, «porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño». 2) Para pensar Hace meses, el 18 de febrero de 2021, llegó al planeta Marte la misión espacial Mars 2020 realizada por la NASA para explorar el planeta y hacer experimentos. La NASA había invitado a personas de todo el mundo a enviar su nombre para que fuera seleccionado, grabado y montado en una placa de aluminio con un grabado que muestra la Tierra, el Sol y Marte. Fue así que un sargento del Ejército del Aire de España, Francisco José Fernández, quiso que el nombre de la Virgen María estuviese presente en Marte y envió la advocación de su localidad: la Virgen de Flores, patrona de la ciudad de Álora, en Málaga, España. La propuesta fue aceptada y ahora ya está en Marte. Concluía el sargento Fernández: “No deja de ser emocionante saber que en unos años su nombre estará ahí, en el espacio, entre los valles y los desiertos de Marte”. Pensemos si nuestra devoción a la Virgen nos lleva a querer compartirla con los demás. 3) Para vivir Ante el ejemplo de la Virgen María, que se convirtió en la más santa, humilde, dócil y transparente ante Dios, el Papa Francisco nos invita a imitarla con gestos cotidianos de amor y de servicio. La belleza inmaculada de nuestra Madre es inimitable y, al mismo tiempo, nos atrae. “Ella sí es una obra maestra de Dios”, observó el Papa. Que esta estrella nos ilumine para que, desgranando las cuentas del rosario, digamos “sí” a la gracia del Señor y un “no” rotundo al pecado. Rezando con María meditamos los misterios de la vida de Jesús, pero también discernimos el camino que Él nos indica y recibimos la fuerza para rechazar las tentaciones de la violencia. El Papa Francisco pidió que Santa María vele con su estrella luminosa por las familias. Pues ella, formando la Sagrada Familia junto al Niño Jesús y a san José, vivió situaciones similares a tantas familias. Que María vele por los hogares, escuelas, universidades, oficinas, comercios, hospitales, cárceles… y sintamos siempre su presencia materna y entrañable. (articulosdog@gmail.com)

jueves, 9 de diciembre de 2021

EL JUEGO DEL CALAMAR

P. Mario Arroyo, Dr. en Filosofía. p.marioa@gmail.com “El juego del calamar” es al día de hoy la serie más exitosa de Netflix, más de 142 millones de personas la han visto, ¿dónde radica su encanto? En realidad, es una trama sórdida y cruel, pues se trata de un sádico juego donde los perdedores son inmisericordemente asesinados. La pregunta es, ¿por qué hipnotizó a un espectro considerable de la población una trama así? El juego es una metáfora de la existencia hodierna, salvajemente competitiva y donde no hay lugar digno para los perdedores. Es la puesta en escena del capitalismo salvaje en versión de juego sádico. Al mismo tiempo, refleja el cansancio existencial propio de la sociedad secularizada, donde tanto los ricos como los pobres se enfrentan al hastío de vivir. En ese sentido, es particularmente relevante un diálogo entre los dos protagonistas Seong Gi-hun y Oh Il-nam durante el último capítulo (el protagonista y el anciano moribundo), cuando éste último le explica las motivaciones que le llevaron a organizar el juego. El hastío de vivir y la necesidad de una emoción fuerte que rompa la monotonía de la existencia, el cual ataca por igual a los súper ricos y a los desesperados. Por ello unos organizan el juego y los otros lo juegan: en realidad, ambos vienen a evidenciar la banalidad de la existencia secularizada. El juego es entonces una metáfora de la lucha por la supervivencia en medio de una sociedad impersonal e inmisericorde. Es una imagen bastante lograda del vacío existencial que enfrentan las sociedades altamente desarrolladas, así como la honda ruptura que existe entre los ricos y los pobres desesperados. La vida en la sociedad pinta tan horrible, que es preferible el juego sádico a la fría sociedad. Por lo menos en el juego hay una esperanza de ganar y un sentido a la lucha; en la sociedad, por el contrario, esa lucha está avocada necesariamente al fracaso y la relegación social. Kang Sae-byeok, la desertora norcoreana, refleja claramente cómo no hay espacio para la confianza en medio de esta sociedad despersonalizada. Cada uno es un “lobo estepario” que con sus solas fuerzas debe hacer frente al desafío de la supervivencia. No confía en nadie, no quiere a nadie, excepto a su familia, a la que aspira a salvar. Muestra así cómo, el último reducto en la sociedad híper desarrollada es la familia. Varios de los personajes coinciden en este diagnóstico; la familia es lo que los ancla a la vida, lo que los mueve a luchar por su vida. Así Seong Gi-hun lucha por su hija y por su madre, y cae en una profunda depresión cuando al finalizar el juego como ganador llega a su casa y la ve muerta. Nuevamente aparece ahí, en toda su crudeza, el vacío de la sociedad secularizada. El guionista se regodea en la crueldad: nada ha valido la pena: han muerto 455 personas, llega el 456 a casa y descubre el cadáver de su madre. El juego, la vida, no valen la pena. Es el triste mensaje que transmite la serie. Pienso que en ello radica su éxito. Es un espejo donde reconocemos el sinsentido del absurdo juego que estamos jugando como sociedad. Todos mueren, y el único que sobrevive no encuentra la alegría de vivir, sino la depresión en el vivir. Las últimas escenas nos muestran a Seong Gi-hun como un zombie, un muerto en vida, en medio de una sociedad a la que le resulta indiferente su destino y sólo es tomado en cuenta por la cantidad de dinero que acumula en el banco. El juego nos enfrenta con la crudeza del sinsentido de la vida, la banalidad de todos los esfuerzos que culminan en la muerte, la desesperanza para afrontar la vida. Y en esa realidad nos vemos reflejados, es el epítome de una sociedad plenamente secularizada. Llama la atención cómo maneja la presencia cristiana en la sociedad. La ridiculiza a través de un personaje evangélico que reza a Dios mientras juega un juego donde el perdedor es asesinado, o a través de un predicador del eminente fin del mundo. Descalifica al cristianismo como alternativa para dotar de esperanza a la existencia, aunque reconoce su papel social a través del orfelinato llevado por monjas, donde está el hermanito de Kang Sae-byeok. Hace un guiño a la esperanza, precisamente por el personaje principal, despegado del dinero y que valora la amistad más que el triunfo. Abre una rendija a la esperanza también, al mostrar cómo vale la pena luchar por la familia. Pero, en síntesis, es un inquietante reflejo del sinsentido propio de la sociedad secularizada, donde “el hombre es el lobo del hombre”.

lunes, 6 de diciembre de 2021

“AMA Y HAZ LO QUE QUIERAS”

Pbro. José Martínez Colín 1) Para saber En el famoso cuento "El maravilloso mago de Oz" de Lyman Frank Baum, llevado varias veces al cine, se relata el viaje de varios personajes hacia la tierra de Oz para hacerle una petición al Mago. El Espantapájaros dice: “yo pediré un cerebro en vez de un corazón, pues un tonto sin sesos no sabría qué hacer con su corazón si lo tuviera”. A lo que le responde el hombre de Hojalata: “Yo prefiero el corazón porque el cerebro no lo hace a uno feliz, y la felicidad es lo mejor que hay en el mundo”. Se puede decir que ambos tienen parte de razón. Por algo el hombre cuenta con ambas facultades. Ambas se necesitan. Una razón sin corazón cae en un racionalismo frío, y un corazón sin razón cae en un sentimentalismo. En el artículo anterior veíamos que el Papa Francisco nos recordaba la exhortación de san Pablo de vivir según el Espíritu. Ahora añade que será el Espíritu quien nos guíe por el camino de Cristo, un camino maravilloso pero fatigoso. Sabiendo que el Espíritu es Amor, dejarnos guiar por el Espíritu significará ser guiados por el verdadero Amor. 2) Para pensar En nuestra vida siempre estamos acompañados de nuestros sentimientos, que hay que saber encauzar para obrar prudentemente. Hay un relato simpático sobre esto. Sucede que la Locura invitó a los sentimientos a su casa. Todos aceptaron menos el Resentimiento que se quedó con el Odio y la Antipatía que no podían ver a los demás. Una vez en su casa, la Locura propuso jugar a esconderse. Inmediatamente el Entusiasmo aceptó. “¿Qué es eso?” preguntó la Curiosidad. “Un juego en el que cuento hasta cien y luego los busco. El primero que encuentre será el próximo a contar”, dijo la Locura. Todos aceptaron, menos el Miedo y el Prejuicio que no se atrevieron. La Locura comenzó a contar y la Prisa fue la primera en esconderse. La Timidez se escondió apenas tras un árbol. La Indecisión no se decidía por ningún lugar. La Alegría corrió contenta al jardín. La Envidia siguió al Triunfo. La Indecisión seguía sin decidirse. Al fin, la locura empezó a buscar y vio a la Duda sin decidirse a dónde ir. Aparecieron la Alegría, la Envidia, la Timidez... Pero faltaba el Amor. La buscaron. La locura la encontró en un rosal llorando por haberse aguijoneado los ojos con las espinas. La Locura se puso como loca y prometió acompañarle siempre. El Amor amorosamente perdonó de todo corazón. Desde entonces: "El amor es ciego, y la locura siempre lo acompaña". Para que el amor no haga locuras, se precisa que se deje guiar por la razón. 3) Para vivir “Dejarse guiar” por el Espíritu implica confiar en que la gracia de Dios es más fuerte que nuestras resistencias y más grande que nuestros pecados. Así, el cristiano adquiere una visión positiva de la vida, sin miedo, porque se cree en Dios. Vivir según el Espíritu es vivir según el Amor. Y en primer lugar el amor a Dios. En este contexto se comprende la atrevida frase de san Agustín: «ama y haz lo que quieres» (Sermones 163/B 3). Entendido que ha de ser un amor verdadero, es decir, de quien se deja guiar por la verdad, por el Espíritu Santo. No se trata de amar y hacer mi parecer personal o capricho, sino según el parecer del Espíritu. Por ello, al obedecer la voluntad de Dios, se muestra el amor y se es más libre. (articulosdog@gmail.com) Pbro. José Martínez Colín 1) Para saber En el famoso cuento "El maravilloso mago de Oz" de Lyman Frank Baum, llevado varias veces al cine, se relata el viaje de varios personajes hacia la tierra de Oz para hacerle una petición al Mago. El Espantapájaros dice: “yo pediré un cerebro en vez de un corazón, pues un tonto sin sesos no sabría qué hacer con su corazón si lo tuviera”. A lo que le responde el hombre de Hojalata: “Yo prefiero el corazón porque el cerebro no lo hace a uno feliz, y la felicidad es lo mejor que hay en el mundo”. Se puede decir que ambos tienen parte de razón. Por algo el hombre cuenta con ambas facultades. Ambas se necesitan. Una razón sin corazón cae en un racionalismo frío, y un corazón sin razón cae en un sentimentalismo. En el artículo anterior veíamos que el Papa Francisco nos recordaba la exhortación de san Pablo de vivir según el Espíritu. Ahora añade que será el Espíritu quien nos guíe por el camino de Cristo, un camino maravilloso pero fatigoso. Sabiendo que el Espíritu es Amor, dejarnos guiar por el Espíritu significará ser guiados por el verdadero Amor. 2) Para pensar En nuestra vida siempre estamos acompañados de nuestros sentimientos, que hay que saber encauzar para obrar prudentemente. Hay un relato simpático sobre esto. Sucede que la Locura invitó a los sentimientos a su casa. Todos aceptaron menos el Resentimiento que se quedó con el Odio y la Antipatía que no podían ver a los demás. Una vez en su casa, la Locura propuso jugar a esconderse. Inmediatamente el Entusiasmo aceptó. “¿Qué es eso?” preguntó la Curiosidad. “Un juego en el que cuento hasta cien y luego los busco. El primero que encuentre será el próximo a contar”, dijo la Locura. Todos aceptaron, menos el Miedo y el Prejuicio que no se atrevieron. La Locura comenzó a contar y la Prisa fue la primera en esconderse. La Timidez se escondió apenas tras un árbol. La Indecisión no se decidía por ningún lugar. La Alegría corrió contenta al jardín. La Envidia siguió al Triunfo. La Indecisión seguía sin decidirse. Al fin, la locura empezó a buscar y vio a la Duda sin decidirse a dónde ir. Aparecieron la Alegría, la Envidia, la Timidez... Pero faltaba el Amor. La buscaron. La locura la encontró en un rosal llorando por haberse aguijoneado los ojos con las espinas. La Locura se puso como loca y prometió acompañarle siempre. El Amor amorosamente perdonó de todo corazón. Desde entonces: "El amor es ciego, y la locura siempre lo acompaña". Para que el amor no haga locuras, se precisa que se deje guiar por la razón. 3) Para vivir “Dejarse guiar” por el Espíritu implica confiar en que la gracia de Dios es más fuerte que nuestras resistencias y más grande que nuestros pecados. Así, el cristiano adquiere una visión positiva de la vida, sin miedo, porque se cree en Dios. Vivir según el Espíritu es vivir según el Amor. Y en primer lugar el amor a Dios. En este contexto se comprende la atrevida frase de san Agustín: «ama y haz lo que quieres» (Sermones 163/B 3). Entendido que ha de ser un amor verdadero, es decir, de quien se deja guiar por la verdad, por el Espíritu Santo. No se trata de amar y hacer mi parecer personal o capricho, sino según el parecer del Espíritu. Por ello, al obedecer la voluntad de Dios, se muestra el amor y se es más libre. (articulosdog@gmail.com)

domingo, 5 de diciembre de 2021

EL VERDADERO SENTIDO DE LA NAVIDAD

Raúl Espinoza Aguilera, @Eiar51 Durante las semanas previas a la Navidad observamos que se despliegan intensas campañas de publicidad con la finalidad de que los comercios vendan más mercancías, pero no se habla del verdadero sentido de la Navidad. Tampoco la Navidad nada tiene que ver con el famoso Santa Claus, con su trineo, su blanca barba, su atuendo rojo y regordete, llevando regalos a los niños. Esa figura fue diseñada por un conocido refresco de “Cola” en 1931. La verdad es que existió San Nicolás de Bari quién vivió en el siglo IV, después de Cristo, su actividad pastoral la desarrolló en la región de la actual Turquía. Fue muy generoso con los necesitados y bastante extendida su devoción. Todo lo demás no es más que leyenda. Por otra parte, en esta sociedad impregnada por el Relativismo en la que se ha caído en el absurdo decir que no existe ni lo verdadero ni lo falso y en la que, algunos que no son creyentes, se sienten molestos porque se hable de la Navidad y pretenden eliminar esta palabra y, en su lugar, prefieren decir la vaga expresión: “felices fiestas” o “felices fiestas decembrinas”: Por ello, me parece conveniente escribir sobre la “Natividad (o Nacimiento) del Señor”, cuyo origen se remonta desde que Jesús pasó por esta tierra, durante el Imperio Romano. Debido a ello esta palabra proviene del Latín. ¿Qué celebramos realmente en la Navidad? El Nacimiento del Hijo de Dios en Belén. ¿Cuál era su misión? La Redención del género humano y abrirnos las puertas del Cielo, que estaban cerradas desde el pecado original de Adán y Eva. Me parece que todos recordamos entrañablemente esta fecha porque solíamos con gusto colocar el Nacimiento y el árbol de Navidad. Era típico ir al mercado a comprar, acompañado de los papás, algunas piezas que faltaban como los Reyes Magos, los pastorcillos, material para construir el establo… Luego, con gran ilusión colocábamos el Nacimiento y las luces que adornaban el árbol de Navidad en la que intervenía toda la familia. Después se hacían las tradicionales “Posadas” y se cantaban villancicos al Niño Dios. También se rompía la esperada piñata ante la algarabía de los chiquillos. Son recuerdos imborrables de la infancia En algunos lugares, es típico leer el Evangelio de San Lucas, quién es el evangelista que con más detalle relata el Nacimiento de Jesús. Nos impresionaba que hubiera nacido en un establo porque no había lugar para el “Rey de Reyes” y el dueño de todo lo creado. Pasó intenso frío y fue envuelto en pañales dentro de un modesto pesebre. Los primeros que fueron informados de este hecho portentoso fueron unos pastores que cuidaban de sus ovejas durmiendo a la interperie. Siempre me ha llamado la atención que Nuestro Señor se fijó en los más pobres y humildes para comunicarles, a través de sus Ángeles, la “Buena Nueva”. Y, en efecto, tras ir a toda prisa, encontraron a un Niño envuelto en pañales -tal y como les había relatado el Ángel- acompañado de su Madre, Santa María y de San José. Jesús pudo haber nacido en el taller de San José, artesano, con mayores cuidados y sin los rigores del clima. Pero el Señor adelantó los tiempos y quiso que su Hijo naciera en la absoluta pobreza, Desde el pesebre, Jesús nos dio cátedra de su gran humildad, de su amor al desprendimiento, de obediencia a la Voluntad del Padre para que sepamos valorar la pobreza, las contrariedades y el sufrimiento. A continuación, vinieron unos Reyes de Oriente siguiendo a una estrella, y después de un largo trayecto, se posó sobre el pesebre. El Evangelio comenta que inclinándose le adoraron y le ofrecieron oro, incienso y mirra. Como se lee en las Sagradas Escrituras: “Hoy brillará la Luz sobre nosotros, porque nos ha nacido el Salvador”. Jesús también nos pide posada en nuestro interior para que le amemos más y lo cuidemos. Hemos de pedirle perdón por nuestra ingratitud y también solicitarle la gracia de no cerrarle nunca más la puerta de nuestro corazón. Ésta es justamente la causa profunda de nuestra alegría: nos ha nacido un Salvador. El Emmanuel o “Dios-con-nosotros” que quiso abajarse hasta tomar la condición de hombre y ser igual a nosotros, menos en el pecado. Y de sentir hambre, sed, cansancio en aquellas largas jornadas de su predicación. Casi inmediatamente tuvieron que huir porque el Santo Patriarca José fue informado en sueños por un Ángel que Herodes quería matar al Niño, Así que siendo de noche, con el peligro de ser asaltados por ladrones, fueron hacia Egipto, donde San José estableció su nuevo taller. Fueron muchas las dificultades en ese duro traslado por el desierto; así como la nueva lengua, las costumbres y el período de adaptación a ese nuevo país. No hubo ni una sola expresión de queja de parte de Nuestra Señora ni de San José, sino que se identificaron plenamente con la Voluntad de Dios. Es otra lección que nos puede servir en nuestra vida. Esa vida sencilla de la Sagrada Familia, de Jesús, María y José, en apariencia discreta, pero llena de visión sobrenatural, es lo que espera el Señor que hagamos día con día en nuestro lugar de trabajo ordinario. Porque el Señor no nos pide cosas extraordinarias, sino el cumplimiento fiel del deber en cada instante como personas que laboramos, como padres de familia o ciudadanos de una sociedad a la que queremos mejorar y dejar huella. Cuando el día de Navidad nos acerquemos a contemplar el Nacimiento, que meditemos y agradezcamos la generosidad del Señor que quiso abajarse hasta nosotros para hacerse entender y querer. No deja de ser un misterio que el Creador de todo el Universo -con su infinita grandeza, poder y majestad- haya querido hacerse asequible a todos los hombres adquiriendo la condición humana. A todos mis lectores les deseo que pasen una Feliz Navidad y un Próspero Año Venidero.

LA ESPERANZA: “PONER LO ESPIRITUAL Y EL AMOR POR ENCIMA DE TODO”

Raúl Espinoza Aguilera, @Eiar51 La esperanza es la positiva apertura hacia el futuro que está impregnada por el deseo de alcanzar los bienes anhelados y la ilusión por lograrlos. Siempre me ha sorprendido la visión esperanzada y alegre de los jóvenes. ¿Qué esperan? Culminar sus estudios universitarios y de posgrado. Contraer matrimonio y fundar una familia. Conseguir un mejor trabajo y obtener mayores ingresos. Posteriormente, tener una casa propia y ocuparse de la educación responsable de sus hijos. Confían en que sus planes se concretarán satisfactoriamente. Tienen un entusiasmo vital para enfrentarse a los posibles obstáculos que saben aparecerán en sus caminos, la esperanza puesta en que los resolverán y nada ni nadie podrá eliminar esa inconmensurable alegría que experimentan. Saben que sus metas las lograrán con paciencia y buen humor y son inasequibles al desaliento porque viven con mucha fe en el futuro. Vencen cualquier actitud pusilánime o pesimista. Por ello, me gusta convivir con la gente joven porque tienen un entusiasmo contagioso e invariablemente salgo rejuvenecido cuando converso con ellos. Son divertidos y comparten el lado agradable de la existencia humana. Por el contrario, he observado la actitud de algunas personas mayores que comentan entre ellos acerca de esta realidad: “Espérate a que pasen los años y que se topen con grandes problemas. Entonces se acabarán sus ideales”. Nunca he estado de acuerdo con esta visión tan cruda y desencarnada. El “espíritu joven” se puede llevar siempre en el corazón. Me viene a la memoria aquel relato de Raymundo, un empresario de edad avanzada, que me comentaba muy entusiasmado: “Estamos iniciando un desarrollo inmobiliario en “Los Cabos”. En cinco años esperamos vender los departamentos construidos. Y luego nos lanzaremos a invertir más dinero para construir el doble de departamentos porque están viniendo muchas personas jubiladas de Estados Unidos y Europa. Me admira cómo se interesan por adquirirlos. En diez años haremos otros planes todavía más ambiciosos. En veinte… En ese momento, titubeó y me dijo con objetividad y humildad: Bueno, a esa edad ya no llegaré. ¡Pero continuarán mis hijos y mis nietos con esos desarrollos!”-concluyó sonriendo. Y pensé en mi interior, este buen amigo tiene el corazón joven no obstante su avanzada edad. Relato esta anécdota porque ciertas personas mayores –desde luego no todas- a medida que van envejeciendo se obsesionan demasiado con sus enfermedades y achaques propios de la edad. Pierden casi toda ilusión por vivir. Prácticamente nada les llama la atención. Con frecuencia conversan de épocas anteriores. Me recuerda aquella popular canción del grupo español “Mecano”, cuya letra dice: “Ay, qué pesado, qué pesado. / Siempre pensando en el pasado. / No te lo pienses demasiado. / Que la vida está esperando”. En efecto, la vida nos está esperando para continuar haciendo planes y proyectos. Por ejemplo, hay muchas personas de la Tercera Edad que toman clases de computación, de música, inglés, etc. Cada vez, es más frecuente que personas en esa misma edad culminen sus estudios universitarios, o incluso, ¡de Posgrado! Tengo algunos conocidos míos a los que visito con frecuencia que sufren un cáncer en fase avanzada. No pierden la alegría y se esfuerzan por sonreír. Sé que están acudiendo con su Oncólogo y les inyectan y les dan a tomar medicamentos que los debilitan demasiado y pierden el apetito por unos días. Lo asombroso es que nunca he escuchado una palabra de queja de parte de ellos. ¿Por qué? Porque han aprendido que el dolor y la alegría son compatibles. Aunque esto suene a un disparate. Ellos continúan, en la medida de sus posibilidades, sacando adelante su trabajo. No es que escondan sus males. Simplemente han aprendido a ubicar sus dolencias en un lugar adecuado, sin dramatizar. Como escribía el Psiquiatra vienés Dr. Viktor Frankl: “Cuando el hombre aprende a dar un sentido trascendente a sus enfermedades y a otros problemas comprende que todo tiene un “para qué”, entonces descubre su profundo significado. Recuerdo a un célebre pensador, que se encontraba con graves dolencias y en su diario del último año que vivió, escribió: “Ningún día sin dolor y siempre con alegría”. No le tenía miedo ni a la enfermedad ni a la muerte. Murió como un hombre valiente y siempre he sentido gran admiración por él. Todas estas reflexiones vienen con ocasión de que se nos acerca el fin de año. Muchas personas elaboran proyectos ambiciosos y metas para el año venidero. Otros más, hacen un balance de sus actos y elaboran propósitos concretos de superación para ser mejores personas. Se trata de calar en lo profundo de nuestras vidas para no caer en la banalidad. Es todo un proceso de transformación para visualizar dónde nos encontramos y plantearnos con audacia un nuevo modo de vivir cara al futuro. También, hay que aceptar los cambios que ocurren alrededor. Muchas personas se dejan llevar por ciertas barreras como las malas experiencias pasadas, la tristeza, el pesimismo o la visión trágica de la existencia. Depende de cada uno de nosotros el aprender a pasarlas por alto y no darles excesiva importancia. Hace falta determinación para vencer esos miedos e inseguridades que todo el mundo experimenta. “Y tratar de poner lo espiritual y el amor por encima de todo”, como escribe la Psicóloga y Pedagoga Alicia Dellepiane, autora del libro “Camino de la Alegría”.

jueves, 2 de diciembre de 2021

LA VISITA DEL PAPA FRANCISCO A CHIPRE Y GRECIA

P. Mario Arroyo, Dr. en Filosofía. p.marioa@gmail.com Ecuménica y misericordiosa, así será la visita del Papa Francisco a Chipre y Grecia del 2 al 6 de diciembre, no exenta de ciertas tensiones políticas. Francisco tendrá que hilar muy fino, mientras realiza un exigente llamado a la comunidad internacional para no dar la espalda al drama de los refugiados, tanto en Chipre como en Grecia. Tendrá que hilar fino en Chipre, donde las autoridades políticas de ese país esperan del Papa una condena a la injusta ocupación turca del norte de la isla, de población mayoritariamente musulmana. Actualmente la isla de hecho se encuentra dividida en dos, una parte cristiana –dos terceras partes de la isla- y otra musulmana bajo el dominio turco. En la parte turca han entrado una cantidad ingente de refugiados procedentes de Siria y otros lugares de medio oriente. Además, tanto en Chipre como en Grecia, habrá importantes encuentros con las autoridades religiosas ortodoxas, con un fuerte carácter ecuménico. En ambos países la religión mayoritaria es la ortodoxa y, sobre todo en el caso de Grecia, la misma ha sido muy renuente al diálogo con el catolicismo. Dicho mal y pronto, al Papa le toca “picar piedra” en este importante rubro, con la esperanza de que ambas comunidades, principalmente la griega, se abran al diálogo ecuménico. En Chipre sí habrá un encuentro de oración ecuménica por los migrantes, en Grecia no habrá eventos de este género, sino solo diálogos con las autoridades religiosas del país. Pero, seguramente, el “plato fuerte del viaje” estará constituido con los diversos encuentros con refugiados que el Papa sostendrá, particularmente el de Lesbos. Como es sabido, es uno de los temas que mayor preocupación le generan a Francisco, y despertar la conciencia internacional al respecto es una de las tareas que se ha propuesto de modo programático en su pontificado. Su preocupación e interés son tales, que incluso ha añadido una letanía del rosario “consuelo de los migrantes”, para que todos los católicos los tengamos presentes en nuestra oración y no seamos indiferentes a su suerte y a su destino. Así planteado el viaje de Francisco tiene un escollo político –la ocupación turca de Chipre- y dos temas fundamentales: el ecumenismo y la migración. Francisco plantea su viaje como una peregrinación, pues sigue la huella de los viajes apostólicos de Pablo y Bernabé, evangelizadores de Chipre, y Pablo de Atenas y Grecia. Es como un volver a las fuentes del evangelio y, por lo tanto, tendrá una fuerte componente espiritual. Como en tantas otras ocasiones, el Papa va por delante, y se lo agradecemos. Nuestra espiritualidad, por decirlo de algún modo, no debería ser simplemente intimista, o avocarse exclusivamente a nuestros problemas personales. Las alas del espíritu católico son universales –católico significa universal en griego- y por ello, pueden y deben acoger las grandes intenciones de la Iglesia: la unidad con los cristianos separados de la comunión con el Papa o ecumenismo; y el sufrimiento y la consecuente acogida de nuestros hermanos migrantes. “No hay otro camino” ha dicho el Papa al respecto. Por ello, seguir de cerca el viaje de Francisco debería ensancharnos el alma y el corazón, para hacer nuestras las inquietudes papales y acompañarlas con la oración, una oración ecuménica, una oración católica, una oración misericordiosa. Al mismo tiempo, pueden llevarnos a examinarnos, de forma que revisemos si nosotros, con nuestra conducta, comentarios y actitudes, somos artífices de unidad o de separación, de misericordia o de indiferencia, para tomar decididamente la actitud del Papa, que es católica por excelencia. No nos queda sino unirnos en oración pidiendo por los frutos del viaje de Francisco, con la esperanza de que el viaje traiga abundantes “sorpresas de Dios”, como las ha llamado en cierta ocasión. Al mismo tiempo, también es ocasión de pedir más intensamente por la unidad de los cristianos, especialmente con los ortodoxos y muy concretamente con los griegos, más rejegos al diálogo. Junto con la oración por el ecumenismo, la oración por los migrantes, para que nuestra vida de piedad no se construya de espadas a los grandes problemas sociales. Todo eso y más podemos sacar del viaje de Francisco a Chipre y Grecia.