miércoles, 30 de diciembre de 2020

RESEÑA SOBRE LA RECIENTE PELÍCULA "SOUL"

Soul, la reciente producción de Disney-Pixar, estrenada durante la navidad aborda un tema difícil y oportuno: el alma, y con ella, la realidad espiritual en el hombre y en el mundo. Lo hace desde unos presupuestos intelectuales curiosos, pues se apoya en una mezcla de platonismo y esoterismo para abordarlo. En efecto, de Platón toma la preexistencia de las almas, y del esoterismo la forma en tomar contacto con la realidad espiritual. Incorpora en su desarrollo bastantes temas consolidados de la psicología contemporánea, como pueden ser las predisposiciones temperamentales o las patologías psíquicas. El mensaje de la película resulta muy positivo y actual, si bien no está exento de importantes limitaciones. ¿Dónde radica su actualidad? En relanzar la realidad del alma, y por ende la dimensión espiritual de la vida, en medio de un mundo fuertemente tentado por el materialismo. En efecto, cuando una parte importante del mainstream científico contemporáneo, particularmente acentuado en el marco de las neurociencias, se decanta por considerar la noción del alma humana como superada, si no superflua, resulta audaz replantearla decididamente como lo hace la producción de Disney. Ya solo este hecho merece reconocimiento, pues otorga carta de legitimidad en la cultura popular a una importante noción –la del alma- descalificada por algunos especialistas, para quienes todo su contenido se reduciría intercambios electroquímicos dentro del cerebro. ¿Dónde estriba su limitación? Aunque resulta pintoresca y amena, la elección del esoterismo como vía de contacto con la realidad espiritual resulta cuestionable; es decir, le quita seriedad y quizá legitimidad a esta dimensión de la realidad. Es verdad que, por definición, la realidad espiritual es impermeable al conocimiento científico, y en una cultura donde el prestigio de la ciencia resulta enorme, muchas veces como única garantía de conocimiento auténtico, ello supone un duro hándicap para la fundamentación de la realidad espiritual. Desde una perspectiva filosófica basta decir que, siendo impresionantes los aportes de la ciencia, esta no lo puede conocer todo. Hay otro tipo de realidades, como la espiritual, que escapan a su ámbito de estudio. En este sentido, el filme dejó pasar una maravillosa oportunidad de aportar culturalmente un importante contenido, pues al elegir lo esotérico como forma de acceso a lo espiritual, ignora en cambio la principal forma que ha tenido la cultura humana para acceder a esa realidad, me refiero a la dimensión religiosa de la existencia. La vertiente esotérica le quita seriedad a la realidad espiritual, aunque le confiere un carácter pintoresco, todo hay que decirlo. En realidad, la principal vía de acceso al mundo espiritual en la humanidad ha sido la religiosa, la cual goza de plena legitimidad, incluso en el actual mundo desarrollado científica y tecnológicamente. Dejó pasar, en consecuencia, una magnífica ocasión para presentar cómo la religión es el necesario complemento sapiencial del hombre, que completa así su visión puramente científico-tecnológica, por ser un portal de acceso a ese otro ámbito de lo real que es la espiritualidad y con ella el alma humana. Hubiera sido un invaluable aporte para la cultura popular mostrar cómo la dimensión religiosa completa la imagen del hombre y del mundo proporcionada por la ciencia, legitimando así su carácter sapiencial y ampliando de esa forma el espectro de la razón humana más allá de lo científico-material. Por lo demás, en esta línea, el filme ahonda oportunamente en el misterio del hombre: Redescubre la faceta espiritual del arte y la inspiración, así como su importancia para la vida de la persona y la sociedad en su conjunto. Propone de una manera atractiva la idea de vocación y de sentido en la vida de las personas. Replantea el papel del sacrificio en la vida personal, y cómo el sentido de la vida es trascendente, y puede requerir sacrificio y renuncia. Pone en valor la vida ordinaria y sus placeres sencillos, desenmascara propuestas de felicidad cimentadas exclusivamente en el éxito. Hace una sugestiva presentación de las patologías psíquicas: “las almas perdidas”, envueltas en un torbellino de pensamientos obsesivos, como plástica y original imagen de un drama frecuente en nuestra sociedad. Y todo ello de una forma ágil y entretenida; por ello, ¿qué duda cabe?, se trata de una película para disfrutar, reflexionar y, ¿por qué no?, examinar la faceta espiritual de nuestra existencia. P. Mario Arroyo, Doctor en Filosofía. p.marioa@gmail.com

viernes, 25 de diciembre de 2020

LO ESENCIAL EN LA NAVIDAD: CONTEMPLAR A JESÚS

Pbro. José Martínez Colín, articulosdog@gmail.com 1) Para saber ¿Cómo vivir mejor la Navidad? Una pregunta que muestra el deseo de vivir estos días navideños mejor dispuestos. El Papa Francisco nos sugiere para ello contemplar a Jesús en el signo hermoso del pesebre. Redescubrir que con Él lo tenemos todo. Es una fiesta tan grande que la Iglesia no se limita a celebrarla sólo el 25 de diciembre, sino que le dedica varios días, el llamado “Tiempo de Navidad”, que llega hasta la fiesta del Bautismo del Señor, en esta ocasión, hasta el 10 de enero. 2) Para pensar Un hombre rico tenía una gran pasión por el arte y había coleccionado grandes obras: desde Velázquez hasta Picasso. Era viudo y tenía un solo hijo, con el que las admiraba. Desgraciadamente, el hijo tuvo que ir a la guerra. Fue muy valiente y murió en el campo de batalla mientras rescataba a otro soldado. El padre sufrió profundamente su muerte. Acabada la guerra, en Navidad, un joven llegó a su casa con un gran paquete: “Señor, usted no me conoce, pero yo soy el soldado por quien su hijo dio la vida; murió al llevarme a un lugar seguro. Me hablaba mucho de usted y de su amor por el arte. Por ello aunque no soy gran artista le hice una pintura”. El padre abrió el paquete. Era el retrato de su hijo, pintado por el joven. El padre la contempló con profunda emoción y sus ojos se llenaron de lágrimas. Le ofreció pagarle lo que quisiera. “Oh no, señor, es un regalo, jamás podría pagarle lo que su hijo hizo por mí”. El padre colgó el retrato arriba de su chimenea y lo enseñaba a todas las visitas. El hombre murió años después y dejó en su testamento indicaciones sobre la subasta de sus pinturas. Empezó la subasta y había mucha gente importante. El subastador golpeó su mazo para dar inicio: “Empezaremos con este retrato del hijo. ¿Cuánto ofrecen?” Hubo un gran silencio. Una voz gritó: “Queremos ver las pinturas famosas. Olvídese de esa”. El subastador persistió: “¿Alguien ofrece algo por esta pintura?” Otra voz gritó con enojo: “Venimos por los Picasso y los Van Gogh”. El subastador continuaba: “La del hijo. ¿Quién se la lleva?” Finalmente una voz se oyó desde muy atrás de la habitación: “Yo doy doce dólares por la pintura”. Era el viejo jardinero del padre quien siendo un muy pobre, era lo único que podía ofrecer. “Tenemos $12 ¿Quién da más?”, gritó el subastador. La multitud enojada no quería la pintura del hijo. El subastador golpeó por fin el mazo: “Va una, van dos, VENDIDA por $12 dólares al señor del fondo”. El subastador soltó su mazo y dijo: “Lo siento mucho, damas y caballeros, pero la subasta llegó a su final”. “Pero, ¿y las pinturas?”, dijeron los interesados. Contestó el subastador: “Lo siento, el testamento indicaba que quien se llevara la pintura del hijo, se llevaría absolutamente todas las posesiones de este hombre, incluyendo las famosas pinturas. El hombre que aceptó la del HIJO, se queda con TODO”. La alegoría nos señala que quien tiene a Jesús, el Hijo del Padre, lo tiene todo. 3) Para vivir Como deseos para esta Navidad, el Papa Francisco ha rogado a la Virgen y a san José que nos alcancen del Niño Jesús “la gracia de que renazca en nuestro corazón la ternura, para abrazar con amor a todos, como verdaderos hermanos y hermanas”.

miércoles, 23 de diciembre de 2020

MEDITACIÓN DE NAVIDAD

P. Mario Arroyo, Dr. en Filosofía. p.marioa@gmail.com Una navidad rara. Es lo que tenemos a las puertas. Con semáforo rojo, centros comerciales cerrados, la zozobra del contagio, el fantasma de la nueva cepa británica. La noche de paz amenaza con ser noche de silencio inquietante. ¿Puede ser en cambio una oportunidad? Desde una perspectiva creyente, ¿qué nos dice la navidad en pandemia? En el evangelio se menciona dos veces que “María meditaba estas cosas en su corazón”. Nos viene muy bien seguir su ejemplo y meditar. No son demasiado forzados los paralelismos entre la “navidad original” de hace dos mil años, donde nació Jesús y la nuestra. Quizá debemos intentar replicar en nuestro interior el silencio que precedió tan egregio nacimiento. La quietud, la paz, el silencio son portales que nos introducen en el hábito mental de la meditación. Las circunstancias que vivimos nos inducen a ello. ¿Dónde encontramos los paralelismos entre las dos navidades, la original y la pandémica? En la incertidumbre. Si prestamos atención al relato evangélico, si algo no tuvo Jesús fue seguridad. Nació en un establo prestado, en un pesebre. Nadie lo recibió. Había mucho alboroto en Belén; los posaderos no sabían a quién tenían delante. También nosotros experimentamos la incertidumbre, la congoja de no poder abrazar a nuestros seres queridos, o la duda de si al hacerlo, caemos en “los amores que matan”; también podernos no darnos cuenta e ignorar a Jesús. La fragilidad es otro punto de convergencia; la fragilidad de un Niño recién nacido en calidad de migrante, la de nuestra precaria salud frente a un virus que va eligiendo al azar con quién es mortal y con quién no. En cualquier caso, el rebrote de COVID-19 nos ha obligado a realizar un parón. Aprovechemos para reflexionar, para meditar. Nada escapa a la Providencia, tampoco esta crisis, y esta incierta situación, con la vacuna a las puertas, las mutaciones también, el paro en seco de la fiebre consumista propia de estos días, el recelo de festejar y manifestar afecto efusivamente, todo ello nos invita a pensar. Quizá el hecho de que sea una navidad diferente nos ayude a mirar la navidad original, para captar su mensaje. El mensaje no podría ser más oportuno, pues es de esperanza. Una esperanza que no está puesta en nuestras frágiles fuerzas humanas, otrora prepotentes, actualmente más discretas; ahora en cambio no está puesta en nosotros, sino en Dios. Pero Dios no avasalla, no se impone, se nos muestra frágil también, como un Niño. El vértigo de poner nuestras certezas y seguridades en un Dios que no hace alarde de poder es el desafío del acto de fe. Precisamente el brusco parón de la pandemia, el deponer la febril fiesta consumista de estos días, nos ayuda a redescubrir la fiesta espiritual. Si antes todo nos invitaba a mirar hacia afuera, a los escaparates y a salir de nosotros mismos, ahora todo nos empuja a redescubrir nuestra interioridad. El silencio nos ayuda a plantearnos la preciosa pregunta, ¿qué es la Navidad para mí? Podremos quizá recordar con nostalgia la ilusión que nos hacía cuando éramos niños, cuando la vida tenía una componente mágica. Ahora, sin embargo, quizá con una visión desencantada, más sobria y racional, podamos redescubrir en el silencio su significado y hacernos la siguiente pregunta, ¿quién es Jesús para mí? De hecho, la crisis actual nos invita a poner la mirada en Él, no en los centros comerciales. Podemos preguntarle en el silencio de nuestro corazón, ¿quién eres realmente?, ¿qué significó tu venida al mundo?, ¿qué me puedes aportar hoy?, ¿qué te puedo dar yo? Digamos que el contexto, providencialmente, nos lleva de la mano a orar. Silencio y oración, temor y oración, vacío y oración van de la mano. Quizá ese Jesús Niño pueda llenar el enorme vacío de nuestro corazón, vacío que la obsesión por las compras no puede saciar. Navidad en pandemia, navidad en zozobra, pero, sobre todo, navidad para meditar. Perdamos el miedo a entrar en nosotros mismos, en nuestros miedos y redescubrir lo que en realidad nos importa, y lo que es valioso en sí. Oportunidad para dar valor a la dimensión espiritual de nuestra vida, para ponernos delante de Jesús, contemplar en silencio el pesebre y preguntarnos qué significa ese misterio para nuestra vida y qué significa para el mundo.

NAVIDAD HEROICA

Quiere ser el presente texto un sencillo homenaje, cargado de admiración y reconocimiento, a tantas y tantos que han tenido que sacrificarse durante esta navidad. ¿Quiénes serían estas personas? Pienso en todas las enfermeras que han recibido la navidad al lado de un enfermo, en los doctores que han estado atendiendo pacientes, en todo ese trabajo imprescindible de limpieza, que se realiza en hospitales con riesgo de la vida, o recogiendo basura en las calles, tantos vigilantes y veladores que les tocó en suerte tener el turno en navidad y muchos más que silenciosamente han tenido que trabajar durante la nochebuena. Digamos que han tenido una “navidad complicada”, una “navidad pesada”; probablemente su única ilusión era que pronto acabara todo esto, que pasara ya. En realidad, su navidad ha sido más semejante a la navidad original que la de tantos otros, más preocupados por cómo quedó el pavo o por si le gustará el regalo durante el intercambio. El nacimiento de Jesús ha sido representado con gran pericia artística a lo largo de la historia de la humanidad. Desde San Francisco de Asís se ha difundido admirablemente la costumbre de representarlo, constituyendo muchas veces un magistral ejemplo de artesanía sacra. Pero el primero, el que dio origen a todo, no fue sencillo. Basta hacer el esfuerzo de meternos en el contexto. Una pareja de recién casados, una mujer encinta, a punto de dar a luz, un oneroso viaje inesperado a lomos de burro, un lugar de destino saturado por peregrinos, donde no sobra ninguna cama para pasar la noche. ¿Nos hacemos cargo de la angustia de José, el padre de esa familia, por no poderle proporcionar alojamiento digno a su mujer en el trance del alumbramiento? ¿Cuál sería la zozobra al limpiar un local habitado por animales?, ¿qué hacer con las moscas, las pulgas y los piojos? No suelen estar representados en los nacimientos de las casas, pero indudablemente estaban allí. Y luego, la soledad. Hace tiempo, en una navidad, bajé a llevarle algo al policía que estaba cuidando. Lo encontré sentimental, llorando. Habían pasado justo las doce y echaba de menos a sus seres queridos. Realizar el trabajo en soledad, pasar largas noches en vela es más duro si se trata de una noche especial, como nochebuena. Una soledad semejante a la de la Sagrada Familia. Por fin los tres solos, bajo el silencio de la estrella, acompañados sólo por su tenue luminosidad. Tantos trabajadores nocturnos van a poder experimentar en carne propia lo que Jesús, José y María vivieron, incluso a veces por la inseguridad, pues la campiña de Belén no sería mucho más segura que muchas de nuestras calles. Todos los años hacen falta un selecto grupo de héroes trabajadores que lleven el peso de la sociedad sobre sus espaldas. Siempre es necesario contar con personas que generosamente se sacrifican, mientras los demás estamos brindando y abriendo regalos. Ellos nos recuerdan que la vida en sociedad no es posible sin sacrificio, sin renuncia. Su vida es un callado y elocuente testimonio de cómo el individualismo egoísta resulta suicida, tanto en el hogar como en la sociedad. Pero este año es muy especial, pues a ese grupo escogido de personas se ha unido un impresionante ejército de enfermeras, doctores, personal de limpieza y seguridad en los hospitales. A ellos les decimos, sinceramente, gracias. Nos dan un ejemplo muy grande, y en ellos podemos descubrir de una manera viva, el eco de lo que silenciosamente sucedió en un rincón de Israel hace más de dos mil años. Poco importa que ese sacrificio sea exigencia de la necesidad –los empleos son remunerados, muchas veces no como debieran serlo- o por altruismo. Hay personas que, por convicción, por un agudo sentido vocacional, quieren estar ahí. Lo importante es que son imprescindibles y, ya sea por necesidad o por altruismo, el resto de la sociedad estamos en deuda y debemos reconocerlo. Es verdad que, en ese desempeño, además, suele haber muchos gestos de gratuidad, no exigidos en el contrato, pero en los cuales las personas dan un plus de sí mismas, se dan ellas mismas en su trabajo, en su interacción con los enfermos. Esa gratuidad nos recuerda que el hombre sigue siendo capaz de cosas grandes y en ello se condensa el mejor mensaje de navidad. P. Mario Arroyo Doctor en Filosofía p.marioa@gmail.com

EL PAPEL DE LA DEBILIDAD

En su reciente carta “Patris corde” sobre San José, Francisco aborda un buen número de sugestivos temas. Pero uno particularmente interesante y oportuno, es su modo de presentar nuestras debilidades desde la óptica de la ternura divina. Su sobria prosa espiritual, que tiene el mérito de ser breve, nos redescubre una nueva forma de ver, marcadamente esperanzadora, nuestras debilidades, errores y fracasos. Transfigura de esta forma las páginas más oscuras de nuestra vida, para contemplarlas en una perspectiva de luz y de sentido. “La historia de la salvación se cumple… a través de nuestras debilidades. Muchas veces pensamos que Dios se basa sólo en la parte buena y vencedora de nosotros, cuando en realidad la mayoría de sus designios se realizan a través y a pesar de nuestra debilidad… debemos aprender a aceptar nuestra debilidad con inmensa ternura.” Aceptar nuestras limitaciones y nuestros errores, mirándolos con ternura, la ternura de Dios, nos ayuda a encontrarles un sentido y un papel, en nuestra vida y en la historia de la salvación. ¿No nos ha sucedido alguna vez que la angustiosa pregunta “por qué” nos atormenta? ¿Por qué lo ha permitido Dios?, ¿por qué me pasó a mí?, ¿por qué lo hice? Francisco nos invita a aceptar nuestra realidad, por dolorosa que parezca, a ponerla en las manos de Dios y a confiar: “Muchas veces ocurren hechos en nuestra vida cuyo significado no entendemos. Nuestra primera reacción es a menudo de decepción y rebelión. José deja de lado sus razonamientos para dar paso a lo que acontece y, por más misterioso que parezca, lo acoge, asume la responsabilidad y se reconcilia con su propia historia. Si no nos reconciliamos con nuestra historia, ni siquiera podremos dar el paso siguiente, porque siempre seremos prisioneros de nuestras expectativas y de las consiguientes decepciones… Sólo a partir de esta acogida, de esta reconciliación, podemos también intuir una historia más grande, un significado más profundo.” Se trata de aceptar el hecho de que Dios, como buen alquimista, puede obtener bien a partir del mal, luz de la oscuridad, aprendiendo así a mirar “el reflejo de lo oscuro”. “El Maligno nos hace mirar nuestra fragilidad con un juicio negativo, mientras que el Espíritu la saca a la luz con ternura. La ternura es el mejor modo para tocar lo que es frágil en nosotros. El dedo que señala y el juicio que hacemos de los demás son a menudo un signo de nuestra incapacidad para aceptar nuestra propia debilidad, nuestra propia fragilidad. Sólo la ternura nos salvará de la obra del Acusador. Por esta razón es importante encontrarnos con la Misericordia de Dios especialmente en el sacramento de la Reconciliación.” La humilde confesión de nuestras faltas nos libera de ellas, al tiempo que nos conforta, mostrándonos cómo la vida sigue y cómo Dios puede apoyarse en nosotros, incluso cuando estamos caídos. En efecto, la verdad de nuestra vida, con toda su crudeza y sus limitaciones, es tomada por Dios con inmensa ternura. En vez de “decirnos nuestras verdades” –como se dice popularmente-, nos reconstituye a partir de ellas. “La Verdad que viene de Dios no nos condena, sino que nos acoge, nos abraza, nos sostiene, nos perdona… viene a nuestro encuentro, nos devuelve la dignidad, nos pone nuevamente de pie, celebra con nosotros”. No es una verdad a la que debamos tener miedo, de la que debamos huir, pues al ser mirada con caridad, al ser perdonada y comprendida, nos une más íntimamente con Dios y nos hace más comprensivos con nuestros semejantes. La confianza que tenemos puesta en Dios no está entonces tanto en pensar “que todo va a salir bien” o “que no habrá problemas”, sino en que a pesar de los tropiezos saldremos adelante y podremos servir a Dios y a los demás: “José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces, nosotros quisiéramos tener todo bajo control, pero Él tiene siempre una mirada más amplia.” José nos enseña a no ser controladores, a no ser obsesivos, a confiar en la omnipotencia de Dios, que puede sacar cosas buenas, incluso mejores, de nuestras flaquezas. P. Mario Arroyo Doctor en Filosofía p.marioa@gmail.com

lunes, 21 de diciembre de 2020

EN EL AÑO DE SAN JOSÉ

Pbro. José Martínez Colín, articulosdog@gmail.com 1) Para saber Con motivo del 150 aniversario de la declaración de San José como Patrono de la Iglesia Universal, el Papa Francisco declaró el inicio de un año dedicado a este santo. Inició el 8 de diciembre y terminará exactamente un año después. Escribió una Carta Apostólica llamada “Patris corde” (Con corazón de padre), que ya tendremos ocasión de comentar. El Papa Francisco afirma que después de la Santísima Virgen María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el Magisterio pontificio como San José, su esposo. Se acude a él como Patrono de los trabajadores o de la buena muerte. En estos tiempos de pandemia y dificultades, podemos encontrar en San José un intercesor, un apoyo y una guía. Fue un hombre que pasó desapercibido, de presencia discreta y oculta, que nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos tienen un protagonismo en la historia de la salvación. 2) Para pensar En la Sagrada Escritura se relata la interesante historia de José, uno de los doce hijos de Jacob. Sucede que por envidia sus hermanos lo vendieron a unos comerciantes que iban rumbo a Egipto. Y es José el único capaz de interpretar los sueños del Faraón: significaban que habría siete años de abundancia, pero luego vendrían siete de sequía. Lo nombró su administrador. José dispuso que guardaran mucho alimento. Y al llegar la sequía, los pueblos de alrededor acudían a Egipto por alimento y el Faraón, les respondía: “Vayan donde José” (Gn 41,55). La historia termina bien: los hermanos necesitados van a Egipto sin sospechar sobre su hermano, quien los perdona y se reconcilian. La frase del Faraón, ahora se aplica a San José cuando se padece alguna necesidad: “Vayan a José” (Ite ad Ioseph”, en latín). La Iglesia lo vive sabiendo que es un gran intercesor ante Dios. 3) Para vivir Durante este Año de San José, la Iglesia Católica concede indulgencias plenarias, que se obtienen al realizar una obra acompañada siempre de tres condiciones: confesión sacramental, comunión eucarística y rezar por las intenciones del Papa. Así, por ejemplo, este año, se concede a cuantos mediten al menos 30 minutos la oración del Padre Nuestro, o participen en un Retiro Espiritual de al menos un día y se medite una vez sobre San José. O para aquellos que a ejemplo de San José realicen una obra de misericordia corporal o espiritual. Para las familias o los novios que recen el Santo Rosario. O los fieles que reciten una oración legítimamente aprobada o un acto de piedad en honor de San José, o confíen cotidianamente sus actividades a su protección. O para quien invoque su intercesión para que encuentre ocupación quien lo busca, y que el trabajo de todos sea digno. Y por la situación de pandemia, la indulgencia se extiende a los ancianos, a los enfermos, a los agonizantes, y a aquellos que por motivos legítimos estén imposibilitados de salir, pero que con el alma libre de todo pecado y con la intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones habituales, reciten un acto de piedad en honor a San José, consuelo de los enfermos y patrono de la buena muerte, ofreciendo con fe a Dios los dolores y sufrimientos de la vida.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

JOSEPH GOEBBELS: EL GENIO DE LA PROPAGANDA NAZI

JOSEPH GOEBBELS: EL GENIO DE LA PROPAGANDA NAZI Raúl Espinoza Aguilera, @Eiar51 Con la caída del Muro de Berlín en 1989 y el paulatino desmoronamiento de los regímenes totalitarios de izquierda de Centro y Este de Europa hasta la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas a finales de 1991, se pensó que el marxismo leninismo estaba prácticamente aniquilado. Pero lustros después han surgido nuevos totalitarismos en varios países, de modo particular en América Latina. Una explicación parece ser la ambición por el poder político, los liderazgos protagónicos y el afán por el enriquecimiento personal, que se repiten una y otra vez a lo largo de la historia. Algunos de esos líderes han accedido por la vía de las armas y de modo violento al mando supremo de una nación. Otros, presionando a personajes clave, como lo hizo Adolfo Hitler con el Presidente Paul Von Hindenburg en enero de 1933. Y no obstante que Hindenburg conocía su nacionalismo extremo, el pangermanismo y antisemitismo, el Presidente influyó en el Reichstag para que autorizara la “Ley de Plenos Poderes” en marzo de 1933. Poco antes Hitler había sido nombrado Canciller tras una serie de elecciones parlamentarias y las lógicas intrigas tras bambalinas. Esta ley de plenos poderes dio virtualmente a Hitler la capacidad de ejercer constitucionalmente, a partir de ese momento, un poder dictatorial y sin objeciones legales. El trasfondo es que había un tremendo miedo hacia las represalias de los nazis que en los años anteriores habían cobrado tantas víctimas. ¿Cómo explicar este fenómeno sociopolítico? Alemania perdió la Primera Guerra Mundial (1914-1918). Entonces, sobrevino una hiperinflación, una gran hambruna y desesperación de la población que veía cómo los alimentos básicos subían de precio en cuestión de días. Reinó un ambiente general de desencanto y de tristeza. Algunos ciudadanos se volcaron hacia todo tipo de vicios (drogas, alcohol, prostitución, depravaciones sexuales…). Ante ese desenfreno moral, Alemania experimentaba una grave pérdida de valores y se hundía en la anarquía y el caos. En esos años gobernaba la incipiente y débil república democrática de Weimar. Los comunistas y socialistas organizaban frecuentes revueltas callejeras con la pretensión de llegar a dirigir el país. La mayoría de los ciudadanos alemanes no estaba de acuerdo con ese estado general de la nación. Por eso vieron con simpatía que asumiera el poder un líder con capacidad de mando y firme deseo de poner orden, paz y estabilidad económica para generar empleos. Desde 1925, Hitler eligió como Ministro de Propaganda a Joseph Goebbels (1897-1945). Doctor en Filosofía y con mentalidad práctica para introducir las ideas nacionalsocialistas en los ciudadanos. En pocos años creó el mito de Hitler como “el mesías salvador de Alemania”. Controlaba hábilmente la radio, el cine, la prensa, las pancartas. En los soldados, organizó esas manifestaciones multitudinarias o desfiles espectaculares para exaltar al “Fuhrer”. Todo ello se filmaba, se grababa, se transmitía en vivo o se iba a poblaciones apartadas y retransmitirlas para que conocieran al “caudillo”. Goebbels manejó grandes mentiras para engañar a la población. Por ejemplo, afirmaba que muchas repeticiones de conceptos (falsos) se pueden transformar en verdad. Otro concepto suyo era “crear el miedo en el seno social como arma poderosa para mantenerse en el poder”. También añadía que es importante lograr que el ciudadano medio pierda su capacidad crítica y que no piense mediante un bombardeo informativo para que se quede en la superficie y que al final pueda decir: “No entiendo nada de lo que ocurre en la sociedad. El mundo es un caos y no me permite reflexionar ni puedo sacar ninguna conclusión”. Es decir, Goebbels era partidario de “idiotizar” a la población y declarar a un solo causante de todos los males de Alemania, por ejemplo, a los judíos. Otro principio era, entre otros muchos: “Los culpables de los errores son siempre los demás, nunca los gobernantes”. Goebbels fue partidario de las atrocidades de Hitler en los campos de exterminio contra el pueblo judío. Fue un hombre cruel y formó parte activa de este imperio del mal. En mayo de 1945, cuando los Aliados se encontraban ya cerca de Berlín, mató a su esposa y a sus hijos y terminó suicidándose. Así suelen concluir las vidas de “los genios del mal”.

LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN Y LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Raúl Espinoza Aguilera En estos tiempos en que en nuestro país se debate el vital tema de la libertad de expresión, haciendo énfasis en que los medios de comunicación corren un grave peligro, he recordado un par de filmes que ilustran bastante al respecto. El primero se titula “El Washington Post. Los Oscuros secretos del Pentágono” (2017) con las brillantes actuaciones de Meryl Streep y Tom Hanks. La trama gira en torno a la Guerra de Vietnam. El antecedente es que resultaba altamente sospechoso que esa guerra en la península de Indochina por 30 años se fuera prolongando y cada vez se enviaran más tropas y armamento, sobre todo, durante las Presidencias de John F. Kennedy, Lyndon B. Johnson y Richard Nixon. Algunos corresponsales de guerra se intercambiaron información y, en especial, uno de ellos con acceso a material clasificado, tomó abundante documentación confidencial. Con un equipo de colaboradores fue fotocopiado y regresado al poco tiempo. Posteriormente, se entregó una copia tanto al New York Times como al Washington Post. El primero que se lanzó a publicar parte del material fue el New York Times. El Presidente Nixon se enfureció, llevó el caso al Tribunal Judicial y de inmediato se dictó sentencia impidiendo al periódico que continuara publicando dicho material confidencial. Entonces, la Directora del Washington Post, Katerine Graham, en 1971, decidió con gran valentía y determinación que había que dar la batalla por la libertad de prensa y por salvarles la vida a miles y miles de jóvenes estadounidenses que combatían en Vietnam, porque se sabía que Nixon mentía sobre el impacto de los bombardeos en este país. El Tribunal Superior citó a juicio tanto a los directores de este periódico como a los del Times. En un principio la batalla parecía perdida por la fuerte presión que ejercían el Ejército y el Presidente Nixon. El Gobierno aducía que, al revelar esa información, se ponía en riesgo la estabilidad y los planes del Estado. Finalmente, el Tribunal Judicial les dio la razón a los medios de comunicación con la razón de que por encima y ante todo estaba la libertad de expresión. De 1955 a 1975 la Guerra de Indochina se volvió cada vez más cruenta y al Presidente Nixon no le quedó más remedio que dictar la orden de abandonar Laos, Camboya y Vietnam ante el impetuoso avance de las tropas del Vietnam del Norte, de China y Rusia. Fue una vergonzosa derrota al orgullo de Estados Unidos, el gran vencedor de la Segunda Guerra Mundial. Absurdamente fue el argumento de más peso por el que la Casa Blanca se negaba a dejar una guerra que a todas luces, desde un principio, se veía perdida. Al año siguiente, en 1972, el Presidente Nixon –del Partido Republicano- ordenó espiar las oficinas del Partido Demócrata. Una noche se tomaron indebidamente documente y se colocaron micrófonos ocultos en el edificio llamado “Watergate”. Nunca supusieron que fueran sorprendidos por policías quienes de inmediato los detuvieron y les sometieron a un detallado interrogatorio. La sorpresa fue que revelaron -algunos de ellos- que habían sido enviados directamente desde la oficina del Presidente Nixon. Un par de reporteros, Robert Woodward y Carl Bernstein, del Washington Post solicitaron a su Directora, Katerine Graham darle seguimiento a esta información. Y, en otro acto de audacia, esta insigne personalidad autorizó de inmediato que comenzaran las investigaciones hasta sus últimas conclusiones. Toda esta génesis y evolución se aprecia en el filme “Todos los Hombres del Presidente” (1976) haciendo referencia a que prácticamente todo el gabinete estaba implicado en el caso “Watergate”. Los actores principales son Robert Redford y Dustin Hoffman. El trasfondo es que Richard Nixon ambicionaba reelegirse y necesitaba urgentemente información sobre los planes generales de la campaña del Partido Demócrata. Cuando este par de reporteros comenzaron a publicar información, el Presidente Nixon negaba los hechos. Pero eran tan patentes las evidencias, que un colaborador del gabinete presidencial privadamente decidió revelar información confidencial a estos periodistas. Por discreción se le llamaba “Garganta Profunda”. Esta información se fue publicando poco a poco en “El Post”. Nixon no tuvo otra opción que solicitar la renuncia de varios secretarios de Estado. Luego el Tribunal Judicial llamó a rendir cuentas a figuras clave de su gabinete. Y, finalmente, conociendo que el Presidente Nixon tenía en su poder las famosas “cintas de Watergate” en las que se contenían conversaciones importantes y privadas de Nixon con los principales miembros de su gabinete sobre este escandaloso caso, fue llamado a declarar ante el Tribunal Superior de Justicia. Cuando esto ocurrió, Nixon tomó la decisión de renunciar a la Presidencia el 9 de agosto de 1974. En 1986 publicó, sus “Memorias”, así como su libro “No más Vietnam”. Habiendo dejado de ser Presidente, Nixon –como Licenciado en Derecho- intentó volver a la práctica de la abogacía sin poder conseguirlo debido a que fue expulsado del Colegio de Abogados, además de que fue incapacitado para el desempeño de su profesión en todo Estados Unidos. Sin duda, un triste final para quien fuera Vicepresidente de 1953 a 1961 y, luego, el Primer Mandatario de la Nación más poderosa del orbe (1969-1974).

domingo, 6 de diciembre de 2020

"LA GENERACIÓN PERDIDA"

Raúl Espinoza Aguilera, @Eiar51 A menudo hemos escuchado la expresión: “Ésta es una generación perdida” refiriéndose a los “Rebeldes sin Causa” de los años cincuenta; a los “hippies” en la década de los sesenta; a la generación “punk” a finales de los años setenta. En realidad esta frase fue acuñada por la crítica literaria y escritora Getrude Stein cuando, en París durante los “locos años veinte” conoció al novelista Ernest Hemingway y a otros literatos, como: Scott Fitzgerald,,James Joyce, John Dos Passos, John Steinbeck, a William Faulkner… Algunos de ellos habían combatido durante la Primera Guerra Mundial y ese hecho les había afectado en su estado de ánimo, así como a toda una generación por los millones de muertos, heridos, y muchos otros habían quedado con graves discapacidades físicas o mentales. Los jóvenes tenían aversión que en los discursos se hablara tanto de los caídos durante esa cruenta guerra y, más bien, lo que la gran mayoría quería era gozar el presente, obtener el mayor placer de la existencia humana, divertirse a toda costa, dejándose llevar por un desenfrenado afán hedonista, como sucedió en París, Berlín y algunas otras ciudades de Europa. Estos jóvenes escritores reconocían que se sentían desconcertados y llenos de pesimismo; escribían sobre la inutilidad y la crueldad de la guerra; se introdujo un liberalismo a ultranza en el que no había ningún principio, o mejor dicho, se trataba de romper absolutamente con todos los antiguos estereotipos de modo agresivo y violento; se imbuyeron en el goce efímero del sexo, del alcohol y de las drogas. Este período tuvo su inicio desde 1918 (el fin de la Gran Guerra) hasta 1929 con el crack económico de 1929 de la Bolsa de Wall Street de Nueva York. Este suceso afectó a todas las Bolsas del mundo. Y a continuación sobrevino un acentuado desempleo, una inflación galopante y una gran hambruna, John Steinbeck en su magistral obra “Las Uvas de la Ira” narra cómo era deplorable la situación de los obreros y trabajadores agrícolas en California, con unos salarios sumamente bajos y horas extenuantes de trabajo. Por esta obra fue calificado de “socialista” pero, en realidad, no hizo sino exponer un hecho que él mismo había experimentado ya que Steinbeck había trabajado como albañil, obrero, jornalero y otros muchos oficios para ganarse la vida. Fue una novela de denuncia social. La mayoría de estos escritores innovaron la narrativa en la novela. Quisiera hacer especial mención de William Faulkner, autor de “El Ruido y la Furia”, “Mientras Agonizo”, etc. ya que Introdujo: a) el monólogo interior; b) lo que cada personaje sentía o imaginaba (múltiples narradores); saltos en el tiempo durante la narración. Esto tuvo gran influencia en la literatura de América Latina, como: en Juan Rulfo “Pedro Páramo” y el cuento “Macario” de “El Llano en Llamas”; en Carlos Fuentes, “La Región más Transparente”, así como en los Premios Nobeles Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez. Scott Fitzgerald escribió una obra monumental “El Gran Gatsby”. Que en un par de ocasiones ha sido llevada al cine, protagonizadas por Robert Redford y Leonardo DiCaprio. Fitzgerald presenta una radiografía de los años veinte con todos sus excesos: fiestas todas las noches, música de jazz, alcoholismo, desórdenes sexuales… Tanto Scott como su esposa murieron de manera trágica por estas mismas razones.. En casa de Gertrude Stein se daban cita no sólo literatos sino también escultores, músicos y pintores, de la talla de: Pablo Picasso, Georges Braque, Juan Gris, Amedeo Modigliani, Joan Miró, Salvador Dalí y muchos más. Ella, además de ser mecenas e impulsar a noveles artistas, fue una visionaria que con todos ellos se podría iniciar un nuevo capítulo en el arte del naciente siglo XX.. Por ello le llamarían “La Pionera del Arte Vanguardista”. Siempre me ha llamado la atención que Ernest Hemingway, con su carácter fuerte e impetuoso, obedecía a sus críticas para mejorar sus textos. Por ejemplo, le decía: “Ernesto, ¿por qué te empeñas en ser tan negativo, trágico y pesimista? Porque tus obras están cargadas de odio, rencor, resentimiento; destilas abundante sangre en tu pluma. Eso no atrae a ningún lector. Por otra parte, hay palabras que repites demasiado y empleas demasiados circunloquios. Escribes bien, pero ¡ve directo al grano! Entonces ganarás en claridad y amenidad en tu exposición. En conclusión, tienes que rehacer de principio a fin tu novela”. Al principio Ernest se disgustaba, pero reflexionaba un poco y se percataba que Gertrude tenía razón y volvía a rehacer su escrito. Debido a ello, publicó sus novelas ya clásicas “Adiós a las Armas” (de carácter antibelicista), “París era una Fiesta” (el ambiente en París de los años veinte), “Por quién Doblan las Campanas”(sobre la Guerra Civil Española). Cabe mencionar que algunos de estos escritores recibieron el Premio Nobel de Literatura, como William Faulkner (1949), Ernest Heminway (1954) y John Steinbeck, (1962) Una película que ilustra bastante bien ese ambiente parisino de los intelectuales alrededor de Gertrude Stein en esos años veinte es “Medianoche en París” (2011), dirigida por el cineasta Woody Allen, quien recibió el Premio Öscar al Mejor Guión Original. Sin duda, este período de la historia de arte –con todo y sus excesos, errores y desviaciones- influyó en forma definitiva en las décadas posteriores y aún en los inicios del siglo XXI.

ADVIENTO EN PANDEMIA

En tiempos de pandemia se nota más vivamente la necesidad de un Salvador o, dicho de otra forma, se palpa de modo tangible la limitación e insuficiencia humana. La pandemia constituye una ocasión privilegiada para vivir más intensamente el adviento, el espacio para preparar la Navidad, pues nos recuerda nuestra limitación y fragilidad, la precariedad de nuestras posibilidades. Ciertamente nuestra fragilidad no es impotencia. La sociedad rápidamente se organizó y estableció ciertos protocolos de seguridad y funcionamiento. Los laboratorios desataron una frenética carrera para elaborar la vacuna, y a un año de distancia del inicio de la pesadilla, si bien pervive la crisis, el panorama no es tan desolador. Sin embargo, nos ha servido para darnos cuenta de que muchas veces todos nuestros avances científicos y tecnológicos, todo nuestro poderío económico, pueden aparecer impotentes frente a un enemigo inesperado y sorpresivo, que a la postre es minúsculo. La precariedad y fragilidad de la existencia se tornan evidentes. Digamos que ese clima es propicio para una vivencia auténtica del adviento. Tiempo de espera, de expectativa, que se solapa armoniosamente con la espera del fin de la pandemia. ¿Qué es lo que esperamos? En el adviento esperamos un Salvador, que paradójicamente ya vino, pero todavía no es patente el fruto de su venida. Pudiera parecer incluso un fracaso, pues vino para salvar al mundo, y hoy la humanidad está moralmente sumida en el pecado, atemorizada físicamente por una enfermedad. El cuadro no podría ser más desalentador. Sin embargo, la espera desde el ángulo de la fe no podría ser más gozosa. Profesamos que Cristo ya vino, que nuestro Salvador llegó y no fracasó, por el contrario, nos salvó, aunque todavía no se manifiesten plenamente los frutos de esa salvación, solo sus indicios claros. Esa es la alegría que precede a la Navidad, la certeza, que solo puede dar la fe, de que el mal ha sido vencido de manera definitiva, de una vez y para siempre. Pero ahora estamos en el periodo de la historia en el cual se anhela la segunda venida del Salvador, aquella en la cual lo ganado en la primera se manifieste de modo contundente e irrevocable. Por ello, el clima espiritual de la Iglesia es análogo a la ansiosa espera de Israel por su Mesías. Análogo, pero más agudo, porque palpamos de modo tangible nuestra limitación, primero moral, ahora, gracias a la pandemia, física. Es patente cómo una y otra vez intentamos “arreglar el mundo” sin conseguirlo, cómo cada generación de hombres debe luchar contra sus propios demonios, en una especie de agotadora carrera sin fin que remeda la tragedia de Sísifo. A veces parecen flaquear nuestros recursos morales, victimas del cansancio, la desesperanza y el desaliento. Si a ello se añade la incertidumbre respecto a la salud, se torna más urgente la necesidad de elevar los ojos al cielo y clamar pidiendo ayuda, reconociendo que nosotros solos no podemos. Una vez más, como siempre, necesitamos de Dios. El adviento es el tiempo en el que por excelencia tenemos una mayor lucidez y clarividencia de nuestra necesidad de Dios o, dicho a la inversa, de nuestra insuficiencia. Pero, al mismo tiempo, es la ocasión de la esperanza por excelencia, porque tenemos la seguridad de lo que aún no poseemos y anhelamos con fe. Para quien vive bien el adviento no hay duda, Dios vendrá en el momento más oportuno, a enjugar toda lágrima y dar fin a la titánica lucha por crear un lugar armonioso para vivir, donándonos la vida eterna. Esta esperanza sobrenatural, con mayúscula, nos ayuda a sobrellevar las otras esperanzas, con minúscula, que de alguna forma penden de ella; por ejemplo, la inmediata esperanza de alcanzar el fin de la pandemia y volver a nuestra vida normal. En cualquier caso, el adviento nos recuerda que la verdadera vida no es esta, surcada por limitaciones, sino la vida eterna, donde ya no hay sombra del ocaso, ya no hay temor de perder lo que Cristo gratuitamente nos ha donado, de una vez y para siempre. A nosotros nos toca, en este tiempo de inmediata preparación para la Navidad, fomentar en nuestro interior ese anhelo del Salvador. P. Mario Arroyo Doctor en Filosofía p.marioa@gmail.com

SACAR AL "ÁNGEL CAUTIVO"

Pbro. José Martínez Colín, articulosdog@gmail.com 1) Para saber Un día, el papa Julio II miraba a Miguel Ángel, uno de los más grandes escultores de todos los tiempos, atormentándose por tallar rápidamente un bloque del mármol. Él le preguntó: —Pero, ¿por qué esculpe tan fuertemente? Miguel Ángel le contestó: —¿Acaso no ve que hay un ángel cautivo en ese trozo de mármol? Lo que hago es apurarme para tratar de liberarlo. La persona humana es como ese “ángel cautivo” que falta liberarlo para que alcance su plenitud: la educación se dedica a lograr sacar lo mejor de cada uno, que cada una de las potencias humanas se vaya perfeccionando. Y así como los músculos del cuerpo pueden ir adquiriendo fuerza a base de ejercicios, también el alma tiene sus “músculos”, sus facultades, que han de irse perfeccionando y los ejercicios que lo consiguen son los actos virtuosos, sean, por ejemplo, de fortaleza, de templanza o justicia. Cuando se han ejercitado suficientemente, se puede decir que la persona es virtuosa. Teniendo en cuenta, afirma el Papa Francisco, en su carta “Fratelli tutti”, que cada virtud debe tener una apertura a la unión con otras personas. Es decir, han de tener presente la caridad, pues de otro modo, sólo serían virtudes aparentes, y no serán capaces de construir la vida en común. Por ello decía santo Tomás de Aquino que la templanza de una persona avara ni siquiera es virtuosa (cfr. n.91). 2) Para pensar Nuestros actos nos van modelando, nos forman, haciendo que seamos de determinada forma, sea para bien o para mal. Así es como se adquieren las virtudes o los vicios. Decía una persona que si la ataban con un hilo de seda, se reía, pues fácilmente los rompía. Si eran tres, otro tanto. Pero si le ataban con mil hilitos de seda, ya no los podría romper. De semejante manera sucede con los malos hábitos, que son cuerdas que nos esclavizan. Esas cuerdas están formadas por los hilitos de seda de los actos pecaminosos que parecen pequeños y sin importancia al comienzo. Desarraigar la costumbre, dejada por un mal acto, es fácil. No tanto después del segundo acto. Pero mucho más difícil después del vigésimo y hasta heroico después del milésimo. Esta es la razón por la que el pecado es malo, por el daño que nos produce y no tanto por ser declarado como tal. El pecado no es malo porque se ha dicho que es malo, sino que es pecado porque es dañino para la persona y por eso se declaró malo. San Buenaventura, con otras palabras, explicaba que las otras virtudes, sin la caridad, estrictamente no cumplen los mandamientos «como Dios los entiende». En cambio, si nuestros actos van acompañados de la caridad, nos vamos formando hacia el bien. 3) Para vivir La altura espiritual de una vida humana, señala el Papa, está marcada por el amor, que es el criterio para la decisión definitiva sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana. Sin embargo, hay creyentes que piensan que su grandeza está en la imposición de sus ideologías al resto, o en la defensa violenta de la verdad, o en grandes demostraciones de fortaleza. Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar y por ello lo primero siempre es y será el amor.