domingo, 6 de diciembre de 2020
SACAR AL "ÁNGEL CAUTIVO"
Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com
1) Para saber
Un día, el papa Julio II miraba a Miguel Ángel, uno de los más
grandes escultores de todos los tiempos, atormentándose por tallar
rápidamente un bloque del mármol. Él le preguntó:
—Pero, ¿por qué esculpe tan fuertemente?
Miguel Ángel le contestó:
—¿Acaso no ve que hay un ángel cautivo en ese trozo de mármol?
Lo que hago es apurarme para tratar de liberarlo.
La persona humana es como ese “ángel cautivo” que falta liberarlo
para que alcance su plenitud: la educación se dedica a lograr sacar lo
mejor de cada uno, que cada una de las potencias humanas se vaya
perfeccionando. Y así como los músculos del cuerpo pueden ir
adquiriendo fuerza a base de ejercicios, también el alma tiene sus
“músculos”, sus facultades, que han de irse perfeccionando y los
ejercicios que lo consiguen son los actos virtuosos, sean, por
ejemplo, de fortaleza, de templanza o justicia. Cuando se han
ejercitado suficientemente, se puede decir que la persona es
virtuosa. Teniendo en cuenta, afirma el Papa Francisco, en su carta
“Fratelli tutti”, que cada virtud debe tener una apertura a la unión
con otras personas. Es decir, han de tener presente la caridad, pues
de otro modo, sólo serían virtudes aparentes, y no serán capaces de
construir la vida en común. Por ello decía santo Tomás de Aquino que
la templanza de una persona avara ni siquiera es virtuosa (cfr. n.91).
2) Para pensar
Nuestros actos nos van modelando, nos forman, haciendo que
seamos de determinada forma, sea para bien o para mal. Así es
como se adquieren las virtudes o los vicios. Decía una persona que si
la ataban con un hilo de seda, se reía, pues fácilmente los rompía. Si
eran tres, otro tanto. Pero si le ataban con mil hilitos de seda, ya no
los podría romper.
De semejante manera sucede con los malos hábitos, que son
cuerdas que nos esclavizan. Esas cuerdas están formadas por los
hilitos de seda de los actos pecaminosos que parecen pequeños y sin
importancia al comienzo. Desarraigar la costumbre, dejada por un
mal acto, es fácil. No tanto después del segundo acto. Pero mucho
más difícil después del vigésimo y hasta heroico después del
milésimo. Esta es la razón por la que el pecado es malo, por el daño
que nos produce y no tanto por ser declarado como tal. El pecado no
es malo porque se ha dicho que es malo, sino que es pecado porque
es dañino para la persona y por eso se declaró malo.
San Buenaventura, con otras palabras, explicaba que las otras
virtudes, sin la caridad, estrictamente no cumplen los mandamientos
«como Dios los entiende». En cambio, si nuestros actos van
acompañados de la caridad, nos vamos formando hacia el bien.
3) Para vivir
La altura espiritual de una vida humana, señala el Papa, está
marcada por el amor, que es el criterio para la decisión definitiva
sobre la valoración positiva o negativa de una vida humana. Sin
embargo, hay creyentes que piensan que su grandeza está en la
imposición de sus ideologías al resto, o en la defensa violenta de la
verdad, o en grandes demostraciones de fortaleza. Todos los
creyentes necesitamos reconocer esto: lo que nunca debe estar en
riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar y por ello lo primero
siempre es y será el amor.
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