jueves, 31 de octubre de 2019

EL DÍA DE MUERTOS

P. Mario Arroyo,
Doctor en Filosofía.
p.marioa@gmail.com

Es tradicional recordar a los difuntos durante el mes de noviembre, quizá debido a que coincide en el hemisferio norte con el otoño, y la cadencia en la caída de las hojas evoca la forma como las almas van dejando este mundo. La idiosincrasia de cada pueblo determina el modo de relacionarse con la muerte, realidad tremenda con la que irrumpen los pensamientos, como oleaje furioso frente a un acantilado, sin hacerle merma. 


Algunos pueblos, como el mexicano, tienen una forma desparpajada de encararla, que mezcla ligereza, broma y solemnidad. Un reírse de la muerte y hacer bromas con ella, para quitarle hierro, por un lado, manteniendo por otro su carácter definitivo, ineluctable, misterioso, sagrado.

El Día de Muertos ofrece entonces una maravillosa síntesis entre fe y cultura, entre cristianismo y costumbres prehispánicas; un claro ejemplo de inculturación, que no siempre consigue alcanzar el equilibrio característico de la ortodoxia, cayendo en flecos de sincretismo. Las tradiciones mexicanas referentes a la muerte recientemente han conquistado las pantallas, primero con “007 Spectre”, más recientemente en “Coco”.

¿Cómo se dio esa fusión de elementos religiosos, culturales, prehispánicos y cristianos? Se trata de un ejemplo de inculturación, es decir, de proceso por el cual el cristianismo se encarna en el seno de una cultura. La fe cristiana discierne aquellos elementos compatibles con el mensaje de Jesús, llamados por los padres antiguos “semillas del Verbo”, presentes en toda verdad, provenga de donde provenga. La vida misma del pueblo de Dios, en forma natural y espontánea, va consiguiendo progresivamente su integración y adecuada expresión cultural.

Así, el Día de Muertos viene a ser expresión viva de un cúmulo de verdades cristianas, especialmente del dogma de la “Comunión de los Santos”, que confesamos cada domingo al recitar el Credo en la Santa Misa. 

Esa verdad de fe sostiene que estamos en estrecha relación espiritual con todos los bautizados, los que viven y los que ya fallecieron; si están con Dios son los santos, y los recordamos el 1º de noviembre; si se purifican para poder gozar de Dios, son las almas del Purgatorio y los recordamos el 2 de noviembre. 

En ese sentido, el Día de Muertos es la fiesta litúrgica de las Ánimas del Purgatorio, es decir, de todos aquellos que ya han fallecido y por el peso de sus culpas no pueden gozar de Dios. Rezar por ellos es una forma delicada de vivir la caridad y manifestar nuestra fe en la eficacia de la oración y en el hecho de que, cara a Dios, todos estamos unidos, más allá de los lazos de la carne o de las fronteras de la vida.

Esta presencia del “más allá” es tan importante dentro de la fe de la Iglesia, que se pone de manifiesto en toda celebración eucarística, a través de las oraciones de la Santa Misa: Siempre se menciona la comunión que tenemos con los santos que gozan ya de Dios y se pide por los difuntos. 

Además, la Iglesia beneficia con la recompensa de las indulgencias si se visitan los camposantos, es decir, los lugares sagrados donde reposan los difuntos, sean cementerios o columbarios, durante los primeros ocho días de noviembre. Se recomienda a los sacerdotes celebrar tres misas el dos de noviembre pidiendo por los difuntos. 

En resumen, el recuerdo emotivo y cultural sirve como propedéutico para la oración por los difuntos y la comunión espiritual con ellos.

Ahora bien, para evitar el sincretismo, es preciso tener claros los límites. La comunión espiritual real que se da con los difuntos, principalmente a través de la eucaristía, y que culturalmente se celebra el Día de Muertos y a lo largo de noviembre, no se confunde con la necromancia, expresamente prohibida en la Biblia. Es decir, la práctica mágica de invocar a los muertos para comunicarse con ellos y llegar al conocimiento de lo oculto. 

Tampoco debe confundirse con el culto a “la Santa Muerte”, que de santa no tiene nada y es mucho más reciente, siendo un ejemplo de corrupción religiosa, una patología de la religiosidad que desemboca en la superstición y el satanismo. Sin embargo, salvados esos escollos, vivir intensamente el Día de Muertos, con sus altares, calaveritas, pan de muerto y Don Juan Tenorio, ayuda a preparar el ánimo para lo realmente importante: pedir por ellos en la Santa Misa y visitarlos donde descansan, orando a Dios por su eterna salvación, siendo a la vez conscientes de la caducidad de nuestra vida y de que también nosotros estamos camino del más allá.

miércoles, 30 de octubre de 2019

¡VOLVER A LOS ORÍGENES! (II)

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Los verdaderos problemas que se presentan al ser humano son, a fin de cuentas, problemas de índole espiritual, problemas morales y teológicos.




Por eso, resolver los desafíos que nos presenta el tercer milenio requiere estar a la altura de las circunstancias, y al nivel de las soluciones específicas en que se involucra la persona humana en su totalidad.

Y es que es necesario recuperar las raíces grecolatinas y cristianas de nuestra cultura: rehabilitar las aportaciones de la sabiduría clásica griega especialmente la Filosofía, restablecer el Estado de Derecho y volver a las enseñanzas de la Ley Natural para estar al tanto de los aspectos fundamentales de sus contribuciones hoy en día; recobrar y reconocer la magnífica síntesis entre razón y fe que realizaron los intelectuales del primer milenio; redescubrir el crecimiento de las semillas que sembró Carlomagno y que, siglos después, dieron origen a las universidades, así como las aportaciones valiosísimas a lo largo de la Edad Media y en los siglos venideros hasta nuestros días.

Guardamos muchos deseos que bosquejan problemas estructurales universales, imponentes y persistentes. Razón y fe son el motor de la historia. Cada conflicto muestra un espacio de solución específico, que podemos llamarlo “espacio de creatividad”. En este sentido, cito a S. Juan Pablo II: Muy a grandes rasgos se puede afirmar que a lo largo de la encíclica Fides et ratio, S. Juan Pablo II distingue dos interlocutores fundamentales en la persona: “la filosofía implícita o natural, no puesta en forma, pues sin saberlo somos filósofos en ejercicio ya que “...todo hombre es naturalmente filósofo”; y la filosofía explícita o académica, ejercida en el ámbito profesional, que inicia a partir de un tiempo concreto con los griegos e independiente de la revelación judía.

Respecto a los dos interlocutores me sitúo --en el presente escrito-- en el ámbito de la filosofía implícita, la normalmente ejercida por todo ser humano cuando meditamos si existen soluciones a las preguntas eternas; esto es, por ejemplo, si se encuentran respuestas al sentido de la vida y la muerte, al significado del sufrimiento, la felicidad, el bien o la verdad, y tantas cuestiones más. 

Aunque podría parecer superfluo, considero necesario aclarar que no me ocupo ahora de la filosofía explícita. Es por eso que las reflexiones que manifiesto pertenecen más bien al ámbito natural y ordinario y no a la esfera especializada.

Desde el ámbito que me corresponde entiendo la filosofía como las respuestas a la vida misma; como la filosofía cultivada por todo ser humano informado y formado en la herencia y perpetuación de la verdadera tradición de la cultura occidental, tanto como en los avatares de la vida. 

Una vez asentada esta pequeña distinción, me gustaría señalar que encuentro en ambos interlocutores alusiones claras en la siguiente afirmación de la encíclica Fe y Razón: “la audacia de la razón es la pasión por la verdad”.

¿Por qué S. Juan Pablo II utiliza los términos audacia y pasión? Si la audacia ya es una pasión, más bien parece referirse a un doble núcleo de significado.

En primer lugar, la situación cultural que vivimos en Occidente en los albores del siglo XXI no parece ser exclusivamente tiempo de esperanza, aunque se puede suponer que en parte lo sea. Mientras que la esperanza se refiere a un bien difícil de conseguir bajo la razón de alcanzable, la audacia se refiere a un mal difícil de evitar bajo la razón de evitable.

En segundo lugar, considero que nos encontramos de lleno en un eje cultural histórico de profundas repercusiones universales. “La razón y la fe son las dos alas de la verdad”. La distinción entre fe y razón requiere de audacia para evitar un mayor distanciamiento, y de esperanza para disminuir y anular la separación y volver a unir lo que nunca debió separase. (Continúa...)

lunes, 28 de octubre de 2019

LAS HERENCIAS DE SIGMUND FREUD Y VIKTOR FRANKL

Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51

Se cumplen 80 años del fallecimiento del médico neurólogo austríaco Sigmund Freud (1856-1939). Fue uno de los pioneros en investigar el mundo del subconsciente, en la interpretación de los sueños, en aplicar curaciones a enfermos mentales como el psicoanálisis y un original método en la que el mismo paciente daba a luz con el origen y raíz de sus problemáticas neuróticas: la psicoterapia, que vino a revolucionar el mundo de la Psiquiatría, similar al método del filósofo griego, Sócrates, que decía que había que ayudar a que las personas descubrieran por sí mismos la verdad.


Desafortunadamente Freud concluyó que muchas (o casi todas las neurosis o trastornos mentales) tenían su punto de partida en traumas sexuales y que, por lo tanto, la cura debería de orientarse por la liberación completa de los instintos.


Afirmaba que un hijo fácilmente se podría enamorar de su madre (“complejo de Edipo”) y desear la muerte de su padre, o viceversa, una hija enamorarse de su padre (“complejo de Elektra”) y desear la muerte de su madre y otras aberraciones. Posteriormente, se descubrieron que sus teorías sobre la interpretación de los sueños no tenían base científica alguna. 

A esas desacertadas conclusiones, sus discípulos las denominaron como “pansexualismo”, en el que Freud reduce todo a problemas de tipo sexual.

Detrás de esta nueva psiquiatría, cerrada al espíritu, existe un erróneo planteamiento porque sostenía que sólo se puede obtener la verdadera felicidad si se siguen ciegamente los impulsos o instintos sexuales, sin ningún límite moral, biológico o social y menos ligado a la procreación.

La escuela vienesa de Freud influyó en muchos otros psiquiatras, en todo el siglo XX y hasta nuestros días. Quizá un discípulo más creativo, realista y original fue Viktor Frankl (1905-1997), psiquiatra austriaco que tomó otro sendero y demostró que la persona humana va más allá de sus pasiones e instintos y le mueven
ideales más altos y nobles cuando descubre un “para qué” de su quehacer cotidiano, lo que se ha llamado “La Psicología del Significado” y “Psicología Existencial” y propuso su curación mediante el método de la Logoterapia.

Sigmund Freud influyó mucho en el movimiento “liberacionista” de numerosos países en los años sesenta, que más bien resultó “esclavista” de los instintos. 

Viktor Frankl –pienso que para contrarrestar tanta confusión ideológica- visitó numerosas naciones y universidades impartiendo conferencias y cursos. 

Recuerdo que en una de ellas afirmaba que así como en la costa este de los Estados Unidos se había levantado una enorme estatua a la Libertad, proponía que en la costa oeste se levantara otra estatua dedicada a la responsabilidad, haciendo una clara alusión a que a todo acto consciente de la persona correspondía un deber, en todos los ámbitos, y en especial en materia sexual.

Una última consideración, si los gobiernos que promueven políticas antinatalistas, en vez de orientarse hacia una “cultura de la muerte” y despoblación de la humanidad, emplearan todos sus enormes recursos económicos y materiales en fomentar la “cultura de la vida” y promocionar el inmenso valor de la vida humana, brindando una educación sexual integral y correcta, que considerara al hombre como un ser compuesto de materia y espíritu, seguramente no ocurrirían todos estos trastornos demográficos ni tampoco psicológicos en tantos miles de mujeres que han abortado. Se valoraría más la importancia de la familia y se tendría un mayor respeto por el ser humano y su gran dignidad.

"¡SOY ATEO, AYÚDEME!"

Pbro. José Martínez Colín
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

El Concilio Ecuménico Vaticano II fue convocado por san Juan XXIII. Se cuenta que la mañana en que el Papa Juan le comunicó a su secretario su decisión para convocarlo, le comentó con su característico buen humor que pensaba que el Papa no era asistido por el Espíritu Santo. El secretario se sorprendió, pues sabía que el Espíritu Santo asiste siempre a la Iglesia y en especial al Papa.


Entonces con delicadeza le peguntó al Papa por qué lo decía. El Papa sonriendo ante el desconcierto de su secretario le aclaró: “No se confunda Monseñor, efectivamente el Espíritu Santo no asiste al Papa, sino que el Papa es el asistente del Espíritu Santo”.

Con ello dejaba claro que quien conduce la Iglesia es Dios mismo y el Papa solo ha de obedecer las inspiraciones que recibe del Espíritu Santo.

El Papa Francisco, siguiendo su reflexión sobre los Hechos de los Apóstoles, hizo referencia al primer Concilio en la Historia de la Iglesia que fue en Jerusalén. Al terminar, escribieron a Antioquía las conclusiones, comenzado su carta diciendo: “El Espíritu Santo y
nosotros pensamos que…”. Con ello mostraban cómo eran conscientes de que el Espíritu Santo es quien guía y acompaña a la Iglesia.

2) Para pensar

El Papa Francisco se refirió a que la Iglesia tiene las puertas abiertas para todos, para que entre quien quiera, también los
paganos y ateos, a todo el que sea dócil al llamado del Espíritu Santo.

Hace años, en un viaje de San Juan Pablo II a París, hubo una gran concentración de jóvenes en un famoso estadio deportivo llamado Parque de los Príncipes. Al terminar el acto, un joven se acercó y le grito: “Soy ateo, ¡ayúdeme!”. El Papa se acercó al muchacho y, tomándole aparte, le dirigió unas palabras. Ya en Roma, el Papa le dijo a su secretario que estaba preocupado, pues le parecía que su respuesta al joven ateo fue insuficiente y le encargó que lo localizaran. Aunque parecía una misión imposible, gracias a muchas personas que colaboraron y a las fotografías, encontraron al joven ateo. Le dijeron que el Papa había pedido que lo buscaran para decirle que estaba preocupado y rezaba por él. 

El joven contestó que después del acto fue a una librería y compró el Nuevo Testamento. Al abrirlo y leer, encontró la respuesta a sus dudas. Ahora recibía clases de la fe católica y pronto sería bautizado.

Podemos afirmar que por la oración del Papa y de muchos otros, el joven recibió la gracia del Espíritu Santo para su conversión.

Pensemos con que actitud escuchamos al Espíritu Santo y si somos diligentes para poner por obra lo que nos inspira.

3) Para vivir

Pero no pensemos que el Espíritu Santo solo inspira al Papa, al encargarse de dirigir a la Iglesia, sino que también dirige a cada uno de sus miembros. De ahí la importancia de ser dóciles al Espíritu Santo que desea guiarnos a la vida eterna y al amor de Dios.

El Santo Padre invitó a pedirle a Dios que nos ayude a vivir el diálogo, la escucha y el encuentro con nuestros hermanos y hermanas en la fe y con los que están lejos. Así nos alegraremos al ver la fecundidad de la Iglesia, que está llamada a ser “madre gozosa” de muchos hijos.

jueves, 24 de octubre de 2019

A CUARENTA AÑOS DEL LIBRO “EL OGRO FILANTRÓPICO” DE OCTAVIO PAZ

Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51

En estos tiempos en que están retornando los regímenes populistas, demagógicos y totalitarios, en los que gobierna un líder máximo y en el que cada ciudadano del no es más que un pequeño engranaje de la inmensa maquinaria anónima, desprovista de personalidad y representatividad, viene bien recordar dos libros claves a este respecto: “1984” del escritor inglés George Orwell, quien estuvo en
la Guerra Civil Española (1936-1939) de parte del frente comunista o republicano, y al darse cuenta de que toda era una farsa de los soviéticos para convertir a España en un país marxista-leninista, decidió regresarse a la Gran Bretaña a redactar esta novela magistral.


Una suerte parecida recorrió Octavio Paz. De joven, abrazó con entusiasmo la causa comunista como muchos intelectuales de Occidente combatiendo en la península ibérica del lado de los republicanos, pero relata Paz que cuando la autoridad máxima de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (U.R.S.S.), José Stalin, a quien tanto admiraba, decidió repartirse Polonia junto con el Fúhrer de la Alemania nazi, Adolfo Hitler se sintió profundamente decepcionado y rompió radicalmente con el marxismo.

Su postura tan determinante le valió el repudió de la mayoría de los intelectuales mexicanos y de otros países. No hay que olvidar que existía –por esos años- un verdadero sectarismo por captar a nuevas personas y convencerlas que se hicieran comunistas. Y quien decidía abandonar esta doctrina era boicoteado de las cátedras universitarias, de las editoriales para publicar sus libros, de recibir galardones y reconocimientos. Paz recibió la amargura de la indiferencia y de las acerbas críticas de sus colegas.

En 1979, quien sería el Premio Nobel de Literatura en 1990, Octavio Paz, sacó a la luz un libro con un título retador y atrevido que despertó una gran polémica, publicado en nuestro país por la editorial Joaquín Mortiz, y luego, por el Fondo de Cultura Económica.

La tesis sigue siendo válida para nuestro tiempo: ante un Estado que pretende controlar la política, la educación, la economía, los medios de comunicación, la producción agrícola, la vida empresarial es muy difícil que no pueda ceder ante esa “tentación totalitaria” y acaba por asfixiar la libertad individual y las iniciativas de los particulares.

El Estado pasa a convertirse en ese ser “grotesco”, en ese “ogro” que describe Paz, que supuestamente quiere hacer el bien pero como no sabe delegar ni reconocer que los ciudadanos también pueden realizar muchas otras empresas valiosas, en plan solidario, con creatividad e ingenio, acaba por entorpecer y monopolizarlo todo y sobreviene una gran parálisis en su funcionamiento como ocurrió, en su tiempo, con la U.R.S.S. 

Tanto “1984” de George Orwell como “El Ogro Filantrópico” de Octavio Paz me parece que son dos lecturas indispensables que resultan claves para comprender los fenómenos económicos y sociopolíticos que vivimos en nuestra época.

UN NIÑO PROBETA, ¿POR QUÉ NO?

P. Mario Arroyo,
Doctor en Filosofía.
p.marioa@gmail.com

Pregunta Fabrizio, alumno de medicina. ¿Qué de malo tiene traer al mundo niños, sirviéndonos de la técnica, ayudando a parejas a quienes la naturaleza se los negó? ¿No nos dio Dios la inteligencia precisamente para completar y perfeccionar la naturaleza? En caso inverso, ¿no sería contraria a la voluntad divina toda medicina, pues supone siempre curar una enfermedad “natural”?


Aunque es plenamente comprensible el deseo de tener hijos en aquellas parejas a quienes la naturaleza se los ha negado, no es tan sencillo resolver la problemática recurriendo a la ciencia médica. No es cuestión de que no se pueda, sino de preguntarnos si determinada intervención técnica es correcta. Se trata de hacer a un lado todos los argumentos emotivos que puedan estar involucrados, para pensar racionalmente cómo se custodia mejor la dignidad humana.

Primeramente, hay que decir lisa y llanamente, que no existe el “derecho a tener un hijo”.

No hay sombra de crueldad, insensibilidad o indiferencia en dicha afirmación. “El hijo es persona, con dignidad de sujeto, no puede volverse objeto de derecho”; eso es precisamente la esclavitud: tratar a sujetos como objetos; eso es lo que sucede cuando se legitima el supuesto derecho a tener un hijo “a cualquier costo”.

La intervención médica, para no ser lesiva de la dignidad humana, debe servir al acto conyugal en la procreación, no suplantarlo. ¿Por qué es contraria a la dignidad humana la fecundación in vitro? Porque pone en ejercicio una lógica radicalmente inversa a la del amor y la donación, que debería estar en el origen de la persona. Se cambia de registro y se coloca, en el origen del ser humano, la lógica de la producción y del dominio. 

Ello resulta manifiesto, por ejemplo, cuando se reclama a la compañía que “produjo” al hijo si este viene “defectuoso”; es decir, con alguna tara, enfermedad, etc. No es una distopía futurista, ha sucedido. Se trata al “producto” –un ser humano como nosotros- como si fuera lavadora, carro o computadora; exigiendo “póliza de garantía”.

A ello se une el hecho de que “en el proceso” para obtener un niño, se sacrifican muchos embriones. “Se suelen perder el 80% de los embriones transferidos, otros son eliminados directamente por presentar defectos genéticos, y en caso de embarazo múltiple pueden suprimirse directamente uno o más embriones o fetos”. Es dramático, resulta como elegir sacrificar cuatro de mis cinco hijos para quedarme con aquel que tenga mejores condiciones: sea más fuerte, inteligente, guapo, o lo que a los papás les guste. Se trata a la vida humana como si fuera una cosa.

Tal abuso suele justificarse con la dudosa excusa de considerar que el embrión o el feto no es persona, lo que no deja de resultar curioso, pues el término “persona”, al igual que el de “dignidad”, no son científicos sino filosóficos. Frecuentemente, quienes recurren a este cuestionable subterfugio son poco coherentes, pues protegen los huevos de tortuga (que en ese caso no serían tortugas), o esperan con ansia el descubrimiento de una célula en otro planeta,
para corear triunfalmente que hay vida extraterrestre. 

Sin entrar en la polémica de si un embrión o un feto son personas, en cualquier caso, se trata de seres vivos de la especie humana, y si no se les protege, la dignidad se vuelve papel mojado, dispuesto a venderse al mejor postor. Peor aún si se recurre a la más barata excusa de que no son conscientes. 

Con ese argumento podemos eliminar directamente a enfermos de Alzheimer, con severo retraso mental, o en estado de coma.

Ello implica supeditar la vida humana a criterios pragmáticos, convirtiendo la dignidad en una etiqueta barata y vacía.

Por último, se encuentra el caso de la FIV heteróloga; aquella en la que se recurre a terceros, además de los cónyuges, para obtener el hijo. Este procedimiento resulta lesivo de la dignidad del hijo, que deja de tener claridad en lo que a sus orígenes se refiere, pudiendo tener hasta tres madres y dos padres. 

Es indigno también de la mujer, que alquila su cuerpo -de modo análogo a las prostitutas- como incubadora viviente, o donante de óvulos. Toda posible dificultad se resuelve con un contrato; y si la madre gestante se encariña con el niño ya no puede quedárselo, porque así lo ha estipulado el convenio. No es distopía, sino triste realidad, tanto los surrealistas pleitos jurídicos que se han dado, como la infinita casuística, irrespetuosa de la dignidad humana, en la que se ha caído. Por ello es mejor adoptar.

¡VOLVER A LOS ORÍGENES!

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Hace algunos años me encontraba en mi casa un día por la tarde buscando en el librero algo que leer. De improviso me di cuenta de un volumen de Biología el cual reconocí por el dibujo del canto y lo ubiqué como uno de aquellos textos que había estudiado en la preparatoria para cursar esa asignatura. Lo abrí al azar y me encontré un apartado que describía las diferentes partes de las raíces de los árboles.


Continué leyendo y el autor aseguraba que los metros de altura de un árbol indicaban los metros de profundidad de sus raíces. Unos párrafos más adelante el libro señalaba que los árboles con raíces profundas resisten mucho mejor los embates de los vientos. Las raíces eran como “anclas” que lograban que el tronco se abrazara con firmeza al suelo en que estaba plantado el árbol.

Recuerdo ahora aquél suceso porque puede ser de gran utilidad para advertir la importancia que supone conocer muy bien las raíces de nuestra cultura occidental: Grecia, Roma, la Iglesia Católica y la Revolución Industrial. 

Pero sobre todo porque esas anclas son las que nutren y sustentan nuestra cultura, son el punto de apoyo, el armazón y la brújula que sostienen e indican la orientación que imprimieron aquellos sabios desde el inicio. Decía Solón que no había viento favorable para el piloto de un navío que no sabe a donde va.

Las aportaciones precedentes y las realizaciones teóricas y prácticas de nuestros antecesores construyeron un modo de ser occidental que no es viable al margen de sus propios orígenes culturales. En efecto, la mejor forma de resolver los desafíos que se presentan en nuestra vida cotidiana consiste en volver a las raíces que conformaron y fundamentan hoy nuestra sociedad y encontrar en ellas las soluciones.

Me parece que la frase “back to basics” logra expresar tanto la necesidad como el valor de rescatar todo ese legado de siglos, toda aquella sabiduría arrinconada y, al parecer, abandonada hoy en día. No dudo que el rescate al que me refiero forjará y fecundará de nuevo la sociedad en que vivimos si es que cada uno logramos integrar aquella sabiduría en las acciones del quehacer cotidiano.

En los inicios del tercer milenio, veo con gran preocupación la difícil situación que enfrenta la familia y el matrimonio, la política, la economía, la dignidad de la persona, la educación, y el alejamiento casi total de Dios y de la religión, así como el desinterés por la filosofía explícita.

La vida misma y la sociedad en su conjunto se doblegan ante los embates de la secularización y los cambios de perspectiva antropológica. Ahora, con tantas posibilidades técnicas de progreso, veo tendencias a la involución y a la deshumanización. (Continuará...)

lunes, 21 de octubre de 2019

¿ME DEJO LLEVAR POR ANTIPATÍAS HACIA LAS PERSONAS?

Pbro. José Martínez Colín
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

En cierta ocasión, un joven racista e intolerante se acercó a un hombre que había impartido una conferencia sobre “La fraternidad entre los hombres”, en que había alentado a aceptar, respetar y amar a todos, sin importar su raza o su condición social, pues será el amor el que nos abrirá las puertas del Cielo. El joven racista le preguntó enojado: “¿Quiere decir que cuando muera y vaya al cielo, voy a tener que convivir con negros, judíos, católicos, indios y pobres?”. El hombre calmó sus temores tranquilamente, respondiéndole: “No se preocupe, joven, si piensa así, ¡usted no va a ir al Cielo!”.


El Papa Francisco, continuando su reflexión sobre el libro bíblico de los Hechos de los Apóstoles, muestra que Dios no hace acepción de personas, su voluntad es que llegue la salvación a todas las personas. Dios quiere salvar a todos y desea que sus hijos superen todo particularismo y se abran a la universalidad de la salvación.

Todo bautizado está llamado a colaborar, a salir de sí mismo, para abrirse a los demás y experimentar la fraternidad.

2) Para pensar

Después de la Ascensión de Jesús, los nuevos cristianos, así como el pueblo judío, eran muy conscientes de ser el pueblo elegido por Dios. Ese sentimiento de pertenencia, los hacía ser muy cuidadosos de no mezclarse con otros pueblos. Estaban convencidos de que la salvación sólo había venido para ellos.

Será necesario que haya un rompimiento con ese pensamiento excluyente. Y viene cuando el Apóstol Pedro, que era la cabeza de la naciente Iglesia, tiene una visión en que se le muestra que ya puede comer alimentos que la ley marcaba como impuros, pues ya Dios los ha purificado. Luego Dios envía a Pedro a la casa de un pagano, Cornelio, “centurión de la cohorte Itálica, piadoso y temeroso de Dios”, pero que no era judío. En ese hogar de paganos, Pedro predica a Cristo crucificado y resucitado y el perdón de los pecados. El Espíritu Santo se derrama sobre Cornelio y su familia. Pedro los bautiza en el nombre de Jesucristo (Hechos 10, 48). 

Era la primera vez que pasaba algo así: Pedro había hecho algo que iba más allá de la costumbre y de la ley. Por eso en Jerusalén se escandalizan y se lo reprochan, pero Pedro había visto la voluntad de Dios y comprender que la elección de Israel no fue una recompensa al mérito, sino que fueron escogidos para ser medianeros de la bendición divina que debía llegar a todos los pueblos de la tierra.

3) Para vivir

El Apóstol Pedro, y con él toda la Iglesia, entienden que no pueden ser un impedimento para la obra de Dios, que “quiere que todos los hombres se salven” (1 Tm 2,4), sino que han de favorecer el encuentro de los corazones con el Señor. La Iglesia es Católica, que significa universal, desde sus orígenes, recordando lo que Jesús les había mandado: “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio” (Mc 16, 10).

El Papa nos invita a preguntaros: ¿cómo nos comportamos con nuestros hermanos y hermanas, especialmente con los que no son cristianos? ¿Obstaculizamos su encuentro con el Padre o lo facilitamos? Un corazón católico, es un corazón en donde caben todos, sin excluir a nadie, de manera que llega a identificarse con el Corazón de Cristo.

jueves, 17 de octubre de 2019

¿CUÁL ES EL CRITERIO PARA REALIZAR GASTOS PERSONALES?

P. Mario Arroyo,
Doctor en Filosofía.
p.marioa@gmail.com

Pregunta María José, estudiante de medicina:

“Mi hermana gusta de comprar cosas excesivamente caras. Me parece que está mal y se lo digo, pero no sé explicar el motivo”. En el fondo, pienso, se trata de una cuestión de sensibilidad, de contexto. Dado el ambiente en el cual vivimos, en el que hay mucha pobreza y eso entra por los ojos, pues cada esquina tienes un ejército de personas pidiendo dinero o vendiendo algo, no nos puede dar igual, o simplemente cerramos los ojos a esa realidad, mientras los tenemos bien abiertos en los centros comerciales.


Sin embargo, no es del todo culpable esta “ceguera selectiva”. En realidad, el ambiente nos empuja a ello, pues fomenta un individualismo salvaje, desalmado: “primero yo, después yo y hasta el último yo”, parece decirnos la cultura moderna. Hace falta un esfuerzo consciente para salir de esa burbuja. 

Felizmente, muchos jóvenes lo hacen, involucrándose en labores de voluntariado, con lo cual contrastan el individualismo lacerante en el que viven. Pero ello no basta, pues puede generar sensibilidad selectiva: a unas personas, en un lugar, durante un tiempo, pero no curar la cruel indiferencia con quien tenemos al lado o en la esquina de la calle. 

Puede ser, finalmente, una “píldora de moralina” que tomamos para tranquilizar nuestra conciencia.

Para curar esa ceguera provocada se requiere mirar cara a cara, ver el rostro, tocar la mano, escuchar la historia de quien sufre. Después, hacer un esfuerzo por provocar un fecundo silencio en la habitación, en el campo, en la iglesia… 

Por ejemplo, pensar: ¿Por qué yo tengo todo y esta persona carece de lo necesario? ¿Cuánto gasto en un fin de semana, en un capricho, en la discoteca, en un restaurante caro, en unas vacaciones? ¿Cuánto gana esta persona a la semana, al mes, al año? ¿Con eso debe comer, transportarse, brindar educación a sus hijos, comprar medicinas, etc.? ¿Cuántas horas trabaja? ¿Cuánto tiempo invierte, e incomodidades sufre, para llegar a su lugar de trabajo? ¿Tiene alguien que le ayude con los gastos? ¿Es, quizá, madre o padre soltero? ¿Tiene ancianos a su cargo? ¿Qué he hecho yo para merecer mi bienestar económico, mi posición social?

Como bien planteabas en nuestra conversación, es distinto el caso de alguien que ha trabajado toda su vida y, una vez jubilado, quiere darse “un gusto”: Un buen coche, un viaje, un vestido caro. 

Resulta, sin embargo, una historia muy diferente, cuando alguien todavía no ha hecho nada que valga la pena, que suponga un gran esfuerzo, que aporte algo consistente a la sociedad y se está dando “gustos” caros cada fin de semana, cada quincena o incluso diariamente.

Si la persona que trabaja en mi casa, si el personal de servicio, si mis empleados no van a ganar en un año lo que me gasto yo en un capricho, probablemente sea una injusticia dármelo, aunque no lo robe, aunque todo sea “legal”: el contrato de mi trabajador y los fondos de mi tarjeta. No es la ley del mercado lo que debo mirar, ni los títulos de propiedad, sino la dignidad humana. 

Si esa persona tiene que sacar adelante una familia, y con su trabajo esforzado, de ocho horas diarias o más, no alcanza a ganar en un año lo que yo en un instante gasto para “darme un gusto”, algo de perverso tiene ese gasto. No es una hipótesis irreal. Un bolso Louis Vuitton, de esta temporada, puede costar 6,100 dólares. El salario mínimo vigente requeriría 1143 días laborales para comprarlo, es decir, 3 años sin interrupción de trabajo. Es verdad que los sueldos suelen estar por arriba del salario mínimo, pero en algunos rubros, por ejemplo, manejador en una granja avícola, sigue necesitando ese tiempo para comprarse el bolso.

¿Qué hacer? No resulta sencilla la respuesta, pues nuevamente vivimos inmersos en medio de un individualismo salvaje, las personas no son personas, sino consumidores, y los trabajadores parte de la cadena de producción, no solo reemplazable, sino cada vez más obsoleta gracias a los procesos de automatización fruto de la inteligencia artificial. 

Se trata, sin embargo, de una cuestión de empatía, de no perder nuestro factor humano anegado en la superficialidad, en la frivolidad, en el consumismo hedonista. En ese sentido, más que decirle: “no debes comprar ese bolso”, mejor invítala a un hospital público a visitar niños con cáncer o niños quemados. Quizá no pueda ni entrar a la sala, quizá vuelva el estómago, pero ese puede ser el camino para recuperar la sensibilidad perdida, la humanidad aletargada. Quizá ese tímido primer paso produzca una reacción en cadena y desate el ejercicio del “pensamiento crítico”, aplicado a la frívola cultura de la imagen.

miércoles, 16 de octubre de 2019

FIFA: TARJETA ROJA PARA LOS AFICIONADOS

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

¿Qué espera la FMF cuando prohíbe la libertad de expresión?, ¿por qué no se concede a los hinchas el beneficio lúdico que se permite para el uso de la marihuana? Mas bien parece que pagar boleto para ver un partido de futbol incluye el beneficio de la mordaza.


La FIFA no deja de sorprendernos con esta nueva imposición que desean aplicar con el fin de limitar la libertad de expresión del aficionado. Es una amonestación adornada con la palabra “respeto” porque consideran creciente y más importante la susceptibilidad de ciertas minorías que el desfogue de miles de entusiastas seguidores.

¿En realidad la FIFA nos ama? Lo escribo así, porque nos ofrece ayuda para evitar las expresiones de odio. En el fondo, sin lugar a dudas lo verdaderamente importante es privilegiar la susceptibilidad de la minoría que el derecho de la mayoría a expresar una frase lúdica. Estamos presenciando la aparición en escena de un nuevo tipo de censura.

Resulta que ahora somos perversos por defender el derecho a la libertad de expresión. ¿No se vale exteriorizar los sentimientos?, ¿o será acaso que de ésa frase “Ehhhhhhh.....” se sigan necesariamente actos de violencia? El grito en cuestión es lúdico, no es ofensivo. Así lo considera la comunidad gay, según entrevistas en Youtube.

Se permiten excesos y arbitrariedades a los anarquistas que se “cuelan” en una marcha de protesta. No hay inconvenientes por secuestrar a 92 choferes con sus respectivos autobuses de pasajeros, y así obtener ciertas dádivas y premios con tal de “hacer justicia” a minorías marginadas.

Los aficionados que acuden al estadio de futbol son cada vez menos, y son minoría en comparación con los millones de televidentes que prefieren seguir los partidos desde su casa. ¿Por qué la FIFA no defiende a éstos grupos pequeños?

Parece que algunas minorías son mejores que otras y merecen protección y amparo, mientras que los aficionados suscitan condena y mordaza, es decir, tarjeta roja. No me parece congruente castigar a quién te da de comer cuando paga su boleto de entrada.

Un conocido me dijo: “Hasta ellos mismos lo gritan. No tiene nada que ver con las estupideces de la FIFA. Mire usted, mas tolerantes los gays que los corruptos de FIFA.”

Espero que la FMF no nos imponga el deber de colocar micrófonos en la sala de la televisión y nos muestren tarjeta roja en nuestra propia casa. De seguir este sendero de intolerancia, se vaciarán los estadios y dejarán de transmitirse los juegos de futbol.

La libertad de expresión está limitada por la prudencia y el respeto. En este caso no hay falta de respeto porque es una frase lúdica y no es imprudente porque no es insulto, es una expresión de esparcimiento y diversión.

lunes, 14 de octubre de 2019

¿BUENA SUERTE O CONSTANCIA Y EMPEÑO?

Raúl Espinoza Aguilera
@Eiar51

Es frecuente escuchar la expresión “¡Qué buena suerte!” tiene un profesionista que se le concedió un puesto de mayor responsabilidad por su destacado desempeño en su empresa; o de un estudiante universitario que obtuvo magníficas calificaciones a lo largo del semestre; o de una atleta que, a fuerza de practicar y buscar mejorar su propio récord, fue seleccionada para los Juegos Panamericanos o las Olimpiadas; o de un determinado intelectual o científico a quien se le ha concedido un importante reconocimiento por sus trabajos de investigación, sus publicaciones, y en general, por su brillante trayectoria.


En estas semanas se comienzan a conocer los nombres de los galardonados por la Real Academia de las Ciencias de Suecia. Por ejemplo, el de Química fue concedido al estadounidense John B. Goodenough, el británico Stanley Whittingham y al japonés Akira Yoshino quienes son los padres de la batería de litio que cambió el comportamiento de la humanidad. El Nobel de Física fue otorgado al norteamericano James Peebles y los suizos Michel Tylor y Didier
Queloz por su contribución al entendimiento de la evolución del universo y el lugar de la tierra en el cosmos. El Nobel de Medicina fue concedido a tres científicos Sir Peter Ratcliffe y de los estadounidenses William G. Kaelin Jr. y Gregg L. Semenza por sus descubrimientos acerca de cómo sienten las células y se adaptan al oxígeno disponible y que podrían beneficiar en la curación del cáncer, etc.

Cuando me entero de estos reconocimientos, la primera idea que me viene a la mente es, ¿cuántos años les llevó a los galardonados ser premiados por sus investigaciones, cuántos días y noches de arduos trabajos, décadas de búsquedas y de reflexión, de asistencia a congresos, de cambiar impresiones con otros colegas orientados hacia su misma especialidad, de probar una y otra vez sus tesis en el laboratorio, de publicar ensayos, etc.? 

Es decir, detrás de estos reconocimientos hay toda una vida consagrada en conseguir este objetivo hasta lograrlo o de tener un importante avance.

De esta manera, se puede concluir que existen, entre otras muchas, un par de grandes virtudes: la constancia y la dedicación y eficacia en el trabajo (diligencia).

Y para ello hay que tener ideales y metas claras en la vida. Los logros no son fruto de una mera casualidad o de la “buena suerte” sino del empeño y esfuerzo sostenidos por mucho tiempo. Cuando alguien está convencido que su objetivo realmente vale la pena y que hay que luchar hasta alcanzarlo, equivale a estar dispuesto a mantener un tono personal de exigencia sin desanimarse y ser inasequible al desaliento.

sábado, 12 de octubre de 2019

¿SER TRANSIGENTE O INTRANSIGENTE?

Pbro. José Martínez Colín
articulosdog@gmail.com

1) Para saber

Se cuenta que durante una noche el vigía de un barco le dio aviso a su comandante de que se acercaban peligrosamente a una luz. El capitán giró instrucciones para que se comunicaran con esa nave y le ordenaran que modificaran su rumbo. Así lo hicieron, pero le dijeron:


“Nos dicen que seamos nosotros los que cambiemos el rumbo”. El almirante enfurecido ordenó: “Dígale que les habla uno de los comandantes de más alto rango de su majestad: ¡el mismísimo almirante Sir Percy Williams!”. Así lo hicieron y volvieron con la respuesta: “Nos dice que no importa. Quien habla es un marinero de segunda llamado Tom Smith y quiere que nosotros cambiemos el rumbo, pues ya estamos cerca de la colisión”. El almirante no cabía en su enojo y mandó: “Dígale que tenemos una embarcación de 45 mil toneladas, que se aparten inmediatamente”. 

Volvieron con la respuesta: “El marinero Tom Smith nos dice que si no queremos estrellarnos con un faro de muchas toneladas, más nos vale cambiar el rumbo”. “Cambiemos el rumbo”, reconoció el almirante.

Muchas veces una intransigencia nacida de la soberbia nos lleva a descartar a quienes piensan distinto a nosotros, y nos imposibilita para el diálogo. El Papa Francisco reflexionando sobre la figura de San Pablo, decía que el joven Saulo aparece intransigente con los que piensan diferente a él considerándolos sus enemigos. Pero el encuentro con Cristo le dará una nueva mirada hacia Dios, hacia sí mismo y hacia los demás, que de enemigos se convertirán en hermanos en Cristo. Así, Saulo llegará a ser San Pablo, el gran evangelizador

2) Para pensar

Un autor, Chiesa, comparaba a las personas con las piezas de un ajedrez, en donde el poder de las piezas radica en su flexibilidad, según las reglas del juego: el Peón es la pieza más débil porque no tiene flexibilidad, sólo puede moverse de uno a uno hacia delante, sin poder rectificar su recorrido. Luego está el Caballo y el Alfil: éste no puede cambiar de color, pero sí desplazarse muchas casillas, mientras que aquél puede cambiar de color pero avanzar poca distancia. La Torre es más flexible en cuanto que puede cambiar de color y a lo largo de todo el tablero, aunque solo rectamente. 

La Reina es la más poderosa por tener máxima flexibilidad.

Pensemos si somos rígidos e inflexibles con quien piensa distinto de nosotros, pues podríamos estar dificultando la convivencia.

3) Para vivir

Comenta el Papa Francisco que Saulo llegó ser transigentes con los demás al ser transformado por Cristo, y llegará a enseñar “que no debemos luchar contra las personas, sino contra el mal que inspira sus acciones”. Con las personas, ser transigentes, pero ante la verdad, en cambio, no cabe la transigencia.

Hablaba San Josemaría de ser transigente con las personas, pero intransigentes para defender la verdad, a la cual llamaba “santa intransigencia”. La verdad se defiende, así como no está mal en ser intransigentes en defender que “2 +2 = 4”. Si un amigo me dijera que “2+ 2 = 3”, ahí no puedo transigir. A ese amigo, no lo desprecio, se le respeta, pero sin aceptar el error. Por ello, intransigente con la verdad, pero transigente con las personas.

miércoles, 9 de octubre de 2019

¿QUÉ ES UN LÍDER MORAL?

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

El historiador Enrique Krauze escribió en el diario Reforma una columna titulada ¿Qué es un líder moral? (Reforma, 6-Oct-19). Recordando a Daniel Cosío Villegas, en el desarrollo de su breve colaboración apunta la siguiente idea: “En la esfera política, las virtudes que cuentan son las republicanas, no las religiosas”.


“¿A servicio de que causa debería actuar un líder moral? No a la causa de la fe sino a la de la razón, no alentar –por ejemplo—la presencia de la Iglesia en medios públicos sino a promover una reforma que aliviara las cuatro llagas políticas que asfixiaban al país: 1. El excesivo poder del presidente, 2. El predominio aplastante del partido oficial, 3. El peso asfixiante de la federación sobre la vida regional y local, 4. Las costumbres políticas mexicanas”.

Krauze es historiador, no es moralista. Para intentar hilvanar unas cuantas ideas, permítanme narrar esta anécdota.

Un rey, deseando contar con una biblioteca, pidió buscar a la persona idónea para organizarla. Cumplido el encargo, quiso probar los conocimientos del bibliotecario, quién gozaba fama de erudito. Intencionalmente, el rey se documentó sobre dos libros sumamente raros; luego, lo llamó a su presencia.

¿Podría usted hablarme de este autor y su obra?, preguntó. Respondió el bibliotecario: disculpe Su Majestad, pero no lo he leído. Sonrió el rey, y volvió a preguntar: ¿Y sobre este otro? Nueva respuesta: Tampoco lo conozco Su Señoría.

Segunda sonrisa del soberano, y tercera pregunta: ¿Me puede decir entonces, porqué le pagan tanto a usted? Y vino la respuesta definitiva:

-Majestad, me pagan por lo que sé, que es poco; si me pagaran por lo mucho que ignoro, no bastaría el dinero del mundo.

Esta breve historia me induce a reflexionar sobre lo mucho que debemos estudiar para alcanzar unos cuantos conocimientos a lo largo de la vida.

Específicamente sugiero a Krauze ejercitarse en el conocimiento de la moral natural para no confundirla con la moral religiosa. Y aprender un poco más sobre las virtudes, las cuales son esencialmente personales, pero con efectos sociales.

En la esfera política solo cuentan las virtudes personales, ni republicanas ni religiosas, ni judías, sino humanas. Las que perfeccionan al hombre en relación a la plenitud y a la felicidad. Y que propician el bienestar social, capaces de aliviar las cuatro llagas que asfixiaban y asfixian al ciudadano y al país.

Sin virtudes humanas no puede haber moralidad ni liderazgo. Esto es así, porque la gente sigue a quien da testimonio y ejemplo. No sigue a los líderes, y si los sigue es porque con su ejemplo confirman su liderazgo.