Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx
El historiador Enrique Krauze escribió en el diario Reforma una columna titulada ¿Qué es un líder moral? (Reforma, 6-Oct-19). Recordando a Daniel Cosío Villegas, en el desarrollo de su breve colaboración apunta la siguiente idea: “En la esfera política, las virtudes que cuentan son las republicanas, no las religiosas”.
“¿A servicio de que causa debería actuar un líder moral? No a la causa de la fe sino a la de la razón, no alentar –por ejemplo—la presencia de la Iglesia en medios públicos sino a promover una reforma que aliviara las cuatro llagas políticas que asfixiaban al país: 1. El excesivo poder del presidente, 2. El predominio aplastante del partido oficial, 3. El peso asfixiante de la federación sobre la vida regional y local, 4. Las costumbres políticas mexicanas”.
Krauze es historiador, no es moralista. Para intentar hilvanar unas cuantas ideas, permítanme narrar esta anécdota.
Un rey, deseando contar con una biblioteca, pidió buscar a la persona idónea para organizarla. Cumplido el encargo, quiso probar los conocimientos del bibliotecario, quién gozaba fama de erudito. Intencionalmente, el rey se documentó sobre dos libros sumamente raros; luego, lo llamó a su presencia.
¿Podría usted hablarme de este autor y su obra?, preguntó. Respondió el bibliotecario: disculpe Su Majestad, pero no lo he leído. Sonrió el rey, y volvió a preguntar: ¿Y sobre este otro? Nueva respuesta: Tampoco lo conozco Su Señoría.
Segunda sonrisa del soberano, y tercera pregunta: ¿Me puede decir entonces, porqué le pagan tanto a usted? Y vino la respuesta definitiva:
-Majestad, me pagan por lo que sé, que es poco; si me pagaran por lo mucho que ignoro, no bastaría el dinero del mundo.
Esta breve historia me induce a reflexionar sobre lo mucho que debemos estudiar para alcanzar unos cuantos conocimientos a lo largo de la vida.
Específicamente sugiero a Krauze ejercitarse en el conocimiento de la moral natural para no confundirla con la moral religiosa. Y aprender un poco más sobre las virtudes, las cuales son esencialmente personales, pero con efectos sociales.
En la esfera política solo cuentan las virtudes personales, ni republicanas ni religiosas, ni judías, sino humanas. Las que perfeccionan al hombre en relación a la plenitud y a la felicidad. Y que propician el bienestar social, capaces de aliviar las cuatro llagas que asfixiaban y asfixian al ciudadano y al país.
Sin virtudes humanas no puede haber moralidad ni liderazgo. Esto es así, porque la gente sigue a quien da testimonio y ejemplo. No sigue a los líderes, y si los sigue es porque con su ejemplo confirman su liderazgo.
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