sábado, 29 de julio de 2023

PARA GANAR LA BATALLA DECISIVA, ACUDIR AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Pbro. José Martínez Colín

1) Para saber

Tal vez el tema más socorrido en el cine o en las canciones sea el del

amor. Y suele atribuírsele al corazón ese poder de amar. El Papa

Francisco invitaba a contemplar el corazón de Jesús para ahondar en su

amor, que al ser verdadero Dios, es el Amor divino.

Con motivo de la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, en su

homilía el Papa recordaba la Sagrada Escritura: «El Señor se ha unido a

vosotros y os ha elegido» (cf. Dt 7, 7). Dios nos ha elegido, y ha

establecido un vínculo que es para siempre. El Señor siempre es fiel, a

pesar, incluso, de que el hombre no siempre lo sea. Dios no tuvo miedo

de establecer un vínculo eterno a través de la sangre de Cristo.

2) Para pensar

Hay una película de hace casi 30 años llamada “Corazón valiente”

(Braveheart). En uno de sus diálogos, uno de los líderes militares

ingleses dice: "Si William Wallace puede saquear York, puede invadir la

baja Inglaterra". En la historia de las guerras se puede observar que

suele haber una batalla estratégica que determina el resultado de toda

la guerra. Vemos lo que significó la batalla de Waterloo para Napoleón, o

la del día “D” en la Segunda Guerra Mundial. Así explicaba Jason Evert,

renombrado conferencista, señalando que en la persona la batalla

decisiva es la que se libra en su corazón. Porque quien gana el corazón

humano, también gana la imaginación, las palabras, los pensamientos,

la mirada y el alma para toda la eternidad. Ahí se decide si gana Dios o

el diablo, el amor o la lujuria, el bien o el mal.

Por eso interesa pensar dónde tengo el corazón: ¿Qué pretendemos

en el fondo de nuestro corazón?

3) Para vivir

El Amor de Dios, que pudiera parecer abstracto o lejano, se hizo

cercano, se concretó en un hombre: en el Sagrado Corazón de Jesús.

Una causa por la que no se ama a Dios como se debe, está en no

vislumbrar la magnitud de su amor. Un error humano está en considerar

que el amor de Dios es como lo pensamos e imaginamos. Pero no. El


amor de Dios es infinitamente superior a nuestros pensamientos e

imaginaciones. Nuestros pensamientos son limitados y Dios es infinito.

Si Dios fuera como lo pensamos, sería imperfecto.

Una manera de acercarnos a ese amor divino es a través de la vida y

obra de Jesús: de ahí la importancia de leer y releer los Santos

Evangelios que nos relatan la vida, obra y palabras de Jesús. Vemos

cómo perdona, cómo se compadece del sufrimiento, cómo cura a los

enfermos y consuela a los afligidos, otorga palabras de esperanza, de

aliento… Jesús no vino a conquistar por la fuerza, sino que vino a ofrecer

amor con mansedumbre y humildad. Y la fiesta del Sagrado Corazón de

Jesús nos lleva a descubrirlo. Podemos experimentar y gustar la ternura

de este amor en cada momento: en el tiempo de la alegría o de tristeza,

en el tiempo de la salud o de enfermedad y la dificultad. Jesús

permanece siempre fiel y nos espera: es el rostro del Padre

misericordioso.

En Cristo contemplamos la fidelidad de Dios y es una invitación a

corresponderle. Cabe preguntarnos: ¿cómo es mi amor al prójimo? ¿Sé

ser fiel? ¿O soy voluble, sigo mis estados de humor y mis simpatías? El

Papa nos invita a pedir: Señor Jesús, haz que mi corazón sea cada vez

más semejante al tuyo, pleno de amor y fidelidad. (articulosdog@gmail.com)

sábado, 22 de julio de 2023

LA DEPRESIÓN DE LOS SANTOS

Hay un clásico de la literatura espiritual titulado: “Los defectos de los santos” de Jesús

Urteaga Loidi. Este breve texto busca ser una actualización y complemento de tal libro. En

realidad, Urteaga se refiere a los santos de la Biblia y sólo a sus flaquezas morales. El mensaje es

claro: busca transmitir esperanza en la búsqueda de la santidad, mostrar cómo nadie nace santo, y

como ellos tienen, como nosotros, sus luchas y sus caídas, pero siempre se levantan. En este texto,

también partiendo de personajes centrales del Antiguo Testamento, busco mostrar cómo las

flaquezas humanas en general -no sólo morales- sino psicológicas o anímicas, también están

presentes en los santos, de manera que no tenemos que extrañarnos por tenerlas, menos aún

ponerlas como excusa para no tender a la santidad.

Quizá la forma más brutal de abatimiento y desesperanza ante la vida sea el suicidio. Son

desalentadores los índices de suicidio, sobre todo en jóvenes, los cuales han crecido

exponencialmente durante este milenio. Es particularmente alarmante enterarse de que algún

amigo o familiar ha tenido un intento de suicidio, y doloroso quizá el experimentar

personalmente, en alguna ocasión, el deseo de morir, el desencanto ante la vida, considerarla más

como un castigo o una carga que como un don. Pues bien, esta última situación la experimentaron

dos de los personajes más egregios del Antiguo Testamento: Moisés y Elías, y no veo motivo por el

que un santo posterior a la venida de Cristo o contemporáneo nuestro, la pueda sentir también.

Cronológicamente, el primero en experimentarlo fue Moisés. Abrumado por la carga que

Dios había puesto sobre sus espaldas, le pide al Señor que le quite la vida y le reclama su modo de

tratarlo. Así lo relata Números 11, 11-15: “… y [Moisés] le dijo a Yahveh: «¿Por qué tratas mal a tu

siervo? ¿Por qué no he hallado gracia a tus ojos, para que hayas echado sobre mí la carga de todo

este pueblo?... No puedo cargar yo sólo con todo este pueblo: es demasiado pesado para mí. Si

vas a tratarme así, mátame, por favor, si he hallado gracia a tus ojos, para que no sea más mi

desventura.»” Moisés, es evidente, por lo menos por un momento se siente desgraciado en su

vocación, en el camino y la misión que Dios le ha dado. Y Moisés es calificado en otra parte por

Dios mismo como “el más humilde de los hombres” (cfr. Números 12, 3). Es, claramente, lo que

podríamos llamar un “consentido de Dios.”

Por su parte Elías, el modelo de los profetas, tuvo también su momento de abatimiento.

Escuetamente nos dice 1 Reyes 19, 4: “Él [Elías] caminó por el desierto una jornada de camino, y

fue a sentarse bajo una retama. Se deseó la muerte y dijo: «¡Basta ya, Yahveh! ¡Toma mi vida,

porque no soy mejor que mis padres!»” El más grande de los profetas “se deseó la muerte.” No

podemos olvidar que Moisés y Elías de alguna forma engloban y simbolizan todo el Antiguo

Testamento. No en vano fueron ellos los que se le aparecieron a Jesús en la Transfiguración,

comentando con Él las cosas que iban a acaecer en Jerusalén (la Pasión, Muerte y Resurrección de

Jesús, el Misterio Pascual). Y sin embargo esos dos grandes se desearon la muerte, le pidieron a

Dios que les quitara la vida; consideraron la vida y su vocación como superior a sus fuerzas, se

sintieron profundamente desalentados y desdichados.

Es maravilloso ver cómo se entreteje lo humano y lo divino en la Sagrada Escritura, la cual

nos muestra a sus protagonistas como hombres reales, de carne y hueso, con sus grandezas y

debilidades, que no hace esfuerzos por disimular. Ello nos ayuda a comprender que el ideal de la

unión con Dios, la realización de nuestra misión en la vida, el desafío de la vida misma y de la

vocación, no son “ideales” (no en el sentido de poseer un ideal, sino en el de representar una

quimera, una ensoñación, algo bonito pero irrealizable, un buen deseo), sino “reales”, con todas

las consecuencias que las palabras “real” y “humano” tienen. Los más grandes cayeron en ese

abatimiento, en ese sótano anímico; pero se levantaron.

No se trata de una caída propiamente moral, sino anímica, un estar en el fondo de la

depresión y el desaliento. ¡Qué diferencia con Judas!, que sí se suicidó, sucumbió a la

desesperación. Moisés y Elías se quedaron en el límite, rehicieron su vida y realizaron su vocación.

¿Dónde estaría la diferencia? Es difícil decirlo, ¿predestinación? Tal vez… Lo claro es que tanto

Moisés como Elías convirtieron su abatimiento en una forma de diálogo con Dios. Le expusieron a

Dios su alma y su corazón tal como estaban, y Dios los escuchó y los levantó. Es decir, convirtieron

su depresión en oración, y se abrió para ellos el camino de la esperanza.


Dr. Salvador Fabre

masamf@gmail.com

martes, 18 de julio de 2023

EL RETRATO DEL ANTICRISTO

 Leyendo “Los tres diálogos y el relato del Anticristo” de Vladimir Soloviev, filósofo ruso de

la segunda mitad del siglo XIX, dedicado al ecumenismo y converso finalmente al catolicismo,

encontré, junto con afirmaciones típicas de su época -el diálogo es publicado en 1899- que

muestran la ceguera del racionalismo decimonónico frente a la inminente 1ª Guerra Mundial,

otras en cambio proféticas sobre el siglo XXI. En concreto, en la “profecía” de Soloviev, el

Anticristo vendrá en el siglo XXI y promoverá una serie de políticas características de nuestra

época. Es decir, si en un sentido fracasó como profeta: consideraba imposible una guerra entre las

potencias europeas, guerra que se desencadenó tan soló 15 años después de su texto y 14

después de su muerte, en cambio acertó en afirmar que el siglo XX sería el siglo de las “grandes

guerras.” Además, previó algunas de las notas típicas de la cultura en el siglo XXI, por lo que sí

podemos calificar su texto de actual, de profético y de advertencia.

¿Qué características tendrá este Anticristo? Son de lo más variopintas, aunque la esencial

es obvia: no reconocer a Cristo, ponerse en el lugar de Cristo, ofrecer su venida en vez de la

segunda venida de Jesús. Esa oposición a Jesús se manifiesta como un rechazo a la verdad; pero se

trata de un rechazo disimulado: ofrece cantidad de bienes, promete la paz perpetua, la era del

progreso, es un gran altruista y pluralista, incluso se muestra respetuoso de las religiones y

promueve un cristianismo en general -es decir, la unión de católicos, ortodoxos y evangélicos- que

prescinda de sus contenidos doctrinales y dogmáticos, para centrarse únicamente en una

propuesta moral, pacifista e incluso animalista. El mundo secularizado en que vive se caracteriza

por el olvido de la trascendencia, la espiritualidad y Cristo; elementos todos ellos suplidos por el

progreso y la filantropía.

El “relato del Anticristo” -escrito a finales del siglo XIX- comienza con una profecía sobre el

siglo XX: “fue la época de las últimas grandes guerras, de las discordias intestinas y de las revueltas

revolucionarias”. Más adelante afirma: “La Europa del siglo XXI fue una unión de estados más o

menos democráticos: la Unión de Estados Europeos.” Resulta interesante observar cómo, a finales

del siglo XIX, se percibía que la racionalidad política y la democracia iban a confluir con el tiempo

en la creación de la Unión Europea, pero no sospechaban el precio: las dos guerras mundiales.

Otra advertencia interesante, para los creyentes del siglo XXI es la siguiente: “Y mientras la

enorme mayoría de los intelectuales continuaron siendo no creyentes, los pocos creyentes debían

necesariamente convertirse en intelectuales.” Es decir, augura que la supervivencia de la fe

depende de la formación, necesitamos una fe ilustrada, instruida, profunda que, al decir de san

Pedro, sea capaz “de dar razón de nuestra esperanza.” Precisamente porque la presión externa

será muy fuerte.

En la presentación de Soloviev, el Anticristo será un humano súper dotado. Física -

atractivo- pero, sobre todo, intelectualmente. Incluso, al principio creía en “el bien, Dios, el

Mesías… pero al mismo tiempo sólo se amaba a sí mismo.” La “conciencia de su elevada dignidad

se manifestaba no obstante no como una deuda moral frente a Dios y el mundo, sino como un

derecho y una superioridad frente a los demás y, sobre todo, frente a Cristo.” Hasta que

“finalmente, un odio impetuoso se adueñó de su alma. «¡Yo, yo, no Él!»” Escribió un libro que fue

mundialmente alabado, donde el nombre de Cristo no aparecía ni una vez, pero los mismos


cristianos afirmaban: “está impregnado del espíritu auténticamente cristiano del amor activo y del

bien universal, ¿qué más queréis?”

Finalmente se hizo “amo del mundo”, como la novela escrita ocho años después por

Robert Hugh Benson. “El nuevo señor de la Tierra era ante todo un compasivo filántropo; así, su

amor no se limitaba a los hombres, sino que se extendía también a los animales. Era

vegetariano…” Cualquier semejanza con la cultura hodierna es mera coincidencia. Se pone en el

lugar de Dios, pide amor hacia él, y causa una apostasía generalizada, tanto en las diversas formas

de cristianismo, como del judaísmo. Pero finalmente es desenmascarado:


“¡Gran soberano! Lo que más apreciamos en el cristianismo es el mismo

Cristo. Él mismo y todo lo que de Él proviene, pues sabemos que en Él habita

corporalmente la plenitud de la Divinidad… Nos has preguntado qué podías hacer por

nosotros. He aquí una respuesta precisa: aquí y ahora, confiesa ante nosotros a

Jesucristo, Hijo de Dios, que se encarnó, resucitó y de nuevo vendrá. Confiésalo y

nosotros te acogeremos con amor como verdadero precursor de su segunda y

gloriosa venida.”


Dr. Salvador Fabre

masamf@gmail.com

EL GIGANTE DE CARDIFF: LA VERDAD Y DIOS

Pbro. José Martínez Colín

1) Para saber

Una mujer llamada Gloria se encuentra a su amiga, y feliz le cuenta

la novedad: “Hola Paty, este verano he perdido peso”. Paty le responde

con cierta envidia: “¡Pues no se te nota nada, Gloria!” Y sin enfadarse

Gloria le responde: “Pues claro, ¡te he dicho que lo he perdido!”

A veces puede costar reconocer la verdad. No obstante, todos la

desean, a nadie le gusta que le mientan. En cualquier relación humana

tanto a nivel personal, como en los diversos ámbitos de la sociedad, es

necesario que impere la verdad para que haya confianza mutua.

Muchos pensadores han tratado de definir la verdad. Ya Aristóteles

decía que está en la verdad aquel que “dice de lo que es, que es, y de lo

que no es, que no es”. Una definición bastante acertada la formuló santo

Tomás de Aquino al afirmar que la verdad “es la adecuación del

entendimiento con la cosa”. Ahora el Papa Francisco nos alienta a que,

como Pascal —hombre de inteligencia prodigiosa— seamos buscadores

de la verdad, teniendo en cuenta que no podemos separarla del amor y,

en concreto, del amor a Dios. Una verdad “descarnada”, abstracta,

puede volverse un ídolo al que no se ama ni adora.

2) Para pensar

En octubre de 1869, dos hombres estaban cavando un pozo detrás

de un granero, cuando golpearon algo duro. “Es un pie, ¡un pie

gigante!”, exclamó uno de los hombres. “Sigue cavando. Quizás haya

algo más”. Pronto apareció una pierna, luego otra pierna y luego el

pecho, hasta que desenterraron un cuerpo de más de tres metros de

largo.

Cuando los periodistas se enteraron de este sorprendente

descubrimiento, lo llamaron «La octava maravilla del mundo». Creían

que era un gigante petrificado. Miles de personas fueron a verlo, y el

dueño de la granja comenzó a ganar dinero cobrando la entrada para

ver al “Gigante de Cardiff”, como lo llamaron los diarios de Gales.

Lo que el público no sabía era que un hombre llamado George Hull

había planificado todo con mucho cuidado. Él había contratado artistas

que esculpieran una estatua realista. Luego, hizo que enterraran al

«gigante» en la granja un año antes de que pidiera a los trabajadores


que cavaran un pozo. Todo salió tal como había sido planificado, y la

mentira que le hacía ganar dinero había logrado engañar a todos.

Un camino hacia la verdad es a través de lo que nos enseñan los

demás. Por ello importa saber la calidad humana de quien nos la

transmite, pues no todos la tienen. La anécdota nos muestra que no

falta quien proponga algo falso. Importa saber discernir para separar la

verdad de lo que no es.

3) Para vivir

Dado que la verdad se origina cuando el entendimiento se adecua a

la realidad, se puede afirmar que el fundamento de toda verdad está en

las cosas que existen, que son. Y dado que todas las cosas le deben su

existencia al poder de Dios que las ha creado y las mantiene, se puede

concluir que toda verdad tiene su fundamento último en Dios. Por eso,

nos recuerda el Papa Francisco, “Dios y la verdad son inseparables”,

como afirmaba Pascal.

Cuando lo que decimos es verdadero, tiene su fundamento en Dios. Y

al revés, cuando no decimos la verdad, nos hemos alejado de Dios, que

es la Verdad Plena. Será nuestra decisión libre la que elija si sigue o no

la verdad, a Dios.

martes, 11 de julio de 2023

FIÓDOR DOSTOYEVSKI: EL ESCUDRIÑADOR DEL ALMA HUMANA

                                                                Raúl Espinoza Aguilera

En el artículo anterior analizábamos la genial obra Literaria de León Tolstói. En sus novelas y cuentos nos presenta una semblanza completa de su época describiendo batallas, costumbres, caracteres, etc. y los críticos lo colocan entre los grandes literatos de todos los tiempos.

Junto a Tolstói, aparece la figura inmortal de otro escritor ruso, Fiódor Dostoyevski (1821-1881). Siempre he considerado que este célebre autor pudo haber sido un atinado Psicólogo porque logra meterse en la mente y el corazón de sus personajes de tal manera que causa admiración.

Por ejemplo, en “El Jugador”. Nos presenta a un adicto al juego que no puede resistirse a seguir apostando y así se pasa la noche entera. La gran mayoría de las veces termina económicamente en la ruina. Porque, en su desesperación, concluye apostando -y perdiendo- hasta su casa, sus tierras de cultivo, su finca y demás propiedades. A este vicio se le denomina “ludopatía”.

El padre de Dostoyevski quiso que estudiara la carrera en la Escuela Militar de Ingenieros. A los 17 años se presentó su primera crisis de epilepsia. Pero al terminar sus estudios este literato prefirió dedicarse completamente a la Literatura. Escribió numerosas novelas, cuentos, también fue colaborador en varios periódicos.

Dostoyevski recibió la influencia de filósofos y autores como Aleksandr Pushkin, Nikolái Gógol, Walter Scott, Charles Dickens, William Shakespeare, Miguel de Cervantes, etc.

En su obra, “Crimen y castigo”, considerada su mejor novela, un estudiante de escasos recursos, Raskolnikov, asesina y roba a una vieja avara a la que considera una parásita social. Pero, luego se arrepiente y atormentado por su culpa, termina por confesar y por redimirse espiritualmente.

El tema principal de esta novela es un análisis sobre si un ser, que se considera como un individuo extraordinario, tiene derecho a quebrantar el orden moral.

En “Los Hermanos Karamazov”, considerada como una de las monumentales novelas de la Literatura Universal, constituye la expresión artística más poderosa de la habilidad de Dostoyevski para traducir en palabras sus análisis psicológicos y filosóficos.

Su argumento, el de una historia de misterio sobre un asesinato, se adentra en el terreno del parricidio y de las tensiones familiares.

Está claro que lo que le preocupa a este autor es la eterna lucha entre el bien y el mal; la expiación de los pecados a través del sufrimiento; el valor supremo de la libertad y del individuo; la necesidad de una fuerza moral y espiritual en este mundo, etc.

Sobre él escribió el pensador Friedrich Nietzsche: “Dostoyevski, el único psicólogo, por cierto, del cual se podría aprender algo, ha sido una de las sorpresas más felices de mi vida”. También el genial escritor Jorge Luis Borges ha comentado: “Como el descubrimiento del amor, como el descubrimiento el mar, el descubrimiento de Dostoyevski marca una fecha memorable de nuestra vida”. 

Un gran lector de la obra de Dostoyevski es el Premio Nobel de Literatura en 2010, Mario Vargas Llosa porque comentó que sus personajes estaban magistralmente concebidos. Y Octavio Paz, también Premio Nobel de Literatura en 1990, escribió, con motivo del centenario de su muerte, “Desde su fallecimiento en 1881, su influencia no ha dejado de crecer y extenderse. (…) Fue uno de los primeros que se dio cuenta del nihilismo moderno y que, todavía, nos estremecen por su penetración y misteriosa exactitud”.

El crítico literario Luis Rutiaga comenta: “La gran aportación de Fiódor Dostoyevski a la Literatura Universal consistió en dar un nuevo enfoque a la novela según la cual el narrador ya no está fuera de la obra relatando acontecimientos más o menos ajenos a él, sino que su presencia se manifiesta con voz propia, como si de otro personaje se tratara”.

La influencia de este autor ha sido enorme tanto en la Literatura Existencialista como en la obra de los novelistas norteamericanos, en la obra del inolvidable escritor francés Marcel Proust y, llega hasta nuestros días, en la novela Latinoamericana.

 

 

LA CLAVE PARA PASCAL: HALLAR LA FUERZA VITAL

Pbro. José Martínez Colín

1) Para saber

El director espiritual de la Madre Teresa de Calcuta, el sacerdote

jesuita padre Celeste Van Exem, dijo de ella: «El sentido de toda su vida

fue una persona: Jesús». En verdad, para la Madre Teresa Jesús lo era

todo. En una ocasión un periodista le preguntó: “Madre, ¿qué lugar le da

a Jesús en su vida?”, inmediatamente le contestó: “A Él le doy todo el

lugar”.

En su carta dedicada a Pascal, el Papa Francisco señala que este

filósofo enfrentó una pregunta antigua, pero siempre nueva, que

resuena en el alma humana, y es formulada por la Sagrada Escritura:

“¿Qué es el hombre para que pienses en él, el ser humano para que lo

cuides?” (Sal 8,5). Esta pregunta está grabada en el corazón de cada

ser humano, de todo tiempo y lugar, de toda civilización y lengua, de

toda religión. “¿Qué es el hombre en la naturaleza? ―se pregunta

Pascal― Una nada respecto al infinito, un todo respecto a la nada”,

afirma.

Pascal, como un infatigable buscador de la verdad, profundizó sobre

el hombre, y encontró la respuesta en la historia de amor entre Dios y

su pueblo, culminando en la carne del “Hijo del hombre”, Jesucristo, que

el Padre nos entregó. En Jesucristo se halla la interrogante sobre el

hombre.

2) Para pensar

Un anciano médico homeópata tenía muchos pacientes. Los que van

a su consultorio por primera vez se desconciertan. Quieren explicarle

enseguida qué es lo que les pasa, qué les duele, para recibir

rápidamente los medicamentos que calmarán su dolor. Sin embargo, él,

como si no los escuchase, les pregunta cuándo van a dormir, cuándo se

levantan, qué tipo de vida hacen, cuánto descansan, etc. Al final, les

hace entender que él no quiere curar una enfermedad en particular, sino

a toda la persona y, para curarla, es necesario conocer toda su vida.

Pues darle al enfermo sólo un calmante contra el dolor equivaldría a

darle una droga. Para salvar al hombre, es necesario suscitar su

verdadera fuerza vital que después por sí solo curará la enfermedad.


En la vida espiritual esa fuerza vital es el amor por Cristo y en Cristo.

Eso supera todas las enfermedades espirituales y, al final, también la

muerte. Y cuando no está Cristo, todas las cosas pierden su pleno

sentido, su trascendencia, quedándose en lo superficial y temporal.

Pensemos si cuidamos esa fuerza vital en nosotros.

3) Para vivir

Si Blaise Pascal es capaz de conmover a todo el mundo, es porque

habló de la condición humana de una manera admirable: Algunas de sus

fórmulas aisladas se han hecho célebres. Sería engañoso ver en él solo

a un especialista en moral. Si se le quiere comprender, no se puede

ignorar que Jesucristo y la Sagrada Escritura son el centro y la clave.

Pues si Pascal comenzó a hablar del hombre y de Dios, fue porque había

llegado a la certeza de que "no solamente no conocemos a Dios más que

por Jesucristo, sino que no nos conocemos a nosotros mismos más que

por Jesucristo; no conocemos la vida, la muerte más que por

Jesucristo". Sin la Escritura que sólo tiene a Jesucristo por objeto, no

conocemos nada y sólo vemos oscuridad", recuerda el Papa.

Blaise Pascal mostró ser un enamorado de Cristo que habla a todos.

Es un ejemplo de vida, pues supo conjugar ese amor con la ciencia que

profesó. (articulosdog@gmail.com)

domingo, 9 de julio de 2023

LIBERTAD RELIGIOSA EN NICARAGUA

Mientras que la ONU publica en Ginebra un informe sobre “libertad religiosa” que

paradójicamente invita a restringir la libertad religiosa en favor de las exigencias del colectivo

LGTBIQ+, en América tenemos un caso patente de abierta persecución religiosa. Se trata de

Nicaragua, donde el régimen sandinista de Daniel Ortega condenó en febrero pasado a más de 26

años de cárcel al obispo Rolando Álvarez Lagos, quien no pudo defenderse de las acusaciones que

le imputaba el gobierno (es decir, una condena sin juicio justo, de acuerdo a la ley).

La condena responde al intento del gobierno nicaragüense para deshacerse de una voz

crítica del régimen de Daniel Ortega. Prueba de ello es que por lo menos en dos ocasiones el

presidente ha intentado quitárselo de encima, desterrándolo de Nicaragua. En ambas ocasiones -a

pesar de caer sobre él una terrible condena injusta- el obispo se ha negado y ha exigido su

inmediata liberación, debido a que no ha cometido ningún crimen. La primera vez fue en marzo

pasado, cuando rehusó marcharse a los Estados Unidos junto con 222 excarcelados políticos.

Como castigo ante tal actitud fue puesto en una celda de aislamiento (sin contacto con nadie).

Recientemente el Vaticano intentó hacer negociaciones con el régimen sandinista, para obtener su

libertad. Nuevamente Monseñor Álvarez Lagos rechazó tal propuesta; no acepta ser desterrado de

su país porque no ha hecho nada malo.

La actitud del obispo es una prueba viviente de la fuerza de la fe, que permite a quien la

cultiva plantarle cara a la prepotencia del poder injusto. Es una maravillosa manifestación de la

libertad interior que se consigue cuando uno en verdad vive de fe. Es una prueba palpable de

cómo la fe se opone a la tiranía y a la opresión de un pueblo, configurándose así como un potente

motor espiritual, capaz de hacer temblar a los políticos con apego desordenado al poder. La fe se

configura así como un importante agente social y político, una especie de criba, que ayuda a

discernir al pueblo el oro de la paja, la justicia de la prepotencia en el manejo del poder.

La valiente actitud del obispo Rolando Álvarez lo inscribe en la gloriosa y sufrida lista de los

“confesores de la fe”, es decir, testigos de la fe, que no son mártires -por lo menos todavía-, pero

que han sufrido duras vejaciones a causa de sus creencias. Podemos intentar imaginarnos lo duro

que es permanecer meses encerrado e incomunicado y, cuando te dan la oportunidad de huir,

rechazarla, para seguir dando testimonio de la injusticia de tu gobierno y de la persecución de la

Iglesia que está realizando sistemáticamente.

En efecto, Álvarez Lagos no quiere irse sólo de la cárcel. Pide que se excarcelen también a

todos los sacerdotes que injustamente sufren prisión. Pide al gobierno que descongele las cuentas

de las diócesis y de las parroquias, lo que ha dejado a la iglesia nicaragüense sin medios

económicos. Es decir, como buen capitán, es el último en abandonar el barco, consciente de que

su injusta presencia en prisión descalifica la legitimidad del régimen sandinista. Incluso la Corte

Interamericana de Derechos Humanos ha exigido su liberación inmediata, el presidente de Brasil -

país con gobierno socialista- ha intentado interceder por él. Pero el obispo tiene muy claro que su

gesto es profético, y que es lo que Dios le pide. Abandonará la prisión si es liberado por el

gobierno y se cumplen sus peticiones de terminar la persecución religiosa en su país, o sólo que el

Papa se lo pida expresamente, como un acto de obediencia a la cabeza de la Iglesia.


No dejan de ser hacer pensar, de interpelar a nuestra fe, quizá solamente cultural,

excesivamente cómoda o aburguesada, las afirmaciones hechas por Monseñor Álvarez Lagos y que

agradecemos a Monseñor José Ignacio Munilla haberlas subido a su cuenta de Twitter: “Prefiero

estar abajo pudiendo estar arriba, que estar arriba debiendo estar abajo.” “Cuando el tirano nos

ofrece la libertad gratuitamente, es señal inequívoca de que el precio es la traición a nuestra

conciencia.” “El precio de la esperanza del cristiano es el martirio.” A uno no le queda más que

reconocer el vigor interior, la fuerza del espíritu de un hombre, que es capaz de hacer frente a un

tirano, para defender sus creencias y las de sus compatriotas. El obispo Rolando Álvarez Lagos es

una prueba viviente de cómo el espíritu humano es más fuerte que la prepotencia del poder

absoluto, y de cómo este espíritu puede intervenir y modificar la historia y la política.


Dr. Salvador Fabre

masamf@gmail.com

martes, 4 de julio de 2023

LEÓN TOLSTÓI, UN POLIFACÉTICO ESCRITOR RUSO

                                                                                     Raúl Espinoza Aguilera

León Tolstói es considerado como el mejor escritor de todos los tiempos o uno de los escritores más importantes de la Literatura Universal.

Nació en Tula, Rusia, el 9 de septiembre de 1828 y murió el 20 de noviembre de 1910. Sus dos obras más famosas son “La Guerra y le Paz” y “Ana Karenina”, son consideradas la cumbre del Realismo Ruso junto con otros autores rusos.

Buena parte de su vida transcurrió en la propiedad heredada de sus padres, la finca Yásnaia Poliana.

Desde joven comenzó a estudiar Derecho, pero no pudo concluir su carrera. Escribí en el titular de este artículo que es un escritor polifacético porque fue Dramaturgo, Filósofo, novelista, pedagogo, ensayista, escritor de Literatura Infantil, de obras de teatro, diarista, prosista y publicista. También incursionó con éxito en el cuento, además de la novela y el drama.

De sus obras de la primera época se recuerdan “Infancia, Adolescencia y Juventud” y “Relatos de Sebastopol”, basada en sus experiencias de la Guerra de Crimea, donde este escritor participó. Numerosos relatos de “La Guerra y la Paz” están tomadas de sus experiencias en esta conflagración.

Particularmente me agrada su novela “La Muerte de Iván Ilich” por su descarnado realismo. En teoría era de la Iglesia Ortodoxa Rusa. Pero le tocó toda la influencia liberal y de la Ilustración. Se vuelve autodidacta y lee cuanto libro estaba de moda en Europa Occidental.

Pero, años después, siente una gran sed espiritual y funda la corriente anarquista cristiana, y la ideología anarcopacifista, que influyó en Mahatma Gandhi al proponer la resistencia no violenta. A la postre, Tolstói se convirtió en una persona religiosa y altruista, pero todo ello muy “a su manera”, porque los ortodoxos lo declararon hereje.

Proponía ser vegetarianos, trabajar la tierra por las propias manos y del Evangelio, tomó el consejo de Cristo: “Hay que amar los unos a los otros”. En su finca fundó una escuela para los hijos de los campesinos. Para ello creó una Pedagogía particular cuyos principios instruían en el respeto a ellos mismos y a sus semejantes.

Su obra cumbre “La Guerra y la Paz” expone de modo magistral a la Rusia del Siglo XIX y la invasión de Napoleón Bonaparte. Los soldados rusos al mando del General Mijail Kutúzov infligieron grandes pérdidas a las tropas de Bonaparte.

Como se recuerda, actuaron con estrategias fundamentales, por ejemplo, quemando las ciudades y las cosechas de granos para que los franceses no tuvieran ni alimento ni resguardo.

Después el factor climático fue clave porque fueron atrayendo a las tropas de Bonaparte muy hacia el interior del territorio ruso y cuando se percataron, el crudo invierno se les vino encima. Es curioso pero lo mismo le ocurrió al Ejército Alemán enviados por Adolfo Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.

Y, finalmente, los ataques sorpresivos por la retaguardia cuando las tropas francesas huían en franca desbandada -hambrientas y mal equipadas- para el intenso frío frente a unas tropas rusas bien abrigadas y con la novedosa estrategia de “guerra de guerrillas”.

Napoleón Bonaparte no daba crédito a tanta humillación de su ejército, que hasta ese entonces pensaba que era invencible. Sin duda, era el principio del fin de su meteórica carrera militar.

Otra interesante obra literaria de Tolstói fue “Ana Karenina”. Me sorprendió al leerla el conocimiento profundo de las pasiones humanas. En realidad, es un estudio psicológico de los caracteres de Ana Karenina y otros personajes que aparecen en esta célebre novela.

Pero son igualmente reveladores los “Diarios” de León Tolstói. Nos encontramos frente a un hombre que es un volcán de pasiones: irritable, impaciente, violento, contradictorio, posesivo, celoso, excéntrico, agudo, inteligente y genial. A veces decía que no podría vivir sin su esposa, Sofía Behrs, y su numerosa prole, 13 hijos. Y en otras ocasiones, que anhelaba que lo dejaran solo en la finca.

A su muerte acudieron cientos de personas por el gran prestigio que tenía como escritor. Lo cierto es que, con el paso del tiempo, Tolstói y toda su obra literaria han quedado como un rico patrimonio para la humanidad, sólo comparable a las obras de Fiódor Dostoyevski y Aleksandr Solzhenitsyn.

 

 

 

domingo, 2 de julio de 2023

CON LA MIRADA PUESTA EN LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD

 “Luz para ver, fuerza para creer”, así resumía Mons. Fernando Ocáriz, Prelado del Opus

Dei, la actitud de aquella persona que está en búsqueda de su vocación, de su camino divino en la

Tierra. Cabe suponer que muchos de los miles de jóvenes que participarán en la próxima Jornada

Mundial de la Juventud en Lisboa, tengan el tema rondando su cabeza y su corazón.

Pienso que la Iglesia es algo muy grande. Las JMJ son una muestra de lo que afirmaba

Benedicto XVI recién elegido, al rememorar la muchedumbre de jóvenes que acudió a venerar los

sagrados restos de san Juan Pablo II: “La Iglesia está viva y es joven.” Resulta algo realmente

admirable, que me atrevería a calificar de sobrenatural: a pesar de los múltiples escándalos en los

que se ha visto inmiscuida la jerarquía de la Iglesia recientemente, la gente tiene fe, los jóvenes

tienen fe, acudirán una muchedumbre de ellos a Lisboa y a Fátima para estar con el Papa y visitar a

la Virgen. Es una muestra palmaria de que la persona humana, en su interior, tiene sed de Dios,

hambre de Dios, necesidad de trascendencia, instinto de lo sobrenatural.

Las JMJ se suceden con regular cadencia, desde que san Juan Pablo II tuviera esa divina

inspiración -curiosamente gracias a la ONU, que proclamó 1985 como Año Internacional de la

Juventud- y fue precisamente Buenos Aires 1987 la primera que tuvo esa entraña universal. Como

su nombre lo indica, son para jóvenes -entiéndase, personas con menos de 30 años-, sin embargo,

como Iglesia estamos todos involucrados. ¿Por qué? Porque, como dice san Ambrosio: “Ubi

Petrus, ibi Ecclesia, ibi Deus” (Donde está Pedro -el Papa- ahí está la Iglesia y ahí está Dios). Y en

las JMJ está el Papa y con él la esperanza de la Iglesia.

No podemos dudar de que los jóvenes son el futuro de la humanidad, y los jóvenes

católicos son el futuro de la Iglesia. Tampoco podemos ignorar las matemáticas, y es un dato que

la práctica de la fe en los jóvenes ha disminuido drásticamente desde la muerte de san Juan Pablo

II. Sin embargo, en las JMJ el Espíritu Santo nos ofrece una bocanada de oxígeno y nos muestra, a

pesar de las estadísticas, que “la Iglesia está viva y es joven.” Ahora bien, las JMJ tienen un punto

débil, o un efecto perverso no buscado. Quizá exagero con la palabra “perverso” porque

simplemente se trata de convertirse en la ocasión de realizar “turismo espiritual.” Es decir, pueden

vivirse sí, cristianamente, pero con una profunda superficialidad: como una ocasión de viajar y, si

tienes suerte y eres capaz de colarte -toda una aventura- tomarte un selfie con el Papa. Para

muchos jóvenes ésta es la meta, de modo que la JMJ pase en su vida como el agua sobre las rocas,

sin dejar rastro, como un cúmulo de gratos recuerdos.

Por eso, insisto, la JMJ nos compete a toda la Iglesia -militante, purgante y triunfante-,

para que unidos en torno al Papa y en nombre de Cristo, le pidamos a Dios que haya multitud de

decisiones de entrega a Dios. La Iglesia lo necesita. Es un dato objetivo que han disminuido

drásticamente el número de vocaciones sacerdotales y, sobre todo, las religiosas. Puede verse en

el Anuario Pontificio, los números no mienten. Es verdad que todos ponemos nuestro granito de

arena en la Iglesia, desde ayudar con ropa vieja, a participar en una misión o colaborar con una

catequesis semanal. Pero para que la Iglesia, la gran familia de Dios con los hombres, subsista, no

son suficientes las ayudas “part time”, se requiere vivir como los primeros cristianos, como los

apóstoles, que sentían el llamado de Jesús y le seguían, le daban toda su vida, no las sobras. En

este sentido, no podemos olvidar que “la Eucaristía hace la Iglesia y que la Iglesia hace la


Eucaristía.” Para que haya Eucaristía y por lo tanto Iglesia, se necesitan sacerdotes. Personas que

le dan a Dios a través de la Iglesia, toda su vida, normalmente desde la juventud.

Pedir por los jóvenes que asistirán, o por los que la verán a través de los medios de

comunicación, para que el Espíritu Santo encuentre el camino para tocar sus corazones y les de

“luz para ver y fuerza para querer” de modo que más allá del “turismo católico” haya abundantes

decisiones de entrega a Dios. La juventud es, en efecto, el momento preclaro para sentir el

llamado de Dios y de seguirlo. La oportunidad de comenzar una gran aventura divina y humana,

donde el amor une la libertad de Jesús que elige con la de la persona que corresponde a su amor.


Dr. Salvador Fabre

masamf@gmail.com