Raúl Espinoza Aguilera
León Tolstói es considerado
como el mejor escritor de todos los tiempos o uno de los escritores más
importantes de la Literatura Universal.
Nació en Tula, Rusia, el 9 de
septiembre de 1828 y murió el 20 de noviembre de 1910. Sus dos obras más
famosas son “La Guerra y le Paz” y “Ana Karenina”, son consideradas la cumbre
del Realismo Ruso junto con otros autores rusos.
Buena parte de su vida
transcurrió en la propiedad heredada de sus padres, la finca Yásnaia Poliana.
Desde joven comenzó a estudiar
Derecho, pero no pudo concluir su carrera. Escribí en el titular de este
artículo que es un escritor polifacético porque fue Dramaturgo, Filósofo,
novelista, pedagogo, ensayista, escritor de Literatura Infantil, de obras de
teatro, diarista, prosista y publicista. También incursionó con éxito en el
cuento, además de la novela y el drama.
De sus obras de la primera
época se recuerdan “Infancia, Adolescencia y Juventud” y “Relatos de
Sebastopol”, basada en sus experiencias de la Guerra de Crimea, donde este
escritor participó. Numerosos relatos de “La Guerra y la Paz” están tomadas de
sus experiencias en esta conflagración.
Particularmente me agrada su
novela “La Muerte de Iván Ilich” por su descarnado realismo. En teoría era de
la Iglesia Ortodoxa Rusa. Pero le tocó toda la influencia liberal y de la
Ilustración. Se vuelve autodidacta y lee cuanto libro estaba de moda en Europa
Occidental.
Pero, años después, siente una
gran sed espiritual y funda la corriente anarquista cristiana, y la ideología
anarcopacifista, que influyó en Mahatma Gandhi al proponer la resistencia no
violenta. A la postre, Tolstói se convirtió en una persona religiosa y
altruista, pero todo ello muy “a su manera”, porque los ortodoxos lo declararon
hereje.
Proponía ser vegetarianos,
trabajar la tierra por las propias manos y del Evangelio, tomó el consejo de
Cristo: “Hay que amar los unos a los otros”. En su finca fundó una escuela para
los hijos de los campesinos. Para ello creó una Pedagogía particular cuyos
principios instruían en el respeto a ellos mismos y a sus semejantes.
Su obra cumbre “La Guerra y la
Paz” expone de modo magistral a la Rusia del Siglo XIX y la invasión de
Napoleón Bonaparte. Los soldados rusos al mando del General Mijail Kutúzov
infligieron grandes pérdidas a las tropas de Bonaparte.
Como se recuerda, actuaron con
estrategias fundamentales, por ejemplo, quemando las ciudades y las cosechas de
granos para que los franceses no tuvieran ni alimento ni resguardo.
Después el factor climático
fue clave porque fueron atrayendo a las tropas de Bonaparte muy hacia el interior
del territorio ruso y cuando se percataron, el crudo invierno se les vino
encima. Es curioso pero lo mismo le ocurrió al Ejército Alemán enviados por
Adolfo Hitler durante la Segunda Guerra Mundial.
Y, finalmente, los ataques
sorpresivos por la retaguardia cuando las tropas francesas huían en franca
desbandada -hambrientas y mal equipadas- para el intenso frío frente a unas
tropas rusas bien abrigadas y con la novedosa estrategia de “guerra de
guerrillas”.
Napoleón Bonaparte no daba
crédito a tanta humillación de su ejército, que hasta ese entonces pensaba que
era invencible. Sin duda, era el principio del fin de su meteórica carrera
militar.
Otra interesante obra
literaria de Tolstói fue “Ana Karenina”. Me sorprendió al leerla el
conocimiento profundo de las pasiones humanas. En realidad, es un estudio
psicológico de los caracteres de Ana Karenina y otros personajes que aparecen
en esta célebre novela.
Pero son igualmente
reveladores los “Diarios” de León Tolstói. Nos encontramos frente a un hombre que
es un volcán de pasiones: irritable, impaciente, violento, contradictorio, posesivo,
celoso, excéntrico, agudo, inteligente y genial. A veces decía que no podría
vivir sin su esposa, Sofía Behrs, y su numerosa prole, 13 hijos. Y en otras ocasiones,
que anhelaba que lo dejaran solo en la finca.
A su muerte acudieron cientos
de personas por el gran prestigio que tenía como escritor. Lo cierto es que,
con el paso del tiempo, Tolstói y toda su obra literaria han quedado como un
rico patrimonio para la humanidad, sólo comparable a las obras de Fiódor
Dostoyevski y Aleksandr Solzhenitsyn.
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