viernes, 21 de julio de 2017

LOS NUEVOS AVANCES DEL ECUMENISMO

Se cumplieron 500 años de la reforma de Lutero, pero también ya son 50 años del movimiento ecuménico. Pero, ¿de qué sirve ahora la unidad de las confesiones cristianas pues la sociedad en general ya no cree en el cristianismo?


1. Hace 500 años. En Wittenberg (Alemania), en 1517, Martín Lutero inició un movimiento para corregir los grandes problemas disciplinares de la Iglesia. Pero esta reforma desembocó en la división de la cristianismo y en el surgimiento de las confesiones reformadas, junto con una gran división política y cultural en Europa.

Un tema fundamental de esta división fue la Doctrina sobre la Justificación, que consiste en explicar qué tiene que hacer un pecador para recibir la salvación. En el momento inicial, la controversia se polarizó así: los luteranos enfatizaban que el pecador sólo debía creer en Cristo (la “sola fides”), mientras que los católicos subrayaban que el pecador debía manifestar esa fe
con obras.

2. El diálogo ecuménico. En 1967 inició un diálogo entre la Iglesia Católica y al Federación Luterana Mundial, que a lo largo de estos 50 años ha dado frutos estupendos, como un acuerdo en la Doctrina sobre la Justificación, en 1999.

En esa Declaración se explica que, en el fondo, las dos confesiones tienen la misma visión sobre la Justificación, pues ambas aceptan que “sólo por gracia mediante la fe en Cristo y su obra salvífica y no por algún mérito nuestro, somos aceptados por Dios y recibimos el Espíritu Santo que renueva nuestros corazones, capacitándonos y llamándonos a buenas obras”. Luego, en 2006, la Iglesia metodista reconoció esta doctrina.

Otro hito fundamental fue la “conmemoración” común entre católicos y luteranos del V centenario del inicio la Reforma, celebrada en Lund (Suecia), con la participación del Papa y de los líderes luteranos, en 2016.

Ese evento fue una obra finísima de teología y diplomacia, pues no fue una “celebración” (como si el cisma hubiera sido una victoria), sino que ambas partes “conmemoraron” los 500 años con espíritu de reconciliación, de penitencia, de perdón y de fraternidad.

Y un nuevo e importante paso se acaba de dar en el pasado 5 de julio, en la icónica ciudad de Wittenberg, porque la Comunión Mundial de las Iglesias Reformadas se adhirió oficialmente a la declaración de 1999. (News.va, 4 julio 2017)

3. Actualidad del ecumenismo. En una reunión Consejo Mundial de la Iglesias Reformadas con el Papa en el Vaticano (10 junio 2016), Francisco recordó que el mundo de hoyexperimenta una “desertificación espiritual”, especialmente “donde se vive como si Dios no existiera”.

Por eso, añadió el Pontífice, el trabajo conjunto de las diversas comunidades cristianas “están llamadas a ser cántaros’ que apagan la sed con la esperanza, presencias capaces de inspirar fraternidad, encuentro, solidaridad, amor genuino y desinteresado”.

Para Francisco, ante este mundo secularizado, si el trabajo conjunto de católicos y reformados da testimonio del amor misericordiosos de Dios, se convertirá en un “verdadero antídoto frente al sentido de desorientación y a la indiferencia que nos circundan”.

Epílogo. Como la unidad religiosa no es posible con las meras fuerzas humanas, esta unidad de las diversas confesiones cristianas es una señal –no una demostración– de que Dios sigue interviniendo en la historia.

Por eso, el ecumenismo tiene una gran oportunidad para dar esperanza a nuestra sociedad, pues la unidad de los cristianos puede hacer creíble y aceptable la fe en una cultura espiritualmente cansada.

LOS FANTASMAS DE LA SOCIEDAD CONTEMPORÁNEA

En nuestra época encontramos en algunas personas, importantes cambios en la concepción de su existencia. Por ejemplo, en materia de moralidad, lo que anteriormente se consideraba malo o perverso, como: abortar, robar, mentir, difamar, cometer actos de corrupción o injusticias laborales, drogarse etc., ahora, para no pocos “todo depende del cristal con que se mira”. Todo es sujeto de reinterpretaciones argumentando -según dicen- motivos de “conveniencia”, “depende de las circunstancias”, “del momento emotivo de las personas”, “de lo que yo siento”…

Esta concepción de la realidad indiscutiblemente conduce al relativismo. A sostener que las verdades universales no existen sino que se cae en la esfera del subjetivismo, es decir, como cada individuo las interpreta, las visualiza. Se trata de un eclipse de la razón y un desprecio de la sensatez.


“La verdad es la adecuación de la mente a la realidad”, sostiene la Filosofía clásica. En otras palabras, nos dice que las cosas son como son, en el sentido objetivo de la expresión, independientemente de nuestro estado anímico o de las circunstancias. Realizar un acto de corrupción, como lo es apropiarse en forma indebida de una fuerte suma de dinero del erario público, es una grave falta de ética.

Otras veces, la mentalidad posmoderna reclama numerosos “derechos” pero olvida los deberes, las responsabilidades que cada acción libre lleva consigo. Por ejemplo, hay quienes sostienen “el derecho a ejercer libremente la sexualidad” pero cuando un hombre embaraza a una mujer, una reacción frecuente es huir del compromiso, de la responsabilidad de asumir la paternidad de ese niño que todavía no ha nacido, pero que existe en el   vientre  de  su
madre y que tiene el prioritario derecho a vivir.

También, se tiende a pensar que “el fin justifica los medios” como un principio vital de acción. Dicho en palabras coloquiales: “El que no transa, no avanza”. ¿La mentira, el engaño, la simulación, el fraude se pueden justificar porque se ganará mucho dinero en un turbio negocio? Es evidente que no.

Es decir nos encontramos ante situaciones donde la moral objetiva se ve diluida, desdibujada, ignorada en forma deliberada, bajo la excusa de que “mucha gente lo hace”, “no tengo la impresión de que sea malo”. Entonces las acciones se discurren no por los senderos de la razón y el sentido común, sino por las percepciones subjetivas o las meras impresiones. Se cae en una conducta inmoral o francamente amoral, donde la Ética ni la Verdad son tomadas en cuenta.

Detrás de esas conductas existe un marcado individualismo, un egoísmo exacerbado en el que rige “lo que a mí me conviene”, “lo que va de acuerdo con mis intereses económicos”. Y el bien de los demás o el de la sociedad no les interesa.

La gran tarea es retornar al uso de la razón, de la verdad objetiva, de rescatar la moral auténtica y los valores universales. En suma, el vivir conforme a la verdad, el ser siempre congruente entre lo que se piensa interiormente y lo que se hace en la vida cotidiana, es
fuente inagotable de felicidad y paz duraderas. RAÚL ESPINOZA AGUILERA

LA DEPRESIÓN, EL MAL DEL SIGLO

Cada vez son más las personas que sufren de depresión en nuestro tiempo. ¿Cuáles  son  las causas  de esta enfermedad    del sistema nervioso?

Son diversos los factores que la provocan: 1) la pérdida irreparable de un ser querido; 2) los fuertes conflictos familiares; 3) el trabajar bajo mucha presión; 4) el vivir habitualmente con demasiado estrés y llevar una actividad vertiginosa, sin concederle descanso al cuerpo ni a la mente; 4) el tener una personalidad proclive al pesimismo o ser demasiado negativo; 5) salirse fuera de la realidad, por ejemplo, exigirse a sí mismo más de los que las cualidades personales puedan dar y eso produce una frustración permanente que con frecuencia desemboca en un estado depresivo.

¿Cómo se manifiesta esta enfermedad? 1) En una tristeza habitual, sin razones de peso; 2) en una sensación de desánimo e infelicidad; 3) con sentimientos de culpabilidad infundados; 4) con frecuentes insomnios; 5) con explosiones de carácter ante dificultades ordinarias; 5) pérdida de interés por la vida; 6) se deja de disfrutar lo que antes resultaba agradable o placentero; 7) una considerable baja en el rendimiento laboral o en los estudios; 8) sentirse completamente solo, aunque esté rodeado de personas; 9) estado general de malestar; 10) pérdida de la memoria; 11) sufrir de mucha ansiedad y miedo; 12) Deseos de no socializar con nadie, etc.

Cuando un familiar o un amigo se encuentra en este estado, hay que animarle o acompañarlo con un psiquiatra para que lo analice y le proporcione el tratamiento médico adecuado mediante antidepresivos y calmantes nerviosos. Si se obedece a las indicaciones de los doctores especializados en esta materia, a la vuelta de seis meses, uno o dos años se puede salir adelante, dependiendo de la gravedad del caso. Aunque no hay que dejar de continuar asistiendo a consulta médica, una vez que el paciente se va sintiendo mejor.

Hay un aspecto importante a considerar: la reacción de los familiares. Con frecuencia sucede que donde más incomprensión sufre el enfermo es en su propio hogar. Como a simple vista no se le mira nada extraño en su presencia física, como podría ser, en cambio, cuando alguien se fractura de una pierna y se le pone una férula y debe de usar muletas. En el caso de la depresión se supone erróneamente que el enfermo tiene pereza, desgana o piensa demasiado en sí mismo.

De parte de los seres queridos, lo más aconsejable es nunca decirle a una persona con esta enfermedad, frases como: “Échale ganas”; “Sí puedes trabajar más, lo que pasa es que no quieres”; “En el fondo lo que sucede es que no te importamos los de tu familia”; “Te estás dejando llevar por la flojera”; “Te has puesto en plan egoísta, cómodo y no cumples con tus obligaciones como profesional, ni como padre y esposo…”. ¿Por qué? Porque el deprimido racionalmente se da perfecta cuenta de que no está sacando adelante todos sus deberes, que tiene reacciones negativas en la que él mismo se sorprende, se siente atrapado como en un oscuro laberinto sin salida.

¿Qué conducta deben de manifestar sus familiares? En primer lugar, estar al pendiente de que vea al médico con la debida regularidad y que efectivamente tome sus medicamentos. En segundo lugar, tenerle mucha comprensión y paciencia porque no busca deliberadamente ponerse raro o egoísta sino que es una enfermedad como cualquier otra; brindarle afecto y cariño porque lo necesita; darle confianza y seguridad en sí mismo; acompañarle a salir de la casa a un lugar recreativo; que tenga una terapia ocupacional; animarlo ante el más pequeño logro que vaya teniendo en lo laboral o familiar. Y, sobre todo, decirle palabras de esperanza y optimismo de que realmente se podrá curar, si cumple con las prescripciones médicas.  Raúl Espinoza Aguilera

¿PIERDO A MENUDO EL BUEN HUMOR? ¡PROHIBIDO LAMENTARSE!

1) Para saber



Desde hace días ha venido circulando en las redes sociales y medios de comunicación una foto. Es la de un pequeño cartel con una frase que dice en su parte superior y con letras grandes: “Prohibido lamentarse”, con el signo de la prohibición. La foto tal vez no tendría tanto interés de no ser porque es la foto de un cartel que está en la puerta de la habitación del Papa Francisco.

La foto del cartel la tomó un sacerdote anciano, italiano y antiguo amigo del Papa, a quien le pidió autorización para fotografiarla y difundirla.

La historia del cartel comenzó hace unas semanas, al terminar una audiencia del Papa en la Plaza de San Pedro. Un psicólogo llamado Salvo Noé tuvo la oportunidad de saludar unos instantes al Papa y le regaló un libro, una pulsera y el famoso cartel. El Papa se lo agradeció y le dijo que lo pondría en la puerta de su oficina donde recibe a las personas. Sin embargo, en la oficina no quedaba bien y el Papa decidió colocarlo sobre la puerta de su apartamento.



2) Para pensar



El cartel también tiene otras indicaciones con letra de menor tamaño que podemos tomarlas como un buen consejo: “Prohibido lamentarse. Los transgresores sufren de un síndrome de victimización con el consecuente abajamiento del tono del humor y de la capacidad de resolver problemas. La medida de la sanción será duplicada siempre que la violación (de la norma) se cometa en presencia de niños. Para llegar a ser lo mejor de uno mismo se necesita concentrarse en las propias potencialidades y no en los propios límites. Deja de lamentarte y actúa para mejorar tu vida. Doctor Salvo Noé”, señala el cartel.

Hay una historia conocida sobre un muchachito que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.

El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Descubrió que era más fácil controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter. Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta.

Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: "Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves".

Nos podemos arrepentir de haber hecho agravios, pero la cicatriz causada perdurará para siempre. Pensemos que una ofensa verbal es tan dañina como la ofensa física. No dañemos a quienes nos escuchan con atención y siempre están dispuestos a abrirnos su corazón.



3) Para vivir



A veces habrá situaciones que nos pueden quitar la paciencia y lo más fácil es explotar y decir las cosas que creemos deben de cambiar, pero lo hacemos enojados. Es entonces que hemos de seguir el consejo que nos da san Josemaría: “Eso mismo que has dicho dilo en otro tono, sin ira, y ganará fuerza tu raciocinio, y, sobre todo, no ofenderás a Dios” (Camino n.9).

Pbro. Dr. José Martínez Colín