Desde hace días ha venido circulando en las redes sociales y medios de comunicación una foto. Es la de un pequeño cartel con una frase que dice en su parte superior y con letras grandes: “Prohibido lamentarse”, con el signo de la prohibición. La foto tal vez no tendría tanto interés de no ser porque es la foto de un cartel que está en la puerta de la habitación del Papa Francisco.
La foto del cartel la tomó un sacerdote anciano, italiano y antiguo amigo del Papa, a quien le pidió autorización para fotografiarla y difundirla.
La historia del cartel comenzó hace unas semanas, al terminar una audiencia del Papa en la Plaza de San Pedro. Un psicólogo llamado Salvo Noé tuvo la oportunidad de saludar unos instantes al Papa y le regaló un libro, una pulsera y el famoso cartel. El Papa se lo agradeció y le dijo que lo pondría en la puerta de su oficina donde recibe a las personas. Sin embargo, en la oficina no quedaba bien y el Papa decidió colocarlo sobre la puerta de su apartamento.
2) Para pensar
El cartel también tiene otras indicaciones con letra de menor tamaño que podemos tomarlas como un buen consejo: “Prohibido lamentarse. Los transgresores sufren de un síndrome de victimización con el consecuente abajamiento del tono del humor y de la capacidad de resolver problemas. La medida de la sanción será duplicada siempre que la violación (de la norma) se cometa en presencia de niños. Para llegar a ser lo mejor de uno mismo se necesita concentrarse en las propias potencialidades y no en los propios límites. Deja de lamentarte y actúa para mejorar tu vida. Doctor Salvo Noé”, señala el cartel.
Hay una historia conocida sobre un muchachito que tenía muy mal carácter. Su padre le dio una bolsa de clavos y le dijo que cada vez que perdiera la paciencia, debería clavar un clavo detrás de la puerta.
El primer día, el muchacho clavó 37 clavos detrás de la puerta. Las semanas que siguieron, a medida que él aprendía a controlar su genio, clavaba cada vez menos clavos detrás de la puerta. Descubrió que era más fácil controlar su carácter durante todo el día. Después de informar a su padre, éste le sugirió que retirara un clavo cada día que lograra controlar su carácter. Los días pasaron y el joven pudo finalmente anunciar a su padre que no quedaban más clavos para retirar de la puerta.
Su padre lo tomó de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: "Has trabajado duro, hijo mío, pero mira todos esos hoyos en la puerta. Nunca más será la misma. Cada vez que tú pierdes la paciencia, dejas cicatrices exactamente como las que aquí ves".
Nos podemos arrepentir de haber hecho agravios, pero la cicatriz causada perdurará para siempre. Pensemos que una ofensa verbal es tan dañina como la ofensa física. No dañemos a quienes nos escuchan con atención y siempre están dispuestos a abrirnos su corazón.
3) Para vivir
A veces habrá situaciones que nos pueden quitar la paciencia y lo más fácil es explotar y decir las cosas que creemos deben de cambiar, pero lo hacemos enojados. Es entonces que hemos de seguir el consejo que nos da san Josemaría: “Eso mismo que has dicho dilo en otro tono, sin ira, y ganará fuerza tu raciocinio, y, sobre todo, no ofenderás a Dios” (Camino n.9).
Pbro. Dr. José Martínez Colín
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