Desde 1959, Estados Unidos había entrado en la guerra de Vietnam. Era un conflicto que se había desatado entre Vietnam del Sur (capital, Saigón) contra Vietnam del Norte o Vietcong (capital, Hanoi). Ésta última presidida por su gobernante Ho Chi Minh, quien había implantado un régimen comunista.
Por aquellos años, se encontraba en su apogeo la llamada “Guerra Fría” entre la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (U.R.S.S.) y China en contra de Estados Unidos. Vietnam del Norte tenía todo el apoyo militar de Rusia y China y los norteamericanos decidieron entrar en el conflicto bélico para apoyar a Vietnam del Sur.
A principios de los años sesenta, en realidad era una contienda relativamente pequeña. Pero los Presidentes de la Unión Americana: primero, John Kennedy; después, Lyndon B. Johnson y, posteriormente, Richard Nixon decidieron aumentar considerablemente el número de armamento y de tropas de ciudadanos norteamericanos y de Vietnam del Sur para que fuese una guerra rápida y supuestamente con una victoria segura.
Lo que no contaban los gobernantes norteamericanos, es que tanto China como la URSS decidieron dar pleno respaldo al Vietcong enviando un número muy superior de soldados, armas y, sobre todo, empleando el eficaz sistema de ataque de “la guerra de guerrillas”.
¿Cuál fue el resultado final? Vietnam del Norte venció avasalladoramente a Estados Unidos y Vietnam del Sur en 1975. En datos duros, el balance fue el siguiente: 60,000 soldados muertos de Estados Unidos; 250,000 bajas de los survietnamitas; 1,000,000 de los norvietnamitas y 2,500,000 millones de civiles muertos en los países de Vietnam, Laos y Camboya. Se lanzaron más kilos de bombas que Alemania, Italia y Japón juntos durante la Segunda Guerra Mundial.
La gran mayoría de la población de la Unión Americana desaprobaba la intervención de su país en esta guerra desigual, que se tornó cada vez más cruel y atroz. Los intelectuales, los jóvenes y los medios de comunicación criticaron duramente al gobierno norteamericano por meterse en una conflagración que a todas luces estaba destinada al fracaso.
Eso explica que se hubiesen compuesto numerosas melodías en contra de la Guerra de Vietnam. Una de ellas, “Piloto Espacial” (“Sky Pilot”) de The Animals se convirtió en un himno cuya letra se oponía a este enfrentamiento. Decía: “Piloto espacial/¿qué tan alto puedes volar?/ Tú nunca, nunca alcanzarás el cielo”. Y narra cómo los pilotos eran derrotados en combate: “Por la mañana regresan/ con lágrimas en los ojos./ El hedor de la muerte se desplaza hasta el cielo./ Un soldado recuerda las palabras: “No matarás”… Y rememora lo que fue el drama de numerosas familias al enterarse de que muchos de sus hijos habían muerto en combate: “Madres y padres en casa tristemente llorarán”.
Hoy como ayer, la música puede convertirse en un poderoso vehículo transmisor de ideas que forje una opinión pública, como en este caso, que manifieste un rechazo por la violencia, las guerras y todas sus funestas consecuencias.
Raúl Espinoza Aguilera,
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