1) Para saber
Así como un piano o una guitarra, después de usarse mucho, requieren que se les dedique un tiempo para ser afinados y cumplan bien su cometido, dice el Papa Francisco que también las personas requieren de un tiempo especial “para afinar los acordes disonantes de nuestra vida cristiana y recibir la siempre nueva, alegre y esperanzadora noticia de la Pascua del Señor”. Ese tiempo es la Cuaresma. La Iglesia en su maternal sabiduría nos propone prestarle atención a todo aquello que pueda enfriar y oxidar nuestro corazón creyente.
El Papa nos pide fijarnos en tres palabras para concretar nuestra lucha: “detente”, “mira” y “vuelve”. Hoy veremos sobre la primera: “Detente un poco de esa agitación, y de correr sin sentido, que llena el alma con la amargura de sentir que nunca se llega a ningún lado”.
El Papa nos invita a detenernos de un vivir acelerado que dispersa y termina destruyendo el tiempo de la familia, el tiempo de la amistad, el tiempo de los hijos, el tiempo de los abuelos, el tiempo de la gratuidad… el tiempo de Dios.
2) Para pensar
Se cuenta que un grupo de vendedores fue a una convención de ventas. Les habían prometido a sus esposas que llegarían para la cena del viernes. Sin embargo, la convención terminó tarde, y llegaron retrasados a la terminal de autobuses, cuando estaba a punto de salir. Corrieron con sus boletos y portafolios para alcanzarlo. De repente uno de ellos tropezó con una mesa que tenía una canasta de manzanas, que cayeron por todas partes. Sin detenerse, los vendedores siguieron corriendo, y apenas alcanzaron a subirse… Todos menos uno. Este se detuvo, respiró hondo, y se compadeció de la niña que atendía el puesto de manzanas. Pensó que tendría que llamar a su esposa explicándole que llegaría más tarde. Se regresó y encontró todas las manzanas tiradas.
Su sorpresa fue enorme, al darse cuenta que era una niña ciega quien atendía el puesto. La encontró llorando, con enormes lágrimas. Tanteaba el piso, tratando, en vano, de recoger las manzanas, mientras la multitud pasaba, sin detenerse ni importarle su desdicha. El hombre se arrodilló con ella, juntó las manzanas, las metió a la canasta y le ayudó a montar el puesto. Se dio cuenta de que algunas estaban magulladas y las puso en otra canasta. Cuando terminó, sacó su cartera y le dijo a la niña: "Toma por favor este dinero por el daño. ¿Estás bien?”
Ella, dejando de llorar, asintió con la cabeza. El continuó diciéndole: "Espero no haber arruinado tu día", y se empezó a alejarse, pero la niña le gritó: "Señor...". Él se detuvo y escucho que le decía: “¿Es usted Jesús...?”
Él se paró en seco con esa pregunta quemándole y vibrando en su alma: "¿Es usted Jesús?" y pensó cuánto nos falta todavía para ser como Jesús.
3) Para vivir
Detenerse por los demás puede costar sacrificio, pues implica dejar lo propio. La Cuaresma es tiempo rico para desenmascarar qué nos impide detenernos, qué impide dejar que nuestro corazón vuelva a latir con el palpitar del Corazón de Jesús.
Hay que detenerse para poder mirar a los demás. Detenernos, no sólo nos permite ayudar a los demás, sino también así nos dejamos tocar el corazón por el Señor, que no se cansa de tendernos la mano.
Pbro. Dr. José Martínez Colín,
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