lunes, 7 de noviembre de 2022

APRENDER A DIVINIZAR NUESTRAS OBRAS

Pbro. José Martínez Colín

1) Para saber

Don Miguel Unamuno, escritor y filósofo español, visitó una

exposición de pintura abstracta. El autor de los cuadros lo reconoció, y,

dirigiéndose a él le preguntó: “¿Le gusta?” Unamuno respondió con un

rotundo y simple “No”. El pintor contestó: “Esta es la manera como yo

veo el mundo”. El escritor bilbaíno le repuso: “Pues si es verdad que lo

ve así, ¿por qué lo pinta?”

El arte abstracto pretende separarse de las cosas conocidas que nos

rodean. Existe el peligro de considerar las realidades divinas también

como abstractas, separada de nuestro mundo material. Si bien, Dios

trasciende toda la realidad sensible, sin embargo, siendo creador de esa

realidad, ha querido hacerse cercano y valerse de sus criaturas para

tener el encuentro con nosotros. El Papa Francisco señala que “la

Liturgia está hecha de cosas que son exactamente lo contrario de

abstracciones espirituales: pan, vino, aceite, agua, perfume, fuego,

ceniza, piedra, tela, colores, cuerpo, palabras, sonidos, silencios, gestos,

espacio, movimiento, acción, orden, tiempo, luz” (Desiderio, n. 41).

El Señor quiso adecuarse al modo de conocer humano y en cada

Sacramento no falta la materialidad de las criaturas para que por su

medio se lleve a cabo una acción divina.

2) Para pensar

Las cosas materiales y comunes, no solo sirven para facilitar el

encuentro con Dios, sino que además adquieren en sí un nivel muy

superior al de simples criaturas. Al ponerlas al servicio de Dios,

adquieren su perfección. Por ejemplo, el agua siendo un elemento tan

común, al ser bendecida para poder bautizar a alguien, adquiere un

papel muy superior al que tenía.

En la Santa Misa hay un momento en que se presentan y elevan el

pan y el vino para que sean convertidos en el Cuerpo y la Sangre de

Cristo. Es en el Ofertorio, en que se pronuncia la oración: “Bendito seas

Señor, Dios del universo por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del

hombre… fruto de la tierra y del trabajo del hombre”. Decía el Papa

Benedicto XVI que es un gesto humilde y sencillo, pero que tiene un

sentido muy profundo, pues en el pan y el vino que se llevan ante el


altar toda la creación es asumida por Cristo para ser transformada y

presentada al Padre. Por ello todos los fieles han de acompañar con una

actitud interior de ser ofrecidos ellos mismos y sus actos a Dios Padre.

3) Para vivir

Es natural que cuando hacemos algo, procuremos que nos salga bien,

aunque sean cosas muy elementales como lavar una ropa, practicar un

deporte, hacer una tarea… Aun siendo cosas comunes, existe la

posibilidad de ordenar esas cosas a un nivel muy superior, a un nivel

divino. Esto se lleva a cabo si las ofrecemos a Dios, si las unimos a la

ofrenda por excelencia que es la ofrenda que hizo el Hijo de Dios de sí

mismo. Esa ofrenda se lleva a cabo en cada Misa. Por ello se decía que

al ofrecer el pan y el vino en el Ofertorio, podemos unirnos a esa

ofrenda y unir todo lo que hacemos.

Así como el pan es fruto de la tierra y del trabajo del hombre, así

también nuestras obras que son fruto de nuestro trabajo, serán

transformadas, serán reconciliadas con Dios. (articulosdog@gmail.com)

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