Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Don Miguel Unamuno, escritor y filósofo español, visitó una
exposición de pintura abstracta. El autor de los cuadros lo reconoció, y,
dirigiéndose a él le preguntó: “¿Le gusta?” Unamuno respondió con un
rotundo y simple “No”. El pintor contestó: “Esta es la manera como yo
veo el mundo”. El escritor bilbaíno le repuso: “Pues si es verdad que lo
ve así, ¿por qué lo pinta?”
El arte abstracto pretende separarse de las cosas conocidas que nos
rodean. Existe el peligro de considerar las realidades divinas también
como abstractas, separada de nuestro mundo material. Si bien, Dios
trasciende toda la realidad sensible, sin embargo, siendo creador de esa
realidad, ha querido hacerse cercano y valerse de sus criaturas para
tener el encuentro con nosotros. El Papa Francisco señala que “la
Liturgia está hecha de cosas que son exactamente lo contrario de
abstracciones espirituales: pan, vino, aceite, agua, perfume, fuego,
ceniza, piedra, tela, colores, cuerpo, palabras, sonidos, silencios, gestos,
espacio, movimiento, acción, orden, tiempo, luz” (Desiderio, n. 41).
El Señor quiso adecuarse al modo de conocer humano y en cada
Sacramento no falta la materialidad de las criaturas para que por su
medio se lleve a cabo una acción divina.
2) Para pensar
Las cosas materiales y comunes, no solo sirven para facilitar el
encuentro con Dios, sino que además adquieren en sí un nivel muy
superior al de simples criaturas. Al ponerlas al servicio de Dios,
adquieren su perfección. Por ejemplo, el agua siendo un elemento tan
común, al ser bendecida para poder bautizar a alguien, adquiere un
papel muy superior al que tenía.
En la Santa Misa hay un momento en que se presentan y elevan el
pan y el vino para que sean convertidos en el Cuerpo y la Sangre de
Cristo. Es en el Ofertorio, en que se pronuncia la oración: “Bendito seas
Señor, Dios del universo por este pan, fruto de la tierra y del trabajo del
hombre… fruto de la tierra y del trabajo del hombre”. Decía el Papa
Benedicto XVI que es un gesto humilde y sencillo, pero que tiene un
sentido muy profundo, pues en el pan y el vino que se llevan ante el
altar toda la creación es asumida por Cristo para ser transformada y
presentada al Padre. Por ello todos los fieles han de acompañar con una
actitud interior de ser ofrecidos ellos mismos y sus actos a Dios Padre.
3) Para vivir
Es natural que cuando hacemos algo, procuremos que nos salga bien,
aunque sean cosas muy elementales como lavar una ropa, practicar un
deporte, hacer una tarea… Aun siendo cosas comunes, existe la
posibilidad de ordenar esas cosas a un nivel muy superior, a un nivel
divino. Esto se lleva a cabo si las ofrecemos a Dios, si las unimos a la
ofrenda por excelencia que es la ofrenda que hizo el Hijo de Dios de sí
mismo. Esa ofrenda se lleva a cabo en cada Misa. Por ello se decía que
al ofrecer el pan y el vino en el Ofertorio, podemos unirnos a esa
ofrenda y unir todo lo que hacemos.
Así como el pan es fruto de la tierra y del trabajo del hombre, así
también nuestras obras que son fruto de nuestro trabajo, serán
transformadas, serán reconciliadas con Dios. (articulosdog@gmail.com)
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