miércoles, 18 de noviembre de 2020
CEREBRO, MENTE, ALMA Y ESPÍRITU
P. Mario Arroyo,
Dr. en Filosofía.
p.marioa@gmail.com
Pregunta Leslie: “¿Es lo mismo mente, alma y espíritu?, ¿qué relación tienen con el
cerebro? ¿Dice algo la Biblia al respecto?” La antropología bíblica, en concreto la de San Pablo,
habla de una división tripartita en el hombre: cuerpo, alma y espíritu. Por ejemplo, 1
Tesalonicenses 5, 23 dice: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser,
espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.”
Por su parte, la Epístola a los Hebreos 4, 12 afirma: “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y
más cortante que cualquier espada de dos filos; penetra hasta la división del alma y del espíritu, de
las coyunturas y los tuétanos, y es poderosa para discernir los pensamientos y las intenciones del
corazón.”
Sin embargo, esta estructura no ha pasado a formar parte de la antropología cristiana
posterior, que la simplifica, diciendo que el hombre está compuesto de cuerpo material y alma
espiritual. Con la recepción y sucesiva “cristianización” de Aristóteles en la Edad Media se
abandonó el esquema tripartito para expresarse en dos polos: cuerpo y alma, los cuales forman
una “unidad sustancial”, es decir, son principios de una misma realidad. El cerebro designa la parte
material, el alma la parte espiritual.
El cerebro es la parte corporal, el sustrato físico de toda actividad espiritual en el hombre.
Con la palabra “mente” se designa el funcionamiento de ese cerebro, la actividad a la que da lugar:
percepción, memoria, imaginación, conocimiento, afectividad. El gran tema con la mente es si se
puede reducir toda su actividad al entrelazamiento de intercambios neuronales a nivel cerebral, o
si hay un plus. La mente designa al sujeto o protagonista de esas actividades, es decir, al "yo", la
conciencia, la interioridad, la intimidad. No son procesos que se realizan anónimamente por un
cerebro impersonal, sino por un sujeto que tiene conciencia, por la persona, el “yo”.
La dificultad que plantea el funcionamiento de la mente, es que algunas de sus actividades
claramente pueden describirse expresando exclusivamente funciones cerebrales (por ejemplo, la
memoria o la vida afectiva), mientras que, para otras, la actividad cerebral resulta incompleta o
insuficiente (la conciencia y la percepción de las cualidades subjetivas de las experiencias
individuales o qualia). La raíz de ello es la unidad de cuerpo y alma, de lo material y lo espiritual en
el hombre; unidad que es profunda, no se puede separar con bisturí hasta donde llega el cuerpo y
donde comienza el alma.
Entonces, cuando hablas de mente, no te refieres solo a la dimensión espiritual, pues
esta se encuentra “corporalizada” en procesos cerebrales (memoria, sentimientos, etc.). Ahora
bien, la mente realiza algunas funciones que son propias de un ser espiritual, fundamentalmente
el conocimiento intelectual. El cerebro como órgano, lo es de los sentidos internos, es decir, de la
imaginación, memoria e instinto y del conocimiento sensible (como el de los animales). El
conocimiento intelectual supone el plus propio de la mente, aunque requiere del cerebro como
sustrato para poder realizarse.
Por su parte, el alma es el principio vital del hombre, que tiene una naturaleza metafísica o
modo de ser espiritual, radicalmente diferente de todo el universo físico que conocemos, y que le
capacita para realizar operaciones intelectuales. El espíritu designa a la naturaleza metafísica de
esa alma. El alma humana es espiritual. Con lo espiritual nos referimos un modo de ser diferente e
irreductible a lo material. Ahí radica nuestra imagen y semejanza con Dios, que es Espíritu. El alma
espiritual está en la raíz del “yo”, de la conciencia, de la interioridad de la persona. Indica el sujeto
de todos esos actos (aunque como tal, el sujeto tiene también una dimensión corporal, pues no
somos espíritus encerrados en un cuerpo). En cuanto designa al "yo", al sujeto libre (la libertad es
una consecuencia de la espiritualidad), en ella se puede dar el pecado.
Cuando digo: “el alma está mal", me refiero a la dimensión moral. El sujeto hace mal uso
de su libertad, dañando a su aspecto espiritual. Cuando digo "la mente está mal", señalo un mal
funcionamiento, ya sea en los procesos cerebrales (y para eso tomas pastillas), o en el modo de
procesar las experiencias mentales (y para eso vas a una terapia psicológica). No tiene una
dimensión moral. Una “mente enferma” designa una patología, que puede estar a nivel cerebral, a
nivel psicológico -modo de vivir los eventos mentales-, o una mezcla de ambos (vas al psicólogo y
al psiquiatra al mismo tiempo). “Espíritu enfermo” en cambio se refiere a la libertad, al pecado y
tiene relevancia moral, para remediarlo acudes al sacerdote.
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