Raúl Espinoza Aguilera
Meditar sobre la muerte, cuya
conmemoración es el próximo 2 de noviembre, me viene a la memoria un recuerdo
muy vivo de cómo se prepara y celebra el Día de los Fieles Difuntos en mi natal
Sonora.
Eran mis abuelos maternos los
que conservaban esta tradición. Se preparaban con tiempo las cosas: ir al
mercado y comprar suficientes flores, llevar leña, escobas, trapeadores, litros
de agua, etc.
Y se animaba a todos los
hijos, en este caso once, a que cooperaran activamente. En la cocina se
preparaba un menudo sonorense y un ponche muy caliente.
Ya en el panteón, se cenaba y
al ponche -los que quisieran se le ponía un poco de aguardiente- en su vaso, según
el gusto.
A continuación, comenzaba la
operación de limpieza: regar, barrer, trapear las tumbas de los familiares
difuntos hasta que quedaran muy limpias. Al terminar, se colocaban las flores.
“Para que se note que realmente los queremos”, decía mi Tía la menor.
Entonces se encendía una buena
fogata que alumbraba y calentaba lo suficiente. Era una costumbre generalizada
en todas las poblaciones del sur del Estado.
Después venía el rezo de las
tres partes del Santo Rosario. Estaba prohibido “echar relajo”, según recuerda
una de mis tías menores que hasta la fecha es risueña y platicadora. La
reprimenda cariñosa podía venir por parte de mi abuela Rosita, quien decía:
“Recuerden a lo que venimos, a trabajar y a rezar”.
Terminado el trabajo y los
Rosarios, comenzaba una tertulia para recordar a algunos de los familiares
fallecidos, siempre en tono de respeto porque se estaba en Campo Santo. Pero
llamaba la atención que a la muerte se le veía y se le sigue viendo como algo
normal.
Hay que tomar en cuenta que mi
abuelo nació a finales del siglo antepasado y mi abuela nació en 1900. O sea
que el espacio de años era considerable como para preguntar asuntos de la
familia.
Por ejemplo, ¿Y cuándo
decidieron abandonar el pueblo minero de Álamos?
-Cuando se agotaron las minas
de plata.
-Fue entonces cuando bajamos
al Valle de Mayo -señalaba mi abuelo- a fundar diversas poblaciones como
Navojoa (antes Pueblo Viejo), Huatabampo, Etchojoa, Cajeme, etc. De esta manera
se inició la agricultura, la ganadería, se pusieron varias granjas…
Al pasar un tiempo prudente en
la velada, mis abuelos y mis tíos se retiraban a dormir para asistir a la Santa
Misa, el 2 de noviembre, y pedir por todos los fieles difuntos.
Jesucristo en los Evangelios
nos anuncia que para los que amamos y cumplimos sus enseñanzas, en el Cielo nos
preparará una morada o lugar que con mucho cariño Él nos ha preparado, y
seremos eternamente felices, ante la Presencia de Dios-Padre, de Dios Hijo y
Dios Espíritu Santo podremos admirar a la Santísima Trinidad donde se contiene
toda la Belleza, la Bondad y la Verdad.
¿Cómo será Aquello? Y responde
San Pablo: “Ni ojo vio, ni oreja oyó, ni pasaron a hombre por pensamiento las
cosas que Dios nos tiene preparadas para aquellos que le aman”. Sin duda, estas
palabras del Apóstol nos empujan a luchar por ser mejores cada día.
San Josemaría Escrivá de
Balaguer escribe que “la muerte será para ti una buena amiga que te facilita el
camino” (Camino, No. 735).
También insiste este santo
“alégrate (…) porque cada día que pasa te aproxima a la Vida” (No. 737).
Hay otro punto (No. 744) en el
que nos dice este “santo de lo ordinario”, como lo llamó San Juan Pablo II, con
motivo de su Canonización en 2002: “Tú (…) no has de morir. -Cambiarás de casa,
y nada más”.
Muchas personas, de todas las
edades, se preguntan: -“¿Dios en su Infinita Bondad, en el Paraíso nos
permitirá ver y estar con nuestros seres queridos?
He conversado largamente de
este tema con Doctores en Teología y, en forma unánime me han contestado que:
¡Por supuesto! Es parte de la llamada Gloria Accidental en la que podremos
estar con nuestros padres, hermanos, abuelos, amigos, etc.
Y terminamos diciendo, ¡Qué
bueno es Dios con nosotros! Un Padre amoroso que conoce a la perfección
nuestros deseos más íntimos.
Acompañados de la mano siempre
bienhechora de Nuestra Madre del Cielo, Ella conducirá nuestra vida a Buen
término y nos colocará ante la Presencia de la Trinidad Beatísima. Lógicamente,
por ser Nuestra Madre quiere lo mejor para nosotros, sus hijos.
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