viernes, 9 de junio de 2023

EL ESTADO DE ÁNIMO CON EL PASO DE LOS AÑOS

Raúl Espinoza Aguilera

Es frecuente que una persona, siendo adolescente, cuando no tiene ningún

problema de relevancia, su estado de ánimo rebose la alegría y buen humor.

Escuchaba a un grupo de jóvenes que en sus habituales reuniones les daba como

una especie de “un ataque de risa” y le pregunté al líder de ellos -Mike- quién

hacía muchas bromas, mostraba “memes” de su celular y contaba chistes a sus

amigos, cuál era el motivo de su constante buen humor y me respondió:

“-Nada en especial, sólo disfrutamos de nuestra juventud”.

Esa respuesta me hizo reflexionar sobre tantas personas que mientras son

jóvenes suelen ser muy alegres, pero al llegar a su etapa otoñal, cuando surgen

las dolencias y enfermedades, comienzan a perder ese buen ánimo y se vuelvan

serias, pesimistas, o tal vez malhumoradas.

Por ello es importante:

-Si llega la edad de la jubilación, buscar otra actividad que ilusione.

Y para conservar la salud mental, ¿qué conviene hacer?

-Aprender a combinar trabajo y descanso; el ejercicio físico y el desarrollo de

algunos hobbies, propios de la edad.

-También es importante descubrir qué actividades nos producen descanso.

-Hay que saber encontrar lo que verdaderamente relaja y anima. Porque para

recuperar energías “no es no hacer nada”, sino orientar nuestra actividad hacia lo

que nos sirve de provecho, o cualquier otra actividad que nos entretenga.

-Es importante socializar y conservar a las amistades. Que “no es perder el

tiempo” sino una necesidad vital. Como decía el Filósofo Aristóteles: “Sin amigos

nadie querría vivir. La amistad ayuda a los más jóvenes a no cometer errores y

alivia la vulnerabilidad de los viejos”.

-También es clave pensar en positivo. Por ejemplo, aprender a disfrutar de una

película, de una serie de TV o de un cómico que particularmente nos divierta.

Existen disparadores de la risa y el buen humor, según afirma el filósofo francés

Henri Bergson, como son: la confusión, el suceso inesperado, lo ridículo, lo ilógico,

lo exagerado, la imitación, los juegos de palabras, etc. Charles Chaplin y

Cantinflas cultivaron ese arte y emplearon con maestría esos recursos.

Tomo un ejemplo de “Lo ridículo”. Seguramente muchos de nosotros recordamos

aquellas películas de Cantinflas cuando bailaba un “Danzón”. Se colocaba en el

centro de la pista con una elegante dama en una fiesta de gente adinerada. El


cómico iba vestido con un smoking negro con una talla mucho más chica y mal

puesto.

Cantinflas solía decir que así era “su estilacho”. Su pantalón estaba colocado, muy

por debajo de la cadera. Pero, llevaba con tal inspiración y soltura el ritmo, que la

dama optaba por disculparle de sus extravagancias.

En un momento dado, Cantinflas se emocionaba tanto con el baile, que

improvisaba “nuevos pasos”: daba brincos a derecha e izquierda, pequeños

saltitos por aquí y allá, y finalmente al terminar ese “Danzón”, daba un enorme

brinco, de tal forma que, al caer con estrépito, sus pantalones tan frágilmente

amarrados con un mecate, iban a darle a los pies y tenía que hacer un vergonzoso

mutis, ante la risa de los concurrentes al baile.

Aunque muchas películas de Cantinflas propiamente no me tocaron por mi edad,

sin embargo, el hecho de volverlas a ver con cuidado y observando cada detalle

nos encontramos con un cómico muy completo. Me refiero a esas películas de su

primera época, como: “Ahí está el detalle”, “El Gendarme Desconocido”, “Por mis

pistolas”, “¡Puerta, joven!”, ”Si yo fuera diputado”, “El Bombero Atómico”, etc. en

las que derrochaba gracia y espontaneidad.

“Reír será siempre la mejor terapia para el espíritu -como escribe el Filósofo

Miguel Ángel Martí García. Si nuestra disposición interior es buena en todo

momento, hay motivos para ver el lado bonito de las cosas. (…) El deseo para

hacer felices a los demás es el verdadero motor que nos mueve a poner la nota

simpática”.

Me parece muy aprovechable este concepto final: “el deseo de hacer felices a los

demás”. Porque interviene la caridad y fraternidad para hacer la vida agradable

con quienes convivimos.

Como aquel amigo -ya mayor- que tenía a varios familiares y amistades internados

en hospitales o enfermos en sus domicilios. Cuando alguien contaba un chiste

muy gracioso, solía decir:

“-Permíteme anotar en mi libretita este chiste porque me parece muy bueno.”

“-¿Y para que los anotas?” -le pregunté.

“-Porque de ordinario los enfermos suelen estar pensando casi de continuo en sus

padecimientos. Y con unos buenos chistes les ayudas a que salgan de su propio

yo y mirar el lado divertido de la vida”.

Me quedé pensando en esa explicación y saqué esta conclusión:

“-¡Esa sí que es fina caridad! Hacer el bien a los demás, sin que se den cuenta”.

La risa, el optimismo y el buen humor son maravillosos recursos que tenemos los

humanos para darle un sentido positivo a nuestra vida, para estrenar con ilusión

cada día, como si fuera el último de nuestra existencia.

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