Raúl Espinoza Aguilera
Hay una frase célebre atribuida al Filósofo griego Sócrates que dice: “Conócete a
ti mismo” y que otro Filósofo alumno suyo, Platón, recogió en su libro “Diálogos”. A
su vez, Platón fue maestro de Aristóteles. Ellos tres son los representantes de la
Filosofía Antigua.
Muchos siglos después, el Filósofo, pensador, sacerdote y escritor Romano
Guardini (1885-1968), de ascendencia alemana, recogió esos conceptos centrales
en sus libros: “La Aceptación de Sí mismo” y “Las Etapas de la Vida”, quién tuvo
una notable influencia ideológica en su tiempo.
Pocos saben que tuvo serias enfermedades (como depresión nerviosa, por
ejemplo) y toda su vida tuvo que “nadar contra corriente”. Por eso se explica el
contenido de su libro: “La Aceptación de Sí mismo”. Porque después de mucho
sufrir por sus males, se percató que tenía que aceptar sus enfermedades y hacerle
frente a la vida. Hay que tomar en cuenta que, en ese entonces, los Psiquiatras no
contaban con los modernos antidepresivos, que proporcionan una eficaz mejoría
del enfermo.
Luego publicó su interesante libro: “Las Etapas de la Vida”, en el que aborda las
posibles crisis de la existencia humana, como: la adolescencia, la madurez y la
entrada en la ancianidad, como un moderno Psicólogo.
¡Cuántas personas hay que no se conocen a sí mismas y que no son capaces de
prever sus posibles crisis emocionales!. Me refiero al caso de algunas mujeres que
muchas veces, al llegar la edad de la menopausia tienen un cambio hormonal. Se
descontrolan porque en algunos casos sienten que están sufrimiento un serio
trastorno mental y no pocas veces erróneamente son internadas en un hospital
psiquiátrico, cuando resulta que lo que necesitaban era la ayuda y atención de un
buen Endocrinólogo que les atendiera esa súbita baja en su actividad hormonal.
Mismo caso con ciertos varones -no todos- al llegar a la andropausia.
En los adolescentes sucede algo similar y entra dentro del cuidado que deben de
tener sus padres para atender cualquier alteración en su conducta que muchas
veces, de forma equivocada, simplemente se les clasifica como “rebeldes” o
“desadaptados” cuando resulta que requieren de una adecuada atención médica.
Recuerdo que cuando daba clases en la Secundaria, un día a mis alumnos de
tercero les puse una sencilla prueba. Les pedí que sacaran una hoja en limpio y
pusieran una raya en medio. Luego les dije que del lado izquierdo anotaran 5
virtudes o valores que, en su opinión, tenían y que fueran levantando la mano
cuando hubieran terminado.
Me llamó la atención la rapidez con que escribieron lo que les pedí. A
continuación, les pedí que fueran dando lectura de sus valores. Unos decían: “soy
buen estudiante, deportista, ordenado”. Otro más leía: “Soy obediente con mis
padres, me gusta estudiar, pienso que soy buen hermano y me esfuerzo por tener
excelentes calificaciones”. Y en ese tenor se fueron expresando otros alumnos
más.
La sorpresa les vino cuando les pedí que en la columna derecha de esa misma
hoja en blanco escribieran sus principales 5 defectos que pensaban que pensaban
que podrían tener.
Pensé que los redactarían a la misma velocidad que sus valores o virtudes, pero
no fue así. Después de un rato de esperarlos, les pedí que fueran dando lectura a
esos defectos o limitaciones.
-“Profe”-me dijeron- es una pregunta muy difícil de contestar”.
Comprendiendo su situación, fue entonces cuando les pedí que sólo escribieran
una sola limitación, pero ninguno de ellos me pudo responder.
Aproveché para decirles:
-“¿Se dan cuenta lo poco que se conocen?”
Porque ninguno de los alumnos me pudo responder. No por pena ni por temor al
“qué dirán” del resto de los compañeros, sino por desconocimiento de sí mismos.
Por ello Romano Guardini propone:
1. La aceptación de sí mismo, tal y como soy, con mis defectos y limitaciones.
2. La aceptación de los demás, como son y no como me gustaría que fueran.
3. En tercer lugar, la aceptación del entorno ambiental. Guardini sufrió la
invasión de loa nazis porque daba clases de Filosofía, primero en la
Universidad de Tubinga y, luego, en la Universidad de Múnich. Como era
sacerdote católico se le obligó a que abandonara la universidad. Fue hasta
pasada la Guerra Mundial, cuando se pudo reincorporar para impartir esa
materia. Y así se mantuvo hasta su jubilación.
Esto explica esa “aceptación del entorno ambiental”, situación en la que
sufrió desprecio, no obstante, su gran preparación y sabiduría.
Por otra parte, es asombrosa la cantidad de libros que fue publicando. Ya
desde antes del Concilio Vaticano II, se le consideraba como un renovador
de la Teología, de la Filosofía y de la Liturgia. Y al terminar dicho Concilio
fue un luminoso inspirador para realizar cambios profundos, pero siempre
dentro de la ortodoxia doctrinal de la Iglesia.
Fue una persona particularmente valiosa porque supo convivir con sus
enfermedades y seguir adelante en su carrera humanística y pastoral, como
sacerdote, Filósofo, Teólogo, Psicólogo y como un brillante escritor.
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