Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Se cuenta que un hombre recibió unos guantes de regalo de un
amigo. Los agradeció, pero como vivía en un clima tropical, no los
necesitaba y guardó en un cajón. Mucho tiempo después se cambió a
una ciudad de clima frío. Buscó los guantes y cuando metió la mano en
uno de ellos, algo impidió que se acomodaran sus dedos. Para su gran
sorpresa, descubrió que adentro había un billete de cien dólares
enrollado en cada uno de los dedos del guante. Habían estado allí todo
el tiempo, pero no se había dado cuenta.
En la vida espiritual nos puede suceder que contamos con un tesoro
del que no nos damos cuenta: el Espíritu Santo. Este domingo 28 de
mayo concluye el tiempo pascual con la solemnidad de Pentecostés,
recordando el nacimiento de la Iglesia con la venida del Espíritu Santo
sobre la Virgen María y los Apóstoles.
El Evangelio nos recuerda las palabras de Jesús: “El Espíritu Santo…
les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho” (Jn
14,26). El Papa Francisco señalaba que consiste en hacernos ver todo
según la mirada de Jesús, de modo nuevo. En el viaje de la vida el
Espíritu Santo nos enseña tres cosas: por dónde empezar, qué caminos
tomar y cómo caminar.
2) Para pensar
En primer lugar el Espíritu nos indica el punto de partida: «Si me
aman, cumplirán mis mandamientos». El amor es lo primero y sin el
amor en el centro, todo lo demás es vano. Y este amor es un don del
Espíritu, por eso tenemos que pedírselo. El Espíritu es quien nos hace
sentir amados y nos enseña a amar.
En segundo lugar, el Espíritu Santo nos enseña a caminar «según el
Espíritu y no según la carne» (v. 4). Por eso es importante discernir la
voz del Espíritu Santo y la del espíritu del mal. Las dos voces nos
hablan. La voz del mal nos lleva a creer que tenemos derecho a usar la
libertad como nos parezca; nos distrae con remordimientos pasados o
miedos futuros. Pero después, viene la amargura, el pesimismo, la
tristeza, las quejas, la impaciencia, el victimismo. La queja es el
lenguaje del espíritu del mal, dice el Papa. El Espíritu Santo, en cambio,
nos invita a no perder la confianza, nos toma de la mano y consuela,
nos lleva a lo concreto, a amar aquí y ahora.
En tercer lugar, el Espíritu Santo nos enseña cómo caminar: todos
juntos, como Iglesia, abrirnos a todos, olvidarnos de nosotros mismos y,
nos enseña a ser una casa acogedora. Así rejuvenece a la Iglesia.
3) Para vivir
En el mundo del jazz, hubo un músico llamado Dizzy Gillespie. Ha
sido uno de los grandes nombres del jazz. Uno de sus símbolos era una
trompeta torcida. Esta costumbre nació de un accidente. Cuando
Gillespie se alojaba en un hotel neoyorkino al llegar a su habitación se
encontró con su trompeta totalmente torcida. Sucedió que uno de sus
amigos de forma distraída y accidental se sentó sobre el instrumento
doblándolo. Gillespie tenía que tocar inmediatamente, tuvo que usarla
así. La sorpresa fue que su sonoridad le entusiasmó tanto que la adoptó
de por vida. Incluso encargaba trompetas con ese defecto. Esa trompeta
torcida fue su símbolo.
De manera similar, el Espíritu Santo logra que aunque tengamos
imperfecciones, lleguemos a la santidad, precisamente en nuestra lucha
constante contra ellas. (articulosdog@gmail.com)
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