Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
“Si vives con valores para ti mismo, te conviertes de gran valor para
todos los que te conocen” (Bryant McGill). Sin embargo, la
posmodernidad se está caracterizando en que el hombre se siente
desprovisto de valores, sin referencias de ningún tipo, dice el Papa
Francisco. Cada vez se le dificulta más encontrarle sentido a su
existencia y descubrir el significado de los símbolos. De ahí el problema
para comprender, valorar y asombrarse de los actos litúrgicos.
Un reto actual es recuperar la capacidad de vivir plenamente la
acción litúrgica. El Concilio Vaticano II afrontó este reto exigente para el
hombre moderno.
2) Para pensar
Un ejemplo de poner en orden los valores fue Jacques Fesch, quien
fue condenado a muerte por asesinato en 1957. Durante el tiempo que
estuvo en la cárcel experimentó la misericordia de Dios, tuvo una
conversión y ahora va camino a los altares.
Jacques Fesch era hijo de un banquero ateo que se divorció de su
esposa. Fesch fue educado en la religión católica por su madre, pero
abandonó la fe a los 17 años. Después de casarse decidió dejarlo todo,
incluida familia, y viajar. Sin dinero, decidió robar, pero en su huida
mató de tres tiros al oficial de policía Vergne, viudo y padre de una niña.
Fesch fue arrestado y condenado a muerte. En la cárcel, sufriendo, una
noche pidió ayuda a Dios y recibió la gracia de la conversión: “Tenía la
impresión de una bondad infinita que me hizo creer con convicción que
nunca estuve abandonado”, resaltó.
Desde su celda, transmitió su fe a través de cartas. En una de ellas
decía: “¡Acabo de recibir la Comunión, es una gran alegría!... Tengo paz
y sentido en la vida, mientras que antes era solo un muerto viviente”.
La víspera de su decapitación, Fesch declaró: “Que cada gota de mi
sangre borre un pecado mortal. Último día de lucha. Mañana, a esta
hora, estaré en el Cielo. ¡Cinco horas más y veré a Jesús!” Murió el 1 de
octubre de 1957, Jacques Fesch. Cuando los guardias llegaron a su
celda para buscarlo, lo encontraron de rodillas rezando junto a la cama.
Sus últimas palabras fueron: “Señor, no me desampares, confío en Ti”.
El entonces Arzobispo de París, Cardenal Jean Marie Lustiger, señaló
que al “declarar santo a alguien no significa que la Iglesia admire sus
méritos, sino propone un ejemplo de conversión de alguien que supo
escuchar la voz de Dios y se arrepintió… No hay pecado tan grave que
impida al hombre llegar a Dios, que le propone la salvación”, agregó.
3) Para vivir
No es casualidad que el primer documento emanado del Concilio
Ecuménico II, haya sido sobre la Liturgia. Se llamó “Sacrosanctum
Concilium”, que nos dice que la Liturgia es “la cumbre a la cual tiende la
acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda
su fuerza” (n. 10).
Hay una escala de valores y deberes a tener en cuenta, nos dice el
Papa, y así crecer en nuestra capacidad para vivir plenamente la acción
litúrgica: Dios tiene el primer puesto; la oración, es nuestra primera
obligación; la Liturgia, es la primera fuente de la vida divina que se nos
comunica, la primera escuela de nuestra vida espiritual. Con la
necesaria formación litúrgica seguiremos asombrándonos en cada
celebración. (articulosdog@gmail.com)
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