Raúl Espinoza Aguilera, @Eiar51
Con frecuencia nos encontramos
con conocidos que presumen, por ejemplo, de usar un reloj caro. Y nos suelen explicar
algunas de sus funciones, como son: que mide los pasos de quien lo usa, da
información del pulso cardiaco, de la presión arterial, de la temperatura del
cuerpo, etc.
Cuando le preguntamos al dueño
del reloj si le son de utilidad todas esas funciones, a menudo nos contesta:
“En realidad sólo lo uso para ver la hora. Todo lo demás son “monerías” que me
quitan el tiempo”. En otros casos responden: “No me son de provecho porque considero
que me podría llegar a obsesionar el hecho de estarme revisando de continuo la
presión arterial.”.
En efecto, un buen reloj nos
conformamos con que nos dé la hora exacta y punto. Y así sucede con otras
tecnologías como el celular, el Ipad o la Lap Top. Con cierta frecuencia, se están
publicitando nuevos modelos que supuestamente tienen innovaciones. Muchos
jóvenes, que se dejan llevar por la moda, de inmediato quieren adquirir el más
reciente celular, por ejemplo.
Cuando un padre de familia le
pregunta a su hija adolescente cuáles son esas ventajas y le responde con
vaguedades, entonces le hace ver que no se deje llevar por el consumismo porque
el celular que usa quizá no sea tan reciente, pero le funciona bastante bien.
El consumismo tiende -mediante
el “bombardeo” publicitario- a crear falsas necesidades. Y hay que aprender a
reflexionar si en realidad necesita de ese producto o se está dejando llevar
por un mero impulso de compra.
En otras ocasiones, nos
encontramos con amistades que nos dicen: “Estaban en oferta estas chamarras y
me compre dos, a precios regalados”. Y cuando, por la amistad que nos une, le cuestionamos
en confianza:
-Pero si tú ya tienes una muy buena
chamarra.
Nos responde:
-¡Es verdad!. Ya veré a quién se la
regalo.
Nos estamos enfrentando a una
sociedad que no considera con calma las compras que va a realizar y muchas de
ellas las realiza irreflexivamente. En numerosas ocasiones, cuando llega la
cuenta de la tienda, vienen esas caras de sorpresa y arrepentimiento.
- ¿Cómo
fue posible que hiciera esta compra tan absurda? ¡Si en realidad no necesitaba
de esas prendas de vestir!
Me resulta inolvidable la
anécdota de aquella joven señora que observé su conducta en un conocido centro comercial. Ella vio en el escaparate de
una tienda una peluca que le gustó mucho. Y dijo:
-¡Yo la quiero, a como dé lugar!
Y la amiga que la acompañaba
le decía:
-
Pero si ya tienes tres pelucas. ¿Necesitas más?
-
¡A mí me vale; yo me la llevo! Entró a la
tienda, de inmediato se la probó y la compró.
La verdad es que me dio pena
esa mujer que se mostraba esclava de sus impulsos por adquirir toda clase de
prendas que le agradaban.
El consumismo lleva a
sobrevalorar las necesidades inmediatas y a no sentirse satisfechos con nada.
Como dicen los Psiquiatras,
esas personas sufren de “la inmediatez”, es decir, de querer adquirir el objeto
deseado “cuanto antes, aquí y ahora”.
Algunos de esos compradores
compulsivos requieren de atención médica adecuada. Como decía un joven
profesionista, soltero:
-
“Cuando me encontré un enorme kayak anaranjado
y diversos objetos deportivos -que no necesitaba- en la puerta de mi
departamento que me había enviado una tienda, llegué a la conclusión que
requería de atención psiquiátrica, porque no tenía la menor noción de cuándo había
comprado dichos objetos. Y claro, en esas compras precipitadas se iba buena
parte de mi sueldo”.
Vivimos inmersos en una
sociedad de consumo, donde todo se va haciendo desechable, y a la vez, muy
accesible porque objetos que anteriormente resultaban bastante caros, ahora
cada vez son menos costosos y de mayor calidad.
Por ello es importante
aprender a distinguir entre lo que es realmente necesario y lo superfluo. De lo
contrario nos vamos rodeando de bienes que, en estricto sentido, no los necesitamos.
Por ello es conveniente que
los hijos sean educados en estos conceptos que resultan clave para que ellos
mismos se persuadan de las ventajas de vivir sobria y templadamente, partiendo
del buen ejemplo de sus padres.
De lo contrario, se convierten
en hijos irresponsables y caprichosos, que gastan dinero sin control alguno -y
como de ordinario no trabajan- desconocen lo que cuesta ganar esas grandes
sumas, que ellos malgastan.
Por otra parte, es necesario
que sean solidarios con las necesidades materiales de las personas que viven en
extrema pobreza y necesitan de su ayuda. Es muy formativo que colaboren en
labores sociales y asistenciales y que perciban, de primera mano, las
dramáticas necesidades del prójimo. Más ahora, en nuestro atribulado México,
que pasa por una grave crisis económica, que los hijos sean conscientes de las
necesidades de los demás y tengan la iniciativa de ayudarles en aspectos muy concretos.
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario