domingo, 27 de febrero de 2022
EL PRIMER AGRICULTOR
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Cuando San Juan Pablo II eligió arzobispo de Paris a Jean-Marie
Lustiger en 1981, le preguntaron cuál era el punto más importante de
su plan pastoral para la diócesis que el Papa le había confiado. La
respuesta fue sencilla y para alguno quizá sorprendente: “El punto
central del plan pastoral es la conversión del propio Obispo”.
En efecto, todos requerimos de una continua conversión. La
Cuaresma, dice el Papa Francisco, es un “tiempo favorable para la
renovación personal y comunitaria que nos conduce hacia la Pascua de
Jesucristo muerto y resucitado”. Para ello nos propone reflexionar la
exhortación de san Pablo: «No nos cansemos de hacer el bien, porque,
si no desfallecemos, cosecharemos los frutos a su debido tiempo» (Ga
6,9).
El primer agricultor es Dios mismo, que generosamente sigue
derramando semillas de bien, dice el Papa. Y nosotros, estamos
invitados a ser colaboradores de Dios sembrando el bien.
2) Para pensar
Podemos recordar el conocido “Cuento de los dátiles”.
Se cuenta que, en un oasis del desierto, se encontraba el anciano
Eliahu de rodillas. En eso llegó su amigo Hakim, un rico mercader, que
lo vio muy cansado cavando en la arena. Le preguntó qué hacía
agobiado por el intenso calor del desierto. “Estoy sembrando”, le
contestó. “¿Y qué siembras, Eliahu?” Señalando a su alrededor contestó:
“Dátiles”.
Hakim se sorprendió: “Pero ¡cómo! El calor te ha dañado, amigo.
Deja eso y vamos a beber una copa de licor. Además, tienes más de
ochenta años, y lo más probable es que nunca los llegues a probarlos.
No podrás cosechar lo que hoy siembras”.
Pero Eliahu respondió: “Mira, Hakim, yo comí los dátiles que otro
sembró. Ahora yo siembro, para que otros puedan comer mañana los
dátiles”. Sorprendido dijo Hakim: “¡Me has dado una gran lección,
Eliahu! Deja que te pague con una bolsa de monedas esta enseñanza”. Y
le dio una bolsa de cuero con monedas.
“Te lo agradezco. Ya ves que decías que no llegaría a cosechar frutos
y, sin embargo, ya coseché una bolsa de monedas y la gratitud de un
amigo”. Hakim, asombrado por su sabiduría, le regaló otra bolsa de
monedas de oro para demostrarle su agradecimiento.
El anciano le dijo que así era la vida: Él había sembrado sin pensar
en sí mismo y ya había recibido frutos dos veces, sin contar con los
dátiles que se obtendrían en el futuro. Entonces Hakim se despidió: “Me
voy, no sea que si sigues hablando y no me alcance mi fortuna para
pagarte”.
El que sólo piensa para sí mismo reduce su horizonte. Pensar en
otros, ensancha el corazón.
3) Para vivir
La Cuaresma nos invita a la conversión, a cambiar de mentalidad,
para que la verdad y la belleza de nuestra vida no radiquen en el
poseer, sino en el dar; no en acumular, sino en sembrar el bien y
compartir.
Así las buenas obras darán su fruto: en nosotros mismos y en
nuestras relaciones cotidianas, llevando el perfume de Cristo al mundo.
Porque en Dios no se pierde ningún acto de amor, por más pequeño que
sea. Sembrar el bien para los demás implica una gran nobleza y nos
libera de las estrechas lógicas del beneficio personal. Además, el fruto
más completo será para la vida eterna, será nuestro «tesoro en el
cielo». (articulosdog@gmail.com)
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