miércoles, 17 de febrero de 2021
¿POR QUÉ EL ABORTO SE SIGUE APROBANDO EN NUESTRO TIEMPO?
Raúl Espinoza Aguilera, @Eiar51
La república de Argentina en fecha reciente aprobó el aborto. El Presidente de
Estados Unidos, Joe Biden quiere elevar a rango constitucional el aborto. En otros
países, como México, se encuentra en estudio la posibilidad de aprobarlo.
La pregunta es: ¿Se han vuelto locos los gobernantes y legisladores? ¿Alguna
vez han visitado una clínica en la que se destruyen vidas humanas y se arrojan a
los basureros? Son pequeños cadáveres mutilados, destrozados, deformados;
bebés a los que se les arrancaron sus brazos, sus piernas y machacaron sus
cabecitas. Es un espectáculo tremendo de observar. No se puede llegar a
comprender que tanta crueldad ocurra en este siglo XXI, que se jacta de ser la
época de los derechos humanos y del respeto por el medio ambiente, los animales
y la flora y la fauna submarina.
Las frases que se suelen emplear para justificarlo son: “Aceptar el aborto es propio
de ‘sociedades de avanzada’; ‘políticamente correctas’; de ‘’apertura a los nuevos
tiempos’ ”.
Los que no se dice es que detrás del aborto se mueve mucho dinero: hospitales,
médicos, enfermeras, material quirúrgico, medicamentos. Lo que podemos
afirmar, con absoluta certeza, es que se trata un lucrativo negocio porque, como
sostenía el Doctor Bernard Nathanson hace años: “Es cuestión de aritmética: a
300 dólares cada aborto, y si lo multiplicamos por 1,550,000 abortos, nos
encontramos con una industria que produce más de 500 millones de dólares
anualmente, de los cuales, la mayor parte van a parar a los bolsillos de los
médicos que lo practican”.
Existen numerosos millonarios del Primer Mundo que se oponen abiertamente al
desarrollo demográfico de países en vías de desarrollo. Y, en vez de apoyarlos
económicamente para que sean autosuficientes, prefieren irse por la vía del
exterminio y aniquilación.
Ese fue el mismo camino que determinó Adolfo Hitler, líder del nacionalsocialismo
alemán, en sus tristemente célebres campos de concentración. Lo que nunca he
llegado a comprender cómo es que enfervorizó a millones de arios para detener,
maltratar, humillar, torturar y asesinar a miles y miles de judíos. Sabemos que en
su mente perversa también los latinoamericanos y afroamericanos nos
encontrábamos en su lista macabra porque de la misma manera éramos
considerados seres inferiores que no teníamos derecho a existir.
He leído varias historias dramáticas, me viene a la memoria, por ejemplo: una
enfermera que colaboró en varios abortos y, al finalizar la jornada, al salir del
quirófano y pasar por los botes de basura, escuchaba el lamento de un bebé que
había quedado con vida. Ella se movió a compasión, lo recogió, lo llevó a
escondidas a su casa, lo limpió, lo curó, le brindó sus cuidados médicos, lo
alimentó. Luego le proporcionó educación y cariño como si fuera su hija. Pudo
desarrollarse con normalidad e incluso llegó a asistir a la universidad. Con el
tiempo, se casó y tuvo hijos. Ella quiso brindar su testimonio en diversos medios
de comunicación y me llamó mucho la atención el hecho de que afirmó que no
guardaba rencor ni resentimiento contra sus padres naturales ni contra el médico
que la abortó. Y, en cambio, un gran agradecimiento a Dios y a la enfermera que
le permitieron vivir y desarrollarse como ser humano. Su conclusión fue hacer un
urgente llamado para frenar este demencial genocidio silencioso.
Da mucha pena ver en los medios de comunicación a cientos de jovencitas que se
colocan su pañoleta verde y levantan sus puños manifestando su apoyo al aborto.
Sabemos que han sido “mentalizadas” o manipuladas con unas cuantas frases
superficiales y no tienen la menor idea de lo horroroso que resulta el destrozar a
una criatura indefensa e inocente en el seno de su madre y privarla de su primer
derecho humano: el derecho a vivir.
Estas jóvenes dicen que con ello manifiestan su “liberación femenina”. Pienso que
a ellas serían a las primeras a las que habría que llevarlas a esas clínicas en las
que se practica el aborto y que observen detenidamente cómo son arrojados a los
basureros y el deplorable estado en que quedan esos pequeños cadáveres
destrozados de los bebés.
Una última reflexión para animar a los ciudadanos mexicanos a que tengamos una
participación ciudadana más activa, dejando de lado la pasividad y la indiferencia,
y que hagamos todo lo posible por detener y terminar con este silencioso
holocausto, una importante conclusión a la que llegaba el Doctor Bernard
Nathanson: “Aprendimos que lo único que se necesita para que el mal triunfe, es
que los hombres de buena voluntad simplemente no hagan nada”.
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