martes, 27 de octubre de 2020
EL PAPA FRANCISCO Y LOS HOMOSEXUALES
P. Mario Arroyo,
Dr. en Filosofía.
p.marioa@gmail.com
En el documental entrevista “Francisco” dirigido por Evgeny Afineevsky, el Papa afirmó:
“Lo que tenemos que hacer es una ley de convivencia civil. Tienen derecho a estar cubiertos
legalmente”. Después, las redes estallaron. Lo volvió a hacer Francisco, tiene el don de ser el
centro del huracán. En estas breves líneas intentaré sintetizar los límites y alcances de la
referencia papal, en atención al contexto en que lo dijo y la doctrina magisterial precedente.
Francisco habla del tema respondiendo a una pregunta sobre si está bien llevar a los hijos
de parejas homosexuales al catecismo. Dice que tienen derecho a tener una familia y que no
deben ser echados de la misma por su condición. Lo dice en un documental, lo que propiamente
hablando no es magisterio oficial de la Iglesia, pero sí expresa, indudablemente, la mente del
Pontífice. ¿Qué quiere decir esto? Que su intención no es modificar la doctrina, sino interpretarla,
matizando los alcances de algunas afirmaciones.
¿Qué dice la doctrina? Lo de siempre, que no ha cambiado. Dos referencias son
particularmente importantes, quizá para algunos incómodas: Catecismo 2357: “los actos
homosexuales son intrínsecamente desordenados… Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto
sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No
pueden recibir aprobación en ningún caso.” Más reciente, durante el pontificado de Francisco,
tenemos Amoris laetitia 251: “no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías,
ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la
familia”. Es decir, dicho mal y pronto, la Iglesia Católica, y Francisco con ella, siguen considerando
los actos (esta última palabra es importante) homosexuales como un pecado. Siguen afirmando
que el matrimonio es exclusivo entre el hombre y la mujer, siendo contrario el matrimonio
homosexual al designio de Dios.
¿Qué es entonces lo que matiza Francisco? Dos documentos de la Congregación para la
Doctrina de la Fe, aprobados por San Juan Pablo II cuando Joseph Ratzinger era Prefecto. La Nota
doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida
política, del 2002 y Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones
entre personas homosexuales, del 2003. Quiero subrayar la palabra “matiza”, es decir,
propiamente hablando no cambia lo que ahí se dice, sino lo interpreta. En el primer texto dice: “la
conciencia cristiana bien formada no permite a nadie favorecer con el propio voto la realización de
un programa político o la aprobación de una ley particular que contengan propuestas alternativas
o contrarias a los contenidos fundamentales de la fe y la moral… A la familia no pueden ser
jurídicamente equiparadas otras formas de convivencia, ni éstas pueden recibir, en cuánto tales,
reconocimiento legal”. Mientras que en el segundo afirma: “Ante el reconocimiento legal de las
uniones homosexuales, o la equiparación legal de éstas al matrimonio con acceso a los derechos
propios del mismo, es necesario oponerse en forma clara e incisiva… el respeto hacia las personas
homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual
ni a la legalización de las uniones homosexuales”. Es decir, como legislador supremo de la Iglesia,
interpreta que ese texto se refiere exclusivamente al matrimonio homosexual, no a “una ley de
convivencia civil”. ¿Es lo mismo que “unión civil”? Pienso que sí.
De fondo, ¿qué es lo que está haciendo Francisco? Ha dado un paso más en lo que se
refiere al valor de la secularidad en la Iglesia y a la laicidad del estado.
Para entenderlo, es preciso distinguir entre ética personal y ética política. No ha cambiado
la percepción del acto homosexual como pecaminoso –ética personal-, pero sí ha dado un paso decidido en orden a reafirmar la
legítima autonomía del estado en orden a sus fines (la paz, la justicia, el bien común), y con ello a
la laicidad (ética política). El estado no me puede impedir tener “malos pensamientos” (asunto
personal), y puede regular la prostitución o el consumo de marihuana (aunque sean prácticas
inmorales). En este caso, se limita a reconocer que existen parejas del mismo sexo y a proponer
una regulación que no las deje desprotegidas, por ejemplo, para temas de herencia, impuestos,
visitas y decisiones médicas. El estado no se pronuncia acerca de la moralidad o no de estas
costumbres, porque no es su función. En documentos anteriores se recomendaba regular
exprofeso esas leyes, ahora propone una “ley de convivencia civil”.
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