sábado, 19 de septiembre de 2020

EL VERDADERO AMOR ES GRATUITO

 Pbro. José Martínez Colín,

articulosdog@gmail.com

1) Para saber

Se cuenta que el famoso estadista inglés Winston Churchill

participaba en una discusión sobre la amistad. Al final dijo: “No

pierdan el tiempo. La amistad es inexplicable”. Sus amigos le

preguntaron por qué decía eso. Entonces añadió el político: “Miren mi

caso. Un buen amigo es un hombre que lo sabe todo de mí, que me

conoce a fondo y que, a pesar de todo, me aprecia. No tiene

explicación ese raro sentimiento”.

Ciertamente, cuando es verdadero el amor, no busca ganar alguna

ventaja, sino que es desinteresado. La amistad se ofrece gratis. El

Papa Francisco nos invita a descubrir en los demás y en la naturaleza

algo mucho más grande que su utilidad. Para ello hay que

contemplarlas y descubrir el valor que encierran cada persona y cada

cosa. Un valor dado por Dios al crearlas. De esa manera, las criaturas

nos llevan de vuelta al Creador y a la comunión con la creación. San

Ignacio de Loyola, invitaba a la “contemplación para alcanzar amor”,

es decir, considerar cómo Dios mira a sus criaturas y a regocijarse

con ellas; a descubrir la presencia de Dios en sus criaturas y, con

libertad y gracia, a amarlas y cuidarlas.

2) Para pensar

Hay una película, “Hasta el último hombre”, basada en la historia

real de un soldado del Ejército de Estados Unidos que se negó a

portar armas en el frente durante la Segunda Guerra Mundial. Se

trata de Desmond Doss, que por principios religiosos, no quería

disparar contra nadie. Por ese motivo fue objeto de burla y

persecución. Varios lo consideraban un cobarde y traidor. Sin

embargo, ya en la batalla, se distinguió por su heroísmo.

Exponiéndose a un gran riesgo, salvó la vida a más de setenta y

cinco hombres bajo un constante fuego enemigo en el acantilado de

Maeda durante la brutal batalla de Okinawa. Fue condecorado con la

Medalla de Honor por el presidente Harry S. Truman.

Desmond es un ejemplo de un amor verdadero al no pensar en su

propia seguridad, ni en sacar algún beneficio personal, sino en salvar

a sus compañeros aún a costa de su propia vida: se da él mismo

gratuitamente. Que nos lleve a pensar cómo es nuestro obrar.


3) Para vivir

Para salir de una pandemia, comenta el Papa, es necesario seguir

una regla de oro de nuestra humanidad: cuidarse y cuidarnos

mutuamente. Cuidar de quien está enfermo, de quien lo necesita, de

la casa común. Cuando alguien no aprende a detenerse para percibir

y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en

objeto de uso y abuso inescrupuloso. Las criaturas tienen un valor en

sí y “reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la

bondad infinitas de Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica, 339).

Pero ese valor y ese rayo de luz divina hay que descubrirlo en el

silencio, en la contemplación.

Sin contemplación es fácil poner el “yo” en el centro de todo, como

dominadores absolutos de todas las criaturas. Se precisa contemplar

a las personas con toda su riqueza. Contemplar y cuidar: ambas

actitudes muestran el camino. Cada uno de nosotros, concluye el

Papa, puede y debe convertirse en un “custodio de la casa común”,

capaz de alabar a Dios por sus criaturas, de contemplarlas y

protegerlas.

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