Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com
1) Para saber
Se cuenta que el famoso estadista inglés Winston Churchill
participaba en una discusión sobre la amistad. Al final dijo: “No
pierdan el tiempo. La amistad es inexplicable”. Sus amigos le
preguntaron por qué decía eso. Entonces añadió el político: “Miren mi
caso. Un buen amigo es un hombre que lo sabe todo de mí, que me
conoce a fondo y que, a pesar de todo, me aprecia. No tiene
explicación ese raro sentimiento”.
Ciertamente, cuando es verdadero el amor, no busca ganar alguna
ventaja, sino que es desinteresado. La amistad se ofrece gratis. El
Papa Francisco nos invita a descubrir en los demás y en la naturaleza
algo mucho más grande que su utilidad. Para ello hay que
contemplarlas y descubrir el valor que encierran cada persona y cada
cosa. Un valor dado por Dios al crearlas. De esa manera, las criaturas
nos llevan de vuelta al Creador y a la comunión con la creación. San
Ignacio de Loyola, invitaba a la “contemplación para alcanzar amor”,
es decir, considerar cómo Dios mira a sus criaturas y a regocijarse
con ellas; a descubrir la presencia de Dios en sus criaturas y, con
libertad y gracia, a amarlas y cuidarlas.
2) Para pensar
Hay una película, “Hasta el último hombre”, basada en la historia
real de un soldado del Ejército de Estados Unidos que se negó a
portar armas en el frente durante la Segunda Guerra Mundial. Se
trata de Desmond Doss, que por principios religiosos, no quería
disparar contra nadie. Por ese motivo fue objeto de burla y
persecución. Varios lo consideraban un cobarde y traidor. Sin
embargo, ya en la batalla, se distinguió por su heroísmo.
Exponiéndose a un gran riesgo, salvó la vida a más de setenta y
cinco hombres bajo un constante fuego enemigo en el acantilado de
Maeda durante la brutal batalla de Okinawa. Fue condecorado con la
Medalla de Honor por el presidente Harry S. Truman.
Desmond es un ejemplo de un amor verdadero al no pensar en su
propia seguridad, ni en sacar algún beneficio personal, sino en salvar
a sus compañeros aún a costa de su propia vida: se da él mismo
gratuitamente. Que nos lleve a pensar cómo es nuestro obrar.
3) Para vivir
Para salir de una pandemia, comenta el Papa, es necesario seguir
una regla de oro de nuestra humanidad: cuidarse y cuidarnos
mutuamente. Cuidar de quien está enfermo, de quien lo necesita, de
la casa común. Cuando alguien no aprende a detenerse para percibir
y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en
objeto de uso y abuso inescrupuloso. Las criaturas tienen un valor en
sí y “reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la
bondad infinitas de Dios” (Catecismo de la Iglesia Católica, 339).
Pero ese valor y ese rayo de luz divina hay que descubrirlo en el
silencio, en la contemplación.
Sin contemplación es fácil poner el “yo” en el centro de todo, como
dominadores absolutos de todas las criaturas. Se precisa contemplar
a las personas con toda su riqueza. Contemplar y cuidar: ambas
actitudes muestran el camino. Cada uno de nosotros, concluye el
Papa, puede y debe convertirse en un “custodio de la casa común”,
capaz de alabar a Dios por sus criaturas, de contemplarlas y
protegerlas.
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