Pbro. José Martínez Colín,
articulosdog@gmail.com
1) Para saber
“Los pájaros que vuelan más alto no son los que agitan más sus alas, sino los que se dejan llevar por el impulso del viento”. Esto sucede con las almas que quieren llegar hasta Dios. No basta su esfuerzo, pues son incapaces de llegar hasta Dios por sí mismos, es necesario el soplo del Espíritu Santo que hace subir a las alturas de Dios.
El Santo Padre, prosiguiendo la catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles, quiso reflexionar sobre la llegada del Espíritu Santo, por quien comenzó a crecer y desarrollarse la Iglesia.
Cincuenta días después de la Resurrección de Jesús, los Apóstoles, junto a María, madre del Señor, esperaban la llegada del Paráclito.
María ayudaba a estar unidos en la oración. La oración es el “pulmón” que nos hace respirar, dice el Papa Francisco, pues sin oración no se puede ser ni discípulo de Jesús, ni ser cristianos. Entonces fueron sorprendidos por la irrupción del Espíritu Santo en un viento impetuoso, al que se le agrega el fuego en forma como de lenguas.
En la tradición bíblica, el fuego acompaña a la manifestación de Dios.
El fuego expresa simbólicamente su obra de calentar, iluminar, purificar y probar los corazones.
2) Para pensar
En el libro “Retrato de Juan Pablo II”, el periodista André Frossard entrevistó al Papa Juan Pablo II y le preguntó: “¿Cómo nos aconseja que recemos?” El Papa le respondió: “Voy a contarle una anécdota.
Hacia los 10 o 12 años era yo monaguillo, pero debo reconocer que no era muy asiduo. Mi madre ya no estaba con nosotros… Pero mi padre, habiéndose dado cuenta de mi indisciplina, me dijo un día:
«No eres un buen monaguillo. No le rezas lo suficiente al Espíritu Santo. Debes rezarle más». Y me enseñó una oración”.
El periodista preguntó: “¿Y no la ha olvidado?”
El Papa concluyó: “No, no la he olvidado. Fue una lección espiritual mayor, más duradera y más fuerte que todas las que hay podido sacar en consecuencia de mis lecturas o de las enseñanzas que he recibido. El resultado de aquella lección de mi infancia, es mi encíclica sobre el Espíritu Santo”. Cabe señalar que es una Encíclica muy profunda y extensa.
3) Para vivir
En la fiesta de Pentecostés, es Pedro quien habla, la roca sobre la cual Cristo ha elegido edificar su Iglesia. Su palabra, humana y débil, es atravesada por el fuego del Espíritu y se vuelve fuerte, capaz de atravesar los corazones y moverlos hacia la conversión.
La Iglesia nace y crece unida gracias al fuego del amor del Espíritu Santo, el cual provoca un “incendio” que se propaga, a pesar de los pecados y de cualquier escándalo. La palabra de los Apóstoles, por el Espíritu Santo, es entendida por todos: habiendo personas de muchas diferentes lenguas, cada uno los escuchó hablar en su propia lengua (Hechos 2: 6).
Es el lenguaje de la verdad y del amor, por el cual también nosotros nos haremos comprender, pues aunque no habláramos, con una caricia, que sea verdadera y amable, nos entenderán, dice el Papa Francisco.
Una nueva Pentecostés, pidió para concluir el Papa Francisco, para que ensanche nuestros corazones y armonice nuestros sentimientos con los de Cristo, de modo que lo anunciemos sin vergüenza y seamos testigos del poder de su amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario