domingo, 11 de junio de 2017

LA INFLUENCIA MUTUA DE LA FAMILIA Y LA SOCIEDAD



La familia es la célula primera vital de la sociedad. Es el núcleo fundamental, cuna de la vida y del amor, en la que el hombre nace y crece.

En enero de 2009, en la Ciudad de México, se tuvo en Encuentro Mundial de las Familias. 

En su inauguración, el Cardenal Norberto Rivera afirmó que “Reconocer y ayudar a la familia es uno de los mayores servicios que se puede prestar hoy en día al verdadero desarrollo de los hombres y de las sociedades, así como la mejor garantía para asegurar la dignidad, la igualdad y la verdadera libertad de la persona humana”.

Por su parte, en esa misma ocasión, Monseñor Carlos Aguiar Retes, anterior Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, expresó unas interesantes y valientes palabras, que me parecen de gran actualidad. Concretamente dijo: “La familia es patrimonio de la humanidad, por ello es necesario valorarla y cuidarla. En la actualidad, la familia sufre situaciones adversas provocadas por el secularismo y el relativismo ético, por los diversos flujos migratorios, por la pobreza, por la inestabilidad social y por las legislaciones civiles contrarias al matrimonio, que al favorecer los anticonceptivos y el aborto, amenazan el futuro de los pueblos”.

El entonces Presidente de la República, Lic. Felipe Calderón, declaró en este Encuentro Mundial que: “El hogar es la primera fuente de educación que permite desarrollar todas las demás capacidades del ser humano, es ahí donde se forjan y se transmiten los valores culturales, éticos, sociales y espirituales. (…) La familia no sólo es el corazón de México, sino el corazón de toda la sociedad”.

En efecto, la familia es el lugar donde nacen, crecen y mueren los ciudadanos. Éstos encuentran, precisamente allí, la primera escuela de las virtudes sociales, que son el alma de la vida y del desarrollo de la sociedad misma. Así, la familia, en virtud de su naturaleza y vocación, lejos de encerrarse en sí misma, se debe abrir a las demás familias y a la entera sociedad.

Evidentemente, la influencia de la familia y de la sociedad es mutua. Recuerdo mis clases de Civismo de la secundaria, en que se nos explicaba que “la familia es el pilar de la sociedad” y que un conjunto de familias sanas conformaban una sociedad sana y, lo contrario, una familia dividida por el divorcio, afectada por el alcoholismo, la drogadicción, la delincuencia…tenía como resultado una sociedad enferma y sin valores.

En su reciente viaje del Papa Benedicto XVI a los Estados Unidos, en su discurso a los obispos de Washington, les dijo: “Un tema de profunda preocupación es la situación de la familia dentro de la sociedad. El divorcio y la infidelidad están aumentando, y muchos jóvenes hombres y mujeres deciden retrasar la boda o incluso evitarla completamente.

“Es vuestro deber proclamar con fuerza los argumentos de fe y de razón que hablan de la institución del matrimonio, entendido como compromiso para toda la vida entre un hombre y una mujer, abierto a la transmisión de la vida. Este mensaje debería de resonar ante las personas de hoy, ya que es esencialmente un ‘sí’ incondicional y sin reservas a la vida, un ‘sí’ al amor y un ‘sí’ a las aspiraciones del corazón de nuestra común humanidad, a la vez que nos esforzamos para realizar nuestro profundo deseo de intimidad con los demás y con el Señor” (Washington, abril de 2008).

La familia y la sociedad tienen una función complementaria en la defensa y en la promoción del bien de todos los hombres y de cada hombre en particular. Pero la sociedad y, más específicamente el Estado, deben reconocer que la familia es una sociedad que goza de un derecho propio y primordial y, por lo tanto, el gobierno en sus relaciones con la familia está gravemente obligado a atenerse al principio de la subsidiariedad.

Hoy en día este principio de subsidiariedad suele no reconocerse, sino que en muchos países, el Estado ejerce una influencia negativa sobre la familia en el orden de valores, por ejemplo:

1. Facilitando el divorcio;

2. Atentando contra la propiedad privada;

3. Manipulando la educación para que sea laica o atea;

4. Proporcionando, en las escuelas, libros de educación sexual gravemente desorientadores que atentan contra la dignidad de la persona humana;

5. Impulsando el control natal y el aborto;
.
6. Poniendo dificultades para que en los colegios se proporcione una educación cristiana;

7. Promoviendo leyes fiscales que perjudican a los matrimonios y a las familias numerosas.

La historia demuestra que estas actitudes del Estado han sido cíclicas y trata de ignorar los valores fundamentales de la persona humana y de la familia. Siempre ha sido un deber de los ciudadanos defender y promover esos valores.

No hay comentarios:

Publicar un comentario