La familia, también, es la escuela donde se forman los futuros ciudadanos cristianos para ejercer sus derechos y cumplir con sus obligaciones.
Los padres han de formar a sus hijos para que tengan interés en la cuestión social, por participar en la vida política, por poner remedio a las dolorosas injusticias y actos de corrupción o a las pronunciadas diferencias en los diversos estratos socioeconómicos.
Los hijos deben amar apasionadamente a su Patria, a su sociedad y sentirse solidarios de todos los demás ciudadanos, con el deseo de participar activamente en mejorar las condiciones materiales y espirituales de sus hermanos los hombres.
Los padres han de formarlos correctamente para que, de un modo progresivo, en la medida en que su edad y otras circunstancias lo permitan, participen en la vida social y en la vida de la Iglesia.
El un mundo tantas veces dividido por tensiones y luchas de unos hombres contra otros, resulta fundamental la invitación a la comprensión recíproca. Su mejor escuela ha de ser la familia, en la que se vive con gozo la experiencia de la entrega a los demás.
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