Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
Alguien decía: “La esperanza es como el azúcar en el café, tan solo
unos granos endulzan y ayudan a pasar los ratos amargos de la vida”. El
Papa Francisco comentaba que Santa Teresita era consciente del drama
del pecado, pero siempre procuraba estar inmersa en el misterio de
Cristo, con la gran certeza de que «donde abundó el pecado,
sobreabundó la gracia» (Rm 5,20).
Santa Teresita hacía un razonamiento: Ciertamente el pecado del
mundo es inmenso, pero no es infinito. En cambio, el amor
misericordioso del Redentor, este sí es infinito. Por ello, es capaz, y
quiere, perdonar todo pecado. Ella sabía que fue definitiva la victoria de
Jesús sobre todas las fuerzas del mal a través de su pasión, muerte y
resurrección.
2) Para pensar
Santa Teresita tuvo una gran esperanza desde niña. Antes de su
entrada en el Carmelo, había experimentado una singular cercanía
espiritual con una de las personas más desventuradas, el criminal Henri
Pranzini, condenado a muerte por triple asesinato y no arrepentido. Al
ofrecer la Misa por él y rezar con total confianza por su salvación, sin
dudar lo pone en contacto con la Sangre de Jesús y dice a Dios que está
segurísima de que en el último momento Él lo perdonaría y que ella lo
creería «aunque no se confesase ni diese muestra alguna de
arrepentimiento». La razón de su certeza era su confianza tan grande en
la misericordia infinita de Jesús. Ella cuenta que al día siguiente de la
ejecución, rápido buscó la noticia en el periódico. Se llenó de gran
emoción al leerla y descubrir que Pranzini, una vez que había subido al
cadalso, «de repente, tocado por una súbita inspiración, se volvió, cogió
el crucifijo que le presentaba el sacerdote ¡y besó por tres veces sus
llagas sagradas…!». Esta experiencia tan intensa de esperar contra toda
esperanza fue fundamental para ella: «A partir de esta gracia sin igual,
mi deseo de salvar almas fue creciendo de día en día».
Se dice que algunos ven un final sin esperanza, mientras que otros
ven una esperanza sin fin. Santa Teresita es de estos últimos: su
esperanza en la misericordia de Dios no conocía límites. Pensemos si le
ponemos límites a nuestra esperanza.
3) Para vivir
La esperanza ilimitada en Dios de Santa Teresita, fue acompañada
del deseo de hacer todo lo que estuviera en sus manos para que Dios
otorgara su gracia sobre los necesitados. Se dio a la tarea de
encomendar, desde el encerramiento de su claustro, todas las tierras de
misión, a quienes no conocían a Jesús. Por ello, ya fallecida, se le otorgó
el título de Patrona de las Misiones.
Movida por esta confianza en el amor de Dios, se atrevía a
plantearle: «Jesús, haz que yo salve muchas almas, que hoy no se
condene ni una sola [...]. Jesús, perdóname si digo cosas que no
debiera decir, sólo quiero alegrarte y consolarte».
Su actitud es una invitación a todos para ensanchar el corazón. Decía
san Josemaría Escrivá: De cien almas, nos interesan las cien; le
importaban todas las personas, independientemente de su raza, país o
religión. Que el ejemplo de Santa Teresita sea un motivo para sentir
nuestras las necesidades ajenas y nos lleve a encomendarlos.
(articulosdog@gmail.com)
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