domingo, 22 de octubre de 2023

POBRE ARMENIA

“A falta de petróleo no hubo amigos en el mar, dejando las naciones tu barquito naufragar”

(Mecano)

No la tiene fácil el pueblo armenio. De hecho, no la ha tenido fácil nunca. Quizá sea el

precio a pagar por haber sido el primer reino en abrazar el cristianismo, en el año 301 d.C., aunque

la predicación apostólica se remonta al año 40 d.C., siendo uno de los primeros lugares, fuera del

Imperio Romano, en ser evangelizados. El pueblo armenio cuenta, entre sus desgracias, el haber

sufrido el primer genocidio del siglo XX, cuando, durante la Primera Guerra Mundial los turcos

masacraron cerca de dos millones de personas, obligando a todo el pueblo armenio a abandonar

el territorio turco.

Los armenios recuperaron la autonomía apenas en 1991, cuando se desintegró la URSS.

Desde entonces es un país libre y soberano, con condiciones precarias de vida, por no tener acceso

al mar y ser un territorio abrupto, al estar enclavado en la cordillera caucásica. Pero tienen una

fuerte identidad propia con una lengua, cultura, tradición y religión hondamente arraigadas.

Cuenta, además, con una inmensa comunidad armenia repartida por el mundo, fruto del genocidio

perpetrado por los turcos otomanos.

El caso es que ahora Armenia tiene un doloroso conflicto bélico con su vecino Azerbaiyán,

país de mayoría musulmana, que ha invadido la región de Nagorno-Karabaj, poblada

principalmente por armenios cristianos, desarrollando una estrategia de “limpieza étnica” y

obligando a emigrar a 120 mil civiles armenios. Además, ha cortado los suministros básicos a la

población de la región, que ha quedado incomunicada, y controla rígidamente la eventual ayuda

humanitaria. Diversas asociaciones de estudiosos sobre el genocidio advierten del peligro real de

un nuevo genocidio armenio, a manos de las tropas de Azerbaiyán y su política de limpieza étnica.

¿Cuál es la desgracia de el pueblo armenio? Que está en medio de la nada, pues es una

región montañosa agreste, en medio del Cáucaso. El pueblo armenio de Nagorno-Karabaj está

abandonado a su suerte, simplemente se está obligando a la población a abandonar

apresuradamente las tierras de sus ancestros. Azerbaiyán goza del apoyo turco para su política de

limpieza étnica. Occidente se limita emitir dos tibias “alertas de genocidio” a través de Genocide

Watch, mientras que Christian Solidarity International, una organización cristiana que promueve

los derechos humanos, particularmente la libertad religiosa, pidió a Biden que intervenga en el

conflicto. Por su parte, Luis Moreno Ocampo, quien fuera primer fiscal de la Corte Penal

Internacional, declaró que se estaba perpetrando un genocidio en la región. Pero, finalmente, sólo

palabras, no acciones.

Azerbaiyán aprovechó la coyuntura geopolítica para conseguir sus objetivos. Ni Rusia, que

está en guerra con Ucrania, ni los Estados Unidos, que tienen la mirada puesta en Israel y

Palestina, están en posibilidad de intervenir. La Unión Europea tiene contratos de gas y petróleo

con Azerbaiyán, los cuales le vienen muy bien, al no contar ahora con el suministro ruso; no van a

enemistarse con su socio comercial, y mirarán impúdicamente hacia otro lado. Es, sin lugar a

dudas, el momento ideal para la intervención e, incluso, para la realización de la limpieza étnica y

el genocidio, porque el mundo está mirando hacia otro lado.


Los armenios tienen la “desgracia” de ser cristianos. En el apocalíptico panorama

geopolítico actual, las vejaciones contra los derechos humanos solo encuentran eco mediático,

político y, finalmente, militar, si son realizadas contra gays, personas de color, transexuales, judíos

o musulmanes. Por esas causas la comunidad internacional se arremanga los codos y mete las

manos. En cambio, si la violencia es padecida por los cristianos, no solo es tolerada, sino, más

doloroso, cruelmente ignorada. Basta mirar los miles de cristianos que son masacrados en Nigeria

y otros países africanos por terroristas musulmanes: no son noticia, como tampoco lo es ahora la

causa armenia.

Los cristianos del resto del mundo debemos hacer un esfuerzo especial, primero para

enterarnos de lo que pasa -no sale en los periódicos-, después para despertar la conciencia social y

humanitaria de las personas de buena voluntad y, por último, para solidarizarnos con los que

sufren, a través de la oración y, en la medida de nuestras posibilidades, de la ayuda humanitaria.


Dr. Salvador Fabre

masamf@gmail.com 

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