domingo, 29 de octubre de 2023

EN DEFENSA DE HALLOWEEN

Aprovecho la cercanía de Halloween para ofrecer una tímida defensa de la celebración, o

por lo menos, cuestionar la oportunidad de –nunca mejor dicho- satanizarla, pues puede resultar

contraproducente y a final de cuentas equívoco. Me explico: Dada la sensibilidad contemporánea,

una manera de fomentar las cosas es prohibirlas. La seducción de lo prohibido siempre ha existido,

pero prohibir actualmente se ve como una arbitraria intrusión en la libertad personal. Se considera

un abuso que, con base en principios dogmáticos y religiosos, se quiera orientar nuestra conducta.

Resulta contraproducente, pues solo por llevar la contraria y rechazar cualquier intento de

dominar a las conciencias, algunos buscarán hacer lo prohibido.

Pero hay una razón más de fondo. Las conclusiones del primer concilio de la Iglesia son

muy claras. Obviamente se refieren a otros asuntos más serios, pero, mutatis mutandis (es decir,

cambiando lo que se tenga que cambiar), bien pueden aplicarse aquí. Hechos de los Apóstoles 15,

28 afirma: “Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros no imponeros más cargas que las

necesarias”. Aunque se refiere a otra realidad, puede aplicarse como un principio general, al que

se le puede agregar otra razón: no “gastar balas en batallas perdidas”, o mejor aún, seleccionar

qué empresas vale la pena acometer, y en cuales probablemente perdamos el tiempo. Algunas

causas pueden conducirnos progresivamente a vivir en un ghetto, es decir, aislados de la sociedad

que denunciamos y en la que somos incapaces de ver nada bueno.

Alguien puede decir: “Halloween no es cristiano”. Yo le respondería, “¿estás seguro?,

¿sabes de dónde viene ese nombre?”. En realidad, se trata de una cristianización a medias. En

efecto, la etimología de la palabra es “All hallow’s eve”, que en inglés antiguo significa “víspera de

todos los santos” (por lo menos el nombre es cristiano). Pero aún hay más. Según la medievalista

Régine Pernoud, la solemnidad de Todos los Santos no se celebraba el primero de noviembre, sino

en otra fecha de primavera en el hemisferio norte, recordando el momento en el que muchas

reliquias de las catacumbas fueron llevadas para su protección a la Iglesia del Panteón, en Roma.

Pero se cambió a noviembre con el objetivo de cristianizar una fiesta celtica pagana, en la que se

daba culto a los espectros, fiesta que hoy conocemos como Halloween.

La solemnidad de Todos los Santos está colocada en esa fecha intentando darle un sentido

cristiano a la fiesta de los espectros. Para eso, en vez de recordar a realidades misteriosas y

maléficas del inframundo, celebramos a los que gozan de la vida eterna con Dios en el Cielo. Ahora

bien, dos consideraciones parecen pertinentes: no todas las fiestas que celebre un cristiano tienen

que ser por fuerza religiosas (el día de la Independencia, las olimpiadas o el mundial de fútbol son

un ejemplo). El cristiano celebra sus fiestas religiosas, pero nada tiene de malo que festeje otras

con raíz diferente. En segundo lugar, se puede constatar cómo algunas de esas fiestas religiosas

han sido asumidas por la cultura común, por ejemplo, la Navidad, hasta el punto de correr el

peligro de secularizarse, difuminándose su sentido religioso.


¿Cuál sería la razón de su éxito? Que se “han vendido bien”, han entrado en la lógica del

mercado y, tristemente, el lenguaje económico lo hablamos todos, creyentes y ateos. Navidad

habla ese lenguaje, y debe dar la batalla para no perder su identidad. Todos los Santos en cambio

no, y por tanto pasa desapercibida para la cultura dominante; no así Halloween, que entra de lleno

en la dimensión comercial. Es cierto que, sin mucho éxito, a decir verdad, se ha promovido la

hermosa iniciativa de vestir a los niños de santos y santas y cantar “queremos santidad” en vez de

“dulce, dinero o travesura”.

Resumiendo, si nos atenemos al modo generalizado de celebrar Halloween, no puede

decirse sin abuso del lenguaje que es satánico. Una cosa es que la magia y la brujería conduzcan al

satanismo, e incluso que grupos satanistas aprovechen Halloween para realizar sus prácticas

torcidas, y otra muy distinta vestir a los niños de vampiros, hombres lobo, Frankenstein y demás

productos de imaginario popular. Una cosa es que los jóvenes celebren una fiesta de disfraces, con

alcohol y todo lo demás, la cual celebrarán igualmente por otros motivos, y otra muy distinta es

darle culto al demonio o caer en el ocultismo. La intención de los satanistas, así como lo que hacen

es muy distinta, nada tiene que ver con lo que hacen los niños disfrazándose de personajes

literarios fantásticos, o lo que hacen los jóvenes en una fiesta de disfraces. Si confundimos ambas

cosas, quizá es que somos exagerados y más que hacer amable la virtud, la hacemos odiosa; o

quizá es que ignoramos los rudimentos de la moral, donde queda claro que el objeto y el fin del

acto son los que califican moralmente a una acción. Objeto y fin son muy distintos en niños y

jóvenes, por un lado, y satanistas por otro; nada tienen que ver. Mejor es promover la vida

litúrgica, y con ella la solemnidad de Todos los Santos, que atacar el Halloween. Mejor evangelizar

que pelear, ser propositivos que reactivos.


Dr. Salvador Fabre

masamf@gmail.com

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