ECOS DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD EN PORTUGAL
Raúl Espinoza Aguilera
¿Cuándo y quién inició la
Jornada Mundial de la Juventud? El Papa Juan Pablo II (actualmente santo) fue
el impulsor de esta iniciativa. Fue en el Año del Jubileo (1983-1984),
declarado Año Santo de la Redención, cuando se concentraron en Roma la
sorprendente cifra de más de 300,000 jóvenes en la Vigilia del Domingo de Ramos
de 1984.
Me parece de justicia y en
honor a la verdad hacer notar que ante iniciativa del Santo Padre existía un
ambiente de crítica y pesimismo -aun en la misma Ciudad Eterna- aduciendo que
la juventud de ese entonces estaba muy descristianizada y que un encuentro de
jóvenes con el Papa resultaría un soberano fracaso.
Pero ya conocemos la
personalidad de este Romano Pontífice santo que, venciendo ese mal ambiente en
su contra supo, remontarse y organizarse bien. En primer lugar, pidió el apoyo
de todas las diócesis de Italia, así como de diversas Instituciones de la
Iglesia. Y la entusiasta y calurosa respuesta no se hizo esperar.
De este modo, el optimismo y
la esperanza volvió a toda la cristiandad. Porque si algo caracterizó a San
Juan Pablo II fue “romper esquemas” y echar fuera miedos y complejos, con su
célebre frase desde la toma de posesión como Romano Pontífice: “¡No tengáis
miedo!”.
En esos años, el Presidente
del Consejo Pontificio para los Laicos, era el Cardenal argentino Eduardo
Pironio (junto con varios asesores), y se le reconoce, por encargo directo del
Papa, como el grandes propulsor de la Jornada Mundial de la Juventud.
Se trataba de darle un
carácter universal e institucional. Es de imaginarse el trabajo titánico que
supuso convocar a todos los Obispos, Superiores de órdenes religiosos, etc.de
los cinco continentes para que colaboraran en este gran desafío.
En palabras de su venerable
sucesor, el Papa Benedicto XVI: “El objetivo es que los jóvenes tengan un
encuentro con una Persona, el Hijo de Dios Encarnado”. Es decir, que tuvieran
un encuentro personalísimo con Jesucristo.
¿Y cómo sería ese encuentro
con la Segunda Persona de la Santísima Trinidad? Mediante los Sacramentos,
principalmente la Confesión o Sacramento de la Reconciliación y la Eucaristía,
asistiendo a la Santa Misa y recibiendo la Sagrada Comunión.
La sorpresa fue mayúscula
cuando el Papa Juan Pablo II fue de los primeros en sentarse a Confesar. Con lo
cual los siguientes Papas, Cardenales, Obispos, sacerdotes y religiosos le
imitaron.
También se rezó el Vía Crucis
en vivo; otros jóvenes (de ambos sexos) llevaron una gigantesca cruz de madera
y la colocaron muy cercana al Altar.
Caso especial merecen los
testimonios de conversión a la fe, o bien, la llamada a seguir enteramente a
Cristo. Tengo muy grabada en mi mente el caso de un profesionista, Ingeniero
Civil, que manifestó su inquietud por seguir a Jesús de por vida. También el de
otra joven Arquitecta, “que dejándolo todo” (como los primeros Apóstoles)
externó su vehemente deseo de ser religiosa, y así sucesivamente fueron
manifestando su anhelo de vivir solo para Cristo muchos otros jóvenes.
Las siguientes Jornadas fueron
una en la patria del Cardenal Pironio, Argentina. Las siguientes serían en
Santiago de Compostela (1989), en el Santuario de Czestochowa (1991), en Denver
(1993), en Manila (1995), con su eficaz desempeño el Cardenal Pironio se
convirtió en el responsable de estas jornadas. Hubo otra en París.
En el Jubileo del Año 2000,
tenida en Roma, asistieron más de 2 millones de personas. Fue cuando se le dio
el calificativo a Juan Pablo II: “El Papa de los Jóvenes”. Luego vino la Jornada
de Toronto.
El Papa Benedicto XVI fue
recibido con jubilo en su tierra natal Alemania. Concretamente en
Colonia. A continuación, fueron en Sydney, en Madrid y Río de Janeiro. Con el
lema: “Id y haced discípulos a todos los pueblos” (Mateo 28, 19).
En Lisboa, Portugal, me
impresionó el cariño con que fue recibido el Papa Francisco y él correspondió a
esas manifestaciones de afecto: recibió muchas flores de los niños y les
correspondía con un tierno abrazo; pudo besar la frente de muchos bebés; por
las calles había miles y miles de personas luciendo banderas de numerosos
países y saludándolo con gran aprecio; bendijo crucifijos, imágenes de la
Santísima Virgen María.
También Confesó a muchos jóvenes
y la silla de ruedas en ningún momento fue obstáculo para sus comparecencias y
traslados.
Una visita sumamente importante
fue ir a rezar al Santuario de la Virgen de Fátima, acompañado por miles de
jóvenes. A la juventud se le veía orando, rezando el Rosario, muy unida al
Santo Padre.
En lo personal me conmovió esta
escena. Porque no fueron a “curiosear o a perder el tiempo”, sino que estaban
bien metidos en su diálogo con la Virgen, se les veía piadosos y conscientes
que acompañaban al Papa en este trascendental encuentro.
Sus palabras casi de despedida
fueron conmovedoras: “En la Iglesia hay lugar para todos. No tengan miedo, sino
coraje, sabiendo que estamos bien protegidos por el inmenso Amor que Dios nos
tiene”.
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