Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
“Una necedad, aunque la repitan millones de bocas, no deja de ser
una necedad”, decía el escritor francés Anatole France. Cuando algo se
afirma por muchas personas, está el peligro de aceptarlo sin verificar si
es verdadero. El Papa Francisco comentaba que el filósofo Pascal se
mostró siempre como un infatigable buscador de la verdad sin dejarse
llevar por lo que dice la mayoría. Pues es importante saber en qué se
apoyan las propias opiniones. Para darle valor a las afirmaciones,
interesa saber si quien hace una afirmación es una persona conocedora
y, además, si es una persona digna de confianza.
En su reciente Carta Apostólica dedicada al pensador Blaise Pascal, el
Papa Francisco resalta su actitud abierta en su búsqueda de la verdad, y
la nombra como una “asombrada apertura a la realidad”. Es una
apertura a los demás, a la sociedad.
2) Para pensar
En Roma se encuentra una gran piedra empotrada en una pared en
que se ha esculpido una cara que tiene la boca abierta. Se le conoce
como “La boca de la verdad” (Bocca della verità). Está ubicada en el
pórtico de una iglesia, Santa Maria in Cosmendi. Se cuenta que si un
mentiroso mete la mano en la boca, se la morderá. Hay una escena
simpática en una película clásica, muy recomendada, llamada
“Vacaciones en Roma” o “La princesa que quería vivir” (Roman Holiday)
donde el protagonista (Gregory Peck) mete la mano en la boca ante la
mirada temerosa de Audrey Hepburn.
Para discernir sobre la verdad de una afirmación, no se cuenta con
esa “Boca de la verdad”, pero podemos decir que quien la busca con
sinceridad y empeño, la encontrará. A veces la pereza es un peligroso
enemigo, pues es más fácil y cómodo creer lo que dicen otros sin
comprobarlo, o peor aún, no la buscamos porque sabemos que no nos
conviene alcanzarla, pues nos comprometería y realmente no queremos
cambiar.
Por ello la figura de Pascal nos la presenta el Papa Francisco como
ejemplo de estar abiertos a la realidad para alcanzar la verdad.
Pensemos si tenemos esa misma actitud.
3) Para vivir
Pascal no sólo fue un gran pensador, sino también estaba
preocupado por las necesidades de los demás. Así lo manifestó poco
antes de morir, a sus 39 años, al escribir: "Y si los médicos dicen verdad
y Dios permite que salga de esta enfermedad, estoy resuelto a no tener
más ocupaciones ni otro empleo del resto de mis días que el servicio de
los pobres".
Es conmovedor constatar que, en los últimos días de su vida, un
pensador tan brillante como Blaise Pascal no viera mayor urgencia que
dedicar su energía a las obras de misericordia. Es un estímulo a todos
nuestros contemporáneos de buena voluntad en la búsqueda de la
verdadera felicidad: “Cuatro siglos después de su nacimiento, Pascal
sigue siendo para nosotros el compañero de camino que acompaña
nuestra búsqueda de la verdadera felicidad y, según el don de la fe,
nuestro reconocimiento humilde y gozoso del Señor muerto y
resucitado”, concluyó el Papa Francisco. (articulosdog@gmail.com)
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