Raúl Espinoza Aguilera
El célebre escritor inglés Clive
Staples Lewis (1898-1963), autor de “Las Crónicas de Narnia” y “Cartas del
diablo a su sobrino”, entre otras muchas obras. Se casó con la escritora
norteamericana Helen Joy Davidson Gresham, pero la felicidad matrimonial duró
tan sólo cuatro años a causa de un cáncer óseo de ella. Como es de suponerse
fue un golpe moral muy duro para el escritor, pero siempre me ha sorprendido su
fortaleza y entereza de ánimo. La acompañó paso a paso hasta su muerte. Con
motivo de esa experiencia escribió “Una Pena Largamente Observada”. En la que
relata sus reflexiones acerca del dolor.
Volviendo al título de este
artículo, a menudo las personas ante las enfermades se desconciertan y suelen
preguntarse: ¿Por qué a mí me tocó esta dolencia y no al vecino de enfrente? Y
caen en un estado depresivo, porque no le encuentran un sentido que les dé una
respuesta que les satisfaga.
Sin duda, es arduo comprender
lo que no se puede negar porque em efecto “el dolor duele” en expresión de C.S.
Lewis, y en ocasiones mucho. Porque en el paso por esta vida no faltan los
tragos amargos, las duras pruebas, y porque todos hemos experimentado
situaciones difíciles y desagradables.
Algunos enfermos caen en el
alcoholismo, otros en la drogadicción y, cuando una enfermedad es incurable,
degenerativa, irreversible y progresiva, no faltan quienes acuden a la puerta
falsa del suicidio. Pero desde luego, todo lo enunciado nunca ha sido una
solución.
La respuesta se encuentra en
una visión trascendente de la existencia humana. El Dr. Francis Collins, junto
con un equipo de preparados investigadores, recibió el encargo del Presidente
de los Estados Unidos, William Clinton, de realizar un mapa del ADN en el
cuerpo humano. El Dr. Francis era ateo y no aceptaba más lo que se demostraba
mediante las Matemáticas, la Física, la Química, la Biología y otras ciencias
exactas, pero a medida que este célebre investigador se adentraba en estas
materias, en el ADN, el ácido ribonucleico y el origen de las proteínas se
quedó sumamente admirado y concluyó que “¡Necesariamente debe de haber un Gran
Ordenador, una Inteligencia Superior por todo este asombroso microcosmos que
observo!” porque humanamente no tiene explicación.
En resumen, le entregó los
resultados del ADN del cuerpo humano al Presidente Clinton. Semanas después, el
Primer Mandatario le entregó un reconocimiento a él y a todo su equipo de
científicos comentando que era un paso histórico muy importante el que el Dr.
Collins había logrado.
Sin embargo, este afamado
médico continuaba con su inquietud interna a raíz de sus descubrimientos.
Cierto día, atendiendo pacientes en un reconocido hospital se encontró con una
anciana mujer en fase terminal debido a un cáncer que padecía.
Se vio en la necesidad de
comunicarle a aquella mujer que le quedaba muy poco tiempo de vida, quizá
horas. Para su sorpresa observó que la ancianita, en vez de llorar
desesperadamente, se llenó de paz y de gozo.
Entonces el Dr. Francis
Collins se acercó de nuevo a ella y le dijo:
-“¿Sí me ha entendido bien?
Quizá no fui suficientemente explícito, señora.
Y la ancianita le respondió:
-“Por supuesto, Doctor, que he
comprendido muy bien lo que me acaba de comunicar.”
Y continuó:
-“¿Y sabe de dónde procede mi
alegría? En la ilusión que me hace el hecho de que muy pronto estaré en brazos
de mi Padre Dios que me espera con gran cariño. Es un momento que he esperado
mucho y he anhelado durante toda mi vida.”
Esa respuesta tuvo el efecto
de un detonador en el Dr. Collins. Tomó una silla, se acercó a su cama y le
preguntó:
-“¿Usted tiene una religión y
cree en Dios?”
-“-Por supuesto, Doctor, y soy
practicante. Le recomiendo acercarse a la religión para estar muy cerca de Dios
Nuestro Señor. De Él proviene esta gran paz que ahora tengo en el alma.
Al día siguiente el Dr.
Collins acudió a la Parroquia más cercana y le pidió al sacerdote que lo
preparara para hacer una buena Confesión y, luego, recibir al Señor en la
Eucaristía.
Posteriormente, escribió un
interesante libro sobre su conversión, titulado: “El Lenguaje de Dios” que
tanto bien ha hecho a quienes lo han leído, particularmente a los científicos y
profesionales. Es increíble, pero a partir de su conversación con la anciana
señora su vida cambió radicalmente.
Actualmente se dedica a explicar
en grandes auditorios de muchas ciudades en diversos países cómo se combinan
ciencia y fe y nunca se contraponen porque proceden de un mismo Creador.
Guardan un equilibrio maravilloso y perfecto..
No hay comentarios:
Publicar un comentario