Raúl Espinoza Aguilera
Con motivo del inicio de un nuevo año, en las empresas e instituciones suelen
planean a detalle las actividades del año. También, la mayoría de las personas
elaboran su plan de actividades de los 12 meses que quedan por delante.
Tengo un amigo que me decía ayer, que al inicio de un nuevo año, tiene la
costumbre de revisar libreros, armarios, closets, etc. con el objeto de “echar una
limpia” de objetos que cayeron en desuso, como por ejemplo, CD’s, DVD’s, o bien,
libros que ya no se usan y que se pueden regalar a la biblioteca de una escuela,
etc.
Pero, tal vez, lo más importante es la renovación interior. ¿A qué me refiero? A
que todos tenemos aspectos de nuestra vida que podrían mejorarse, si nos lo
proponemos. Pueden ser modos de ser del propio carácter, por ejemplo, si nos
dejamos llevar por el mal humor, puede ser una lucha muy específica en beneficio
directo de nuestros familiares, amistades o quienes laboran con nosotros.
O tal vez, si tendemos a ser poco ordenados y no aprovechamos bien el tiempo,
son temas importantes que, si nos empeñamos en mejorar, pueden repercutir en
nuestra mayor eficacia laboral y rendimiento en el trabajo.
Cuántas veces no decimos, por ejemplo, “no me alcanza el día para nada” y si
analizamos con detalle dónde desaprovechamos el tiempo, nos sorprenderá la
cantidad de horas que empleamos en navegar por redes sociales, en
entretenernos con los mensajes que tenemos (que no son urgentes), o bien, el
enorme número de llamadas telefónicas que realizamos.
Y si observamos con ojos críticos, nos percatamos que todas esas actividades que
hacemos al comenzar nuestra jornada y nos llevan horas, perfectamente las
podríamos realizar a otras horas, o al día siguiente, o incluso, el fin de semana.
Porque en “la sociedad de la inmediatez” en que vivimos, a menudo se confunde
lo que es urgente con lo que tiene su importancia, pero puede esperar. Por
ejemplo, hay personas que cuando les llega un WhatsApp sienten la necesidad
imperiosa de verlo, como una especie de compulsión incontrolable, cuando resulta
que puede tratarse que el contenido de dicho mensaje sea completamente trivial o
superfluo.
Es importante vivir el momento presente y cortar con todas las distracciones para
centrarnos en lo fundamental. Muchas veces es buenos preguntarnos, ¿cuáles
son los asuntos prioritarios que tengo que sacar adelante esa semana? ¿o este
día? Y funcionar por objetivos concretos para poder decirnos: “No puedo dejar que
pase este día sin lograr esta meta bien precisa”. De esta manera, vamos
eliminando todos aquellos asuntos que son secundarios o irrelevantes.
En efecto, cuesta esfuerzo tener esa disciplina, pero una vez que se adquiere, se
logran resultados sorprendentes. Como aquel escritor, amigo mío, que pedía que
no lo interrumpieran porque estaba redactando un nuevo libro.
Comentaba que ya tenía todas las citas bibliográficas y que sólo le faltaba
sentarse a redactar las conclusiones a las que había llegado. A base de empeño,
constancia y dedicación e invertir muchas horas y jornadas, concluía sus nuevos
libros. Pero para lograr eso, prescindía de hacer llamadas telefónicas y evitaba
otros distractores hasta lograr concluir su obra.
Y es que tiempo es un tesoro. Sólo cada uno de nosotros determina cómo debe de
gastarse de modo inteligente y responsable. De ahí la necesidad de ser cuidadoso
sobre cómo lo empleamos, porque los únicos dueños de nuestro tiempo somos
nosotros.
Como decía Benjamín Franklin: “¿Amas la vida? Pues si amas la vida no
malgastes el tiempo, ya que es el bien del que está hecha la vida”.
El tiempo presente es el único bien que ahora tenemos porque el tiempo pasado
es irrecuperable y el tiempo futuro no sabemos si llegará para nosotros.
Porque una persona que malgasta las horas de su vida, no ha descubierto el
verdadero valor de la existencia humana.
Si analizamos la biografía de las personas ilustres, la mayoría de sus días se la
pasaron trabajando, produciendo, estudiando el modo cómo desempeñar mejor su
actividad profesional.
Me admira la vida de Madame Curie (1967-1934), la física y química polaca -
casada con otro científico Pierre Curie- quien llevó a cabo una investigación
pionera sobre la radioactividad. Fue merecedora del Premio Nobel de Física, de
Química y descubrió los elementos: el radio y el polonio. Sin prácticamente medios
económicos inició sus trabajos de investigación. No perdía ni un minuto en
asuntos que la distrajeran de sus importantes tareas. Era una mujer tan brillante
que la Universidad de París decidió ofrecerle el cargo de profesora -para que
ocupara la vacante de su difunto esposo- siendo la primera mujer en ocupar dicho
cargo. Ha dejado un legado ejemplar, porque además, durante la Primera Guerra
Mundial, organizó sus ambulancias para recoger heridos y aplicarles -si era el
caso- sus modernas curaciones, basada en sus recientes descubrimientos
científicos.
En resumen, un tiempo bien aprovechado pude redituar en beneficio de nuestra
vida, en el trabajo que desempeñamos y en el bien de la sociedad.
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