viernes, 22 de abril de 2022
LA ÚLTIMA PALABRA NO ES LA MUERTE SINO LA VIDA
Pbro. José Martínez Colín
1) Para saber
El pueblo ruso venera y ama mucho a san Serafín de Sarov. Este
santo, del siglo XVIII, en su niñez fue curado por la Virgen María. De
joven pasó diez años en un bosque, sin pronunciar una sola palabra.
Después regresó y cuando alguien acudía a verlo, él le decía con júbilo:
«Tesoro mío, ¡Cristo ha resucitado!». Sólo estas palabras bastaban para
cambiar el corazón de aquella persona. Su voz tenía el timbre de la voz
del ángel y lograba transformar al oyente.
En esta línea, el Santo Padre exhortó a que esta alegre noticia
“resuene en nuestros hogares y en nuestros corazones: ‘¡Cristo, mi
esperanza, ha resucitado!’. Añadió que “esta certeza refuerza la fe de
todo bautizado y anima especialmente a aquellos que se enfrentan a
mayores sufrimientos y dificultades”.
2) Para pensar
Una historia nos muestra la esperanza en nuestra resurrección.
Formaban una bonita familia Donaldo Boss y su esposa. Era un
excelente matrimonio cristiano de mucha fe en Dios. Tenían cuatro
hermosos hijos que los llenaban de alegría y felicidad. Sin embargo, un
día sucedió una gran tragedia: un incendio terrible consumió toda su
casa y desgraciadamente sus cuatro niños murieron en el fuego. Para el
matrimonio Boss fue un golpe sumamente severo. No le importó perder
sus bienes materiales, lo que turbaba su fe era la pérdida irreparable de
sus cuatro pequeños y no comprendían porqué. Parecía que la sonrisa
había desaparecido de sus rostros para siempre.
Ni un tratamiento médico les ayudó. Les recomendaron viajar para
olvidar su pena y decidieron ir a Tierra Santa, donde vivió nuestro Señor
Jesucristo. Pensaban que ahí recuperarían la paz, pero no fue así. Se la
pedían a Dios, pero no dejaban en el fondo de recriminarle ese doloroso
accidente. Paseando por tierras palestinas, vieron a un pastor que
conducía a unas ovejas y llegaba a un arroyo. Quería pasarlas a mejores
pastos, pero las ovejas con sus crías se resistían a cruzar las aguas.
Entonces el pastor fue tomando en sus brazos a los cuatro pequeños
corderos, y los pasó al otro lado. Cada oveja, cuando veía a su cría al
otro lado del río, se metía resueltamente al río y atravesaba las aguas
para reencontrarse con su retoño.
Entonces el matrimonio se llenó de luz. Comprendieron que
Jesucristo es el buen Pastor de las ovejas. En su sabiduría infinita
permitió que sus cuatro hijos cruzaran antes de ellos el río de la muerte
y allí estaban salvos y seguros, en “mejores pastos” con el buen Pastor.
Ellos volverían a reunirse con sus adorados pequeños tiempo después.
Ellos en la tierra también eran acompañados por Cristo. Como dice san
Pablo, nada podrá jamás separarnos de Cristo, basta que confiemos en
Él.
3) Para vivir
Ante la muerte podemos pensar que es algo definitivo, pero como el
Papa Francisco afirmó, la Resurrección de Jesús “nos dice que la última
palabra no es la muerte, sino la vida”. Por ello Jesús invita a alegrarse
cuando se aparece a las mujeres que fueron al sepulcro. El Señor
transforma su duelo en alegría, pues quiere hacernos empezar ya a
participar de la condición de resucitados que nos espera. Y como a las
mujeres, nos invita a transmitir el gozoso anuncio: ¡Cristo ha
resucitado! (articulosdog@gmail.com)
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