jueves, 10 de febrero de 2022
EL AMOR Y LA AMISTAD
Pbro. Mario Arroyo,
Dr. en Filosofía.
p.marioa@gmail.com
El 14 de febrero es tradicional celebrar el “Día del Amor y la Amistad”, lo que constituye una
breve, pero jugosa primavera comercial. Restaurantes, flores, chocolates, regalos se venden a
granel, una verdadera fiesta del consumismo, análoga a la Navidad o al Día de las Madres. Sea que
el origen de la fiesta se remonte a las “Lupercales” romanas, o al martirio de San Valentín en el
año 270 por dedicarse a casar en secreto a soldados romanos, contraviniendo la orden del
emperador Claudio II que prohibía su matrimonio para que fueran mejores guerreros, el caso es
que su contenido empalma bastante bien con el mensaje cristiano.
¿Por qué empalma con el mensaje cristiano? Bueno, habría que hacer unas precisiones. Las
Lupercales eran unas fiestas paganas donde se golpeaba a la mujer –con la creencia de que
ayudaba a su fertilidad- y se practicaba sexo desenfrenado. Coincidían con la fecha del 14 o 15 de
febrero y fueron prohibidas por el Papa Gelasio I en el año 494 d.C., en una Roma ya cristiana, por
considerarse lascivas e inmorales. Pero más allá de que el origen de la fiesta sea pagano o se deba
al heroísmo de San Valentín mártir, el caso es que el amor y la amistad son dos valores
profundamente cristianos.
Lo más probable es que, como en tantas ocasiones, la fiesta de San Valentín haya servido para
cristianizar una costumbre bárbara, ofreciendo un sustituto cristiano a una tradición pagana
hondamente arraigada. Como en otras ocasiones también, la fiesta cristiana ha sido absorbida por
el consumismo y, tristemente, dada la cultura neopagana en la que vivimos, se haya ido
deformando con frecuencia, para decaer nuevamente en una fiesta sexual.
La promiscuidad con la que a veces se vive la fiesta recuerda a las lupercales originales. Y es
que, todo hay que decirlo, la pornografía ha dañado profundamente el modo de relacionarse
entre los varones y las mujeres. Las expectativas que se crean, lo que se espera de la pareja, ha
llevado a confundir lo afectivo con lo erótico, a quemar etapas y a difuminar límites que antes
estaban muy claros. Se trata de otro ejemplo de una fiesta pagana, que se cristianizó con la cultura
cristiana imperante en la antigüedad, y que ahora vuelve a paganizarse gracias al neo-paganismo,
en este caso hedonista, que comienza a proliferar. Es un proceso histórico circular, pero que
resulta nocivo para el modo adecuado de entender la relación entre la mujer y el hombre.
Por ello los cristianos no debemos simplemente tirar la toalla y resignarnos a la muerte del
romanticismo en el altar del erotismo. Debemos, por el contrario, rebelarnos contra la pornografía
y la visión deformada que ofrece de las relaciones sexuales, así como del papel del sexo en la vida
personal. Y quizá una manera adecuada de hacerlo sea rescatar los valores cristianos inherentes a
la fiesta de San Valentín: el amor auténtico, no solo como eros, sino como ágape, es decir, como
éxtasis o salida de uno mismo para darse a los demás. No con el erotismo egoísta, sino con el amor
donación, entrega, comunión.
No es que pretenda denigrar el erotismo en general: tiene su lugar y su contexto; pero sí
denunciar el precoz, que exacerba el egoísmo y el individualismo, incapacitando, paradójicamente,
para amar de verdad, porque nos encierra en nosotros mismos. Por ello el cristianismo ofrece una
perspectiva más amplia del amor, donde no se le da prioridad a lo erótico sino a lo afectivo, con
una profunda significación teológica. En efecto, para el cristianismo “Dios es amor”, y la donación
del hombre a la mujer es imagen de la donación de Cristo a su Iglesia. Contra lo que pudiera
pensarse, el cristianismo no le tiene miedo al amor.
¿Y qué decir de la amistad? Basta con recordar las palabras de Jesús: “a vosotros os he
llamado amigos”; o también las del Eclesiástico en el Antiguo Testamento: "Un amigo fiel es un
refugio seguro, quien lo encuentra ha encontrado un tesoro." La fe nos quiere felices, la felicidad
exige amistad; las virtudes cristianas facilitan el surgimiento, desarrollo y permanencia de la
amistad. El ejemplo de muchos santos es elocuente en este sentido: la amistad que nace al calor
del amor de Cristo es la más fuerte de todas.
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