viernes, 9 de julio de 2021
BEATO ÁLVARO DEL PORTILLO: UN SACERDOTE FIEL
Pbro. Mario Arroyo,
Dr. en Filosofía,
p.marioa@gmail.com
Las personas que son beatificadas, lo son, entre otros motivos, para ser propuestas como
modelos en la Iglesia y ante el mundo. Digamos que los santos y los beatos son equivalentes a un
desfile de modelos espiritual. Ofrecen un menú muy variado, del cual el fiel normal puede servirse
a placer, en el sentido de tomar formas de actuación, ejemplos de vida de perenne valor moral.
Cada época, por la misericordia de Dios, cuenta con los santos que necesita, beatos y
santos que rebozan de actualidad. Uno, poco conocido, pero de gran actualidad, es el Beato Álvaro
del Portillo, español de nacimiento, de madre mexicana, de Cuernavaca. Pudiera parecer poco
moderno su “perfil”, pues finalmente fue un obispo. Pero si uno rasca un poco en su vida y
contempla la crisis que pasa actualmente la Iglesia, ve que viene como anillo al dedo, para paliar
algunas de las más graves dolencias que sufre la Iglesia.
En efecto, el Beato Álvaro nos ofrece el modelo de un obispo santo, a la vez pastor y de
curia; pues fue cabeza de una pequeña porción de la Iglesia, el Opus Dei, y desarrolló una
importante labor como trabajador en la curia romana. Fue amigo personal de San Juan Pablo II, el
cual acudió a rezar ante sus restos mortales rompiendo los protocolos, y confesor y director
espiritual de decenas de obispos. Es decir, fue alguien cuyo apostolado personal lo realizó entre
sus iguales: obispos y cardenales de la curia romana, y también de diversas diócesis en el mundo.
¿Por qué es actual su figura? Sobra decirlo. Tristemente la jerarquía eclesiástica se ha visto
muy afectada en su prestigio moral debido a la forma de manejar los escándalos de pederastia
clerical. Tampoco le ha ido bien en lo que se refiere a escándalos económicos e incluso morales
que ha habido dentro de los muros vaticanos. Pareciera que en ese entorno abunda la corrupción
y en el imaginario popular, son personas que, en vez de servir a Cristo, se sirven de Cristo para sus
fines terrenos. Ante esa triste imagen, el Beato Álvaro nos recuerda que, en realidad, esos casos
escandalosos son la excepción, pues la mayoría de la gente que sirve en la curia romana, son
buenas personas, que trabajan callada y escondidamente por la Iglesia –por Jesucristo-, y no faltan
entre ellas tampoco los santos y beatos, entre los que se encuentra Álvaro del Portillo.
La jerarquía eclesiástica representa a la Iglesia Católica. Es urgente que recobre su
prestigio moral. No es fácil, pues los escándalos son noticia. Pero más que de una reforma
estructural, se trata de una conversión personal. Que cada uno de los pastores y de las personas
que laboran en el Vaticano, se tomen en serio la llamada a la plenitud de la vida cristiana y
busquen la coherencia entre su vida y su oficio. La jerarquía es la autoridad sagrada, que tiene la
potestad de santificar, es preciso que su vida sea acorde con su misión. El Beato Álvaro nos
recuerda que eso no es una utopía, sino una realidad tangible y reciente, un modelo que todavía
muchos de los que están ahora detentando la autoridad en la Iglesia, pudieron conocer.
Resulta impostergable, en consecuencia, dar a conocer el testimonio de personas como
don Álvaro del Portillo, que se hicieron santos en gran medida, entre los papeles de la Iglesia. El
Beato del Portillo comenzó a trabajar en la curia romana antes del Concilio Vaticano II y continuó
haciéndolo hasta su muerte, en 1994. Casi 50 años sirviendo a la Iglesia y a las almas entre
papeles, oscura y desinteresadamente, contribuyendo con su trabajo, su oración y su sonrisa a la
santificación de la Iglesia desde adentro. Sólo si cunde su ejemplo, si se contagia y se difunde, la
Iglesia podrá recuperar la credibilidad moral perdida.
Felizmente no es el único caso, también el Cardenal Van Thuan, que trabajó los últimos
años de su vida en la curia romana está en proceso de canonización. Esperemos pronto verlo en
los altares, y que también pronto, el ahora Beato Álvaro, pase a ser santo, para que su figura sea
más conocida, y ayude a matizar generalizaciones injustas que suelen hacerse sobre la curia
romana y la jerarquía católica en general. Si todos estamos llamados a la santidad, la jerarquía lo
está con más razón, pues representa a la Iglesia y la gente la ve y juzga, no pocas veces
severamente.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario