jueves, 3 de junio de 2021
EL ARTE DE CULTIVAR LOS BUENOS HÁBITOS
Raúl Espinoza Aguilera, @Eiar51
Muchas veces hemos conocido a personas y amigos que desde
jóvenes viven una serie de buenos hábitos –también llamados valores
o virtudes- y los realizan con la mayor naturalidad.
Cuándo les preguntas a esos conocidos cómo fue que los adquirió, su
respuesta parece muy sencilla:
-Mi papá me invitaba todos los días a levantarme temprano y nos
íbamos a caminar, o a correr o andar un rato en la bicicleta.
-También mi mamá nos animaba a aprovechar el tiempo. Nos decía,
por ejemplo. “No quiero que nadie en la casa se pase horas y horas
viendo películas o con los videojuegos. ¡Hay muchas más cosas útiles
que hacer!”
Algo similar ocurrió con mi educación en la escuela en Ciudad
Obregón, Sonora. Tenía reuniones periódicas con mi preceptor o
asesor académico y revisaba mis calificaciones mensuales,
trimestrales o semestrales y me decía: “Está claro que tienes que
mejorar en Biología, Química y Física. Si quieres, al finalizar las clases
de cada día, te puedo ayudar a resolver dudas que tengas de estas
materias o a resolver algunos problemas. Pero considero conveniente
que subas de promedio. Al principio te costará esfuerzo, pero luego te
dará mucho gusto por los resultados obtenidos. La clave es la
disciplina y la constancia, ¡no lo olvides!
Gracias a ese buen maestro, al final de la Preparatoria obtuve un
magnífico promedio, que me ayudó a entrar sin problemas en la
carrera universitaria.
Otro profesor de Literatura, me animaba mucho a leer a los clásicos de
la Literatura Mexicana y Universal e interesantes biografías. Me
parece que a él le debo mi afición por las buenas lecturas.
En casa, la costumbre era, en primer lugar, sacar bien las tareas
escolares. Si algo se me dificultaba, me ayudaban mi madre o mi
padre.
Un formativo detalle de ayuda fraterna, era al concluir mis tareas y el
estudio, me pedía mi padre:
-Ahora ayuda a tu hermano Enrique que se le dificultan mucho las
matemáticas.
La verdad es que lo hacía con gusto por el ejemplo de generosidad
que observaba en mis padres, invirtiendo tiempo en asesorar mis
tareas.
Finalmente llegaba el momento esperado, practicar un poco de
basketball con unos vecinos porque teníamos en la escuela un torneo
deportivo.
Recuerdo en mi natal Sonora, aquellos calores del verano en que
subía mucho la temperatura y casi todo el mundo tenía la costumbre
de dormir un rato de siesta después de la comida.
Pero llegaba un buen amigo al que apodábamos “el Zurdo”. Como era
de total confianza, entraba sin tocar hasta mi habitación, me
despertaba de la siesta y me mostraba un balón de basket y a
continuación me decía:
- ¡Imagínate, nos esperan libres todas las canchas de basket de la
escuela! Al principio, yo protestaba y le comentaba: - “¡Hace “un
calorón, Zurdo. Ahorita ni los chanates vuelan!”.
-Pero, él volvía a insistirme: mira ya “picados en el juego ni cuenta te
das del calor. Además, después de sudar “te sientes a todo dar”. Y era
verdad.
He de reconocer que debido a su entusiasmo me aficioné a este
deporte, lo mismo que al baseball.
A otro amigo, le gustaban mucho las carreras de 100 y 200 metros
planos y pasaba a mi casa a invitarme. Para animarme me decía:
-Allá en la escuela nos espera el profesor de Educación Física que
está empeñado en que mejoremos nuestras marcas personales para
poder ir a competir a la gran final estatal en Hermosillo.
Y de esta manera, a través de mis padres, maestros y de las buenas amistades,
fui adquiriendo una serie de buenos hábitos.
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