viernes, 4 de junio de 2021
CONCEPTOS CLAVE PARA LAS PRÓXIMAS ELECCIONES
Pbro. Mario Arroyo,
Dr. en Filosofía,
p.marioa@gmail.com
Se acerca el 6 de junio, momento en el cual, democráticamente, todos los ciudadanos
debemos elegir el futuro posible para nuestra nación. Subrayo lo de “posible”, pues la situación
ideal no existe, y ello debido a la intrínseca limitación de la naturaleza humana, la cual afecta
hondamente el ejercicio de la política.
El ejercicio del voto es todo menos simbólico; es un acto eficaz –siempre que no haya
fraudes- en el que cada ciudadano concreto expresa su voluntad dentro de la gama de elección,
por fuerza limitada, que le presenta la oferta partidista. Ahora bien, es un ejercicio esencial como
ciudadanos, dispensable únicamente a los gravemente enfermos y a los ancianos. Todo ciudadano
debe tener la madurez de elegir, e intentar hacerlo de acuerdo con los propios valores, pues con
base en ellos escoge a quien será su representante, o a quien detente la autoridad y tenga de
facto el poder del Estado.
El cristiano no deja de ser ciudadano; más aún, su fe le otorga una particular cualificación
como tal, pues le exige participar en la palestra pública en la medida de sus posibilidades, y
respetar a las autoridades legítimamente constituidas; participando él en la elección de las
mismas. De forma que abstenerse de participar o hacerlo irresponsablemente se configura,
siempre en clave cristiana, como una falta, como una forma de desatender un encargo que no me
otorga únicamente la sociedad, sino Dios mismo, al dejar el mundo en nuestras manos.
Por ello, primero como ciudadanos, pero después como cristianos, todos –a no ser que
medie una causa grave- tenemos la obligación moral de votar. Desatenderla se configura en
teología moral como un pecado, como una falta de piedad y de justicia o, dicho de otra forma,
contra el cuarto y el séptimo mandamientos. Piedad hacia mi patria, justicia frente a mis
compatriotas, que cuentan lógicamente con mi interés por la cosa pública.
Sin embargo, nunca ha sido la perspectiva más idónea el abordar las cuestiones morales y
políticas con el prisma de los mínimos, en la cuerda floja de si mi comportamiento constituye una
falta o no y en qué medida. Es mejor enfocar la cuestión desde una perspectiva de mi llamada
concreta a la acción política. En efecto, Dios nos ha confiado el mundo como administradores, no
podemos ser indiferentes o pasivos frente a esta responsabilidad, frente a este reto. De hecho,
podemos; pero es una triste claudicación de participar en la política, calificada por Francisco como
“una de las formas más excelentes de la caridad”. Es el pecado “del abstencionismo suicida”, en
expresión de San Josemaría.
En ese sentido los cristianos, por el doble compromiso de la fe y de la sociedad debemos
participar, involucrarnos, pero no de cualquier manera. Es preciso e improrrogable hacerlo de una
manera conforme a la propia identidad, a lo que somos como ciudadanos y como cristianos. En
este sentido tenemos, particularmente este 6 de junio, una responsabilidad histórica, que va más
allá del presente y configura el futuro de nuestra nación, de nuestra patria, de nuestra familia, de
nuestra vida. ¿Cómo nos vemos en diez años? ¿Cómo querríamos vernos? Mucho depende de la
voluntad que expresemos este domingo 6 de junio. Es una responsabilidad con nosotros mismos,
con nuestra familia, con nuestra patria, con el futuro, de la que no nos podemos eludir; pues
incluso el no votar o votar en blanco es ya una forma de elección.
Los cristianos debemos además buscar entre los candidatos al que sea más conforme con
los principios de la fe. No hay ninguno que los encarne todos, pero, ciertamente, hay indicadores
notorios que muestran a alguno como más próximo y al otro como más alejado de la fe. No se
trata de caer en una teocracia o un clericalismo, pero sí de evitar la esquizofrenia de tener unos
principios válidos para estar en casa y otros diametralmente opuestos, que promovemos a nivel
público. Debemos, por el contrario, elegir a quien realmente nos representa, o por lo menos, sea
más cercano a los valores básicos de la fe, entre los que indudablemente se encuentran la defensa
de la vida y de la familia natural. No deberíamos dejar de preguntarnos eso a la hora de emitir
nuestro juicio y votar el próximo domingo.
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