P. Mario Arroyo,
Dr. en Filosofía.
pmarioa@gmail.com
Da miedo reflexionar sobre “Cuties” el reciente filme de Netflix, que saldrá a luz el 9 de
septiembre. Se trata de un “terreno pantanoso”, “pegajoso”, “peligroso”. En primer lugar, porque
es hablar de lo que todavía no hemos visto. No hemos visto la película, pero la publicidad y el
tráiler son suficientemente elocuentes. El fenómeno invita a reflexionar en multitud de sentidos.
Trataré de enumerar algunos.
¿Por qué es un terreno pantanoso? El simple hecho de titular a este artículo con el nombre
de la película, el hablar sobre ella, es ya hacerle publicidad indirecta gratis. ¿Cuál sería la estrategia
adecuada? ¿Dejarla pasar y mirar hacia otro lado, ignorándola conscientemente, para que rápido
pase la tormenta y termine en el reino de la irrelevancia? O, por el contrario, la actitud correcta es
propiciar el merecido escándalo que supone la erotización de cuatro niñas de once años. Pero el
escándalo, sea justo o injusto, suele generar pingües ganancias. ¿Hacer un gran escándalo no
equivale a “morder la carnada” y darle una vigencia, publicidad y notoriedad que no merece? Ante
casos como este, siempre recuerdo “El crimen del padre Amaro”, y cómo la llamada de los obispos
mexicanos a “no verla”, la convirtió en la película mexicana más vista hasta ese momento.
Es “peligroso” porque supone utilizar un arma de la cual ya muchas veces hemos padecido
los efectos, que suelen ser muy nocivos por arbitrarios e irracionales. Me refiero a “la cultura de la
cancelación”. Esa nueva y silenciosa inquisición que determina arbitrariamente qué se puede decir
y qué no en nuestra sociedad, limitando, muchas veces drásticamente, la libertad de expresión, de
pensamiento y religiosa. La furia iconoclasta de la cancelación no admite razones, suprime todo
diálogo y destruye, violentamente muchas veces, aquello con lo que disiente. ¿Pedir su
eliminación antes de verla, no permitir al productor ofrecer sus razones, no es aplicarle lo que nos
han hecho muchas veces y no nos ha gustado nada?
La reacción ante “Cuties” es también un tema profundo, pues nos enfrenta crudamente al
vínculo complicado, verdadero nudo, que existe entre arte, ética y sociedad. ¿Todo arte, por ser
arte, es legítimo? ¿Toda limitación al arte es una violación a la libertad de expresión? ¿Es válido el
arte, aunque fomente la pedofilia –en este caso- o el racismo, el antisemitismo o a la violencia, en
otros casos? ¿La sociedad debe aceptar absolutamente todo lo que tenga la etiqueta “arte”? ¿No
es posible defenderse del “arte nocivo”? Y, a su vez, ¿cómo se entiende el arte? ¿Es un espejo de
la sociedad?, ¿es una crítica a la sociedad?, ¿es educador de la sociedad?, ¿o las tres cosas?, ¿o
ninguna de ellas?
Los productores de la cinta dicen que no se trata de una apología de la pedofilia, sino de
una crítica a la precoz erotización de las niñas en la sociedad actual. Es decir, busca ser un espejo
de la sociedad y mostrar crudamente el conflicto entre “los valores” sociales y los familiares. ¿Hay
temas tabúes que está prohibido tratar? ¿La pedofilia es un tabú, pero la sociedad la consume
continuamente en lo oscuro? ¿Prohibir la película no es caer en ese juego hipócrita? Hago como
que no existe, cuando en realidad, está ahí. ¿Me escandalizo de las cuatro niñas que enseñan el
ombligo y se mueven seductoramente, pero no me he molestado en mirar la inmensa cantidad de
videos de Tik Tok, donde niñas de la misma edad hacen lo mismo y de la misma manera? Quizá se
trata de que hacer una película y aceptarla pacíficamente, es darle carta de legitimidad a una
conducta que nuestra conciencia nos dice claramente que está mal, aunque no sabemos cómo
evitarla.
Algunos malpensados -entre los que me incluyo- pensamos que se trata de un cierto
experimento social: suelto la película con un tema profundamente escabroso y mido las
reacciones. Observo cómo reacciona la sociedad. Si lo hace vehementemente, si la oposición es
contundente, recojo velas y espero. Si la reacción es tibia, ya di un paso, tímido pero firme, en la
dirección que quiero: normalizar la pedofilia. Hacer que sea parte del paisaje cultural. Por eso me
he animado a escribir este artículo, consciente de hacerle publicidad indirecta, porque pienso que
es mejor que la reacción social sea clara y contundente. La sociedad finalmente tiene derecho de
defenderse del agresor, no importa que este utilice el arma del arte.
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