José Martínez Colín es sacerdote, Ingeniero (UNAM) y Doctor en Filosofía (Universidad de Navarra). (articulosdog@gmail.com)
1) Para saber
¿Se puede ser feliz en un mundo donde no faltan los sufrimientos, los dolores e incluso constantemente hace su aparición la muerte? Sí es posible, responde el Papa Francisco. Y el camino para conseguirlo son las bienaventuranzas. El Papa culminó su catequesis sobre las bienaventuranzas reflexionando sobre la octava y última:
“Bienaventurados los que padecen persecución a causa de la justicia porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt. 5, 10).
Cada bienaventuranza nos elevan para comprender desde la altura de la fe el sentido del dolor. Pero si vivimos “una vida según el mundo”, nos imposibilitamos para alcanzar la verdadera felicidad.
Es preciso elevarse a una “vida según Dios”. Se comprende así que la felicidad aquí en la tierra no consiste en no tener ningún sufrimiento, sino en saber darle su sentido verdadero, esperando además la felicidad eterna.
2) Para pensar
Un amigo sacerdote, el p. Juan Carlos, que vive España, relata un encuentro peculiar con la policía.
Resulta que visitó a un sacerdote anciano que vive solo. Lo acompañó y lo confesó. Luego, fue a llevarle la comunión a un seminarista. De camino lo detuvo una patrulla y desde la ventanilla le preguntó el policía piloto a dónde iba. El sacerdote contestó: “A llevar la Comunión”. Entonces con cara de admiración el copiloto preguntó:
“¿Y lleva ahí la comunión?” Le contestó: “Pues sí” y señaló la teca donde se guarda al Santísimo. Después de una pausa, preguntó: “¿Y podría darme la comunión?” La petición le sorprendió pero le dijo que sí, “sólo llevo una sola forma, pero puedo partirla y Jesús sigue estando completo en ambas partes, y así le doy una”.
Entonces los dos bajaron de sus carros. El sacerdote habló lo necesario en privado con el policía. Y, en un rito breve con su acto de contrición, le dio de comulgar.
Al terminar el policía le dijo: “Padre, ¡esta Comunión no la olvidaré nunca! Doy gracias a Dios por esta posibilidad de recibirle después de más de un mes sin poder hacerlo”, ante el compañero policía que no salía de su asombro.
3) Para vivir
La paradoja de las bienaventuranzas al proponer la felicidad para los que lloran o son perseguidos se resuelve al comprender que se sufre por amor. Al estar dispuesto a sufrir para ser fiel al amor o la verdad, significa que se ha encontrado algo más valioso que el mundo por lo que vale la pena sufrir. Y la posesión de ese bien es la causa de alegría y felicidad, aun padeciendo un sufrimiento.
Las bienaventuranzas no nos quitan el sufrimiento, sino que logran saber llevarlo por amor y, por ello, alegremente. El ejemplo nos lo dan las madres que soportan sufrimientos por sus hijos, siendo felices al evitarles un dolor.
Cuando se procurar vivir la pobreza, la templanza, la pureza… no es extraño que moleste al mundo, a quienes viven para el placer, la codicia del dinero, pues es un reproche. Pero rechazar las tentaciones nos asemeja a Cristo crucificado que las venció.
Las bienaventuranzas nos llevan a ser de Cristo y no del mundo. No cabe desanimarse ante dificultades porque siempre Jesús nos acompaña, nos consuela y nos da la fuerza que nos ayuda avanzar a la felicidad inmensa del Cielo.
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