sábado, 22 de febrero de 2020

EL ARTE DE LA BUENA CONVIVENCIA

Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51

¿Por qué se dice que la convivencia es un arte? Porque la buena convivencia engloba muchos factores y no se improvisa. Algunos piensan que se basa en la sola espontaneidad –en “soltar las netas” como suelen decir algunos jóvenes- y precisamente ésa es la causa por la que se generan innumerables conflictos, roces y malos entendidos, es decir, por un falso sentido de la “naturalidad”.


Para que el trato mutuo sea amable y cordial se requiere el tener presentes las normas de urbanidad y buena educación. Toda persona posee su dignidad, desea ser respetada y que se le muestre aprecio y estima. Por ello, es necesario tomar en cuenta siempre la libertad de cada individuo y su autonomía en las manifestaciones propias de su personalidad: su carácter, temperamento, gustos, aficiones y maneras de ser.

En esta época de los grandes avances electrónicos, muchas personas se quejan de sufrir soledad y no se sienten comprendidas. Muchas veces la solución se encuentra en saber escuchar con paciencia a los demás, sin manifestar la impresión de prisa. 

Por ejemplo, si padecen una enfermedad, o tienen un agobio económico, o les preocupa un familiar cercano al que los médicos le dan pocos meses de vida. ¡Cuánto agradecen esas personas que han perdido la paz y la tranquilidad, el que haya familiares y amistades que les escuchen con aprecio y cariño!

Sin duda, un aspecto destacado en la convivencia es ponerse en el lugar del otro. Como se dice coloquialmente “ponerse en los zapatos de los demás”. Por ejemplo, existen matrimonios que son ejemplares en muchos aspectos y, sin embargo, a pesar de la buena formación que por muchos años les brindaron a sus hijos, algunos de ellos han resultado rebeldes, alcohólicos, drogadictos; no quieren estudiar una carrera y viven a expensas de lo que sus padres les proporcionen. 

En esos casos el acompañamiento de los familiares y amigos son una ayuda invaluable, lo mismo que ofrecerles algunas posibles soluciones para esos hijos con problemas, como el que acudan a un buen psiquiatra, a los alcohólicos anónimos, a determinados psicopedagogos y orientadores familiares.

Un capítulo aparte de la buena convivencia consiste en tener una visión positiva de las circunstancias. Desgraciadamente nuestro México ha caído en una espiral de violencia, caos, secuestros, asaltos e inseguridad. Los medios de comunicación cumplen con su función de informar. 

Pero no cabe duda que algunos de esos medios, con tal de vender más o de subir el “rating” de audiencia, agigantan la magnitud de los hechos y los repiten una y otra vez. Tengo varios conocidos que,
ante ese alud de malas noticias, han optado por no ver los noticieros nocturnos porque les producen insomnio y pierden la tranquilidad.

Y es que ese clima de sucesos negativos, dramáticos, catastróficos producen estrés en la población. Desde luego, no se trata de cerrar los ojos a la realidad de nuestro entorno, como es el caso de los tremendos feminicidios que han crecido en forma exponencial, pero es importante que no empañe la convivencia familiar o laboral.

Diariamente tengo la costumbre de buscar, en primer lugar, qué noticias positivas, constructivas y edificantes se dieron a conocer en los medios de comunicación. De manera que, ante una reunión social o familiar, me adelanto a comentar si ya se enteraron que determinada empresa automotriz invertirá una considerable cantidad de millones de dólares en armadoras o partes de coches; que si leyeron que un grupo de empresarios de otras naciones han decidido invertir en nuestro país tantos millones de euros; que el turismo en los hoteles de las playas de México rompió récord de visitantes; que han surgido varias fundaciones de asistencia social y asistencial, impulsadas por un numeroso grupo de ciudadanos filantrópicos, para la atención de personas con algún tipo de enfermedad concreta o menesterosas y en desamparo. 

De tal manera, que las conversaciones toman ese curso positivo y alentador.

En toda convivencia surgen pequeños desacuerdos o polémicas, pero es fundamental no darles importancia, puesto que es lo normal en el trato humano.

Aquí no cabe ni la susceptibilidad ni los rencores ni el resentimiento. Quizá sea una especie de cáncer que habría que combatir cuanto antes, si es que llegara a aparecer. Porque de lo contrario, el corazón se llena de una amargura que sólo hace daño a la persona que se deja llevar por el sentimentalismo.

Una última sugerencia consiste en enriquecer las conversaciones con base a las buenas lecturas. Sin duda, las biografías de personajes ilustres, los apasionantes episodios históricos, las singulares costumbres de otros países, diversos aspectos de la cultura general, del arte y de grandes obras literarias, constituyen un rico bagaje para una fructífera conversación y amable convivencia.

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