miércoles, 25 de septiembre de 2019

LA COMEDIA DE LOS ASNOS

Mtro. Rubén Elizondo Sánchez,
Departamento de Humanidades de la
Universidad Panamericana. Campus México.
rubeliz@up.edu.mx

Ciertamente un breve artículo como este no puede —y tal vez tampoco debe— entrar en muchos cuestionamientos. Desde los griegos presocráticos hasta el dia de hoy han corrido suficientes ríos de palabras acerca de la importancia de conocer la verdad en los numerosos ámbitos del quehacer humano.


Sobran las polémicas encendidas y los debates interminables en tantos programas especializados que pretenden comunicarnos la realidad del acontecer diario. El ejercicio de la recta razón nos provee de más elementos de juicio para lograr entender con mayor acierto el mundo en que vivimos.

En todo caso, y a pesar de las sospechas provocadas por algunos medios, el concepto de verdad continúa siendo un punto de referencia tanto en el discurso político, como en las realidades familiares, educativas, y económicas.

De no existir verdad alguna terminaríamos por construir un mundo sin verdad que no tardaría en volverse contra el hombre mismo. Homo homini lupus, escribió Plauto en su obra Asinaria o “La comedia de los asnos”. ¿Se puede vivir en un estado de guerra de todos contra todos? o ¿es preferible la ley del más fuerte?

Por otra parte, es notorio el hecho de que en muchos ambientes la verdad es un obstáculo del que es necesario desprenderse para triunfar. ¿Deseas lograr algo? No puedes andar mostrando tus convicciones morales, se dice. Cualquier observador recibe prácticamente a diario señales de que la verdad y la realidad deben ser tomadas como asunto de diatribas y sarcasmos.

Es una moraleja común que lo que nos importa realmente a las personas suele ir asociado a exigencias, compromisos serios, y puntos de apoyo sólidos, mientras que las adaptaciones a convicciones ligeras son bastante tolerables... pero sobre todo profundamente insatisfactorias.

En otros casos, los medios muestran la verdad en relación con la sensibilidad emocional y estética de cada quién. Son puntos de apoyo, en efecto, pero poco sólidos por ser esencialmente subjetivos. No toda la realidad es así. Existen verdades que cambian y realidades que no cambian jamás. La madurez intelectual consiste precisamente en saber discernir entre ambos tipos de verdad.

¿Preferimos formas frágiles de verdad para convivir pacíficamente con la indiferencia y el error? El remedio más efectivo para detener esta ola que inunda nuestra sociedad occidental, consiste en el cultivo personal de los hábitos intelectuales que perfeccionan la inteligencia humana. De lo contrario, corremos el peligro de estar actuando en una comedia de asnos.

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