Raúl Espinoza Aguilera,
@Eiar51
Recuerdo haber leído en mis años de Preparatoria, la novela del escritor francés “El Extranjero” de Albert Camus. (1913-1960) y reconozco que me impactó negativamente porque muestra a un protagonista que no encuentra sentido alguno a su existencia.
La obra se desarrolla en Argelia y describe con pesimismo a cada persona que conoce destacando su mezquindad y fealdad. Luego de un largo y sinuoso viaje en un apretujado y desvencijado autobús de pasajeros, llega a su lugar de destino: la funeraria donde se encontraba el cuerpo de su madre, fallecida la noche anterior.
Durante el velorio comenta que interiormente no sentía ningún afecto por ella; que le parecía un absurdo la muerte, lo mismo que el estar tantas horas sentado recibiendo el pésame de gente hipócrita y en un recinto en el que hacía un calor insoportable. Y en ese tono continúa esta novela.
Otras de sus obras conocidas son “La Peste”, “El Mito de Sísifo”, “Calígula”. En 1957 le fue concedido el Premio Nobel de Literatura.
Pero Albert Camus era un pensador en permanente crisis personal. Le atormentaban temas como la presencia del mal en el mundo, del dolor, de las enfermedades, de las guerras. Se deja llevar por la corriente en boga: la filosofía existencialista cuyos ideólogos consideran que Dios no existe, que la vida no tiene sentido alguno, que no hay ni verdad ni mentira y recibe la influencia del filósofo Jean Paul Sartre (1905-1980) quien concluye que ya que la existencia es completamente absurda (“el hombre es una pasión inútil”) no quedan sino dos soluciones: la búsqueda afanosa y compulsiva del placer o el suicidio.
A todos estos filósofos les afectó en forma considerable los horrores, masacres y genocidios de la Segunda Guerra Mundial. Eso los condujo a tener una concepción trágica, desilusionada y pesimista de la humanidad.
Pero Camus era un pensador honesto, que buscaba encontrar la verdad sobre sus cuestionamientos vitales. Tuvo la enorme fortuna de conocer en París al pastor metodista Howard Mumma. Se hicieron amigos y entablaron largas conversaciones en las que de manera paulatina le fue resolviendo a este Nobel muchas de sus dudas.
El pastor Mumma comenta que un día le dijo Camus:
“Amigo mío, ¡voy a seguir luchando por alcanzar la fe!”.
Este Premio Nobel de Literatura falleció en 1960 a consecuencia de un accidente automovilístico. Años después, Howard Mumma publicó un libro, titulado: “El Existencialista Hastiado. Conversaciones con Albert Camus”.
En su valioso y poco conocido testimonio asegura que este escritor encontró un bautismo que la Iglesia reconoce como “pasaporte” válido para la entrada en el Reino de Dios: el bautismo de deseo. Es decir que llegó el momento en que Camus aceptó y quiso ser bautizado, sólo que antes le llegó la muerte, de forma inesperada.
El hecho es que Albert Camus murió en paz con Dios porque, por fin, había aclarado sus incógnitas, superado su crisis personal porque descubrió el sentido trascendente de la existencia humana y encontró la Verdad plena.
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